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Medio Ambiente - 26 enero, 2024

Que Colombia reflexione sobre lo verde

“Nosotros sabemos en demasía que en Colombia las estructuras y las instituciones son lentas por naturaleza, la transformación no forma parte de sus cometidos más urgentes”.

“No está de más reiterar las veces que se pueda, que el siglo XXI es el siglo de la ecología”, señala Hernán Maestre.
“No está de más reiterar las veces que se pueda, que el siglo XXI es el siglo de la ecología”, señala Hernán Maestre.
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No está de más reiterar las veces que se pueda, que el siglo XXI es el siglo de la ecología, y claro, de ello se encargan los crecientes problemas ecológicos, en la medida en que no se valoran los costos biofísicos y socioeconómicos ocasionados por los proyectos de inversión; así como la compensación social y ambiental correspondiente, es decir, los procesos de restauración de ecosistemas. Así las cosas, cada día se da un mayor deterioro ambiental debido al estilo de desarrollo que se ha seguido con un horizonte de corto plazo y con un objetivo fundamental en la maximización de utilidades privadas. 

Pero fíjense ustedes, no obstante, en la misma en que afloraron dichos problemas, el hombre también tomó mayor conciencia de la relación con su propia vida y aumentó su disposición a cambiarla. 

Esperamos que los colombianos por el arte de un vivir ecológico entiendan una forma de vida consciente que pretenda integrarse en interrelaciones más amplias, aunque no todo el mundo lo haga (pensando globalmente, pero actuando localmente), tal como lo preconiza el Club de Roma, como quien dice, orientando su existencia por medio de la autorreflexión hacia la forma que parece correcta aún cuando el entorno social esté en el camino equivocado. 

Nosotros sabemos en demasía que en Colombia las estructuras y las instituciones son lentas por naturaleza, la transformación no forma parte de sus cometidos más urgentes. Los impulsos al respecto vienen más bien de fuera, incluso, de inconformistas que, con su iniciativa y su compromiso como el movimiento ecologista, han mostrado desde el principio que los individuos se percataron a tiempo de esta problemática, y se forzen también por dar la primera respuesta al tema (ecológico) sin dejarse impresionar por la burla y el escarnio de que fueron objeto al principio. 

Cuanto más impulsemos como personas la transformación de nuestra propia vida, más nos seguirá la sociedad de la que somos ciudadanos, así como la economía, cuyos productos consumimos nosotros mismos. Claro está, que la transformación no puede ser una conversión sin condiciones de los ideales; en lo real es el proceso de aprendizaje que los individuos experimentan. Así, finalmente, surge una revolución ecológica que jamás ha convocado nadie y que, sin embargo, tiene lugar.

De pronto podemos arriesgarnos a decir que cuanto más en silencio se desarrolle más efectiva resultará. Deja tras de sí profundas huellas en el tiempo, la propia época moderna, entre cuyos proyectos no figuraba la ecología. Cabe preguntarnos: ¿tal vez se habría podido cambiar de rumbo antes? Sin embargo, todavía no había un número de individuos suficientemente comprometidos para realizarlo. 

Digamos que esto cambió al final en 2007 con la conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU, y desde entonces no solo crece la atención de mucha gente por las interrelaciones ecológicas sino también el interés en las posibilidades concretas de organizar la vida individual y social de forma más duradera. No se puede pasar por alto lo importante que fue debatir sobre las razones que hablan a favor de una actuación individual y social, ya que no existe una norma que obligue a ello. 

Aquel que se decida por un compromiso personal puede servir de ayuda a las reflexiones acerca de un estilo de vida ecológico que combine la visión de grandes interrelaciones con la de los pequeños detalles cotidianos. Las indicaciones prácticas mostrarán qué puede hacer cada individuo por los ecosistemas de su cuerpo, su vivienda, su ciudad o su región que interaccionan con el ecosistema en general y cómo, desde la ecología, él mismo puede ocuparse de toda la sociedad y de la sociedad mundial. 

Hay que iniciar la reflexión no solo aquí en Colombia sobre el posible desarrollo posterior de la vida, cuando el mayor reto de la humanidad tras el siglo XXI se haya convertido en pasado; que miremos la deforestación como un verdadero delito y pensemos en una gestión ambiental sana o sostenible, es decir, la recuperación de nuestra deteriorada biodiversidad. 

Por Hernán Maestre Martínez.

Medio Ambiente
26 enero, 2024

Que Colombia reflexione sobre lo verde

“Nosotros sabemos en demasía que en Colombia las estructuras y las instituciones son lentas por naturaleza, la transformación no forma parte de sus cometidos más urgentes”.


“No está de más reiterar las veces que se pueda, que el siglo XXI es el siglo de la ecología”, señala Hernán Maestre.
“No está de más reiterar las veces que se pueda, que el siglo XXI es el siglo de la ecología”, señala Hernán Maestre.
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No está de más reiterar las veces que se pueda, que el siglo XXI es el siglo de la ecología, y claro, de ello se encargan los crecientes problemas ecológicos, en la medida en que no se valoran los costos biofísicos y socioeconómicos ocasionados por los proyectos de inversión; así como la compensación social y ambiental correspondiente, es decir, los procesos de restauración de ecosistemas. Así las cosas, cada día se da un mayor deterioro ambiental debido al estilo de desarrollo que se ha seguido con un horizonte de corto plazo y con un objetivo fundamental en la maximización de utilidades privadas. 

Pero fíjense ustedes, no obstante, en la misma en que afloraron dichos problemas, el hombre también tomó mayor conciencia de la relación con su propia vida y aumentó su disposición a cambiarla. 

Esperamos que los colombianos por el arte de un vivir ecológico entiendan una forma de vida consciente que pretenda integrarse en interrelaciones más amplias, aunque no todo el mundo lo haga (pensando globalmente, pero actuando localmente), tal como lo preconiza el Club de Roma, como quien dice, orientando su existencia por medio de la autorreflexión hacia la forma que parece correcta aún cuando el entorno social esté en el camino equivocado. 

Nosotros sabemos en demasía que en Colombia las estructuras y las instituciones son lentas por naturaleza, la transformación no forma parte de sus cometidos más urgentes. Los impulsos al respecto vienen más bien de fuera, incluso, de inconformistas que, con su iniciativa y su compromiso como el movimiento ecologista, han mostrado desde el principio que los individuos se percataron a tiempo de esta problemática, y se forzen también por dar la primera respuesta al tema (ecológico) sin dejarse impresionar por la burla y el escarnio de que fueron objeto al principio. 

Cuanto más impulsemos como personas la transformación de nuestra propia vida, más nos seguirá la sociedad de la que somos ciudadanos, así como la economía, cuyos productos consumimos nosotros mismos. Claro está, que la transformación no puede ser una conversión sin condiciones de los ideales; en lo real es el proceso de aprendizaje que los individuos experimentan. Así, finalmente, surge una revolución ecológica que jamás ha convocado nadie y que, sin embargo, tiene lugar.

De pronto podemos arriesgarnos a decir que cuanto más en silencio se desarrolle más efectiva resultará. Deja tras de sí profundas huellas en el tiempo, la propia época moderna, entre cuyos proyectos no figuraba la ecología. Cabe preguntarnos: ¿tal vez se habría podido cambiar de rumbo antes? Sin embargo, todavía no había un número de individuos suficientemente comprometidos para realizarlo. 

Digamos que esto cambió al final en 2007 con la conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU, y desde entonces no solo crece la atención de mucha gente por las interrelaciones ecológicas sino también el interés en las posibilidades concretas de organizar la vida individual y social de forma más duradera. No se puede pasar por alto lo importante que fue debatir sobre las razones que hablan a favor de una actuación individual y social, ya que no existe una norma que obligue a ello. 

Aquel que se decida por un compromiso personal puede servir de ayuda a las reflexiones acerca de un estilo de vida ecológico que combine la visión de grandes interrelaciones con la de los pequeños detalles cotidianos. Las indicaciones prácticas mostrarán qué puede hacer cada individuo por los ecosistemas de su cuerpo, su vivienda, su ciudad o su región que interaccionan con el ecosistema en general y cómo, desde la ecología, él mismo puede ocuparse de toda la sociedad y de la sociedad mundial. 

Hay que iniciar la reflexión no solo aquí en Colombia sobre el posible desarrollo posterior de la vida, cuando el mayor reto de la humanidad tras el siglo XXI se haya convertido en pasado; que miremos la deforestación como un verdadero delito y pensemos en una gestión ambiental sana o sostenible, es decir, la recuperación de nuestra deteriorada biodiversidad. 

Por Hernán Maestre Martínez.