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Crónica - 7 enero, 2023

En La Paz, Leonel Mejía dejó de dirigir los cortejos fúnebres

En tiempos recientes, Leonel dejó de realizar una actividad mediante la cual se ha dado a conocer en el pueblo de La Paz: dirigir el protocolo de entrada y salida de los difuntos.

Leonel Mejía en la puerta de su casa en La Paz, Cesar. FOTO: ALEXANDER GUTIÉRREZ.
Leonel Mejía en la puerta de su casa en La Paz, Cesar. FOTO: ALEXANDER GUTIÉRREZ.
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ALEXANDER GUTIÉRREZ/ EL PILÓN

Leonel Mejía se confiesa ateo. Afirma que, fuera de su padre y su madre, no hay dioses. Que nadie nace que no sea engendrado. Que a ese señor no lo conoce nadie.

Se da un aire de viejo sabio, discreto y con conocimientos ancestrales. Su discurso es definitivo, como si vivir 94 años fuera suficiente para sacar conclusiones sobre los misterios de la existencia. Sin rodeos, afirma no creer en el dios judeocristiano y su repertorio personal de refranes le acompaña, como una de las pocas cosas a las que se aferra.

–Yo conozco el mundo, lo tengo analizado de todas las formas. ¿Tú crees que el mundo se acaba? El mundo se acaba es para el que se muere, sépalo –dice tajantemente. 

Con todo y ateísmo, Leonel se casó en dos ocasiones –por la iglesia católica- con su esposa Teresa Vidal. Al ser consultado por ello, dijo simplemente que lo hizo por seguir la tradición.

–Soy casado dos veces con ella, nos enamoramos de primera vista, para siempre. No he tocado otra mujer más en la vida y ella sigue enamorada de mí –continúa.

En tiempos recientes, Leonel dejó de realizar una actividad mediante la cual se ha dado a conocer en el pueblo de La Paz: dirigir el protocolo de entrada y salida de los difuntos, en el lugar de velación, en la iglesia y, finalmente, el ingreso a la bóveda funeraria.

–Dirijo es cuando los van a enterrar. Cuando los van a sacar de la casa y de la iglesia, de donde tienen que salir de pie y dando el frente. Es así como digo, cosa al revés no resulta.

Hoy por hoy, en la tranquilidad de su amplia vivienda y bordeando el siglo de vida, Leonel ocupa sus horas fabricando bastones y diversos elementos de madera que, por sus formas y usos, no pasan inadvertidos a la curiosidad.

–Hago bastones. Es una rareza que me compren uno. Tengo como doscientos ahí y nada.

Además, elabora ‘silenciadores’, una especie de mazos de madera que lleva consigo al salir de madrugada, por si cualquiera intenta robarlo. “Si me vienen a robar aquí está este pendejo”, declara envalentonado. 

–Y si viene con cuchillo es peor. Cuando venga a ver, ya tiene desmigajada la mano.

El puñal de madera es otra de sus elaboraciones exóticas. Lo esgrime, dice que también es para su defensa personal. Lo asegura en su pretina y luego estrecha la mano al visitante, diciendo: “Que mi felicidad te atropelle dondequiera que vayas”. 

Crónica
7 enero, 2023

En La Paz, Leonel Mejía dejó de dirigir los cortejos fúnebres

En tiempos recientes, Leonel dejó de realizar una actividad mediante la cual se ha dado a conocer en el pueblo de La Paz: dirigir el protocolo de entrada y salida de los difuntos.


Leonel Mejía en la puerta de su casa en La Paz, Cesar. FOTO: ALEXANDER GUTIÉRREZ.
Leonel Mejía en la puerta de su casa en La Paz, Cesar. FOTO: ALEXANDER GUTIÉRREZ.
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ALEXANDER GUTIÉRREZ/ EL PILÓN

Leonel Mejía se confiesa ateo. Afirma que, fuera de su padre y su madre, no hay dioses. Que nadie nace que no sea engendrado. Que a ese señor no lo conoce nadie.

Se da un aire de viejo sabio, discreto y con conocimientos ancestrales. Su discurso es definitivo, como si vivir 94 años fuera suficiente para sacar conclusiones sobre los misterios de la existencia. Sin rodeos, afirma no creer en el dios judeocristiano y su repertorio personal de refranes le acompaña, como una de las pocas cosas a las que se aferra.

–Yo conozco el mundo, lo tengo analizado de todas las formas. ¿Tú crees que el mundo se acaba? El mundo se acaba es para el que se muere, sépalo –dice tajantemente. 

Con todo y ateísmo, Leonel se casó en dos ocasiones –por la iglesia católica- con su esposa Teresa Vidal. Al ser consultado por ello, dijo simplemente que lo hizo por seguir la tradición.

–Soy casado dos veces con ella, nos enamoramos de primera vista, para siempre. No he tocado otra mujer más en la vida y ella sigue enamorada de mí –continúa.

En tiempos recientes, Leonel dejó de realizar una actividad mediante la cual se ha dado a conocer en el pueblo de La Paz: dirigir el protocolo de entrada y salida de los difuntos, en el lugar de velación, en la iglesia y, finalmente, el ingreso a la bóveda funeraria.

–Dirijo es cuando los van a enterrar. Cuando los van a sacar de la casa y de la iglesia, de donde tienen que salir de pie y dando el frente. Es así como digo, cosa al revés no resulta.

Hoy por hoy, en la tranquilidad de su amplia vivienda y bordeando el siglo de vida, Leonel ocupa sus horas fabricando bastones y diversos elementos de madera que, por sus formas y usos, no pasan inadvertidos a la curiosidad.

–Hago bastones. Es una rareza que me compren uno. Tengo como doscientos ahí y nada.

Además, elabora ‘silenciadores’, una especie de mazos de madera que lleva consigo al salir de madrugada, por si cualquiera intenta robarlo. “Si me vienen a robar aquí está este pendejo”, declara envalentonado. 

–Y si viene con cuchillo es peor. Cuando venga a ver, ya tiene desmigajada la mano.

El puñal de madera es otra de sus elaboraciones exóticas. Lo esgrime, dice que también es para su defensa personal. Lo asegura en su pretina y luego estrecha la mano al visitante, diciendo: “Que mi felicidad te atropelle dondequiera que vayas”.