Me imagino a Gabo deleitándose con estas cotidianidades de una región de enormes desigualdades que ante las oportunidades negadas por la “Costa Nostra” decidió disfrutar el fútbol, bailar champeta y reírse de la vida para hacerla más llevadera.
En noviembre de 1997, Barranquilla, la ciudad que tuvo un espacio importante en el corazón de Gabriel García Márquez, fue epicentro de una noticia que sorprendió al país: el falso embarazo de Liliana Cáceres, una humilde habitante del Barrio Nueva Colombia en Barranquilla que ideó y puso en marcha una estrategia para hacerle creer a su pareja, y a la postre al país, que estaba embarazada y que esperaba nonillizos de una singular gestación que se sustentaba en una enorme barriga rellena de trapo.
Una vez se descubre el engaño inicia el revuelo nacional y ya lo demás es anécdota, una espectacular historia con ribetes de amor, pobreza e ingenio que no dejó de sorprender al mismísimo Gabriel García Márquez, quien no dudó en invitar a la protagonista de esa historia a su taller creativo.
Muchos años después, en un mundo diferente y dominado por la digitalización y las redes sociales, Barranquilla no deja de sorprendernos con la historia de la caída de un supuesto “Meteorito en el barrio Villas de San Pablo”, con toda una puesta en escena de una empresa que ideó el engaño colectivo para promover un nuevo proyecto inmobiliario.
Pero lo sorprendente y jocoso de esta historia, fue la reacción de la ciudadanía barranquillera que no tardó, por novelería, en volcarse al lugar de los sucesos, que en minutos se llenó de estrambóticos personajes y sus fantasiosas teorías para explicar el episodio, al punto de que varios de esos personajes no tardaron en convertirse en memes virales de las redes sociales como fue el caso de “la Señora Meteorito” quien responsabilizó a los talibanes del suceso. En definitiva, como bien llaman a esto en barranquilla, un total ‘perrateo’.
Como si no fuera suficiente, en mayo del 2014, la nación futbolera se entera que los hinchas del Junior de Barranquilla salieron eufóricos a las calles a festejar un falso título de su equipo, aupados por un tuitero que anunció una falsa decisión de la Dimayor que le confería dicho título al Junior. En definitiva, otro singular “perrateo” del que fue víctima la hinchada barranquillera.
A estas alturas de mi relato podría pensarse a la ligera, que esas historias surrealistas se gestan solo en la marginalidad atlanticense por una amalgama de pobreza, ingenuidad y analfabetismo; en una región donde sus ovacionados líderes han remplazado la educación y las oportunidades de escalonamiento social por cemento, malecones y esculturas; pero resulta que no, hasta la “burguesía veredal del Atlántico” ha protagonizado estos hilarantes relatos como fue el caso en el que la ilustradora gráfica Geraldine Fernández termina convenciendo (burlando) a los avezados editores de El Heraldo y altos directivos de la empresa Tecnoglass de que ella es la autora de más de dos millones de gráficas que hicieron posible que la aclamada película “El niño y la garza” pudiera lograr la estatuilla de Globo de Oro a Mejor Película Animada.
Solo cuando eso ocurre entiendes lo importante que fue el caribe para Gabriel García Márquez en su obra y la falta que nos hace para relatar esos macondianos episodios. Me imagino a Gabo deleitándose con estas cotidianidades de una región de enormes desigualdades que ante las oportunidades negadas por la “Costa Nostra” decidió disfrutar el fútbol, bailar champeta y reírse de la vida para hacerla más llevadera.
Por Laureano Santander Peñaranda
Me imagino a Gabo deleitándose con estas cotidianidades de una región de enormes desigualdades que ante las oportunidades negadas por la “Costa Nostra” decidió disfrutar el fútbol, bailar champeta y reírse de la vida para hacerla más llevadera.
En noviembre de 1997, Barranquilla, la ciudad que tuvo un espacio importante en el corazón de Gabriel García Márquez, fue epicentro de una noticia que sorprendió al país: el falso embarazo de Liliana Cáceres, una humilde habitante del Barrio Nueva Colombia en Barranquilla que ideó y puso en marcha una estrategia para hacerle creer a su pareja, y a la postre al país, que estaba embarazada y que esperaba nonillizos de una singular gestación que se sustentaba en una enorme barriga rellena de trapo.
Una vez se descubre el engaño inicia el revuelo nacional y ya lo demás es anécdota, una espectacular historia con ribetes de amor, pobreza e ingenio que no dejó de sorprender al mismísimo Gabriel García Márquez, quien no dudó en invitar a la protagonista de esa historia a su taller creativo.
Muchos años después, en un mundo diferente y dominado por la digitalización y las redes sociales, Barranquilla no deja de sorprendernos con la historia de la caída de un supuesto “Meteorito en el barrio Villas de San Pablo”, con toda una puesta en escena de una empresa que ideó el engaño colectivo para promover un nuevo proyecto inmobiliario.
Pero lo sorprendente y jocoso de esta historia, fue la reacción de la ciudadanía barranquillera que no tardó, por novelería, en volcarse al lugar de los sucesos, que en minutos se llenó de estrambóticos personajes y sus fantasiosas teorías para explicar el episodio, al punto de que varios de esos personajes no tardaron en convertirse en memes virales de las redes sociales como fue el caso de “la Señora Meteorito” quien responsabilizó a los talibanes del suceso. En definitiva, como bien llaman a esto en barranquilla, un total ‘perrateo’.
Como si no fuera suficiente, en mayo del 2014, la nación futbolera se entera que los hinchas del Junior de Barranquilla salieron eufóricos a las calles a festejar un falso título de su equipo, aupados por un tuitero que anunció una falsa decisión de la Dimayor que le confería dicho título al Junior. En definitiva, otro singular “perrateo” del que fue víctima la hinchada barranquillera.
A estas alturas de mi relato podría pensarse a la ligera, que esas historias surrealistas se gestan solo en la marginalidad atlanticense por una amalgama de pobreza, ingenuidad y analfabetismo; en una región donde sus ovacionados líderes han remplazado la educación y las oportunidades de escalonamiento social por cemento, malecones y esculturas; pero resulta que no, hasta la “burguesía veredal del Atlántico” ha protagonizado estos hilarantes relatos como fue el caso en el que la ilustradora gráfica Geraldine Fernández termina convenciendo (burlando) a los avezados editores de El Heraldo y altos directivos de la empresa Tecnoglass de que ella es la autora de más de dos millones de gráficas que hicieron posible que la aclamada película “El niño y la garza” pudiera lograr la estatuilla de Globo de Oro a Mejor Película Animada.
Solo cuando eso ocurre entiendes lo importante que fue el caribe para Gabriel García Márquez en su obra y la falta que nos hace para relatar esos macondianos episodios. Me imagino a Gabo deleitándose con estas cotidianidades de una región de enormes desigualdades que ante las oportunidades negadas por la “Costa Nostra” decidió disfrutar el fútbol, bailar champeta y reírse de la vida para hacerla más llevadera.
Por Laureano Santander Peñaranda