Kajuma, conocido por sus obras llenas de expresión y vitalidad, capturó la esencia de la cultura y el folclore vallenato de una manera única.
La partida del talentoso pintor Kajuma, cuyo nombre real era Carlos Julio Márquez, ha sumido en luto a Valledupar. Con su estilo único y su excepcional talento, Kajuma dejó una huella imborrable en la escena artística de la ciudad y su fallecimiento ha dejado un vacío en el corazón de la comunidad del arte y la cultura.
Kajuma, conocido por sus obras llenas de expresión y vitalidad, capturó la esencia de la cultura y el folclore vallenato de una manera única. Sus trazos magistrales y su dominio del color le permitieron transmitir emociones y contar historias a través de sus obras.
La Casa de la Cultura Cecilia Caballero de López de Valledupar fue el escenario en el que este domingo se rindió homenaje al pintor. Sus restos fueron velados en cámara ardiente antes de ser sepultados en el cementerio Jardines del Eccehomo. Los artistas de la región plasmaron sus trazos en un féretro que acompañará al artista en su última morada.
“Una pérdida lamentable. Su arte a la gente le gustaba. Antes de irse para Europa era un hiperrealista. Su trabajo se cimentó mucho en lo nuestro, en nuestras costumbres, los dichos. Para ser grande en el arte tienes que ser constante y él nunca dejó de pintar”, recordó el artista Jorge Maestre, quien fue uno de sus grandes amigos.
Narra Maestre que Kajuma, con una sola pincelada, “sacaba una selva, o una cascada, o hacía un cristal transparente, y cuando regresó de Europa regresó haciendo eso como influenciado por el movimiento europeo de arte moderno. Era casi una cámara fotográfica, era un excelente retratista. Era de la raíz de lo nuestro, pintaba acordeones, sombreros, eso le encantaba a la gente”.
Kajuma llegó al barrio Cañaguate siendo un adolescente, proveniente de Rincón Hondo, corregimiento de Chiriguaná. Un gozador de la vida que nunca dejó de serlo, como recuerda Maestre.
Los conocedores de la historia del arte pictórico aseguran que todos los artistas en Valledupar han tenido, de alguna manera, una influencia de Kajuma.
“Todos con Kajuma vimos en su contemporaneidad y expresión una forma que la hemos buscado y la hemos conseguido a través de esa escuela”, señaló el pintor vallenato José Aníbal Moya Daza.
Agrega Moya que: “Fue un artista excepcional, que nos enseñó el arte contemporáneo, que por primera vez empezó a mostrar la abstracción, algo desconocido para Valledupar. La representación pura de la academia del arte plástico en Valledupar fue”.
Por todo lo anterior, este domingo los artistas plásticos de la ciudad no solo llegaron a la Casa de la Cultura municipal a darle el último adiós, sino a compartir con él, lecturas, anécdotas y poesías.
La muerte le llegó a Kajuma la tarde del sábado cuando un ataque fulminante al corazón acabó con su vida.
Horas antes, había estado disfrutando al lado de amigos cercanos, con música en vivo, en voz de la comerciante venezolana Neida Nevado Xavier, una de las últimas personas en verlo vivo.
Neira volvió a cantarle al artista este domingo, pero esta vez su corazón ya no latía emocionado al escuchar la canción “De mí enamórate” de Daniela Romo, la cual Kajuma le había hecho cantar en cuatro ocasiones, apenas horas antes.
La venezolana, quien se gana la vida como vendedora de fritos, recuerda que Kajuma esperaba a que terminara la jornada y “si quedaban empanadas por vender, se las comía o las regalaba para completar la venta”.
“Ese día, a las 9 de la mañana, me dijo: ‘Mona vístete que tienes trabajo’. Le dije que andaba mal de la voz, pero él dijo: ‘Canta que tú cantas como sea’”, recordó la mujer.
Aunque antes de la pandemia, Kajuma fue sometido a una operación a corazón abierto que requería cuidados, su rebeldía le impidió seguir las reglas que su salud exigía. “A él no le importaba, seguía viviendo esa vida amigable y parrandera. Solía venir a mi casa a altas horas de la noche, tocando mi puerta y perturbando mi vida para que bebiéramos”, recordó Jorge Maestre.
La noticia de su fallecimiento ha generado una profunda tristeza en la comunidad artística y en todos aquellos que tuvieron el privilegio de conocer y apreciar su trabajo.
“Fue un gran amigo, mi maestro, siempre lo llevaré en mi corazón porque fue un gran artista. Un hombre irreverente, artista que supo lidiar su creatividad a su manera. Ese ‘desorden’ de Kajuma fue plasmado en su obra, además de maravillosa, nos deja a nosotros una verdadera lección porque a veces la sociedad te encarrila y no te permite ser todo lo que tú puedes ser como artista. Pocos artistas tienen esa actitud de desafiar lo establecido. Tuvo la berraquera de hacer lo que le dio la berraca gana y eso, dentro de una sociedad como la de nosotros tenemos, es lo más plausible”, recordó Efraín Quintero, artista plástico y vicepresidente de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata.
Kajuma era admirado no solo por su talento artístico, sino también por su espíritu generoso y su dedicación al arte. Siempre dispuesto a compartir sus conocimientos y a fomentar el crecimiento artístico en la ciudad, se convirtió en un mentor para muchos artistas locales.
“Deja un legado interesante, esos personajes que nacen libres, que encajan en la sociedad de una forma diferente, llegó a romper esos patrones y nos deja la capacidad de ver la vida de otra forma porque está más cerca la locura, el delirio, el arte cumple una función de ponernos a pensar de una manera diferente, desde el punto de vista de la fantasía”, señaló la artista plástica vallenata Marianne Sagbini.
El legado de Kajuma trasciende sus pinturas. Su pasión por el arte y su compromiso con la expresión creativa dejaron una profunda marca en la ciudad.
“El más grande artista de artes plásticas y pintor de Valledupar con un carácter y personalidad egocéntrica e irreverente. Sin salir de aquí reflejaban sus obras de arte el ambiente en donde vivía con su carácter y la vanguardia de los movimientos históricos del mundo. Por eso era bueno”, reseñó el gestor cultural Frank Martínez.
En este momento de duelo, la comunidad artística de Valledupar y los amantes del arte se unieron para despedir a Kajuma y rendirle homenaje por su contribución al enriquecimiento cultural de la ciudad. Sus pinturas seguirán siendo una ventana a la belleza y la expresión artística, manteniendo viva su memoria y su legado en la historia de Valledupar.
Valledupar recordará con cariño al pintor Kajuma, quien dejó un impacto duradero en el mundo del arte y en la comunidad que lo vio florecer.
Por José Alejandro Martínez Vega / EL PILÓN
Kajuma, conocido por sus obras llenas de expresión y vitalidad, capturó la esencia de la cultura y el folclore vallenato de una manera única.
La partida del talentoso pintor Kajuma, cuyo nombre real era Carlos Julio Márquez, ha sumido en luto a Valledupar. Con su estilo único y su excepcional talento, Kajuma dejó una huella imborrable en la escena artística de la ciudad y su fallecimiento ha dejado un vacío en el corazón de la comunidad del arte y la cultura.
Kajuma, conocido por sus obras llenas de expresión y vitalidad, capturó la esencia de la cultura y el folclore vallenato de una manera única. Sus trazos magistrales y su dominio del color le permitieron transmitir emociones y contar historias a través de sus obras.
La Casa de la Cultura Cecilia Caballero de López de Valledupar fue el escenario en el que este domingo se rindió homenaje al pintor. Sus restos fueron velados en cámara ardiente antes de ser sepultados en el cementerio Jardines del Eccehomo. Los artistas de la región plasmaron sus trazos en un féretro que acompañará al artista en su última morada.
“Una pérdida lamentable. Su arte a la gente le gustaba. Antes de irse para Europa era un hiperrealista. Su trabajo se cimentó mucho en lo nuestro, en nuestras costumbres, los dichos. Para ser grande en el arte tienes que ser constante y él nunca dejó de pintar”, recordó el artista Jorge Maestre, quien fue uno de sus grandes amigos.
Narra Maestre que Kajuma, con una sola pincelada, “sacaba una selva, o una cascada, o hacía un cristal transparente, y cuando regresó de Europa regresó haciendo eso como influenciado por el movimiento europeo de arte moderno. Era casi una cámara fotográfica, era un excelente retratista. Era de la raíz de lo nuestro, pintaba acordeones, sombreros, eso le encantaba a la gente”.
Kajuma llegó al barrio Cañaguate siendo un adolescente, proveniente de Rincón Hondo, corregimiento de Chiriguaná. Un gozador de la vida que nunca dejó de serlo, como recuerda Maestre.
Los conocedores de la historia del arte pictórico aseguran que todos los artistas en Valledupar han tenido, de alguna manera, una influencia de Kajuma.
“Todos con Kajuma vimos en su contemporaneidad y expresión una forma que la hemos buscado y la hemos conseguido a través de esa escuela”, señaló el pintor vallenato José Aníbal Moya Daza.
Agrega Moya que: “Fue un artista excepcional, que nos enseñó el arte contemporáneo, que por primera vez empezó a mostrar la abstracción, algo desconocido para Valledupar. La representación pura de la academia del arte plástico en Valledupar fue”.
Por todo lo anterior, este domingo los artistas plásticos de la ciudad no solo llegaron a la Casa de la Cultura municipal a darle el último adiós, sino a compartir con él, lecturas, anécdotas y poesías.
La muerte le llegó a Kajuma la tarde del sábado cuando un ataque fulminante al corazón acabó con su vida.
Horas antes, había estado disfrutando al lado de amigos cercanos, con música en vivo, en voz de la comerciante venezolana Neida Nevado Xavier, una de las últimas personas en verlo vivo.
Neira volvió a cantarle al artista este domingo, pero esta vez su corazón ya no latía emocionado al escuchar la canción “De mí enamórate” de Daniela Romo, la cual Kajuma le había hecho cantar en cuatro ocasiones, apenas horas antes.
La venezolana, quien se gana la vida como vendedora de fritos, recuerda que Kajuma esperaba a que terminara la jornada y “si quedaban empanadas por vender, se las comía o las regalaba para completar la venta”.
“Ese día, a las 9 de la mañana, me dijo: ‘Mona vístete que tienes trabajo’. Le dije que andaba mal de la voz, pero él dijo: ‘Canta que tú cantas como sea’”, recordó la mujer.
Aunque antes de la pandemia, Kajuma fue sometido a una operación a corazón abierto que requería cuidados, su rebeldía le impidió seguir las reglas que su salud exigía. “A él no le importaba, seguía viviendo esa vida amigable y parrandera. Solía venir a mi casa a altas horas de la noche, tocando mi puerta y perturbando mi vida para que bebiéramos”, recordó Jorge Maestre.
La noticia de su fallecimiento ha generado una profunda tristeza en la comunidad artística y en todos aquellos que tuvieron el privilegio de conocer y apreciar su trabajo.
“Fue un gran amigo, mi maestro, siempre lo llevaré en mi corazón porque fue un gran artista. Un hombre irreverente, artista que supo lidiar su creatividad a su manera. Ese ‘desorden’ de Kajuma fue plasmado en su obra, además de maravillosa, nos deja a nosotros una verdadera lección porque a veces la sociedad te encarrila y no te permite ser todo lo que tú puedes ser como artista. Pocos artistas tienen esa actitud de desafiar lo establecido. Tuvo la berraquera de hacer lo que le dio la berraca gana y eso, dentro de una sociedad como la de nosotros tenemos, es lo más plausible”, recordó Efraín Quintero, artista plástico y vicepresidente de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata.
Kajuma era admirado no solo por su talento artístico, sino también por su espíritu generoso y su dedicación al arte. Siempre dispuesto a compartir sus conocimientos y a fomentar el crecimiento artístico en la ciudad, se convirtió en un mentor para muchos artistas locales.
“Deja un legado interesante, esos personajes que nacen libres, que encajan en la sociedad de una forma diferente, llegó a romper esos patrones y nos deja la capacidad de ver la vida de otra forma porque está más cerca la locura, el delirio, el arte cumple una función de ponernos a pensar de una manera diferente, desde el punto de vista de la fantasía”, señaló la artista plástica vallenata Marianne Sagbini.
El legado de Kajuma trasciende sus pinturas. Su pasión por el arte y su compromiso con la expresión creativa dejaron una profunda marca en la ciudad.
“El más grande artista de artes plásticas y pintor de Valledupar con un carácter y personalidad egocéntrica e irreverente. Sin salir de aquí reflejaban sus obras de arte el ambiente en donde vivía con su carácter y la vanguardia de los movimientos históricos del mundo. Por eso era bueno”, reseñó el gestor cultural Frank Martínez.
En este momento de duelo, la comunidad artística de Valledupar y los amantes del arte se unieron para despedir a Kajuma y rendirle homenaje por su contribución al enriquecimiento cultural de la ciudad. Sus pinturas seguirán siendo una ventana a la belleza y la expresión artística, manteniendo viva su memoria y su legado en la historia de Valledupar.
Valledupar recordará con cariño al pintor Kajuma, quien dejó un impacto duradero en el mundo del arte y en la comunidad que lo vio florecer.
Por José Alejandro Martínez Vega / EL PILÓN