El periodista Juan Rincón cuenta la manera cómo uno de los exponentes más representativos de la piquería vallenata, Alcides Manjarrés, tuvo que hacer un verso, en medio del dolor, a su madre fallecida, una prueba que lo derrotó en plena tarima, hazaña que no ha logrado ninguno de sus contendores.
Alcides Antonio Manjarrés, tres veces Rey de la Piqueria del Festival de la Leyenda Vallenata, el hombre que ha librado mil batallas verseando en distintas tarimas del país fue vencido por el dolor que le produjo la muerte de la mujer que no escatimó esfuerzos para vencer adversidades y sacarlo adelante a él y a Luis, su hermano mayor, también rey de la piqueria.
A los 80 años murió Edita Felicia Manjarrés Fragoso, una guajira valiente que fue ejemplo de fe, constancia y amor a su familia, y quien, a pesar de haber sido abandonada por su primer compañero, no se amilanó. Todo lo puso en las manos de Dios, como solía decir.
“Mi querida vieja”, como la llama Alcides por cariño, en los últimos años soportó problemas de salud y sus hijos fueron el soporte para estar a su lado y asegurar que no le faltara nada.
Alcides lleva con orgullo el apellido de su mamá, porque su papá Pablo Enrique Solano, lo quiso registrar cuando tenía 22 años y se negó contestándole: “Gracias, ya ha pasado mucha agua debajo del puente y mi mamá es todo para mi”.
Efectivamente, cuando se presentó la separación ella contaba con 19 años y estaba embarazada de Alcides. Tiempo después se unió con Juan José Otero Molina, con quien tuvo 16 hijos.
Así aparece el capítulo del libro de los recuerdos y Alcides anota. “Mi mamá fue una mujer luchadora que se dedicó a trabajar haciendo carbón para vender. Pasaba largos ratos en el horno. Nunca dejó de trabajar y todos sus hijos vivimos agradecidos”.
Él y su hermano, como excelsos verseadores fueron vitales para ayudarla y nunca desampararla. “Cada vez que ganábamos en los festivales, ella tenía su platica”, anota Alcides.
Sigue esculcando en las añoranzas y manifiesta que su mamá el pasado mes de agosto pidió que la llevaran al Festival del Retorno de su tierra Fonseca, La Guajira, para verlo versear. “Le decían que no había comenzado el concurso de la piqueria y todo porque ella tenía problemas del corazón. Les dio miedo. Mi querida vieja no pudo verme y ya no podrá hacerlo porque se nos fue para el cielo”. En ese momento se agotaron las palabras y se presentó el aguacero de la tristeza, el cual tuvo que esperar que escampara para poder continuar.
De lo más profundo de su alma, Alcides le regaló el verso más sentido a su vieja querida. No lo pensó tanto porque desde hace muchos años lo tenía escrito en su corazón. Era la despedida para ese ser que lo trajo al mundo y que fue la luz de sus ojos.
Verseó de manera pausada, y las lágrimas le hicieron el coro.
Te adoro madre querida
y siempre tendrás mi amor,
pero hoy con gran dolor
debo aceptar tu partida.
Haces parte de mi vida
y a Dios le pido y le rezo
tristeza me causa eso
tengo que manifestarlo
me deja ni a quien cantarle
madre, bendición y besos.
Alcides, el veterano verseador, no aguantó más y el dolor inundó todo su ser. Hizo un esfuerzo por resumir los 80 años de su querida vieja en una décima. Era su mayor proeza para esa madre que siempre lo adoró y que lo llamaba ‘Mi Chide’.
Cuando levantó la cabeza volvió a recordarla, pero esta vez en esos momentos agradables que fueron el alimento del sentimiento de toda la familia. Después, guardó silencio, ese mismo que ha sido el compañero de sus eternas soledades teniendo como testigo la oscuridad de sus ojos. Los recuerdos lo atropellaron y confesó: “Mi vieja querida me traía el almuerzo en medio de esos calores guajiros del mediodía. La regañaba para que no lo hiciera, pero ella me decía que una madre conocía hasta los secretos del alma de sus hijos”.
Ahora, a sus 60 años, el juglar del verso se siente agradecido con Dios porque le regaló la mejor madre del mundo. Él, sabe que ha sido premiado con mucha sabiduría y su nombre está inscrito en las páginas de todos los festivales vallenatos que se realizan en Colombia. Además, cuenta con sus hijas Enelice y María, y sus cuatro nietos que son el tesoro que le queda en la vida.
Después recordó la gran nostalgia que lo derrotó sin estar en competencia, y sucedió hace seis años cuando por diversas circunstancias no pudo estar presente en el Festival de la Leyenda Vallenata y tuvo que escuchar el evento por las estaciones radiales.
La medicina fue peor que el mal, debido a que través de las ondas hertzianas supo lo que era estar lejos de lo que ha sido parte de su vida, el concurso de la piqueria.
“Desde el primer día sentí una nostalgia única, cuando escuché la canción de Rafael Manjarrés, ‘Ausencia sentimental’. En la noche casi no pude conciliar el sueño. No estaba arrepentido, porque ya era tarde para hacerlo y me tocaba por primera vez vivir el certamen a la distancia y hasta oficié de jurado, sin voz ni voto”. Entonces hace una pequeña parada e indica que “la verdad de todo, es que la nostalgia me ganó a verso limpio y ni modo de defenderme”.
Ahora ante el dolor que lo agobia, indica que morirá verseando. “He estado por casi todo el país verseando y donde quiera voy recibo mi mayor alimento, que son los aplausos y el día que esto no suceda como dice Leandro Díaz, agarro mi camino y me voy, pero creo, no que sucederá porque en cada subida que hago a una tarima el cariño de la gente se multiplica”.
Soy experto en la materia
le voy a decir enseguida,
el concurso de la piqueria
forma parte de mi vida.
Recordó que este año ocupó el segundo puesto en el Festival de la Leyenda Vallenata, Rey de Reyes de la Piqueria, y cuando recibió el dinero del premio fue a comprarle los medicamentos que requería su querida vieja, esa que de ahora en adelante será su mayor motivación.
Al final indicó que se inscribió para el 32º Festival de Acordeones del Río Grande de la Magdalena en Barrancabermeja, pero no asistirá porque coincide con el novenario de su mamá Edita Felicia Manjarrés Fragoso.
“Ella ocupa el primer lugar en todo, y en la iglesia estaré rezándole a su alma para recordarla porque a pesar de que nunca la ví, la sentía todos los días con su voz y en mi corazón”.
Hace muchos años lo cantó Rafael Orozco: “Porque mi madre me trajo a la vida, me dio su cariño y me llenó de amor, porque recuerdo cuando yo era niño, que me acariciaba y me daba calor”.
De lo más profundo de su alma, Alcides le regaló el verso más sentido a su vieja querida. No lo pensó tanto porque desde hace muchos años lo tenía escrito en su corazón. Era la despedida para ese ser que lo trajo al mundo y que fue la luz de sus ojos.
Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
El periodista Juan Rincón cuenta la manera cómo uno de los exponentes más representativos de la piquería vallenata, Alcides Manjarrés, tuvo que hacer un verso, en medio del dolor, a su madre fallecida, una prueba que lo derrotó en plena tarima, hazaña que no ha logrado ninguno de sus contendores.
Alcides Antonio Manjarrés, tres veces Rey de la Piqueria del Festival de la Leyenda Vallenata, el hombre que ha librado mil batallas verseando en distintas tarimas del país fue vencido por el dolor que le produjo la muerte de la mujer que no escatimó esfuerzos para vencer adversidades y sacarlo adelante a él y a Luis, su hermano mayor, también rey de la piqueria.
A los 80 años murió Edita Felicia Manjarrés Fragoso, una guajira valiente que fue ejemplo de fe, constancia y amor a su familia, y quien, a pesar de haber sido abandonada por su primer compañero, no se amilanó. Todo lo puso en las manos de Dios, como solía decir.
“Mi querida vieja”, como la llama Alcides por cariño, en los últimos años soportó problemas de salud y sus hijos fueron el soporte para estar a su lado y asegurar que no le faltara nada.
Alcides lleva con orgullo el apellido de su mamá, porque su papá Pablo Enrique Solano, lo quiso registrar cuando tenía 22 años y se negó contestándole: “Gracias, ya ha pasado mucha agua debajo del puente y mi mamá es todo para mi”.
Efectivamente, cuando se presentó la separación ella contaba con 19 años y estaba embarazada de Alcides. Tiempo después se unió con Juan José Otero Molina, con quien tuvo 16 hijos.
Así aparece el capítulo del libro de los recuerdos y Alcides anota. “Mi mamá fue una mujer luchadora que se dedicó a trabajar haciendo carbón para vender. Pasaba largos ratos en el horno. Nunca dejó de trabajar y todos sus hijos vivimos agradecidos”.
Él y su hermano, como excelsos verseadores fueron vitales para ayudarla y nunca desampararla. “Cada vez que ganábamos en los festivales, ella tenía su platica”, anota Alcides.
Sigue esculcando en las añoranzas y manifiesta que su mamá el pasado mes de agosto pidió que la llevaran al Festival del Retorno de su tierra Fonseca, La Guajira, para verlo versear. “Le decían que no había comenzado el concurso de la piqueria y todo porque ella tenía problemas del corazón. Les dio miedo. Mi querida vieja no pudo verme y ya no podrá hacerlo porque se nos fue para el cielo”. En ese momento se agotaron las palabras y se presentó el aguacero de la tristeza, el cual tuvo que esperar que escampara para poder continuar.
De lo más profundo de su alma, Alcides le regaló el verso más sentido a su vieja querida. No lo pensó tanto porque desde hace muchos años lo tenía escrito en su corazón. Era la despedida para ese ser que lo trajo al mundo y que fue la luz de sus ojos.
Verseó de manera pausada, y las lágrimas le hicieron el coro.
Te adoro madre querida
y siempre tendrás mi amor,
pero hoy con gran dolor
debo aceptar tu partida.
Haces parte de mi vida
y a Dios le pido y le rezo
tristeza me causa eso
tengo que manifestarlo
me deja ni a quien cantarle
madre, bendición y besos.
Alcides, el veterano verseador, no aguantó más y el dolor inundó todo su ser. Hizo un esfuerzo por resumir los 80 años de su querida vieja en una décima. Era su mayor proeza para esa madre que siempre lo adoró y que lo llamaba ‘Mi Chide’.
Cuando levantó la cabeza volvió a recordarla, pero esta vez en esos momentos agradables que fueron el alimento del sentimiento de toda la familia. Después, guardó silencio, ese mismo que ha sido el compañero de sus eternas soledades teniendo como testigo la oscuridad de sus ojos. Los recuerdos lo atropellaron y confesó: “Mi vieja querida me traía el almuerzo en medio de esos calores guajiros del mediodía. La regañaba para que no lo hiciera, pero ella me decía que una madre conocía hasta los secretos del alma de sus hijos”.
Ahora, a sus 60 años, el juglar del verso se siente agradecido con Dios porque le regaló la mejor madre del mundo. Él, sabe que ha sido premiado con mucha sabiduría y su nombre está inscrito en las páginas de todos los festivales vallenatos que se realizan en Colombia. Además, cuenta con sus hijas Enelice y María, y sus cuatro nietos que son el tesoro que le queda en la vida.
Después recordó la gran nostalgia que lo derrotó sin estar en competencia, y sucedió hace seis años cuando por diversas circunstancias no pudo estar presente en el Festival de la Leyenda Vallenata y tuvo que escuchar el evento por las estaciones radiales.
La medicina fue peor que el mal, debido a que través de las ondas hertzianas supo lo que era estar lejos de lo que ha sido parte de su vida, el concurso de la piqueria.
“Desde el primer día sentí una nostalgia única, cuando escuché la canción de Rafael Manjarrés, ‘Ausencia sentimental’. En la noche casi no pude conciliar el sueño. No estaba arrepentido, porque ya era tarde para hacerlo y me tocaba por primera vez vivir el certamen a la distancia y hasta oficié de jurado, sin voz ni voto”. Entonces hace una pequeña parada e indica que “la verdad de todo, es que la nostalgia me ganó a verso limpio y ni modo de defenderme”.
Ahora ante el dolor que lo agobia, indica que morirá verseando. “He estado por casi todo el país verseando y donde quiera voy recibo mi mayor alimento, que son los aplausos y el día que esto no suceda como dice Leandro Díaz, agarro mi camino y me voy, pero creo, no que sucederá porque en cada subida que hago a una tarima el cariño de la gente se multiplica”.
Soy experto en la materia
le voy a decir enseguida,
el concurso de la piqueria
forma parte de mi vida.
Recordó que este año ocupó el segundo puesto en el Festival de la Leyenda Vallenata, Rey de Reyes de la Piqueria, y cuando recibió el dinero del premio fue a comprarle los medicamentos que requería su querida vieja, esa que de ahora en adelante será su mayor motivación.
Al final indicó que se inscribió para el 32º Festival de Acordeones del Río Grande de la Magdalena en Barrancabermeja, pero no asistirá porque coincide con el novenario de su mamá Edita Felicia Manjarrés Fragoso.
“Ella ocupa el primer lugar en todo, y en la iglesia estaré rezándole a su alma para recordarla porque a pesar de que nunca la ví, la sentía todos los días con su voz y en mi corazón”.
Hace muchos años lo cantó Rafael Orozco: “Porque mi madre me trajo a la vida, me dio su cariño y me llenó de amor, porque recuerdo cuando yo era niño, que me acariciaba y me daba calor”.
De lo más profundo de su alma, Alcides le regaló el verso más sentido a su vieja querida. No lo pensó tanto porque desde hace muchos años lo tenía escrito en su corazón. Era la despedida para ese ser que lo trajo al mundo y que fue la luz de sus ojos.
Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv