El año pasado un estudiante me preguntó si él podía escuchar música mientras adelantaba la lectura de un texto. Le dije que no.
El año pasado un estudiante me preguntó si él podía escuchar música mientras adelantaba la lectura de un texto. Le dije que no. Mi negativa, por supuesto, no tuvo intención de restringir su libertad, sino de enseñarle que para ciertos procesos cognitivos como leer se requiere concentración; un elemento necesario -pero no suficiente- para la comprensión. “La música de fondo entorpece tu comprensión”, le contesté. El estudiante no tardó en responder: “eso depende de la capacidad de cada persona, y yo bien puedo escuchar música y comprender lo que leo”.
Seguramente mi estudiante cree que logra comprender ese texto mientras escucha música porque así lo ha hecho con regularidad -a lo mejor durante toda la secundaria-: llega a casa, pone “play” a su lista de reproducción favorita, abre el libro, pasa la vista por todas las palabras mientras de fondo suena su artista favorito, lee el punto final y cierra el libro. Tarea hecha.
Sin embargo, como amante de la educación basada en la evidencia que soy, sé que eso no es cierto: la mente humana tiene una capacidad limitada para procesar información. Es decir, los humanos no podemos atender, percibir o recordar una cantidad ilimitada de información al mismo tiempo. Esto aplica tanto al procesamiento cognitivo -atención, percepción, memoria-, como a la resolución de problemas y del aprendizaje.
Yo también, al igual que mi estudiante, he puesto música de fondo para leer o calificar trabajos, pero más me demoro seleccionando una canción que deteniéndola. Y me repito una y otra vez, como si de un mantra se tratara, “no sobrecargues el cerebro, Laura”. Por experiencia sé que hacer ambas cosas, leer y escuchar música, es una exigencia cognitiva dura. Es más, yo quedo extenuada cuando debo leer en compañía de conversaciones ajenas, pues mi cerebro debe decodificar, comprender y, al mismo tiempo, insonorizar el ambiente: ¡un tremendo gasto de recursos!
Un estudio llevado a cabo en China en 2020 (The effects of background music on neural responses during reading comprehension) -y varios que se han hecho al respecto-, concluyen que “la música de fondo afecta las respuestas neuronales durante la comprensión lectora al aumentar la dificultad de la integración semántica”.
¿Y esto, en palabras castizas, qué significa? La integración semántica es la capacidad de conectar el significado de las palabras dentro de un contexto mayor. Cuando hay música de fondo, especialmente con letras o ritmos intensos -música de alta excitación-, el cerebro debe dividir su atención entre el contenido auditivo y el texto, y esto aumenta la dificultad para procesar el significado del texto de forma eficiente. Este efecto ocurre cuando los sonidos externos interfieren en la atención o en el procesamiento de tareas cognitivas. Según ese mismo estudio, “aunque la música parezca irrelevante para quien la escucha, actúa como distractor que desvía recursos neuronales necesarios para tareas como leer y comprender”.
En resumen, la respuesta para mi estudiante, para los demás estudiantes y para quienes suelen creer que cuentan con la capacidad para leer y comprender mientras escuchan música, les digo: si quieren una lectura juiciosa, rigurosa, en la que haya comprensión y haya un aprovechamiento de los recursos cognitivos, silencien a su artista favorito y escúchenlo en otro momento.
Y, para terminar, según los resultados de las pruebas ICFES y las pruebas PISA, el 99 % de los estudiantes de 15 años en Colombia no comprenden lo que leen. Sé, por supuesto, que esto no soluciona el problema, pero reducirles tanta distracción como sea posible contribuye, al menos un poco, a que lean mejor.
Por: Laura Gómez García.
El año pasado un estudiante me preguntó si él podía escuchar música mientras adelantaba la lectura de un texto. Le dije que no.
El año pasado un estudiante me preguntó si él podía escuchar música mientras adelantaba la lectura de un texto. Le dije que no. Mi negativa, por supuesto, no tuvo intención de restringir su libertad, sino de enseñarle que para ciertos procesos cognitivos como leer se requiere concentración; un elemento necesario -pero no suficiente- para la comprensión. “La música de fondo entorpece tu comprensión”, le contesté. El estudiante no tardó en responder: “eso depende de la capacidad de cada persona, y yo bien puedo escuchar música y comprender lo que leo”.
Seguramente mi estudiante cree que logra comprender ese texto mientras escucha música porque así lo ha hecho con regularidad -a lo mejor durante toda la secundaria-: llega a casa, pone “play” a su lista de reproducción favorita, abre el libro, pasa la vista por todas las palabras mientras de fondo suena su artista favorito, lee el punto final y cierra el libro. Tarea hecha.
Sin embargo, como amante de la educación basada en la evidencia que soy, sé que eso no es cierto: la mente humana tiene una capacidad limitada para procesar información. Es decir, los humanos no podemos atender, percibir o recordar una cantidad ilimitada de información al mismo tiempo. Esto aplica tanto al procesamiento cognitivo -atención, percepción, memoria-, como a la resolución de problemas y del aprendizaje.
Yo también, al igual que mi estudiante, he puesto música de fondo para leer o calificar trabajos, pero más me demoro seleccionando una canción que deteniéndola. Y me repito una y otra vez, como si de un mantra se tratara, “no sobrecargues el cerebro, Laura”. Por experiencia sé que hacer ambas cosas, leer y escuchar música, es una exigencia cognitiva dura. Es más, yo quedo extenuada cuando debo leer en compañía de conversaciones ajenas, pues mi cerebro debe decodificar, comprender y, al mismo tiempo, insonorizar el ambiente: ¡un tremendo gasto de recursos!
Un estudio llevado a cabo en China en 2020 (The effects of background music on neural responses during reading comprehension) -y varios que se han hecho al respecto-, concluyen que “la música de fondo afecta las respuestas neuronales durante la comprensión lectora al aumentar la dificultad de la integración semántica”.
¿Y esto, en palabras castizas, qué significa? La integración semántica es la capacidad de conectar el significado de las palabras dentro de un contexto mayor. Cuando hay música de fondo, especialmente con letras o ritmos intensos -música de alta excitación-, el cerebro debe dividir su atención entre el contenido auditivo y el texto, y esto aumenta la dificultad para procesar el significado del texto de forma eficiente. Este efecto ocurre cuando los sonidos externos interfieren en la atención o en el procesamiento de tareas cognitivas. Según ese mismo estudio, “aunque la música parezca irrelevante para quien la escucha, actúa como distractor que desvía recursos neuronales necesarios para tareas como leer y comprender”.
En resumen, la respuesta para mi estudiante, para los demás estudiantes y para quienes suelen creer que cuentan con la capacidad para leer y comprender mientras escuchan música, les digo: si quieren una lectura juiciosa, rigurosa, en la que haya comprensión y haya un aprovechamiento de los recursos cognitivos, silencien a su artista favorito y escúchenlo en otro momento.
Y, para terminar, según los resultados de las pruebas ICFES y las pruebas PISA, el 99 % de los estudiantes de 15 años en Colombia no comprenden lo que leen. Sé, por supuesto, que esto no soluciona el problema, pero reducirles tanta distracción como sea posible contribuye, al menos un poco, a que lean mejor.
Por: Laura Gómez García.