En pocas semanas llegará una nueva edición de la feria del libro en Valledupar, una de las buenas cosas que pasan en la ciudad, pero además trae “La perra” entre las autoras invitadas, Pilar Quintana. Ella no es una perra, por supuesto, es su más famosa novela. Tampoco Damaris, dueña de la perrilla inspiradora que se llama Chirly, nada tiene que ver con el asunto de colegas locales, es pura coincidencia. Damaris la de la historia es afrocolombiana, la nuestra es mona total, y Shirly ni perros calientes come, como en otrora, hoy cuida mucho su cuerpo.
Todavía no está publicada la programación del evento, pero quienes sentimos amor por libros, libreros, escritores y toda esa vaina de letras, historias y cuentos, posiblemente no llenaremos los conciertos de Silvestre Dangond, nuestra estrella vallenata, pues nuestros magros recursos, como todos los lectores, se quedan en libros, nos evitamos el guayabo, así nos tilden que no dinamizamos mucho la economía. Nosotros no vamos al Último baile, sino a la última página.
Hace mucho tiempo hubo buenos intentos de ferias en Valledupar, pero asistía más público a ver caballos y yeguas, que libros. No era otra cosa que comerciantes de textos escolares y algunas novelitas, pero sin conferencias, ni escritores reconocidos o nuevos, ni siquiera editoriales de algún peso. Posiblemente sus organizadores pensaban, con alguna razón, en una tierra de bohemios y acordeones, donde la lectura era algo raro y los lectores un mundo escaso, tal vez inexistente. Hoy hay otras realidades, al menos se intenta. Igual una fiesta de un disco vallenato se hará casi en la misma fecha, y claro gana en públicos, hay más bebedores de notas que consumidores de papel.
Tengo la fe, absurda por supuesto, que en pocos días nos olvidaremos de Benedetti (volvamos a Mario el uruguayo), pasemos de Laura Sarabia a Laura Restrepo, de Frincho Cepeda a Álvaro Cepeda Samudio, de Petro Gustavo a Gustavo Adolfo Bécquer, incluso a nuestro inofensivo Gustavo Gutiérrez y de los temas calientes de Trump y los chinos, escuchemos a Diomedes Díaz, con aquella cancioncilla elemental, “se parece a una chinita de esas de allá de Corea”. Y listo, al menos que usted quiera agregarle algo de “Decisiones” Blades, cuando la maestra habla de Turquía, mientras que la susodicha solo piensa en su desdicha y en su dilema, ay que problema, posiblemente después del concierto del urumitero internacional. Y ni para qué hablar de la regla, menos la fiscal que poco entendemos la flaca economía.
Y la noticia entonces será hoteles llenos, aeropuerto no da abasto, toca ampliarlo, 500 policías a cuidar llegan, a cuidar casacampos para que no se derrumben, al río que no se desborde y a las camionetas fotomultadoras que andarán felices tomando fotos a toda mecha y a todo lo que se mueva.
La vaina de todas formas será inolvidable, nos volveremos en una ciudad lectora y librera en pocos días, al tiempo que no olvidaremos nuestro rico folclor que nos identifica, descansaremos por momentos del congreso y sus trucos milenarios y no faltará algún azulejo trasnochado vendiendo las catas de Leyva que seguramente pasarán de diez o tal vez pasen a contenidos de redes para llegar masivamente a otros públicos. Toca estar preparados a amar a las perras callejeras, ya que la ley Ángel está en pleno furor, ojalá como leer con furia.
Tiro de chorro
Edgardo Mendoza Guerra
