Las personas del común no alcanzan a imaginar ni un ápice el gran efecto que esto traerá en sus vidas.
Se avecina una gran desigualdad para Latinoamérica. Una más de tantas, dirían unos. Una de la que tanto estamos acostumbrados, expresarían otros. No es la única en su especie ni es la primera. Sucedió antes con la internet. Millones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes experimentaron una brecha tecnológica profunda mientras poco a poco, a paso de tortuga, penetraba esta poderosa red a los territorios. Y esto solo por citar un ejemplo. Esta desigualdad asomándose en esta ventana de la historia corresponde al uso masificado de las poderosas herramientas de inteligencia artificial (IA).
Ante tantos cambios, algunos imperceptibles otros muy evidentes, y disrupciones escalables, las personas del común no alcanzan a imaginar ni un ápice el gran efecto que esto traerá en sus vidas. Muchos están saturados de lo que manifiestan es sobreinformación, pero no es así. El avance ha sido tan acelerado que a diario hay una novedad. Muchas aristas de un tema extremadamente amplio y apenas reciente (¡para muchos!). Son tantas, pero quisiera centrarme en una, puesto que en el futuro nos definirá como sociedad: la educación.
Hoy herramientas como ChatGPT, Bard, Tome AI, Blue Willow, entre otras, y mencionando solo algunas de uso gratuito, las están utilizando solapadamente adolescentes y jóvenes en los colegios, instituciones de formación para el trabajo y universidades bajo la mirada ciega o pseudociega de los maestros, profesores, docentes, instructores y catedráticos, algunos de los cuales no tienen el entrenamiento ni las herramientas para detectar fraudes, mientras los vacíos legales hacen más tensa la posibilidad de toma de decisiones de actuación en estos escenarios.
Un docente toma una decisión referente a su clase en relación con el uso de la IA y es noticia mundial. Mañana esto no ocurrirá. Así como tampoco ocurre hoy día cuando un profesor quita una calculadora programable a un estudiante de ingeniería realizando un parcial de cálculo, anulándolo y abriéndole un expediente disciplinario.
La IA puso un punto de inflexión como nunca en la historia y permitió a todos, sin importar la ubicación geográfica, el acceso a potentes funcionalidades digitales antes inimaginables para países en vía de desarrollo, especialmente latinoamericanos. Pero, mientras que los extremos políticos e ideológicos de cada país pelean por tomar el poder y cambiar el rumbo legislativo del Estado a favor de unos pocos por encima de otros, los países desarrollados continúan produciendo tecnología superior y haciendo lo que hace toda sociedad organizada: limitando su uso para frenar su abuso.
Pasa imperceptible. Apenas si se ha analizado el exagerado uso y abuso de la IA en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Nuestros adolescentes y jóvenes estarían disminuyendo sus procesos y operaciones mentales, delegando las mismas a las herramientas de IA. Así como la era digital ha relegado el uso de papel y lápiz, impactando en los procesos cognitivos, en especial en la educación superior, de igual forma puede suceder que la IA genere una nueva zona de confort para las nuevas generaciones en deterioro lento y progresivo de sus facultades mentales.
Lo anterior genera todo tipo de polémicas. Medir dicho impacto sería lo mejor, de forma que oriente normativas y políticas públicas al respecto. Pero, en nuestros contextos hay situaciones apremiantes que demandan del Estado soluciones e inversiones inmediatas. Sectores de la población harían ruido opacando el objetivo de dicha investigación. Otros podrían pensar que gastar recursos en investigaciones de este tipo sería ridículo puesto que no podemos detener el futuro y que tal vez se está asumiendo una posición fatalista de todo este análisis.
Pero, ¿nuestros adolescentes y jóvenes gozan de un sistema educativo acorde a los nuevos tiempos? Una vez adultos, ¿serán competitivos en comparación con personas formadas en países desarrollados?
Genera dependencia, cobra después. En eso se ha convertido la IA. Esa es la consigna. Se ha masificado su uso. Todo un éxito en el número de millones de usuarios activos diarios, disminuyendo incluso cada día su edad. Niños y niñas la están usando actualmente. La mayor parte de todos ellos lo hace de forma gratuita. Es parte de la pedagogía.
Una vez que los procesos y operaciones mentales han disminuido, la alta democratización de la IA permitirá el acceso a mucho más personas, pero algunas herramientas ya no estarán al alcance gratuito. Unos dólares o euros por su uso es lo único que pedirán. No obstante, ¿los países latinoamericanos tendrán la iniciativa de pagar por las funciones premium de la IA cuando frente al sistema cambiario nuestras monedas están en aparente desventaja, y lo que para ellos el costo de una suscripción mensual es menos de lo que ganan en una hora de trabajo, para nosotros es el resultado de un día o dos de trabajo, o incluso un mes completo, dependiendo el país de referencia?
Nuevamente queda claro que estamos ante una gran desigualdad. Nuestros ciudadanos serán menos competitivos. Hablo en general, no a grupos exclusivos que pueden permitirse comprar estas nuevas herramientas. Incluso, en estos últimos, ¿existe la cultura de pagar por suscripción servicios digitales especializados en aras de potenciar las habilidades humanas?
Es difícil verlo. La IA traerá consigo aumentos inicialmente imperceptibles de la pobreza y la exclusión social. Dice un adagio que la mejor profecía es la que no se cumple. Espero que todo sea una total especulación (imaginación dirán otros) y no más que una posición alarmista del ‘gran’ beneficio que la IA traerá a nuestras vidas.
POR: ERLIN DAVID CARPIO VEGA / ESPECIAL PARA EL PILÓN.
Las personas del común no alcanzan a imaginar ni un ápice el gran efecto que esto traerá en sus vidas.
Se avecina una gran desigualdad para Latinoamérica. Una más de tantas, dirían unos. Una de la que tanto estamos acostumbrados, expresarían otros. No es la única en su especie ni es la primera. Sucedió antes con la internet. Millones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes experimentaron una brecha tecnológica profunda mientras poco a poco, a paso de tortuga, penetraba esta poderosa red a los territorios. Y esto solo por citar un ejemplo. Esta desigualdad asomándose en esta ventana de la historia corresponde al uso masificado de las poderosas herramientas de inteligencia artificial (IA).
Ante tantos cambios, algunos imperceptibles otros muy evidentes, y disrupciones escalables, las personas del común no alcanzan a imaginar ni un ápice el gran efecto que esto traerá en sus vidas. Muchos están saturados de lo que manifiestan es sobreinformación, pero no es así. El avance ha sido tan acelerado que a diario hay una novedad. Muchas aristas de un tema extremadamente amplio y apenas reciente (¡para muchos!). Son tantas, pero quisiera centrarme en una, puesto que en el futuro nos definirá como sociedad: la educación.
Hoy herramientas como ChatGPT, Bard, Tome AI, Blue Willow, entre otras, y mencionando solo algunas de uso gratuito, las están utilizando solapadamente adolescentes y jóvenes en los colegios, instituciones de formación para el trabajo y universidades bajo la mirada ciega o pseudociega de los maestros, profesores, docentes, instructores y catedráticos, algunos de los cuales no tienen el entrenamiento ni las herramientas para detectar fraudes, mientras los vacíos legales hacen más tensa la posibilidad de toma de decisiones de actuación en estos escenarios.
Un docente toma una decisión referente a su clase en relación con el uso de la IA y es noticia mundial. Mañana esto no ocurrirá. Así como tampoco ocurre hoy día cuando un profesor quita una calculadora programable a un estudiante de ingeniería realizando un parcial de cálculo, anulándolo y abriéndole un expediente disciplinario.
La IA puso un punto de inflexión como nunca en la historia y permitió a todos, sin importar la ubicación geográfica, el acceso a potentes funcionalidades digitales antes inimaginables para países en vía de desarrollo, especialmente latinoamericanos. Pero, mientras que los extremos políticos e ideológicos de cada país pelean por tomar el poder y cambiar el rumbo legislativo del Estado a favor de unos pocos por encima de otros, los países desarrollados continúan produciendo tecnología superior y haciendo lo que hace toda sociedad organizada: limitando su uso para frenar su abuso.
Pasa imperceptible. Apenas si se ha analizado el exagerado uso y abuso de la IA en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Nuestros adolescentes y jóvenes estarían disminuyendo sus procesos y operaciones mentales, delegando las mismas a las herramientas de IA. Así como la era digital ha relegado el uso de papel y lápiz, impactando en los procesos cognitivos, en especial en la educación superior, de igual forma puede suceder que la IA genere una nueva zona de confort para las nuevas generaciones en deterioro lento y progresivo de sus facultades mentales.
Lo anterior genera todo tipo de polémicas. Medir dicho impacto sería lo mejor, de forma que oriente normativas y políticas públicas al respecto. Pero, en nuestros contextos hay situaciones apremiantes que demandan del Estado soluciones e inversiones inmediatas. Sectores de la población harían ruido opacando el objetivo de dicha investigación. Otros podrían pensar que gastar recursos en investigaciones de este tipo sería ridículo puesto que no podemos detener el futuro y que tal vez se está asumiendo una posición fatalista de todo este análisis.
Pero, ¿nuestros adolescentes y jóvenes gozan de un sistema educativo acorde a los nuevos tiempos? Una vez adultos, ¿serán competitivos en comparación con personas formadas en países desarrollados?
Genera dependencia, cobra después. En eso se ha convertido la IA. Esa es la consigna. Se ha masificado su uso. Todo un éxito en el número de millones de usuarios activos diarios, disminuyendo incluso cada día su edad. Niños y niñas la están usando actualmente. La mayor parte de todos ellos lo hace de forma gratuita. Es parte de la pedagogía.
Una vez que los procesos y operaciones mentales han disminuido, la alta democratización de la IA permitirá el acceso a mucho más personas, pero algunas herramientas ya no estarán al alcance gratuito. Unos dólares o euros por su uso es lo único que pedirán. No obstante, ¿los países latinoamericanos tendrán la iniciativa de pagar por las funciones premium de la IA cuando frente al sistema cambiario nuestras monedas están en aparente desventaja, y lo que para ellos el costo de una suscripción mensual es menos de lo que ganan en una hora de trabajo, para nosotros es el resultado de un día o dos de trabajo, o incluso un mes completo, dependiendo el país de referencia?
Nuevamente queda claro que estamos ante una gran desigualdad. Nuestros ciudadanos serán menos competitivos. Hablo en general, no a grupos exclusivos que pueden permitirse comprar estas nuevas herramientas. Incluso, en estos últimos, ¿existe la cultura de pagar por suscripción servicios digitales especializados en aras de potenciar las habilidades humanas?
Es difícil verlo. La IA traerá consigo aumentos inicialmente imperceptibles de la pobreza y la exclusión social. Dice un adagio que la mejor profecía es la que no se cumple. Espero que todo sea una total especulación (imaginación dirán otros) y no más que una posición alarmista del ‘gran’ beneficio que la IA traerá a nuestras vidas.
POR: ERLIN DAVID CARPIO VEGA / ESPECIAL PARA EL PILÓN.