Ahora los salones de belleza son solo para mujeres y los hombres tienen su propio espacio. No obstante, para este gremio tanto la pandemia como la informalidad han sido una ‘piedra de tropiezo’.
Las barberías, un negocio que podría visualizarse como rentable en Valledupar, han atravesado muchas transformaciones y estigmatizaciones, sin dejar de lado los ‘trasquilones’ que le ha dejado la pandemia. Pese a todo esto es innegable el auge que ha tenido este sector en los últimos años.
Este es un oficio de vieja data, desde antes de la Edad Media ya existían los barberos, eran los encargados de cortar el cabello solo a los hombres. Pero esto no solo se trata de emparejar, actualmente son expertos en aplicar sus habilidades para seguir la moda y las tendencias del momento o inventar otras nuevas.
Las tijeras, patilleras, hojillas y máquinas de afeitar de distintos tamaños son algunas de las herramientas que constantemente utilizan para brindar un mejor servicio al público. Esto no siempre fu así; tiempo atrás quien se dedicaba a esta labor era tildado de afeminado y más, sin embargo, ese tabú poco a poco se fue olvidando. Asimismo, las primeras barberías en llegar a Valledupar, que se establecieron en la zona céntrica entre las carreras octava y en la 17, han sido opacadas por las que actualmente cuentan con un local lleno de comodidades.
Las nuevas tendencias y estilos se han reforzado con la llegada de los barberos provenientes de Venezuela, trayendo consigo nuevas técnicas que les ha permitido apropiarse de estos espacios.
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Es propicio que esta situación sea puesta en una balanza, puesto que al interior de una barbería los clientes pueden obtener variedad de servicios: lavado del cabello, corte, planchado, cuidado de la barba y de las uñas. Ahora, los salones de belleza son solo para mujeres y los hombres tienen su propio espacio. No obstante, para este gremio tanto la pandemia como la informalidad han sido una ‘piedra de tropiezo’.
Roberto Bobadilla, un barbero que ha levantado su negocio con esfuerzo desde hace poco más de 20 años, dice no estar de acuerdo en que las autoridades sanitarias exijan a estos establecimientos cumplir con estrictas medidas de bioseguridad, mientras quienes prestan sus servicios en las calles no les hacen el mismo seguimiento.
“No estoy en contra de los que trabajan de manera informal, por el contrario, me parece bien que lo hagan, pero lo más justo sería que fuera en igualdad de condiciones. Los que tenemos un establecimiento no le robamos luz a nadie, pagamos arriendo y generamos empleo. Desearía que el control fuera más equilibrado, que no solo nos visiten a nosotros, que lo hagan con ellos también”, dijo.
Por su parte, José Padilla manifestó que siempre ha trabajado legalmente, es por ello que rechaza la informalidad. “Nos disminuye notablemente la clientela debido a que ofrecen un servicio más económico, ya que ellos no pagan arriendo, luz, agua, ni Cámara de Comercio y se ubican en espacios peatonales”, recalcó el barbero.
Padilla también instó a los barberos informales a tomarse más en serio esta profesión. “Hay que motivarlos a que se vinculen legalmente, así se dan cuenta que no es motilar simplemente, si no satisfacer el gusto de la clientela”, reiteró.
Mientras que en una barbería formal un corte de cabello puede costar entre 10 mil, 12 mil y hasta 15 mil pesos, incluyendo varios servicios para el cuidado del cabello, como lavado, peinado, planchado u otro tratamientos, además de unas instalaciones aseadas, confortables con TV, wifi, billares y hasta servicio de bebidas; por otro lado, están quienes ofrecen un corte de cabello al pie de una acequia, debajo de un árbol, en los alrededores de un parque o a las afueras de una vivienda, sin garantizar las mínimas medidas sanitarias.
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EL PILÓN conoció que desde la Secretaría de Salud Municipal se ejerce el control y vigilancia en los establecimientos legalmente constituidos basados en lo que establece el Ministerio de Salud. Respecto a los barberos que permanecen en la ilegalidad solo pueden hacer ciertas recomendaciones para sensibilizarlos sobre los riesgos en salud laboral a los que se exponen estando en las calles.
A este tema el concejal Ronald Castillejo le ha hecho un minucioso seguimiento desde que fungía como inspector sanitario durante el mandato del exalcalde Augusto Ramírez. El cabildante reconoció que está en mora de proponer el debate ante la corporación, pero hasta el momento no ha sido posible debido a las afectaciones que sufrió meses atrás por cuenta del covid-19, las cuales lo mantuvieron alejado por un tiempo de sus funciones.
El más reciente Censo de Establecimientos Abiertos al Público realizado por el Observatorio Socioeconómico de la Cámara de Comercio de Valledupar, entre septiembre del 2020 y enero del 2021, da cuenta de un total de 110 barberías, solo 44 operan en establecimientos de manera formal, es decir el 40 %, mientras que 66 funcionan informalmente, equivalente al 60 %. A la fecha cabe la posibilidad de que las cifras hayan cambiado si se tiene en cuenta que muchos locales fueron cerrados tras la crisis económica.
Por: Andreina Galvez
Ahora los salones de belleza son solo para mujeres y los hombres tienen su propio espacio. No obstante, para este gremio tanto la pandemia como la informalidad han sido una ‘piedra de tropiezo’.
Las barberías, un negocio que podría visualizarse como rentable en Valledupar, han atravesado muchas transformaciones y estigmatizaciones, sin dejar de lado los ‘trasquilones’ que le ha dejado la pandemia. Pese a todo esto es innegable el auge que ha tenido este sector en los últimos años.
Este es un oficio de vieja data, desde antes de la Edad Media ya existían los barberos, eran los encargados de cortar el cabello solo a los hombres. Pero esto no solo se trata de emparejar, actualmente son expertos en aplicar sus habilidades para seguir la moda y las tendencias del momento o inventar otras nuevas.
Las tijeras, patilleras, hojillas y máquinas de afeitar de distintos tamaños son algunas de las herramientas que constantemente utilizan para brindar un mejor servicio al público. Esto no siempre fu así; tiempo atrás quien se dedicaba a esta labor era tildado de afeminado y más, sin embargo, ese tabú poco a poco se fue olvidando. Asimismo, las primeras barberías en llegar a Valledupar, que se establecieron en la zona céntrica entre las carreras octava y en la 17, han sido opacadas por las que actualmente cuentan con un local lleno de comodidades.
Las nuevas tendencias y estilos se han reforzado con la llegada de los barberos provenientes de Venezuela, trayendo consigo nuevas técnicas que les ha permitido apropiarse de estos espacios.
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Es propicio que esta situación sea puesta en una balanza, puesto que al interior de una barbería los clientes pueden obtener variedad de servicios: lavado del cabello, corte, planchado, cuidado de la barba y de las uñas. Ahora, los salones de belleza son solo para mujeres y los hombres tienen su propio espacio. No obstante, para este gremio tanto la pandemia como la informalidad han sido una ‘piedra de tropiezo’.
Roberto Bobadilla, un barbero que ha levantado su negocio con esfuerzo desde hace poco más de 20 años, dice no estar de acuerdo en que las autoridades sanitarias exijan a estos establecimientos cumplir con estrictas medidas de bioseguridad, mientras quienes prestan sus servicios en las calles no les hacen el mismo seguimiento.
“No estoy en contra de los que trabajan de manera informal, por el contrario, me parece bien que lo hagan, pero lo más justo sería que fuera en igualdad de condiciones. Los que tenemos un establecimiento no le robamos luz a nadie, pagamos arriendo y generamos empleo. Desearía que el control fuera más equilibrado, que no solo nos visiten a nosotros, que lo hagan con ellos también”, dijo.
Por su parte, José Padilla manifestó que siempre ha trabajado legalmente, es por ello que rechaza la informalidad. “Nos disminuye notablemente la clientela debido a que ofrecen un servicio más económico, ya que ellos no pagan arriendo, luz, agua, ni Cámara de Comercio y se ubican en espacios peatonales”, recalcó el barbero.
Padilla también instó a los barberos informales a tomarse más en serio esta profesión. “Hay que motivarlos a que se vinculen legalmente, así se dan cuenta que no es motilar simplemente, si no satisfacer el gusto de la clientela”, reiteró.
Mientras que en una barbería formal un corte de cabello puede costar entre 10 mil, 12 mil y hasta 15 mil pesos, incluyendo varios servicios para el cuidado del cabello, como lavado, peinado, planchado u otro tratamientos, además de unas instalaciones aseadas, confortables con TV, wifi, billares y hasta servicio de bebidas; por otro lado, están quienes ofrecen un corte de cabello al pie de una acequia, debajo de un árbol, en los alrededores de un parque o a las afueras de una vivienda, sin garantizar las mínimas medidas sanitarias.
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EL PILÓN conoció que desde la Secretaría de Salud Municipal se ejerce el control y vigilancia en los establecimientos legalmente constituidos basados en lo que establece el Ministerio de Salud. Respecto a los barberos que permanecen en la ilegalidad solo pueden hacer ciertas recomendaciones para sensibilizarlos sobre los riesgos en salud laboral a los que se exponen estando en las calles.
A este tema el concejal Ronald Castillejo le ha hecho un minucioso seguimiento desde que fungía como inspector sanitario durante el mandato del exalcalde Augusto Ramírez. El cabildante reconoció que está en mora de proponer el debate ante la corporación, pero hasta el momento no ha sido posible debido a las afectaciones que sufrió meses atrás por cuenta del covid-19, las cuales lo mantuvieron alejado por un tiempo de sus funciones.
El más reciente Censo de Establecimientos Abiertos al Público realizado por el Observatorio Socioeconómico de la Cámara de Comercio de Valledupar, entre septiembre del 2020 y enero del 2021, da cuenta de un total de 110 barberías, solo 44 operan en establecimientos de manera formal, es decir el 40 %, mientras que 66 funcionan informalmente, equivalente al 60 %. A la fecha cabe la posibilidad de que las cifras hayan cambiado si se tiene en cuenta que muchos locales fueron cerrados tras la crisis económica.
Por: Andreina Galvez