EL PILÓN, en el marco de la celebración de sus 25 años, durante el 2019, dialoga con los personajes insignes de Valledupar, que con su aporte llevaron a la capital del Cesar a lugares de honor. Hoy es el exalcalde Rodolfo Campo Soto, quien en entrevista comparte una pequeña parte de sus experiencias, infidencias, visiones del futuro y reflexiones sobre la Valledupar de hoy.
Valledupar es una ciudad capaz de recibir millones de residentes, dijo el nuevo premio Nobel de Economía, Paul Romer. Nadie mejor para comentarlo para EL PILÓN, testigo de la evolución de la ciudad en las últimas 3 décadas, que Rodolfo Campo, el primer alcalde de Valledupar elegido popularmente, quien inició su primer mandato en 1988, hace 30 años. Comenzó la etapa dorada de la ciudad de la mano de los primeros alcaldes populares, elegidos apenas por dos años. Rodolfo, quien nos recibió con papeles a mano, fue alcalde por dos periodos 1988-1990 y 1992-1994, -entre 1990 y 1992 ejerció Anibal Martinez- y protagonizó un gobierno que llamó la atención de la nación y de organismos internacionales. La ciudad se llenó de redes de acueducto y ya con buena cobertura de aguas negras inició el alcantarillado pluvial, siendo ésta una novedad en ciudades de la costa Caribe, colegios, puestos de salud y nuevas avenidas, largas y amplias calzadas separadas por árboles de mango. Aprovechamos para reconstruir su historia al frente de Valledupar dejando constancia que por la extensión los detalles en educación y salud serán objeto de otro capítulo.
¿Qué opina de la afirmación del premio Nobel? ¿No habría una oportunidad ahora con la migración venezolana?
La afirmación la hace el Premio Nobel en 2018 como resultado de su visita a la ciudad en el año 2015, al identificar la posibilidad de tener un manejo adecuado de densidades de ocupación y sugerir prudencia en las decisiones de expansión urbana. Sin embargo, prenden las alarmas las estadísticas que muestran a Valledupar con una población pobre y desempleada con índices muy altos en el país. Esto implica tener en cuenta muchas consideraciones, empezando por la oferta de servicios públicos. No procede expandir la ciudad hacia áreas rurales para edificar sin contar con esos bienes públicos. El ranking lo encabezan el agua potable, el alcantarillado y las plantas de tratamiento. Para la sostenibilidad se requiere un embalse como Besotes, enredado por la intransigencia indígena. Consideremos también que somos un nodo regional que lidera un área bastante extensa en parte del Cesar, La Guajira y el Magdalena. Es epicentro donde se atiende la demanda de educación técnica y superior, salud, comunicaciones y comercio. Y finalmente tengamos en cuenta que no hemos sabido aprovechar la condición de departamento fronterizo, con todos los pisos térmicos, suelos fértiles, proximidad a los puertos del Caribe y una potencial oferta de agua.
Debemos volver a ser la ‘Sorpresa Caribe’. La ciudad no soporta continuar creciendo a los índices que hasta hoy lo ha hecho. (9.000 habitantes en 1951, 170.000 en 1988 y 480.000 en 2018). Se requerirían esfuerzos descomunales por parte de la administración pública. Paul Romer recomienda menos densidad y anchas vías. La población crece desmesuradamente debido a las migraciones del campo, de los corregimientos, de las poblaciones vecinas. Eso hay que detenerlo haciendo acuerdos con los municipios vecinos, la Gobernación y la nación, planificando, evitando que la capital se siga expandiendo sobre las zonas agropecuarias.
Ahora bien, para desestimular la migración requerimos generar trabajo bien remunerado en el resto de cabeceras municipales y ojalá en las zonas agrícolas y pecuarias, promover el establecimiento de nuevas industrias, áreas comerciales y centros de transformación rural en Bosconia, La Paz, San Diego, Codazzi, Becerril y La Jagua de Ibirico y acompañar a los municipios cercanos de La Guajira como Villanueva, San Juan, Fonseca y Barrancas que están ubicados sobre las principales vías nacionales.
Si hubiéramos avanzado en ese sentido, con un plan de desarrollo productivo regional, la llegada masiva de venezolanos que hoy registramos podría haberse convertido en una oportunidad para el crecimiento del sector empresarial y agroindustrial en las zonas de menor cobertura departamental, donde se habrían recibido con empleos formales para seguir impulsando el desarrollo territorial.
¿Cómo un ingeniero mecánico de la Universidad Industrial de Santander, la UIS, llegó a ser alcalde de Valledupar? ¿Es cierto que eso lo hizo metódico, enfocado y perfeccionista al punto de que cuando algo no salía bien, graciosamente la gente decía “cómo estará la rabieta del alcalde”?
Luego de mi paso por el Loperena y la Bolivariana de Medellín, concluido el bachillerato, me fui a la UIS en Bucaramanga a estudiar Ingeniería. El fin de mi carrera coincidió con el inicio del auge algodonero por lo que la Corporación Algodonera del Litoral, Coral, me envió a EE. UU a practicar el desmote de algodón y me nombraron como jefe de desmote de la costa. Después se abrió la primera concesionaria de vehículos, Autocesar, de la que que también era socio, y me nombran gerente, después fui llamado a gerenciar la Asociación de Algodoneros del Cesar, Asocesar, durante 12 años, llegando a ser una de las 100 empresas mas grandes de Colombia.
Sin embargo, deseaba ser alcalde, anhelaba ser gerente público. Un gobernador me había ofrecido la alcaldía pero el día antes de mi eventual posesión apareció otro nombre.
En 1986 cuando se aprobó la elección de alcaldes entendí que esa era mi oportunidad, una tarea titánica de un conservador en una ciudad liberal hasta los tuétanos y un partido conservador dividido en fracciones, con uno de 15 concejales y uno de los 6 parlamentarios. Me propuse unir al partido y presentar una candidatura cívica. Conté con el apoyo de movimientos políticos de izquierda e independientes. La ingeniería y las matemáticas me ofrecieron disciplina y orden. Son las guías de mi vida y traté de imponerlas con muchas dificultades.
¿Cuál era la radiografía del Valledupar que usted encontró en 1988?
Municipio en crisis. Su pobreza secular, el abandono y su inestabilidad política lo habían postrado. El sombrío panorama municipal se dio por la centralización durante el Frente Nacional con un sector para-estatal desmesurado, con casi dos centenares de institutos llamados descentralizados, ineficiente y distante de las gentes y de sus necesidades.
Álvaro Gómez presentó la reforma a la Constitución de 1886 estableciendo la elección popular de los alcaldes y de esa reforma se derivaron leyes que instauraron la consulta popular, el régimen municipal, la desconcentración de los servicios esenciales a la comunidad y se instituyó la participación territorial en los ingresos de la Nación.
El Valledupar que recibimos para gobernar el 1 de Junio de 1988 tenía 170.000 habitantes en la cabecera y 50.000 en los 25 corregimientos; el presupuesto era de 690 millones de pesos (y el ingeniero Rodolfo va calculando) son 21.026 millones de hoy, 35 veces más pequeño que el presupuesto de Valledupar en 2018 a pesos de hoy y el raquítico presupuesto de inversión de $290 millones, que estaba agotado, hoy, (vuelve a calcular; y así lo hará durante la entrevista) serían $ 8.500 millones.
Había tenido 25 alcaldes en los últimos 24 años. Sin miras, con ineficiencia burocrática, una estructura fiscal desueta, un inadecuado uso de los recursos y de la capacidad de endeudamiento y con una opinión ciudadana desfavorable que rayaba en el desprestigio. Una nula participación de la comunidad en los destinos del municipio. Su dependencia del Gobierno departamental no solo era por la designación de sus mandatarios, sino económica y política.
El cauce del río Guatapurí desde Hurtado hasta su desembocadura estaba desarbolizada, llena troncos y rocas que había arrastrado el río en su peor avalancha
La empresa de servicios públicos en la olla, solo prestaba el aseo y operaba los mercados públicos. El mercado viejo se había abandonado.
Había dos grandes invasiones en los sectores Candelaria Sur y Villa del Rosario, se había construido el primer colector de aguas lluvias pero no se había previsto su salida al río. Había pasado la tristemente recordada toma campesina de la plaza Alfonso López por 40 días que dejó una secuela de descrédito y frustración.
Sin embargo, Valledupar se destacaba entre las ciudades intermedias porque había tenido un desarrollo urbanístico armónico, los servicios públicos eran buenos, la planificación aceptable y un buen sitio para vivir y trabajar. Había tenido su Plan Piloto en la década de los sesentas, contaba con un Plan de Desarrollo formulado en 1983 y existía convenio vigente con el PNUD para que funcionase una oficina dedicada a diseñar obras.
¿Cómo fue que lideró al darle al municipio esa dimensión y cobertura de servicios y bienestar?
Indudablemente con la participación de la Comunidad. Éramos conscientes de las expectativas creadas por la primera Alcaldía elegida popularmente, hablamos de compromisos con temas de desempleo, costo de vida, la seguridad, del Valledupar del siglo XXI y de la revolución de las pequeñas cosas. Igualmente éramos conscientes de que no teníamos recursos económicos. Fiel a mis principios cristianos puse en Dios mi tarea y me basé en la honestidad, la colaboración de la ciudadanía, la planificación y la mejora de la hacienda pública. Primero integré un equipo talentoso, de reconocida rectitud y comprometido con el desarrollo para luego despertar en cada ciudadano el amor por lo propio, el orgullo por su cuadra, por su barrio, por su poblado, por la ciudad, por nuestros valores. Me apoyé en el exalcalde de Cali, ciudad que entonces era modelo, Rodrigo Escobar Návia, para formular un eficaz programa y despertar el espíritu cívico. Inicié rescatando los símbolos como el himno con su autora Rita Fernández en la voz de Iván Villazón, la bandera y el escudo.
Así las cosas iniciamos el programa de autogestión comunitaria con la Junta de Acción Comunal del barrio Primero de Mayo pavimentado en un mes 3 cuadras dotadas de andenes, arborización, iluminación y rampas para minusválidos. Los vecinos colocaban el cemento y la mano de obra. Esto se volvió un fenómeno colectivo, una revolución alegre y bullangera que la sintió Valledupar en sus entrañas. Se extendió a la construcción de escuelas, de acueductos, alcantarillado, pero especialmente al control ciudadano.
Y lo que digo es solo un abrebocas pues la transformación fue grande…
¿Nos puede sintetizar cuál fué?
Primero y fundamental el plan de desarrollo Valledupar Siglo XXI, prospectando una ciudad de medio millón de habitantes. El Plan enmarcó varios planes específicos desde la Oficina de Planes y Proyectos dirigida por el urbanista Carlos García Aragón lográndose con el Plan Centro calles humanizadas, los famosos callejones, algunas vías peatonalizamos, se construyó la plaza principal Alfonso López hermosa y funcional, el parque de Las Madres y se dotó de mobiliario, arborización y luminarias acordes con la zona.
De grandes dimensiones fueron el plan vial y el plan maestro de acueducto y alcantarillado.
El primero fue ambicioso, con diferentes formas de financiación, se pavimentaron 80 kilómetros de avenidas y calles logrando casi duplicar el pavimento que tenía Valledupar; se intervinieron, construyeron o diseñaron las glorietas que hoy tiene Valledupar con excepción de la inaugurada este año, dejando en algunas espacio para futuros puentes o deprimidos; se instalaron 136 semáforos vehiculares y peatonales en las intersecciones viales que lo requerían; hubo señalización horizontal y vertical permanente, se generalizó el alumbrado público, iluminando 100 kilómetros con luz sodio.
Volviendo a la autogestión, pinta ser buen modelo…
Sí, excelente modelo se pavimentaron 50.8 kilómetros en 96 frentes de trabajo en los dos periodos que suman 4.5 años. Si hoy pavimentar un kilómetro vale $ 1.500 millones quiere decir que la comunidad y el municipio ejecutaron a pesos de hoy $76 mil millones poniendo la Alcaldía sus viejos volteos, el cargador, los ingenieros, los árboles del vivero municipal y el impuesto de alumbrado público.
Nadie se acuerda. Se acabaron Fomval y la contribución de valorización.
Usé la valorización por beneficio directo en mi primer Gobierno para que las obras fueran financiadas por los directos beneficiados, así hicimos 2.7 kilómetros en doble calzada con andenes, arborización e iluminación. (Nuevamente calcula). Son hoy $ 17 mil millones.
¿Pero era para el beneficio particular?
Sí, porque su propiedad era valorizada por la vía y financiada por los dueños de los predios de esa vía. Pero también aplicamos la valorización por beneficio general, obras claves que impactaban toda la ciudad, pagaban todos según estrato. La inversión a precios de hoy fue $ 52 mil millones denominándose el plan bienal de obras viales aprobado 21 meses antes de concluir el segundo período. Se lograron construir nuevas avenidas de doble calzada con ingenieros vallenatos y la interventoría de Gomez Cajiao.
También para las rutas de buses aplicamos la Ley 86 de 1989 de sobretasa a la gasolina y ejecutamos $1.500 millones ($12 mil de hoy), rehabilitando 6.8 kilómetros y construyendo 6.3 nuevos, como la avenida del Canal de Panamá. Pero para que no se diga que todo eran tasas e impuestos con la Secretaría de Obras trabajando de noche y con presupuesto propio se hizo en el buen asfalto que ha permanecido 25 años el tramo del Pedazo de Acordeón a María Mulata.
Pero sí, era lo vistoso a los ojos, pero la ciudad fue reconocida por buenos servicios públicos…
Claro, creamos Emdupar e hicimos el edificio-sede para una mejor funcionalidad y atención a la comunidad.
Valledupar había tenido un Plan Maestro de Acueducto y Alcantarillado desde 1974 y venía cumpliéndose pero el crecimiento llevó al límite las capacidades de planta de captación y tratamiento, de la laguna de aguas negras el Taruyal y del perímetro de servicios. En 1989, con crédito Fonade, se licitó y contrato el nuevo Plan Maestro y lo recibimos en febrero de 1993, había una población de 203.000 habitantes. Su alcance fue soportar 400.000 en el año 2015. El plan incluyó también los colectores pluviales. El desinterés de los alcaldes en los colectores de aguas lluvias, siendo fundamentales, se debe al valor de la inversión y que van enterrados y no se ven.
Pero también trabajamos para la zona corregimental en materia de saneamiento básico. Con los desaparecidos DRI y Caja Agraria un programa de saneamiento básico corregimental, piloto en el país. Además de mejorar acueductos, de construir alcantarillados, de organizar manejos de basura se le construía a las casas cocina y/o baño corona. Iniciamos en Valencia de Jesús, primer corregimiento de Colombia en ser beneficiado del proyecto. Fueron 18 corregimientos en total.
En esa época se diseñó lo del parque lineal de Hurtado y el de la Leyenda…
Tomamos posesión de la Alcaldía el 1 de Junio de 1988 luego de la terrible avalancha que en 1987 había arrasado con todo a su paso desde el puente de Hurtado. Propusimos, diseñamos y ejecutamos parcialmente el Parque Lineal. Comenzamos enviando al arquitecto Rubén Darío Carrillo a que estudiase el Malecón de Cúcuta que era como lo único que existía en Colombia. El diseño alcanzaba los terrenos municipales de la margen derecha del rio del puente hasta DPA. Solo logramos en la primera administración realizar las vías, hacer el dique de protección, arborizar, iniciar el Pueblito Vallenato y colocar la Sirena de Hurtado, obra de Jorge Maestre. . Cuando regresé a mi segundo período ya Anibal Martínez había rebanado el cerro de Hurtado construyendo la cuarta y dándole mayor dimensión al Parque. Fue cuando inicié la dura negociación de 23 hectáreas para su ampliación y se abrió la licitación pública para el diseño del Vallenatódromo donde debería realizarse el Festival Vallenato. Lo demás es historia conocida. Consuelo Araujo toma el proyecto y con su empuje y decisión desarrolla el proyecto ganador del concurso presentado por Santander Beleño.
¿Cómo ha visto la evolución de la ciudad en estas 3 décadas?
Trabajar el tema municipal desde la posición de alcalde no era fácil. En aquellos años la planificación de las acciones públicas era fruto de la vocación de servicio y de la acción conjunta con el sector productivo y con las comunidades, a quienes se les preguntaba sobre las necesidades más apremiantes. Como resultado de ese ejercicio, se cruzaban datos con las posibilidades de intervención por parte de la Alcaldía hasta llegar a propuestas de alcance estratégico.
Cada proyecto por fortuna contaba con miles de dolientes que no omitían detalles ni dejaban de vigilar celosamente los avances y el producto final de los escasos recursos públicos. Gracias a esa manera de trabajar con las familias en los barrios, el Valledupar que hoy tenemos es el resultado de la visión de largo plazo a la que apuntamos sin contar con metodologías nacionales que nos guiaran en ese propósito.
Valledupar ha seguido su marcha. Su crecimiento demográfico se mantiene y se intenta que cumpla su papel como epicentro de una región que ha desarrollado la minería, ha venido tecnificando su agricultura y la ganadería y empieza a verse su agroindustria. En este tiempo se ha afianzado como ciudad prestadora de servicios en educación superior, salud, comercio, banca y el turismo.
Siempre he pensado que lo ideal es que la ciudad vaya adelante de las necesidades de la comunidad. Poco a poco hemos caído en lo contrario. Vamos curando la fiebre pero no la enfermedad. Eso se logra con planeación, con visión de futuro.
Además han hecho falta dos herramientas fundamentales para el progreso de Valledupar y en ambas está involucrada la comunidad:
La primera es la valorización, tanto por beneficio directo como por beneficio general o mal llamado reflejo, que se utilizó como bandera política para lograr triunfos efímeros pero que le hicieron un daño incalculable al futuro de Valledupar. Se necesita valor y liderazgo para restablecer esta herramienta usada en todas las ciudades del mundo.
La segunda, la participación comunitaria real y efectiva. Solo con la participación masiva de la comunidad se podrá frenar la corrupción.
Pensamos que la dinámica de inversiones del sector público en ese periodo atenuó el efecto de la caída del algodón. ¿Qué opina?
Entre 1967 y 1979 la economía del Cesar crecía a tasas parecidas a las economías más avanzadas del mundo hoy (PIB por encima del 8 %) mientras que en varios años previos a 1988 hubo crecimientos negativos como consecuencia de la crisis algodonera.
Regresando al Premio Nobel Paul Romer recordemos su afirmación textual cuando dijo: “Muchos países creen que para acelerar el proceso de recuperación económica necesitan una política industrial. Yo estoy convencido de que una política urbana activa es mucho más importante”
Eso intentamos hacer luego de la tragedia algodonera, sin par en Colombia, que destruyó la economía de la región y que nunca fue comprendida y menos ayudada a solucionar con realismo por el estado colombiano. Valledupar fue el centro de ese cataclismo.
Partiendo de un municipio limitado logramos convocar a nuestra gente para hacer las inversiones urgentes, que a su vez generaran recursos para paliar el desempleo vigente.
¿Qué tanto de esas obras se hicieron con recursos del municipio y en qué grado de la nación?
No tuvimos la fortuna de recibir muchos apoyos de los gobiernos departamentales como sucede especialmente hoy a pesar de las buenas relaciones institucionales que se mantuvieron.
Lo más significativo fue en la financiación del Plan Maestro de Acueducto y Alcantarillado que tuvo una inversión total de $11.417 millones ($127.000 millones de hoy). La inversión más alta de la historia de Valledupar que duplicaba el presupuesto total del municipio en 1993 cuando se puso en marcha. Recibimos de la nación un aporte de $4.531 millones ($54.000 millones de hoy), del departamento 500 millones ($6.000 millones de hoy) y la municipalidad aportó $6.286 millones ($75.532 millones de hoy). La dimensión de la inversión sobre el presupuesto total sería hoy como si la municipalidad emprendiese una obra por 1.4 billones de pesos.
También por el sistema concursal nacional nos ganamos recursos de 4.300 millones ($41.194 millones de hoy) para los planes de saneamiento básico de los corregimientos, siendo Valledupar líder absoluto en la partida nacional para estos fines.
¿Por qué la gente pagaba con gusto impuestos en sus administraciones?
El eslogan que usábamos ‘sus impuestos se ven’ caló por su realismo en la conciencia ciudadana. Haber duplicado a pesos constantes en 1990 el presupuesto de 1988 fue un logro espectacular. Parecido fue el crecimiento entre 1992 y 1994 cuando lo multiplicamos por 2,5 veces.
Uno de los cuatro principios tutelares que cité al inicio de esta entrevista fue la mejoría en la hacienda municipal. No haríamos nada con ese presupuesto raquítico y sin dimensiones futuras. Modernizamos la secretaría trayendo el primer computador y sistematizando los procesos. Revisamos la base tributaria para que todo el que tuviese que cancelar Catastro e Industria y Comercio lo pudiese hacer.
Sin embargo en las administraciones que presidí las inversiones presupuestales se quedan pálidas frente a la inversión directa hecha por la ciudadanía en los programas de autogestión, valorización directa y valorización por beneficio general. Todo realizado mediante consultas y aportado con alegría y decisión. Además el recurso iba pleno a la obra con licitaciones públicas, transparentes, vigiladas por la comunidad.
En su tercera aspiración propuso continuar la senda de progreso, basado en que los impuestos se veían. Al final se impuso la opción de menos contribución del ciudadano y menos manejo técnico de la ciudad. Analistas dicen que eso fue una decisión costosa para la ciudad. Pasados 22 años, ¿qué pasó?
Una buena estrategia publicitaria descalificando el impuesto de valorización por beneficio general que lo llamaron reflejo fue escuchada por la comunidad y fui derrotado en mi nueva aspiración. Lo acepté y di el paso al costado. Sin embargo hago esta reflexión:
El desarrollo de la sociedad requiere el comprometido aporte de los contribuyentes tanto para el funcionamiento de la administración pública como para financiar la infraestructura que soporta las actividades económicas y sociales. Pero ninguna decisión del alcalde, por muy importante que sea, debe llegar a amenazar la estabilidad económica de los ciudadanos, en especial cuando los altos niveles de pobreza y el desempleo son la característica predominante.
Es por ello que los proyectos de acuerdo municipal vienen acompañados de un documento técnico de soporte donde se exponen los argumentos, estudios, análisis y conclusiones de las estrategias que se someten a consideración del concejo municipal. En inútil pretender la aprobación de un proyecto de acuerdo por valorización o plusvalía sin haber establecido el costo de oportunidad de cada iniciativa. De igual manera es necesario el compromiso honesto y transparente para que los recursos se apliquen totalmente a las obras.
Las inversiones estructurales que configuran el futuro de la ciudad y del municipio en general, se derivan fácilmente de los planes de ordenamiento territorial. Los documentos que recogen de manera organizada los programas y proyectos de cada componente sectorial se conocen como Planes Maestros y su alcance puede fácilmente extenderse más allá de 30 años.
Durante mis administraciones tuve la oportunidad de vislumbrar al Valledupar del futuro como una ciudad compacta, con servicios públicos completos y funcionales; con diferentes opciones de movilidad, a pesar de privilegiar al peatón en el derecho al disfrute urbano.
Se trabajó por volver la cara de la ciudad hacia el río Guatapurí, para integrar ese motivo de orgullo regional con los barrios y comunas mediante corredores arborizados a lo largo de las vías y las avenidas que lo conectaban. Se sembró la cultura del árbol. Hoy recibimos la sombra y el paisaje de árboles verdes y de miles de aves que encontraron en la ciudad un refugio insospechado. Pero la construcción del modelo de ciudad al que le apuntábamos, quedó suspendido en el tiempo. No solo para ser la ‘Sorpresa Caribe’ sino la mejor ciudad del Caribe Colombiano. Seguiremos esperando…
Por Juan Carlos Quintero/EL PILÓN
EL PILÓN, en el marco de la celebración de sus 25 años, durante el 2019, dialoga con los personajes insignes de Valledupar, que con su aporte llevaron a la capital del Cesar a lugares de honor. Hoy es el exalcalde Rodolfo Campo Soto, quien en entrevista comparte una pequeña parte de sus experiencias, infidencias, visiones del futuro y reflexiones sobre la Valledupar de hoy.
Valledupar es una ciudad capaz de recibir millones de residentes, dijo el nuevo premio Nobel de Economía, Paul Romer. Nadie mejor para comentarlo para EL PILÓN, testigo de la evolución de la ciudad en las últimas 3 décadas, que Rodolfo Campo, el primer alcalde de Valledupar elegido popularmente, quien inició su primer mandato en 1988, hace 30 años. Comenzó la etapa dorada de la ciudad de la mano de los primeros alcaldes populares, elegidos apenas por dos años. Rodolfo, quien nos recibió con papeles a mano, fue alcalde por dos periodos 1988-1990 y 1992-1994, -entre 1990 y 1992 ejerció Anibal Martinez- y protagonizó un gobierno que llamó la atención de la nación y de organismos internacionales. La ciudad se llenó de redes de acueducto y ya con buena cobertura de aguas negras inició el alcantarillado pluvial, siendo ésta una novedad en ciudades de la costa Caribe, colegios, puestos de salud y nuevas avenidas, largas y amplias calzadas separadas por árboles de mango. Aprovechamos para reconstruir su historia al frente de Valledupar dejando constancia que por la extensión los detalles en educación y salud serán objeto de otro capítulo.
¿Qué opina de la afirmación del premio Nobel? ¿No habría una oportunidad ahora con la migración venezolana?
La afirmación la hace el Premio Nobel en 2018 como resultado de su visita a la ciudad en el año 2015, al identificar la posibilidad de tener un manejo adecuado de densidades de ocupación y sugerir prudencia en las decisiones de expansión urbana. Sin embargo, prenden las alarmas las estadísticas que muestran a Valledupar con una población pobre y desempleada con índices muy altos en el país. Esto implica tener en cuenta muchas consideraciones, empezando por la oferta de servicios públicos. No procede expandir la ciudad hacia áreas rurales para edificar sin contar con esos bienes públicos. El ranking lo encabezan el agua potable, el alcantarillado y las plantas de tratamiento. Para la sostenibilidad se requiere un embalse como Besotes, enredado por la intransigencia indígena. Consideremos también que somos un nodo regional que lidera un área bastante extensa en parte del Cesar, La Guajira y el Magdalena. Es epicentro donde se atiende la demanda de educación técnica y superior, salud, comunicaciones y comercio. Y finalmente tengamos en cuenta que no hemos sabido aprovechar la condición de departamento fronterizo, con todos los pisos térmicos, suelos fértiles, proximidad a los puertos del Caribe y una potencial oferta de agua.
Debemos volver a ser la ‘Sorpresa Caribe’. La ciudad no soporta continuar creciendo a los índices que hasta hoy lo ha hecho. (9.000 habitantes en 1951, 170.000 en 1988 y 480.000 en 2018). Se requerirían esfuerzos descomunales por parte de la administración pública. Paul Romer recomienda menos densidad y anchas vías. La población crece desmesuradamente debido a las migraciones del campo, de los corregimientos, de las poblaciones vecinas. Eso hay que detenerlo haciendo acuerdos con los municipios vecinos, la Gobernación y la nación, planificando, evitando que la capital se siga expandiendo sobre las zonas agropecuarias.
Ahora bien, para desestimular la migración requerimos generar trabajo bien remunerado en el resto de cabeceras municipales y ojalá en las zonas agrícolas y pecuarias, promover el establecimiento de nuevas industrias, áreas comerciales y centros de transformación rural en Bosconia, La Paz, San Diego, Codazzi, Becerril y La Jagua de Ibirico y acompañar a los municipios cercanos de La Guajira como Villanueva, San Juan, Fonseca y Barrancas que están ubicados sobre las principales vías nacionales.
Si hubiéramos avanzado en ese sentido, con un plan de desarrollo productivo regional, la llegada masiva de venezolanos que hoy registramos podría haberse convertido en una oportunidad para el crecimiento del sector empresarial y agroindustrial en las zonas de menor cobertura departamental, donde se habrían recibido con empleos formales para seguir impulsando el desarrollo territorial.
¿Cómo un ingeniero mecánico de la Universidad Industrial de Santander, la UIS, llegó a ser alcalde de Valledupar? ¿Es cierto que eso lo hizo metódico, enfocado y perfeccionista al punto de que cuando algo no salía bien, graciosamente la gente decía “cómo estará la rabieta del alcalde”?
Luego de mi paso por el Loperena y la Bolivariana de Medellín, concluido el bachillerato, me fui a la UIS en Bucaramanga a estudiar Ingeniería. El fin de mi carrera coincidió con el inicio del auge algodonero por lo que la Corporación Algodonera del Litoral, Coral, me envió a EE. UU a practicar el desmote de algodón y me nombraron como jefe de desmote de la costa. Después se abrió la primera concesionaria de vehículos, Autocesar, de la que que también era socio, y me nombran gerente, después fui llamado a gerenciar la Asociación de Algodoneros del Cesar, Asocesar, durante 12 años, llegando a ser una de las 100 empresas mas grandes de Colombia.
Sin embargo, deseaba ser alcalde, anhelaba ser gerente público. Un gobernador me había ofrecido la alcaldía pero el día antes de mi eventual posesión apareció otro nombre.
En 1986 cuando se aprobó la elección de alcaldes entendí que esa era mi oportunidad, una tarea titánica de un conservador en una ciudad liberal hasta los tuétanos y un partido conservador dividido en fracciones, con uno de 15 concejales y uno de los 6 parlamentarios. Me propuse unir al partido y presentar una candidatura cívica. Conté con el apoyo de movimientos políticos de izquierda e independientes. La ingeniería y las matemáticas me ofrecieron disciplina y orden. Son las guías de mi vida y traté de imponerlas con muchas dificultades.
¿Cuál era la radiografía del Valledupar que usted encontró en 1988?
Municipio en crisis. Su pobreza secular, el abandono y su inestabilidad política lo habían postrado. El sombrío panorama municipal se dio por la centralización durante el Frente Nacional con un sector para-estatal desmesurado, con casi dos centenares de institutos llamados descentralizados, ineficiente y distante de las gentes y de sus necesidades.
Álvaro Gómez presentó la reforma a la Constitución de 1886 estableciendo la elección popular de los alcaldes y de esa reforma se derivaron leyes que instauraron la consulta popular, el régimen municipal, la desconcentración de los servicios esenciales a la comunidad y se instituyó la participación territorial en los ingresos de la Nación.
El Valledupar que recibimos para gobernar el 1 de Junio de 1988 tenía 170.000 habitantes en la cabecera y 50.000 en los 25 corregimientos; el presupuesto era de 690 millones de pesos (y el ingeniero Rodolfo va calculando) son 21.026 millones de hoy, 35 veces más pequeño que el presupuesto de Valledupar en 2018 a pesos de hoy y el raquítico presupuesto de inversión de $290 millones, que estaba agotado, hoy, (vuelve a calcular; y así lo hará durante la entrevista) serían $ 8.500 millones.
Había tenido 25 alcaldes en los últimos 24 años. Sin miras, con ineficiencia burocrática, una estructura fiscal desueta, un inadecuado uso de los recursos y de la capacidad de endeudamiento y con una opinión ciudadana desfavorable que rayaba en el desprestigio. Una nula participación de la comunidad en los destinos del municipio. Su dependencia del Gobierno departamental no solo era por la designación de sus mandatarios, sino económica y política.
El cauce del río Guatapurí desde Hurtado hasta su desembocadura estaba desarbolizada, llena troncos y rocas que había arrastrado el río en su peor avalancha
La empresa de servicios públicos en la olla, solo prestaba el aseo y operaba los mercados públicos. El mercado viejo se había abandonado.
Había dos grandes invasiones en los sectores Candelaria Sur y Villa del Rosario, se había construido el primer colector de aguas lluvias pero no se había previsto su salida al río. Había pasado la tristemente recordada toma campesina de la plaza Alfonso López por 40 días que dejó una secuela de descrédito y frustración.
Sin embargo, Valledupar se destacaba entre las ciudades intermedias porque había tenido un desarrollo urbanístico armónico, los servicios públicos eran buenos, la planificación aceptable y un buen sitio para vivir y trabajar. Había tenido su Plan Piloto en la década de los sesentas, contaba con un Plan de Desarrollo formulado en 1983 y existía convenio vigente con el PNUD para que funcionase una oficina dedicada a diseñar obras.
¿Cómo fue que lideró al darle al municipio esa dimensión y cobertura de servicios y bienestar?
Indudablemente con la participación de la Comunidad. Éramos conscientes de las expectativas creadas por la primera Alcaldía elegida popularmente, hablamos de compromisos con temas de desempleo, costo de vida, la seguridad, del Valledupar del siglo XXI y de la revolución de las pequeñas cosas. Igualmente éramos conscientes de que no teníamos recursos económicos. Fiel a mis principios cristianos puse en Dios mi tarea y me basé en la honestidad, la colaboración de la ciudadanía, la planificación y la mejora de la hacienda pública. Primero integré un equipo talentoso, de reconocida rectitud y comprometido con el desarrollo para luego despertar en cada ciudadano el amor por lo propio, el orgullo por su cuadra, por su barrio, por su poblado, por la ciudad, por nuestros valores. Me apoyé en el exalcalde de Cali, ciudad que entonces era modelo, Rodrigo Escobar Návia, para formular un eficaz programa y despertar el espíritu cívico. Inicié rescatando los símbolos como el himno con su autora Rita Fernández en la voz de Iván Villazón, la bandera y el escudo.
Así las cosas iniciamos el programa de autogestión comunitaria con la Junta de Acción Comunal del barrio Primero de Mayo pavimentado en un mes 3 cuadras dotadas de andenes, arborización, iluminación y rampas para minusválidos. Los vecinos colocaban el cemento y la mano de obra. Esto se volvió un fenómeno colectivo, una revolución alegre y bullangera que la sintió Valledupar en sus entrañas. Se extendió a la construcción de escuelas, de acueductos, alcantarillado, pero especialmente al control ciudadano.
Y lo que digo es solo un abrebocas pues la transformación fue grande…
¿Nos puede sintetizar cuál fué?
Primero y fundamental el plan de desarrollo Valledupar Siglo XXI, prospectando una ciudad de medio millón de habitantes. El Plan enmarcó varios planes específicos desde la Oficina de Planes y Proyectos dirigida por el urbanista Carlos García Aragón lográndose con el Plan Centro calles humanizadas, los famosos callejones, algunas vías peatonalizamos, se construyó la plaza principal Alfonso López hermosa y funcional, el parque de Las Madres y se dotó de mobiliario, arborización y luminarias acordes con la zona.
De grandes dimensiones fueron el plan vial y el plan maestro de acueducto y alcantarillado.
El primero fue ambicioso, con diferentes formas de financiación, se pavimentaron 80 kilómetros de avenidas y calles logrando casi duplicar el pavimento que tenía Valledupar; se intervinieron, construyeron o diseñaron las glorietas que hoy tiene Valledupar con excepción de la inaugurada este año, dejando en algunas espacio para futuros puentes o deprimidos; se instalaron 136 semáforos vehiculares y peatonales en las intersecciones viales que lo requerían; hubo señalización horizontal y vertical permanente, se generalizó el alumbrado público, iluminando 100 kilómetros con luz sodio.
Volviendo a la autogestión, pinta ser buen modelo…
Sí, excelente modelo se pavimentaron 50.8 kilómetros en 96 frentes de trabajo en los dos periodos que suman 4.5 años. Si hoy pavimentar un kilómetro vale $ 1.500 millones quiere decir que la comunidad y el municipio ejecutaron a pesos de hoy $76 mil millones poniendo la Alcaldía sus viejos volteos, el cargador, los ingenieros, los árboles del vivero municipal y el impuesto de alumbrado público.
Nadie se acuerda. Se acabaron Fomval y la contribución de valorización.
Usé la valorización por beneficio directo en mi primer Gobierno para que las obras fueran financiadas por los directos beneficiados, así hicimos 2.7 kilómetros en doble calzada con andenes, arborización e iluminación. (Nuevamente calcula). Son hoy $ 17 mil millones.
¿Pero era para el beneficio particular?
Sí, porque su propiedad era valorizada por la vía y financiada por los dueños de los predios de esa vía. Pero también aplicamos la valorización por beneficio general, obras claves que impactaban toda la ciudad, pagaban todos según estrato. La inversión a precios de hoy fue $ 52 mil millones denominándose el plan bienal de obras viales aprobado 21 meses antes de concluir el segundo período. Se lograron construir nuevas avenidas de doble calzada con ingenieros vallenatos y la interventoría de Gomez Cajiao.
También para las rutas de buses aplicamos la Ley 86 de 1989 de sobretasa a la gasolina y ejecutamos $1.500 millones ($12 mil de hoy), rehabilitando 6.8 kilómetros y construyendo 6.3 nuevos, como la avenida del Canal de Panamá. Pero para que no se diga que todo eran tasas e impuestos con la Secretaría de Obras trabajando de noche y con presupuesto propio se hizo en el buen asfalto que ha permanecido 25 años el tramo del Pedazo de Acordeón a María Mulata.
Pero sí, era lo vistoso a los ojos, pero la ciudad fue reconocida por buenos servicios públicos…
Claro, creamos Emdupar e hicimos el edificio-sede para una mejor funcionalidad y atención a la comunidad.
Valledupar había tenido un Plan Maestro de Acueducto y Alcantarillado desde 1974 y venía cumpliéndose pero el crecimiento llevó al límite las capacidades de planta de captación y tratamiento, de la laguna de aguas negras el Taruyal y del perímetro de servicios. En 1989, con crédito Fonade, se licitó y contrato el nuevo Plan Maestro y lo recibimos en febrero de 1993, había una población de 203.000 habitantes. Su alcance fue soportar 400.000 en el año 2015. El plan incluyó también los colectores pluviales. El desinterés de los alcaldes en los colectores de aguas lluvias, siendo fundamentales, se debe al valor de la inversión y que van enterrados y no se ven.
Pero también trabajamos para la zona corregimental en materia de saneamiento básico. Con los desaparecidos DRI y Caja Agraria un programa de saneamiento básico corregimental, piloto en el país. Además de mejorar acueductos, de construir alcantarillados, de organizar manejos de basura se le construía a las casas cocina y/o baño corona. Iniciamos en Valencia de Jesús, primer corregimiento de Colombia en ser beneficiado del proyecto. Fueron 18 corregimientos en total.
En esa época se diseñó lo del parque lineal de Hurtado y el de la Leyenda…
Tomamos posesión de la Alcaldía el 1 de Junio de 1988 luego de la terrible avalancha que en 1987 había arrasado con todo a su paso desde el puente de Hurtado. Propusimos, diseñamos y ejecutamos parcialmente el Parque Lineal. Comenzamos enviando al arquitecto Rubén Darío Carrillo a que estudiase el Malecón de Cúcuta que era como lo único que existía en Colombia. El diseño alcanzaba los terrenos municipales de la margen derecha del rio del puente hasta DPA. Solo logramos en la primera administración realizar las vías, hacer el dique de protección, arborizar, iniciar el Pueblito Vallenato y colocar la Sirena de Hurtado, obra de Jorge Maestre. . Cuando regresé a mi segundo período ya Anibal Martínez había rebanado el cerro de Hurtado construyendo la cuarta y dándole mayor dimensión al Parque. Fue cuando inicié la dura negociación de 23 hectáreas para su ampliación y se abrió la licitación pública para el diseño del Vallenatódromo donde debería realizarse el Festival Vallenato. Lo demás es historia conocida. Consuelo Araujo toma el proyecto y con su empuje y decisión desarrolla el proyecto ganador del concurso presentado por Santander Beleño.
¿Cómo ha visto la evolución de la ciudad en estas 3 décadas?
Trabajar el tema municipal desde la posición de alcalde no era fácil. En aquellos años la planificación de las acciones públicas era fruto de la vocación de servicio y de la acción conjunta con el sector productivo y con las comunidades, a quienes se les preguntaba sobre las necesidades más apremiantes. Como resultado de ese ejercicio, se cruzaban datos con las posibilidades de intervención por parte de la Alcaldía hasta llegar a propuestas de alcance estratégico.
Cada proyecto por fortuna contaba con miles de dolientes que no omitían detalles ni dejaban de vigilar celosamente los avances y el producto final de los escasos recursos públicos. Gracias a esa manera de trabajar con las familias en los barrios, el Valledupar que hoy tenemos es el resultado de la visión de largo plazo a la que apuntamos sin contar con metodologías nacionales que nos guiaran en ese propósito.
Valledupar ha seguido su marcha. Su crecimiento demográfico se mantiene y se intenta que cumpla su papel como epicentro de una región que ha desarrollado la minería, ha venido tecnificando su agricultura y la ganadería y empieza a verse su agroindustria. En este tiempo se ha afianzado como ciudad prestadora de servicios en educación superior, salud, comercio, banca y el turismo.
Siempre he pensado que lo ideal es que la ciudad vaya adelante de las necesidades de la comunidad. Poco a poco hemos caído en lo contrario. Vamos curando la fiebre pero no la enfermedad. Eso se logra con planeación, con visión de futuro.
Además han hecho falta dos herramientas fundamentales para el progreso de Valledupar y en ambas está involucrada la comunidad:
La primera es la valorización, tanto por beneficio directo como por beneficio general o mal llamado reflejo, que se utilizó como bandera política para lograr triunfos efímeros pero que le hicieron un daño incalculable al futuro de Valledupar. Se necesita valor y liderazgo para restablecer esta herramienta usada en todas las ciudades del mundo.
La segunda, la participación comunitaria real y efectiva. Solo con la participación masiva de la comunidad se podrá frenar la corrupción.
Pensamos que la dinámica de inversiones del sector público en ese periodo atenuó el efecto de la caída del algodón. ¿Qué opina?
Entre 1967 y 1979 la economía del Cesar crecía a tasas parecidas a las economías más avanzadas del mundo hoy (PIB por encima del 8 %) mientras que en varios años previos a 1988 hubo crecimientos negativos como consecuencia de la crisis algodonera.
Regresando al Premio Nobel Paul Romer recordemos su afirmación textual cuando dijo: “Muchos países creen que para acelerar el proceso de recuperación económica necesitan una política industrial. Yo estoy convencido de que una política urbana activa es mucho más importante”
Eso intentamos hacer luego de la tragedia algodonera, sin par en Colombia, que destruyó la economía de la región y que nunca fue comprendida y menos ayudada a solucionar con realismo por el estado colombiano. Valledupar fue el centro de ese cataclismo.
Partiendo de un municipio limitado logramos convocar a nuestra gente para hacer las inversiones urgentes, que a su vez generaran recursos para paliar el desempleo vigente.
¿Qué tanto de esas obras se hicieron con recursos del municipio y en qué grado de la nación?
No tuvimos la fortuna de recibir muchos apoyos de los gobiernos departamentales como sucede especialmente hoy a pesar de las buenas relaciones institucionales que se mantuvieron.
Lo más significativo fue en la financiación del Plan Maestro de Acueducto y Alcantarillado que tuvo una inversión total de $11.417 millones ($127.000 millones de hoy). La inversión más alta de la historia de Valledupar que duplicaba el presupuesto total del municipio en 1993 cuando se puso en marcha. Recibimos de la nación un aporte de $4.531 millones ($54.000 millones de hoy), del departamento 500 millones ($6.000 millones de hoy) y la municipalidad aportó $6.286 millones ($75.532 millones de hoy). La dimensión de la inversión sobre el presupuesto total sería hoy como si la municipalidad emprendiese una obra por 1.4 billones de pesos.
También por el sistema concursal nacional nos ganamos recursos de 4.300 millones ($41.194 millones de hoy) para los planes de saneamiento básico de los corregimientos, siendo Valledupar líder absoluto en la partida nacional para estos fines.
¿Por qué la gente pagaba con gusto impuestos en sus administraciones?
El eslogan que usábamos ‘sus impuestos se ven’ caló por su realismo en la conciencia ciudadana. Haber duplicado a pesos constantes en 1990 el presupuesto de 1988 fue un logro espectacular. Parecido fue el crecimiento entre 1992 y 1994 cuando lo multiplicamos por 2,5 veces.
Uno de los cuatro principios tutelares que cité al inicio de esta entrevista fue la mejoría en la hacienda municipal. No haríamos nada con ese presupuesto raquítico y sin dimensiones futuras. Modernizamos la secretaría trayendo el primer computador y sistematizando los procesos. Revisamos la base tributaria para que todo el que tuviese que cancelar Catastro e Industria y Comercio lo pudiese hacer.
Sin embargo en las administraciones que presidí las inversiones presupuestales se quedan pálidas frente a la inversión directa hecha por la ciudadanía en los programas de autogestión, valorización directa y valorización por beneficio general. Todo realizado mediante consultas y aportado con alegría y decisión. Además el recurso iba pleno a la obra con licitaciones públicas, transparentes, vigiladas por la comunidad.
En su tercera aspiración propuso continuar la senda de progreso, basado en que los impuestos se veían. Al final se impuso la opción de menos contribución del ciudadano y menos manejo técnico de la ciudad. Analistas dicen que eso fue una decisión costosa para la ciudad. Pasados 22 años, ¿qué pasó?
Una buena estrategia publicitaria descalificando el impuesto de valorización por beneficio general que lo llamaron reflejo fue escuchada por la comunidad y fui derrotado en mi nueva aspiración. Lo acepté y di el paso al costado. Sin embargo hago esta reflexión:
El desarrollo de la sociedad requiere el comprometido aporte de los contribuyentes tanto para el funcionamiento de la administración pública como para financiar la infraestructura que soporta las actividades económicas y sociales. Pero ninguna decisión del alcalde, por muy importante que sea, debe llegar a amenazar la estabilidad económica de los ciudadanos, en especial cuando los altos niveles de pobreza y el desempleo son la característica predominante.
Es por ello que los proyectos de acuerdo municipal vienen acompañados de un documento técnico de soporte donde se exponen los argumentos, estudios, análisis y conclusiones de las estrategias que se someten a consideración del concejo municipal. En inútil pretender la aprobación de un proyecto de acuerdo por valorización o plusvalía sin haber establecido el costo de oportunidad de cada iniciativa. De igual manera es necesario el compromiso honesto y transparente para que los recursos se apliquen totalmente a las obras.
Las inversiones estructurales que configuran el futuro de la ciudad y del municipio en general, se derivan fácilmente de los planes de ordenamiento territorial. Los documentos que recogen de manera organizada los programas y proyectos de cada componente sectorial se conocen como Planes Maestros y su alcance puede fácilmente extenderse más allá de 30 años.
Durante mis administraciones tuve la oportunidad de vislumbrar al Valledupar del futuro como una ciudad compacta, con servicios públicos completos y funcionales; con diferentes opciones de movilidad, a pesar de privilegiar al peatón en el derecho al disfrute urbano.
Se trabajó por volver la cara de la ciudad hacia el río Guatapurí, para integrar ese motivo de orgullo regional con los barrios y comunas mediante corredores arborizados a lo largo de las vías y las avenidas que lo conectaban. Se sembró la cultura del árbol. Hoy recibimos la sombra y el paisaje de árboles verdes y de miles de aves que encontraron en la ciudad un refugio insospechado. Pero la construcción del modelo de ciudad al que le apuntábamos, quedó suspendido en el tiempo. No solo para ser la ‘Sorpresa Caribe’ sino la mejor ciudad del Caribe Colombiano. Seguiremos esperando…
Por Juan Carlos Quintero/EL PILÓN