Se acerca la celebración de Año Nuevo, época en la que desadaptados hacen accionan armas de fuego al aire sin medir las consecuencias, no tienen en cuenta que muchos de estos proyectiles ocasionan tragedias. El 23% de los casos de víctimas de balas perdidas registrados durante los últimos siete años ocurrieron entre los meses de […]
Se acerca la celebración de Año Nuevo, época en la que desadaptados hacen accionan armas de fuego al aire sin medir las consecuencias, no tienen en cuenta que muchos de estos proyectiles ocasionan tragedias. El 23% de los casos de víctimas de balas perdidas registrados durante los últimos siete años ocurrieron entre los meses de diciembre y enero.
El Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos, CERAC, define a una bala perdida como un proyectil por arma de fuego disparada intencionalmente, que ocasiona heridas letales o no letales a una persona que no es el objetivo que tiene el responsable de accionar el arma.
CERAC ha venido monitoreando los casos de balas perdidas en Colombia que se reportan en medios de comunicación, por parte de organizaciones sociales y por las mismas víctimas, a través, por ejemplo, de las redes sociales.
Esta organización reporta que en lo corrido de 2017 han disminuido en un 35% las víctimas, pasando de 176 a 114 casos, con respecto al 2016. Sin embargo, las víctimas letales aumentaron en un 10%, de 50 a 55.
En Valledupar esta irresponsable practica también se da. En esta capital vive una joven que lleva 17 años con una bala en la cabeza; un drama de casi dos décadas de cuidados especiales y tratamientos médicos.
El 31 de diciembre del año 2000, la vida de Cindy Mercedes Jiménez González, una pequeña de 12 años, cambió totalmente luego de que en medio de los festejos con su familia por llegada del año nuevo una bala se alojó en su humanidad.
A pesar de los 17 años de tratamientos la pieza de plomo sigue allí, los especialistas que la atienden guardan la esperanza de que la bala baje del cráneo al cuello y por medio de una delicada intervención quirúrgica extraerle el proyectil, cuyos desplazamientos minúsculos son monitoreados anualmente con exámenes de rayos X.
No debe ser aceptado el comportamiento de gente tan irresponsable con el manejo de las armas y por ello las autoridades deben hacer prevención, concientizar sobre esta riesgosa practica, estar prestos a adelantar las investigaciones para castigar a quienes provocan estas tragedias familiares.
Como el caso de Cindy, a la mayoría de las víctimas la justicia no les informa ni el motivo ni el responsable de las balas perdidas; desde 2011 hasta noviembre de 2017, solo el 12% de los victimarios han sido capturados o judicializados.
El caso más reciente en la región ocurrió el pasado Año Nuevo en una finca de El Molino, sur de La Guajira, donde una menor resultó herida con una bala perdida cuando faltaban pocos minutos para la medianoche.
Sin embargo, es bueno recordar que estas balas no solo salen de las armas de los borrachos que celebran la llegada del Año Nuevo, también se dispara por enfrentamientos en grupos de delincuencia, casos que aumentaron 33%, por lo que la proliferación de armas de fuego y su mal uso, principalmente en entornos urbanos, continúa generando sustanciales daños.
Las autoridades, en especial la Policía Nacional, deben realizar más acciones de control al porte de armas de fuego para prevenir futuros casos de balas perdidas, principalmente durante las festividades. Faltan pocos días para el Año Nuevo, estamos a tiempo.
Se acerca la celebración de Año Nuevo, época en la que desadaptados hacen accionan armas de fuego al aire sin medir las consecuencias, no tienen en cuenta que muchos de estos proyectiles ocasionan tragedias. El 23% de los casos de víctimas de balas perdidas registrados durante los últimos siete años ocurrieron entre los meses de […]
Se acerca la celebración de Año Nuevo, época en la que desadaptados hacen accionan armas de fuego al aire sin medir las consecuencias, no tienen en cuenta que muchos de estos proyectiles ocasionan tragedias. El 23% de los casos de víctimas de balas perdidas registrados durante los últimos siete años ocurrieron entre los meses de diciembre y enero.
El Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos, CERAC, define a una bala perdida como un proyectil por arma de fuego disparada intencionalmente, que ocasiona heridas letales o no letales a una persona que no es el objetivo que tiene el responsable de accionar el arma.
CERAC ha venido monitoreando los casos de balas perdidas en Colombia que se reportan en medios de comunicación, por parte de organizaciones sociales y por las mismas víctimas, a través, por ejemplo, de las redes sociales.
Esta organización reporta que en lo corrido de 2017 han disminuido en un 35% las víctimas, pasando de 176 a 114 casos, con respecto al 2016. Sin embargo, las víctimas letales aumentaron en un 10%, de 50 a 55.
En Valledupar esta irresponsable practica también se da. En esta capital vive una joven que lleva 17 años con una bala en la cabeza; un drama de casi dos décadas de cuidados especiales y tratamientos médicos.
El 31 de diciembre del año 2000, la vida de Cindy Mercedes Jiménez González, una pequeña de 12 años, cambió totalmente luego de que en medio de los festejos con su familia por llegada del año nuevo una bala se alojó en su humanidad.
A pesar de los 17 años de tratamientos la pieza de plomo sigue allí, los especialistas que la atienden guardan la esperanza de que la bala baje del cráneo al cuello y por medio de una delicada intervención quirúrgica extraerle el proyectil, cuyos desplazamientos minúsculos son monitoreados anualmente con exámenes de rayos X.
No debe ser aceptado el comportamiento de gente tan irresponsable con el manejo de las armas y por ello las autoridades deben hacer prevención, concientizar sobre esta riesgosa practica, estar prestos a adelantar las investigaciones para castigar a quienes provocan estas tragedias familiares.
Como el caso de Cindy, a la mayoría de las víctimas la justicia no les informa ni el motivo ni el responsable de las balas perdidas; desde 2011 hasta noviembre de 2017, solo el 12% de los victimarios han sido capturados o judicializados.
El caso más reciente en la región ocurrió el pasado Año Nuevo en una finca de El Molino, sur de La Guajira, donde una menor resultó herida con una bala perdida cuando faltaban pocos minutos para la medianoche.
Sin embargo, es bueno recordar que estas balas no solo salen de las armas de los borrachos que celebran la llegada del Año Nuevo, también se dispara por enfrentamientos en grupos de delincuencia, casos que aumentaron 33%, por lo que la proliferación de armas de fuego y su mal uso, principalmente en entornos urbanos, continúa generando sustanciales daños.
Las autoridades, en especial la Policía Nacional, deben realizar más acciones de control al porte de armas de fuego para prevenir futuros casos de balas perdidas, principalmente durante las festividades. Faltan pocos días para el Año Nuevo, estamos a tiempo.