Fue famosa la ‘Casa del Millón’, de Mario Serrano, que era muy visitada.
Al joven Manuelito (Lito) con frecuencia le solicitaban el que en su carro de mula les trajeran una leña, o unas gallinas o cualquier otro producto de esa pequeña granja de Nacho; pero como la trocha que iba hasta allá era muy pedregosa, con muchos charcos y barro en invierno, él siempre les contestaba: “allá no va Lito, porque ¿quién me paga mi carroemula cuando se dañe”? Una y otra vez, la respuesta era la misma: “ALLÁ NO VA LITO”. De tanto repetir esta negativa la gente decía: ”vé, tráeme en tu burro una carga de leña de allá a donde no va Lito ; otro decía: ‘’vé tráeme tres gallinas de allá a donde no va Lito, y se volvió así muy familiar el nombre de este lugar a donde no iba Lito por nada del mundo.
Con el tiempo por aquello de que nuestro aparato fonoarticulador trata de unir o acortar las palabras por hacer menos esfuerzo, el lugar quedó bautizado con una sola palabra: de no va Lito a NOVALITO. Lo anterior sucedió con Valle de Upar, que lo convertimos en Valledupar, y con el caso de purrú-tu-tu, que convertimos en el apodo de la Purrututú.
En el presente escrito aparece la fotografía de Manuelito (Lito) asistiendo al entierro del señor Eriberto Miranda en el año de 1.957, cuando tenía un año de fundado el barrio Novalito.
En el año de 1955 Nacho expresaba que tenía 30 años de estar cultivando y atendiendo esta rosita o finquita, o sea desde el año 1925 aproximadamente.
Me contó el señor Elfido Giménez, quien es de El Molino y quien cuenta con 98 años, totalmente lúcido, hijo del señor Felícito Giménez Guerra (acordeonero), que su abuelo el señor Blas Guerra (villanuevero), casado primero con Modesta Jiménez y después con Petronila Pantoja, ambos de Villa Nueva, fueron los primeros dueños de lo que hoy es el parque Novalito, teniendo como ayudantes a ‘Nacho’ para la siembra y a Esperanza para la cocina y el lavado de la ropa en ‘El Cañito’. Él contó que el señor Blas inició sus cultivos en este lugar en el Año de 1920, y que además era acordeonero como su hijo Felícito, y como ‘Nacho’; me contó también que después de varios años le ofrecieron un trabajo al señor Blas en el pueblo de Algarrobo, y por ello le tocó ausentarse dejando sola a su esposa Petronila, quien era ya bastante mayor, pero que al verse sola convivió con ‘Nacho’, siendo mayor que él.
Después que muere Petronila, ‘Nacho’ se une con Esperanza. ‘Nacho’ vivió hasta los 90 años, y murió primero que Esperanza en el año 1958, ya estando ciego.
El primer nombre que el señor Blas le puso a este lugar fue La Florida; pero da la gran casualidad que en Villanueva pasa una acequia llamada también Novalito, y es muy posible que siendo el señor Blas Villanuevero le hubiera puesto el nombre de Novalito a esta finquita, por su parecido con la de Villanueva.
Me cuenta el señor Elfido que el chiquero de los chivos estaba en la mitad de lo que hoy es el parque, y que los cultivos más que todo estaban en lo que hoy es la escuela Roig y Villalba, y que había frutas como patilla, papaya, piñas, guineo filo y sentao, árboles de totumo, jamanares, mamón, guayacanes, cañaguates, arbustos de cerezas, maíz, yuca, guandul, ají, y tomate.
Esta finquita estaba rodeada de puro monte unido a una trocha que partía de la ciudad por la carrera 5, donde vivía ‘Monche’, (El loco Ramón González) hermano de Rafael Palacio (zapatero) y Eusebio Palacio, (Chevo).
A ‘Monche’, ‘el loco’, le metían las piernas en un cepo para inmovilizarlo, cuando se ponía muy agresivo, pues en esa época no había psiquiatras, ni drogas para tratar a los enfermos mentales en esta ciudad. El único médico clínico que había era el doctor Ciro Pupo Martínez, primer egresado de la Universidad Nacional.
José Acosta, hermano de Lolita Acosta, tenía una bicicleta que se la había puesto el niño Dios; todos los muchachos del barrio habíamos aprendido a manejarla, así como montábamos todos en la burra de ‘Nacho’, motivo por el cual don Dámaso Lora se le ocurrió ponerle como nombre a la bicicleta “La burra de Nacho”. En una ocasión estaban desayunando los familiares de Lolita Acosta, y los muchachos de barrio le gritaron a José desde la puerta: “José, préstanos la burra de Nacho”! a lo que él respondió: “sáquenla del cuarto” Al oír esto, la mamá de Lolita (Sarita Maestre) expresó: “cómo se les ocurre meter una burra en un cuarto, es que acaso mi casa es un potrero. Saquen ese animal de mi casa, sinvergüenzas”
Cuando le explicamos a doña Sara que la bicicleta tenía el mismo nombre de la burra, ella soltó la carcajada junto con los que la acompañaban.
Había mucha presencia de las culebras al interior de las casas ya que estas no se resignaban a perder su antiguo hábitat. Esto llenaba de terror al vecindario. Este era un sitio muy alejado de las casas del centro, algo así como los extramuros, ya que limitaba con el río y era un sitio remoto, aislado y rodeado de monte.
Nadie se imaginaba que llegaría a ser el mejor barrio de la ciudad. El barrio se comunicaba con el resto de la ciudad y con la naturaleza, a través del llamado bullanguero de las campanas de la iglesia de La Concepción y dialogaba con la naturaleza a través del mugido de las vacas, del secreteo del río, de las voces del viento, del sonar monótono de la lluvia, y de los ronquidos de los truenos
En las mañanas muy temprano, pasaban las lavanderas con sus poncheras en la cabeza, cantando por los caminos llenos de sombra buena y salpicados con las flores amarillas de los cañahuates. En el río cada lavandera tenía su manduco y sus piedras propias para lavar, que eran respetados por las otras compañeras; allí hervían la ropa en latas de aceite, y después asoleaban la ropa sobre las piedras. Lavaban la ropa con jabón de potasa fabricado por ellas mismas en calderos inmensos. Seguidamente la enjuagaban y tiraban al agua la mugre, pero también sus penas y preocupaciones. Al caer el sol regresaban contentas con la ropa limpia y también el alma.
Fue ella una de las primeras moradoras de lo que es hoy el parque, en el año 1957, y su casa quedó como vecina del ranchito de palma propiedad de ‘Nacho’. Y un poco más adelante, cruzando lo que hoy es la calle 12, quedaba la pequeña cocina de bahareque. Muy temprano ‘Sarita’ iba a saludar a ‘Nacho’ y a Esperanza, llevándoles un tabaco, y recibiendo una totumita de tinto de las manos de Esperanza.
Al iniciarse la construcción del parque y ubicar los columpios , hubo la necesidad de arrancar todos los cultivos y árboles que ‘Nacho’ había sembrado con tanto esfuerzo durante treinta años, quedando así sin tener cómo subsistir, apoderándose de él una gran tristeza y preocupación; fue por esto que ‘Sarita’ le propuso que limpiara todos los patios del vecindario, y los sembrara con cultivos de pancoger, para que así recibiera un pago, y que compartieran con él la mitad de la cosecha, para que pudiera subsistir.
‘Sarita’ en esa época era empleada en la sección de catastro y liquidación de impuesto predial de la alcaldía, donde todas las cuentas las ejecutaban manualmente por escrito, y mentalmente, sin el apoyo de las tecnologías que hoy existen.
Por todo lo anterior creo que ‘Sarita’ fue la fundadora más humanista del barrio.
El parque pequeño que es de forma triangular y que era llamado el parque Shanghai fue construido en 1970, siendo alcalde don Tomás Mejía Castro.
Corría el año de 1960 y le es adjudicada la casa a la doctora Sonia Campo, que estaba ubicada al terminar el barrio, sobre la carrera cuarta, frente al río y al corral de la finca del señor Alberto Gutiérrez, donde ordeñaban las vacas. Ellas eran su reloj despertador.
Doña Sonia fue cofundadora de la liga de la lucha contra la tuberculosis, complementando la labor de su esposo el doctor Esteban Cuello, quien era especialista en enfermedades pulmonares.
Diagonal a esta casa yo fundé el colegio Disneylandia, institución con una orientación psicoanalítica que duró doce años, la cual cerró sus puertas y gran parte de sus alumnos fundaron el colegio Bilingüe.
El barrio creció con la bonanza algodonera, pero al fracasar los cultivos, al barrio lo llamaron el barrio del “Tuvo”, o sea el barrio del que tuvo dinero.
Fue famosa la ‘Casa del Millón’, de Mario Serrano, que era muy visitada.
Para esa época el Club Valledupar ya existía. En el parque hoy llamado ‘El Viajero’, existía ‘El Mercadito’, donde vendían verduras, bastimento y toda clase de productos agropecuarios, pero con el tiempo el lugar se volvió peligroso por la venta del ron llamado chirrinche, de origen atanquero y el consumo de drogas como la marihuana. Esto afectó la tranquilidad del barrio por las peleas y disparos, y así la alcaldía se vió obligada a cerrar el establecimiento hasta demolerlo. Más tarde se edificó el parque que está hoy, o sea ‘El Viajero’, en la alcaldía del doctor Miguel Gnecco, llamado así porque de allí llegaban y salían los carros de todos los pueblos y corregimientos del municipio de Valledupar.
Un nuevo alcalde, el doctor Miguel Meza Valera, de Los Venados, inició su arborización sembrando árboles nativos.
El barrio se extendió hacia el norte, y se construyó la iglesia de La Natividad. El progreso del barrio se fue dando en las diferentes administraciones, sobresaliendo la del doctor Rodolfo Campo Soto, quien arborizó la ciudad con árboles frutales y ornamentales. ÉL vivió en Novalito.
Otro alcalde que vivía en Novalito y sobresalió fue el doctor Aníbal Martínez Zuleta con la pavimentación de la carrera 4, hasta llegar al balneario Hurtado, sembrando a lado y lado árboles de mamón.
Entre otros personajes que vivieron en el barrio, mucho después de ser fundado, fueron el doctor Alfonso Araujo Cotes, quien llevó el agua y calmó la sed del departamento, y don José Guillermo Castro quien llevó la luz iluminando al departamento.
POR RUTH ARIZA COTES/ESPECIAL PARA EL PILÓN
Fue famosa la ‘Casa del Millón’, de Mario Serrano, que era muy visitada.
Al joven Manuelito (Lito) con frecuencia le solicitaban el que en su carro de mula les trajeran una leña, o unas gallinas o cualquier otro producto de esa pequeña granja de Nacho; pero como la trocha que iba hasta allá era muy pedregosa, con muchos charcos y barro en invierno, él siempre les contestaba: “allá no va Lito, porque ¿quién me paga mi carroemula cuando se dañe”? Una y otra vez, la respuesta era la misma: “ALLÁ NO VA LITO”. De tanto repetir esta negativa la gente decía: ”vé, tráeme en tu burro una carga de leña de allá a donde no va Lito ; otro decía: ‘’vé tráeme tres gallinas de allá a donde no va Lito, y se volvió así muy familiar el nombre de este lugar a donde no iba Lito por nada del mundo.
Con el tiempo por aquello de que nuestro aparato fonoarticulador trata de unir o acortar las palabras por hacer menos esfuerzo, el lugar quedó bautizado con una sola palabra: de no va Lito a NOVALITO. Lo anterior sucedió con Valle de Upar, que lo convertimos en Valledupar, y con el caso de purrú-tu-tu, que convertimos en el apodo de la Purrututú.
En el presente escrito aparece la fotografía de Manuelito (Lito) asistiendo al entierro del señor Eriberto Miranda en el año de 1.957, cuando tenía un año de fundado el barrio Novalito.
En el año de 1955 Nacho expresaba que tenía 30 años de estar cultivando y atendiendo esta rosita o finquita, o sea desde el año 1925 aproximadamente.
Me contó el señor Elfido Giménez, quien es de El Molino y quien cuenta con 98 años, totalmente lúcido, hijo del señor Felícito Giménez Guerra (acordeonero), que su abuelo el señor Blas Guerra (villanuevero), casado primero con Modesta Jiménez y después con Petronila Pantoja, ambos de Villa Nueva, fueron los primeros dueños de lo que hoy es el parque Novalito, teniendo como ayudantes a ‘Nacho’ para la siembra y a Esperanza para la cocina y el lavado de la ropa en ‘El Cañito’. Él contó que el señor Blas inició sus cultivos en este lugar en el Año de 1920, y que además era acordeonero como su hijo Felícito, y como ‘Nacho’; me contó también que después de varios años le ofrecieron un trabajo al señor Blas en el pueblo de Algarrobo, y por ello le tocó ausentarse dejando sola a su esposa Petronila, quien era ya bastante mayor, pero que al verse sola convivió con ‘Nacho’, siendo mayor que él.
Después que muere Petronila, ‘Nacho’ se une con Esperanza. ‘Nacho’ vivió hasta los 90 años, y murió primero que Esperanza en el año 1958, ya estando ciego.
El primer nombre que el señor Blas le puso a este lugar fue La Florida; pero da la gran casualidad que en Villanueva pasa una acequia llamada también Novalito, y es muy posible que siendo el señor Blas Villanuevero le hubiera puesto el nombre de Novalito a esta finquita, por su parecido con la de Villanueva.
Me cuenta el señor Elfido que el chiquero de los chivos estaba en la mitad de lo que hoy es el parque, y que los cultivos más que todo estaban en lo que hoy es la escuela Roig y Villalba, y que había frutas como patilla, papaya, piñas, guineo filo y sentao, árboles de totumo, jamanares, mamón, guayacanes, cañaguates, arbustos de cerezas, maíz, yuca, guandul, ají, y tomate.
Esta finquita estaba rodeada de puro monte unido a una trocha que partía de la ciudad por la carrera 5, donde vivía ‘Monche’, (El loco Ramón González) hermano de Rafael Palacio (zapatero) y Eusebio Palacio, (Chevo).
A ‘Monche’, ‘el loco’, le metían las piernas en un cepo para inmovilizarlo, cuando se ponía muy agresivo, pues en esa época no había psiquiatras, ni drogas para tratar a los enfermos mentales en esta ciudad. El único médico clínico que había era el doctor Ciro Pupo Martínez, primer egresado de la Universidad Nacional.
José Acosta, hermano de Lolita Acosta, tenía una bicicleta que se la había puesto el niño Dios; todos los muchachos del barrio habíamos aprendido a manejarla, así como montábamos todos en la burra de ‘Nacho’, motivo por el cual don Dámaso Lora se le ocurrió ponerle como nombre a la bicicleta “La burra de Nacho”. En una ocasión estaban desayunando los familiares de Lolita Acosta, y los muchachos de barrio le gritaron a José desde la puerta: “José, préstanos la burra de Nacho”! a lo que él respondió: “sáquenla del cuarto” Al oír esto, la mamá de Lolita (Sarita Maestre) expresó: “cómo se les ocurre meter una burra en un cuarto, es que acaso mi casa es un potrero. Saquen ese animal de mi casa, sinvergüenzas”
Cuando le explicamos a doña Sara que la bicicleta tenía el mismo nombre de la burra, ella soltó la carcajada junto con los que la acompañaban.
Había mucha presencia de las culebras al interior de las casas ya que estas no se resignaban a perder su antiguo hábitat. Esto llenaba de terror al vecindario. Este era un sitio muy alejado de las casas del centro, algo así como los extramuros, ya que limitaba con el río y era un sitio remoto, aislado y rodeado de monte.
Nadie se imaginaba que llegaría a ser el mejor barrio de la ciudad. El barrio se comunicaba con el resto de la ciudad y con la naturaleza, a través del llamado bullanguero de las campanas de la iglesia de La Concepción y dialogaba con la naturaleza a través del mugido de las vacas, del secreteo del río, de las voces del viento, del sonar monótono de la lluvia, y de los ronquidos de los truenos
En las mañanas muy temprano, pasaban las lavanderas con sus poncheras en la cabeza, cantando por los caminos llenos de sombra buena y salpicados con las flores amarillas de los cañahuates. En el río cada lavandera tenía su manduco y sus piedras propias para lavar, que eran respetados por las otras compañeras; allí hervían la ropa en latas de aceite, y después asoleaban la ropa sobre las piedras. Lavaban la ropa con jabón de potasa fabricado por ellas mismas en calderos inmensos. Seguidamente la enjuagaban y tiraban al agua la mugre, pero también sus penas y preocupaciones. Al caer el sol regresaban contentas con la ropa limpia y también el alma.
Fue ella una de las primeras moradoras de lo que es hoy el parque, en el año 1957, y su casa quedó como vecina del ranchito de palma propiedad de ‘Nacho’. Y un poco más adelante, cruzando lo que hoy es la calle 12, quedaba la pequeña cocina de bahareque. Muy temprano ‘Sarita’ iba a saludar a ‘Nacho’ y a Esperanza, llevándoles un tabaco, y recibiendo una totumita de tinto de las manos de Esperanza.
Al iniciarse la construcción del parque y ubicar los columpios , hubo la necesidad de arrancar todos los cultivos y árboles que ‘Nacho’ había sembrado con tanto esfuerzo durante treinta años, quedando así sin tener cómo subsistir, apoderándose de él una gran tristeza y preocupación; fue por esto que ‘Sarita’ le propuso que limpiara todos los patios del vecindario, y los sembrara con cultivos de pancoger, para que así recibiera un pago, y que compartieran con él la mitad de la cosecha, para que pudiera subsistir.
‘Sarita’ en esa época era empleada en la sección de catastro y liquidación de impuesto predial de la alcaldía, donde todas las cuentas las ejecutaban manualmente por escrito, y mentalmente, sin el apoyo de las tecnologías que hoy existen.
Por todo lo anterior creo que ‘Sarita’ fue la fundadora más humanista del barrio.
El parque pequeño que es de forma triangular y que era llamado el parque Shanghai fue construido en 1970, siendo alcalde don Tomás Mejía Castro.
Corría el año de 1960 y le es adjudicada la casa a la doctora Sonia Campo, que estaba ubicada al terminar el barrio, sobre la carrera cuarta, frente al río y al corral de la finca del señor Alberto Gutiérrez, donde ordeñaban las vacas. Ellas eran su reloj despertador.
Doña Sonia fue cofundadora de la liga de la lucha contra la tuberculosis, complementando la labor de su esposo el doctor Esteban Cuello, quien era especialista en enfermedades pulmonares.
Diagonal a esta casa yo fundé el colegio Disneylandia, institución con una orientación psicoanalítica que duró doce años, la cual cerró sus puertas y gran parte de sus alumnos fundaron el colegio Bilingüe.
El barrio creció con la bonanza algodonera, pero al fracasar los cultivos, al barrio lo llamaron el barrio del “Tuvo”, o sea el barrio del que tuvo dinero.
Fue famosa la ‘Casa del Millón’, de Mario Serrano, que era muy visitada.
Para esa época el Club Valledupar ya existía. En el parque hoy llamado ‘El Viajero’, existía ‘El Mercadito’, donde vendían verduras, bastimento y toda clase de productos agropecuarios, pero con el tiempo el lugar se volvió peligroso por la venta del ron llamado chirrinche, de origen atanquero y el consumo de drogas como la marihuana. Esto afectó la tranquilidad del barrio por las peleas y disparos, y así la alcaldía se vió obligada a cerrar el establecimiento hasta demolerlo. Más tarde se edificó el parque que está hoy, o sea ‘El Viajero’, en la alcaldía del doctor Miguel Gnecco, llamado así porque de allí llegaban y salían los carros de todos los pueblos y corregimientos del municipio de Valledupar.
Un nuevo alcalde, el doctor Miguel Meza Valera, de Los Venados, inició su arborización sembrando árboles nativos.
El barrio se extendió hacia el norte, y se construyó la iglesia de La Natividad. El progreso del barrio se fue dando en las diferentes administraciones, sobresaliendo la del doctor Rodolfo Campo Soto, quien arborizó la ciudad con árboles frutales y ornamentales. ÉL vivió en Novalito.
Otro alcalde que vivía en Novalito y sobresalió fue el doctor Aníbal Martínez Zuleta con la pavimentación de la carrera 4, hasta llegar al balneario Hurtado, sembrando a lado y lado árboles de mamón.
Entre otros personajes que vivieron en el barrio, mucho después de ser fundado, fueron el doctor Alfonso Araujo Cotes, quien llevó el agua y calmó la sed del departamento, y don José Guillermo Castro quien llevó la luz iluminando al departamento.
POR RUTH ARIZA COTES/ESPECIAL PARA EL PILÓN