En la década de los 90 cuando el país sobrevivía al auge del conflicto armado, el comerciante Abel Justiniano Vega sin planearlo convirtió su negocio en el punto de encuentro obligado en Valledupar de los actores políticos, armados y artistas colombianos.
No era un hombre de fotografías con famosos. Su forma de ser tranquila y modesta no anhelaba explotar ese recurso con fines económicos. Sin embargo, sus ojos fueron testigos de encuentros casuales de políticos y de actores del conflicto armado que de manera cautiva visitaban su negocio: la heladería y pizzería ‘Los Corales’, ubicada en el centro de Valledupar.
En el local, el comerciante Abel Justiniano Vega Vega o ‘Abelito’ como cariñosamente le decían, conoció decenas de generaciones casi a la par de las que reconoció la sede de la Registraduría de la ciudad localizada, precisamente, en frente de la pequeña heladería.
El hombre, nacido en San Juan del Cesar, La Guajira, de 86 años, vio crecer a algunos miembros de las familias más tradicionales como los Castro, los Pupos, Pavajeau, entre otros.
“No se metió en problemas a pesar que en la heladería llegaban miembros de la izquierda y derecha, los opuestos del conflicto armado como Simón Trinidad y Jorge 40, pero él normal”, afirmó el periodista Enrique Camargo, yerno del comerciante.
Aunque ‘Abelito’ tenía un horario establecido para la atención al público, el servicio a veces lo extendía por apreciados clientes, tal como lo era el fallecido cantante Jorge Oñate.
Pero lo que si no toleraba Abel Vega en la heladería eran las demostraciones excesivas de afecto entre parejas de enamorados debido a su arraigada educación conservadora.
“Mandaba a la esposa a levantarlos (a las parejas) porque decía que eso no era un ‘motel’, era un hombre serio. Algunos pensaban que era ella la de la decisión (la esposa), pero era él”, agregó Camargo.
Así transcurrió su vida en compañía de su amor eterno, María Elisa Daza, con quien sacó adelante seis hijos, cinco mujeres y un varón, que es el médico patólogo Enrique Alfredo Vega Daza.
La pareja adoptó la heladería fundada por las hermanas Gutiérrez desde hace aproximadamente 50 años.
“Ellos se desvivían por atender a los vallenatos, ganaran o no económicamente, les interesaba tener a la gente contenta con lo que pedían. Ahí llegaron generaciones de abuelos, hijos, papás y hasta viejitos que decían que esa era la primera heladería de Valledupar”, recordó Abel Darío Díaz, nieto de ‘Abelito’.
Para llegar hasta ahí, Vega primero pasó por diversos oficios con los que sacó adelante a la familia. Por ejemplo, cuando apenas tenía 18 años aprendió de manera empírica a ser maestro de construcción.
Con ese oficio trabajó en San Juan del Cesar en la época de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, un militar, ingeniero civil y político que fue presidente de Colombia entre el periodo 1953 -1957.
Después decidió instalarse en Valledupar en una vivienda localizada en la calle 14 con 12 donde montó una tienda atendida por su esposa, mientras él laboraba en la construcción.
“Luego con ayuda de los amigos constructores hizo una casa en toda la avenida Simón Bolívar donde hoy es la Clínica Santa Isabel. Cuando Mary trabajaba como enfermera, su profesión base, le encargaron Los Corales, y al terminar él los contratos que tenía se fue al negocio a ayudar a la esposa”, puntualizó Camargo.
Al inicio ‘Abelito’ tuvo dificultades con los helados que vendían por problemas de energía, por lo que se vio forzado a crear una crema de helado artesanal, un producto que enamoró a propios y extranjeros.
“Él creó una fórmula que es única y que manejan sus allegados. Creó ese exquisito helado que para mí es el primer helado orgánico del Caribe colombiano: el de vainilla que es la bandera con toque de piña que preparaba él mismo; de frutas, zapote, mango, níspero, mandarina, se los ideó y fue un éxito en Los Corales”, puntualizó Camargo.
Pero ahora la fórmula quedó atesorada entre la memoria de los seres queridos, mientras que Vega partió a un camino sin regreso por achaques propios de la edad. El deceso se presentó después de permanecer por más de 20 días en una Unidad de Cuidados Intensivos, UCI, de la Clínica Valledupar.
Una de las últimas personas que lo vieron con vida fue su esposa María Elisa Daza a quien Vega con premura mandó a llamar.
Por Marllelys Salinas / EL PILÓN
En la década de los 90 cuando el país sobrevivía al auge del conflicto armado, el comerciante Abel Justiniano Vega sin planearlo convirtió su negocio en el punto de encuentro obligado en Valledupar de los actores políticos, armados y artistas colombianos.
No era un hombre de fotografías con famosos. Su forma de ser tranquila y modesta no anhelaba explotar ese recurso con fines económicos. Sin embargo, sus ojos fueron testigos de encuentros casuales de políticos y de actores del conflicto armado que de manera cautiva visitaban su negocio: la heladería y pizzería ‘Los Corales’, ubicada en el centro de Valledupar.
En el local, el comerciante Abel Justiniano Vega Vega o ‘Abelito’ como cariñosamente le decían, conoció decenas de generaciones casi a la par de las que reconoció la sede de la Registraduría de la ciudad localizada, precisamente, en frente de la pequeña heladería.
El hombre, nacido en San Juan del Cesar, La Guajira, de 86 años, vio crecer a algunos miembros de las familias más tradicionales como los Castro, los Pupos, Pavajeau, entre otros.
“No se metió en problemas a pesar que en la heladería llegaban miembros de la izquierda y derecha, los opuestos del conflicto armado como Simón Trinidad y Jorge 40, pero él normal”, afirmó el periodista Enrique Camargo, yerno del comerciante.
Aunque ‘Abelito’ tenía un horario establecido para la atención al público, el servicio a veces lo extendía por apreciados clientes, tal como lo era el fallecido cantante Jorge Oñate.
Pero lo que si no toleraba Abel Vega en la heladería eran las demostraciones excesivas de afecto entre parejas de enamorados debido a su arraigada educación conservadora.
“Mandaba a la esposa a levantarlos (a las parejas) porque decía que eso no era un ‘motel’, era un hombre serio. Algunos pensaban que era ella la de la decisión (la esposa), pero era él”, agregó Camargo.
Así transcurrió su vida en compañía de su amor eterno, María Elisa Daza, con quien sacó adelante seis hijos, cinco mujeres y un varón, que es el médico patólogo Enrique Alfredo Vega Daza.
La pareja adoptó la heladería fundada por las hermanas Gutiérrez desde hace aproximadamente 50 años.
“Ellos se desvivían por atender a los vallenatos, ganaran o no económicamente, les interesaba tener a la gente contenta con lo que pedían. Ahí llegaron generaciones de abuelos, hijos, papás y hasta viejitos que decían que esa era la primera heladería de Valledupar”, recordó Abel Darío Díaz, nieto de ‘Abelito’.
Para llegar hasta ahí, Vega primero pasó por diversos oficios con los que sacó adelante a la familia. Por ejemplo, cuando apenas tenía 18 años aprendió de manera empírica a ser maestro de construcción.
Con ese oficio trabajó en San Juan del Cesar en la época de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, un militar, ingeniero civil y político que fue presidente de Colombia entre el periodo 1953 -1957.
Después decidió instalarse en Valledupar en una vivienda localizada en la calle 14 con 12 donde montó una tienda atendida por su esposa, mientras él laboraba en la construcción.
“Luego con ayuda de los amigos constructores hizo una casa en toda la avenida Simón Bolívar donde hoy es la Clínica Santa Isabel. Cuando Mary trabajaba como enfermera, su profesión base, le encargaron Los Corales, y al terminar él los contratos que tenía se fue al negocio a ayudar a la esposa”, puntualizó Camargo.
Al inicio ‘Abelito’ tuvo dificultades con los helados que vendían por problemas de energía, por lo que se vio forzado a crear una crema de helado artesanal, un producto que enamoró a propios y extranjeros.
“Él creó una fórmula que es única y que manejan sus allegados. Creó ese exquisito helado que para mí es el primer helado orgánico del Caribe colombiano: el de vainilla que es la bandera con toque de piña que preparaba él mismo; de frutas, zapote, mango, níspero, mandarina, se los ideó y fue un éxito en Los Corales”, puntualizó Camargo.
Pero ahora la fórmula quedó atesorada entre la memoria de los seres queridos, mientras que Vega partió a un camino sin regreso por achaques propios de la edad. El deceso se presentó después de permanecer por más de 20 días en una Unidad de Cuidados Intensivos, UCI, de la Clínica Valledupar.
Una de las últimas personas que lo vieron con vida fue su esposa María Elisa Daza a quien Vega con premura mandó a llamar.
Por Marllelys Salinas / EL PILÓN