El presidente Gustavo Rojas Pinilla lo nombró como alcalde de Valledupar, en el año de 1955.
Este elegante hombre, alto y de ojos azules, cuya ascendencia se remonta a la cultura francesa, llegó en buena hora a esta cálida ciudad. Su físico corpulento contrastaba con la ternura de su alma: amaba a los niños, y vino a esta tierra para mejorar la calidad de vida de sus moradores.
Su abolengo y su aristocracia fueron el pensar en la educación y la recreación de los niños del barrio que fundaría, pero además pensando en la seguridad de sus padres, al lado de su carismática esposa, doña Elisa Castro Palmera, cofundadora de la Liga de Lucha Contra el Cáncer.
Corría el año de 1955 y estaba de presidente el general Gustavo Rojas Pinilla y lo nombra como alcalde de Valledupar, en el año de 1955. Su primera meta al llegar a este cargo, fue la de mejorar las condiciones de vida de sus empleados y de los obreros que trabajaban bajo su cargo. Fue así como hizo realizar un diagnóstico donde se reflejaba qué personas carecían de vivienda propia entre sus empleados.
Seguidamente elaboró un proyecto cuyo objetivo principal era dotar de vivienda propia a los que no la tenían. Esto ocurrió en el año de 1956, como se puede observar en la fotografía adjunta que dice a la letra: “casa para obreros-construye alcaldía municipal-junio 13 de 1956”
Posteriormente funda el barrio con el nombre de Novalito, adjudicando las primeras casas en el año de 1956.
Estas casas las mandó a construir pensando en la dignidad del ser humano: con tres amplios aposentos y un patio muy grande donde se podía sembrar y celebrar una parranda, casi como una mini finca; acordémonos que la parranda es la cuna del vallenato, lugar donde se construye el tejido social.
Se acordó entonces del aspecto educativo y ordenó la construcción de la escuela Vicente Roy y Villalba, en honor a nuestro obispo y para darle felicidad a los niños les hizo construir un parque lleno de columpios.
Estas casas no eran como las del barrio Chiriquí, donde la gente se asfixia del hacinamiento, mucho menos como las casas ‘modernas’ donde los arquitectos les suprimieron hasta el sardinel.
El precio de las casas era de $9.000 (nueve mil pesos), dando como cuota inicial $200 y $35 mensuales para amortiguar la deuda. El personero municipal Gabriel Arregocés (Garrego), era quien entregaba las adjudicaciones.
Las primeras casas en el marco del parque de Novalito se las adjudicaron a las siguientes personas en el año de 1956: a la señora Benilda Vergara, Roberto Orozco (inspector de policía), ‘Teresita’ Martínez, Hilda Gutiérrez, quien se la vende al doctor Nelson Malo, Rita Mindiola Acosta, Marina Urbina y Ena Fernández Mindiola, quien se la vende a Aida Gutiérrez.
En la segunda etapa del año 1957, se entregaron viviendas a Clara Carrillo, Atanasio Olmedo (tractorista del municipio), Sarita Maestre de Acosta, Dámaso Lora (tesorero) y Bedel Valle (cobrador de impuestos).
El señor Atanasio Olmedo le vende su casa al señor Efraín Lacouture y este a su vez se la vende a Catia Montero y al guitarrista Hugues Martínez. La casa que se le había asignado a Rita Mindiola, le fue cedida a Alcira Martínez Mindiola, su pariente, quien fue destituida siendo la única maestra del caserío de la Mina, por ser conservadora, por los lideres políticos liberales del pueblo, y se vino con su madre y un sobrinito de 4 años de edad.
Esto ocurrió en el año de 1957, cuando gobernaba el Partido Conservador, que tenía a su cargo una policía llamada Los Chulavitas, la cual había perseguido indolentemente a quienes eran liberales.
Los muchachos de esa época del vecindario eran José Manuel y Evaristo, hermanos de Lolita Acosta, Juan Bautista Martínez Maestre (El Turi) de 4 años, que fue, teniendo esa edad, el novio de Lolita Acosta, de 6 años, José Acosta Maestre (El Santo), ‘Chiche’ Castilla, Julito Barranco, ‘Chiche’ Acosta, y Vicente Villafañe (Chente), hijo del indio Duane.
POR RUTH ARIZA COTES/ ESPECIAL PARA EL PILÓN
El presidente Gustavo Rojas Pinilla lo nombró como alcalde de Valledupar, en el año de 1955.
Este elegante hombre, alto y de ojos azules, cuya ascendencia se remonta a la cultura francesa, llegó en buena hora a esta cálida ciudad. Su físico corpulento contrastaba con la ternura de su alma: amaba a los niños, y vino a esta tierra para mejorar la calidad de vida de sus moradores.
Su abolengo y su aristocracia fueron el pensar en la educación y la recreación de los niños del barrio que fundaría, pero además pensando en la seguridad de sus padres, al lado de su carismática esposa, doña Elisa Castro Palmera, cofundadora de la Liga de Lucha Contra el Cáncer.
Corría el año de 1955 y estaba de presidente el general Gustavo Rojas Pinilla y lo nombra como alcalde de Valledupar, en el año de 1955. Su primera meta al llegar a este cargo, fue la de mejorar las condiciones de vida de sus empleados y de los obreros que trabajaban bajo su cargo. Fue así como hizo realizar un diagnóstico donde se reflejaba qué personas carecían de vivienda propia entre sus empleados.
Seguidamente elaboró un proyecto cuyo objetivo principal era dotar de vivienda propia a los que no la tenían. Esto ocurrió en el año de 1956, como se puede observar en la fotografía adjunta que dice a la letra: “casa para obreros-construye alcaldía municipal-junio 13 de 1956”
Posteriormente funda el barrio con el nombre de Novalito, adjudicando las primeras casas en el año de 1956.
Estas casas las mandó a construir pensando en la dignidad del ser humano: con tres amplios aposentos y un patio muy grande donde se podía sembrar y celebrar una parranda, casi como una mini finca; acordémonos que la parranda es la cuna del vallenato, lugar donde se construye el tejido social.
Se acordó entonces del aspecto educativo y ordenó la construcción de la escuela Vicente Roy y Villalba, en honor a nuestro obispo y para darle felicidad a los niños les hizo construir un parque lleno de columpios.
Estas casas no eran como las del barrio Chiriquí, donde la gente se asfixia del hacinamiento, mucho menos como las casas ‘modernas’ donde los arquitectos les suprimieron hasta el sardinel.
El precio de las casas era de $9.000 (nueve mil pesos), dando como cuota inicial $200 y $35 mensuales para amortiguar la deuda. El personero municipal Gabriel Arregocés (Garrego), era quien entregaba las adjudicaciones.
Las primeras casas en el marco del parque de Novalito se las adjudicaron a las siguientes personas en el año de 1956: a la señora Benilda Vergara, Roberto Orozco (inspector de policía), ‘Teresita’ Martínez, Hilda Gutiérrez, quien se la vende al doctor Nelson Malo, Rita Mindiola Acosta, Marina Urbina y Ena Fernández Mindiola, quien se la vende a Aida Gutiérrez.
En la segunda etapa del año 1957, se entregaron viviendas a Clara Carrillo, Atanasio Olmedo (tractorista del municipio), Sarita Maestre de Acosta, Dámaso Lora (tesorero) y Bedel Valle (cobrador de impuestos).
El señor Atanasio Olmedo le vende su casa al señor Efraín Lacouture y este a su vez se la vende a Catia Montero y al guitarrista Hugues Martínez. La casa que se le había asignado a Rita Mindiola, le fue cedida a Alcira Martínez Mindiola, su pariente, quien fue destituida siendo la única maestra del caserío de la Mina, por ser conservadora, por los lideres políticos liberales del pueblo, y se vino con su madre y un sobrinito de 4 años de edad.
Esto ocurrió en el año de 1957, cuando gobernaba el Partido Conservador, que tenía a su cargo una policía llamada Los Chulavitas, la cual había perseguido indolentemente a quienes eran liberales.
Los muchachos de esa época del vecindario eran José Manuel y Evaristo, hermanos de Lolita Acosta, Juan Bautista Martínez Maestre (El Turi) de 4 años, que fue, teniendo esa edad, el novio de Lolita Acosta, de 6 años, José Acosta Maestre (El Santo), ‘Chiche’ Castilla, Julito Barranco, ‘Chiche’ Acosta, y Vicente Villafañe (Chente), hijo del indio Duane.
POR RUTH ARIZA COTES/ ESPECIAL PARA EL PILÓN