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Económicas - 23 junio, 2011

Homenaje a la Dinastía Romero

El Tercer Encuentro de Músicas de Acordeón rendirá homenaje este año, partir de las 6:30 de la tarde del viernes 24 de junio en el auditorio de la Biblioteca Departamental, a la Dinastía Musical de los Romero, cuyas más destacadas figuras han escrito páginas de oro en la música colombiana y más concretamente para la […]

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El Tercer Encuentro de Músicas de Acordeón rendirá homenaje este año, partir de las 6:30 de la tarde del viernes 24 de junio en el auditorio de la Biblioteca Departamental, a la Dinastía Musical de los Romero, cuyas más destacadas figuras han escrito páginas de oro en la música colombiana y más concretamente para la vallenata.
Esta dinastía musical de grandes acordeonistas de la música vallenata tiene sus raíces primigenias en España, porque Francisco Romero, un español venido de San Diego (España), entró por Riohacha y fue dejando todo su cimiente a lo largo de la provincia hasta llegar a Becerril, en donde comienza la dinastía de acordeonistas con Rosendo Romero Villarreal, nacido en la segunda mitad del siglo XIX, emparentado como primo con Juana Díaz Villarreal, la señora madre de los Reyes y Juglares Vallenatos Alejo y Nafer Durán Díaz. Juana fue cantadora de tambora y es la autora de “La candela viva”, una tambora que fue convertida a paseo vallenato por su hijo Alejo. Tanto Rosendo como Juana fueron becerrileros.
Rosendo Romero Villarreal llegó a viejo como juglar, recorriendo los pueblos del antiguo Magdalena Grande, tocando sus paseos y merengues.
Los Romero en España descienden de los Coperos del Rey, de acuerdo a la versión de los hijos de Rosendo Romero Villareal. El primero de ellos en llegar, como se dijo, fue Francisco, quien a su primer hijo lo bautizó como Faustino y éste engendró a Escolástico y Escolástico a su vez engendró a Rosendo, quien al tener a su primogénito lo bautizó con el nombre de su papá, Escolástico, quien en la segunda mitad de los años cuarenta ya tenía establecida su residencia en Villanueva (Guajira), a raíz de su amistad con Emiliano Zuleta Baquero.
El nombre de Escolástico se deriva de la Santa Escolástica, una santa de san Diego (España).
Emiliano Zuleta Baquero y Escolástico Romero Rivera establecieron un gran pacto de amistad según el cual se comprometieron a ser compadres a partir del primer hijo que tuviese uno de ellos. En efecto, Emiliano engendró a Emilianito y Escolástico fue su padrino. La amistad de estos compadres fue hasta la muerte y esa amistad y hermandad en la música generó el nacimiento de las dos primeras más grandes dinastías del Vallenato.
Escolástico Romero fue considerado como un músico fino, apelativo que se les daba a los acordeonistas capaces de tocar toda clase de ritmos en el acordeón y que además eran músicos de salón, especialmente en las famosas Colitas. Escolástico fue uno de los más connotados de este género musical, al lado de Antonio Amaya. Lamentablemente el historial musical de estos acordeonistas no pudo ser rescatado por falta de oportunidad de tener la tecnología necesaria a la mano y luego, por su muerte.

Económicas
23 junio, 2011

Homenaje a la Dinastía Romero

El Tercer Encuentro de Músicas de Acordeón rendirá homenaje este año, partir de las 6:30 de la tarde del viernes 24 de junio en el auditorio de la Biblioteca Departamental, a la Dinastía Musical de los Romero, cuyas más destacadas figuras han escrito páginas de oro en la música colombiana y más concretamente para la […]


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El Tercer Encuentro de Músicas de Acordeón rendirá homenaje este año, partir de las 6:30 de la tarde del viernes 24 de junio en el auditorio de la Biblioteca Departamental, a la Dinastía Musical de los Romero, cuyas más destacadas figuras han escrito páginas de oro en la música colombiana y más concretamente para la vallenata.
Esta dinastía musical de grandes acordeonistas de la música vallenata tiene sus raíces primigenias en España, porque Francisco Romero, un español venido de San Diego (España), entró por Riohacha y fue dejando todo su cimiente a lo largo de la provincia hasta llegar a Becerril, en donde comienza la dinastía de acordeonistas con Rosendo Romero Villarreal, nacido en la segunda mitad del siglo XIX, emparentado como primo con Juana Díaz Villarreal, la señora madre de los Reyes y Juglares Vallenatos Alejo y Nafer Durán Díaz. Juana fue cantadora de tambora y es la autora de “La candela viva”, una tambora que fue convertida a paseo vallenato por su hijo Alejo. Tanto Rosendo como Juana fueron becerrileros.
Rosendo Romero Villarreal llegó a viejo como juglar, recorriendo los pueblos del antiguo Magdalena Grande, tocando sus paseos y merengues.
Los Romero en España descienden de los Coperos del Rey, de acuerdo a la versión de los hijos de Rosendo Romero Villareal. El primero de ellos en llegar, como se dijo, fue Francisco, quien a su primer hijo lo bautizó como Faustino y éste engendró a Escolástico y Escolástico a su vez engendró a Rosendo, quien al tener a su primogénito lo bautizó con el nombre de su papá, Escolástico, quien en la segunda mitad de los años cuarenta ya tenía establecida su residencia en Villanueva (Guajira), a raíz de su amistad con Emiliano Zuleta Baquero.
El nombre de Escolástico se deriva de la Santa Escolástica, una santa de san Diego (España).
Emiliano Zuleta Baquero y Escolástico Romero Rivera establecieron un gran pacto de amistad según el cual se comprometieron a ser compadres a partir del primer hijo que tuviese uno de ellos. En efecto, Emiliano engendró a Emilianito y Escolástico fue su padrino. La amistad de estos compadres fue hasta la muerte y esa amistad y hermandad en la música generó el nacimiento de las dos primeras más grandes dinastías del Vallenato.
Escolástico Romero fue considerado como un músico fino, apelativo que se les daba a los acordeonistas capaces de tocar toda clase de ritmos en el acordeón y que además eran músicos de salón, especialmente en las famosas Colitas. Escolástico fue uno de los más connotados de este género musical, al lado de Antonio Amaya. Lamentablemente el historial musical de estos acordeonistas no pudo ser rescatado por falta de oportunidad de tener la tecnología necesaria a la mano y luego, por su muerte.