Es filósofo, docente, compositor e investigador de música vallenata. Ha escrito libros y artículos sobre este género musical.
Simón lee al filósofo Nietzche y escucha al músico vallenato ‘Juancho’ Polo Valencia. Dos autores que no tiene ninguna relación. O aparentemente no. También cita la canción ‘Alicia Adorada’ “cuando ya el alma se acaba / se retira de este mundo / y en ese sueño profundo / la vida se vuelve nada”.
Dice que el nihilismo de Nietzche está inmerso en ese verso de ‘Juancho’ Polo. Y no lo dice de la nada. Simón estudió Licenciatura en Filosofía en la Universidad San Buenaventura en Bogotá. Su trabajo de grado fue asesorado por Manuel Zapata Olivella y lo llamó «Expresiones filosóficas de la música vallenata».
Analizó la metafísica en Juancho Polo, el amor en Gustavo Gutiérrez, el hedonismo en Enrique Díaz y otros temas de la existencia inmersos en la composición vallenata. Luego hizo una maestría en Filosofía y Letras en La Salle de Bogotá y se fue a Brasil a cursar un doctorado en Filosofía.
Nació en Rincón Hondo, en 1949, un año después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Un pueblo a estribos de la Serranía del Perijá habitado por cerca de dos mil personas. Un sitio tranquilo, a pesar de la violencia política de la época en el país. Un corregimiento del municipio de Chiriguaná, que hasta ese momento no era parte del departamento del Cesar, sino del extinto Magdalena Grande.
LOS DOS MUNDOS DE SIMÓN
Su amor por la filosofía viene de una frustración. Los libros que leía en el colegio religioso en Bogotá estaban escritos en latín. Esa era la única materia que perdía porque él había estudiado en colegios laicos. Así que se enfrascó en aprender el idioma. Le gustó tanto que entró a estudiar filosofía. Así se inició en el mundo de las ideas.
El otro mundo era sensible. Ese ya lo conocía desde pequeño cuando al lado de su casa tocaban música vallenata. Ahí vivía un comerciante llamado Juan Camargo, quien trajo los primeros acordeones al pueblo y también los interpretaba. En esa casa llegaban músicos vallenato a parrandear.
─ Por unos ventanales enormes, que llegaban a casi cuarenta centímetros del piso, nosotros los pelaos nos asomábamos a las parrandas. Llegaban juglares como Náfer y Luis Felipe Durán, Abel Antonio Villa, ‘Samuelito’ Martínez (su primo), asegura Simón.
Esos encuentros musicales marcaron su niñez y su relación con el vallenato. Cuando viajó a Cartagena, a continuar su educación, le fue complicado escuchar esta música porque todavía no sonaba en la radio. Pero en Santa Marta, sí. Se hizo amigos de unos samarios y todas las tardes sintonizaban la música en vivo que sonaba en los radioteatros de las emisoras La Voz del Magdalena y en Las Ondas del Caribe.
Su hermano mayor terminó el bachillerato y se fue a estudiar a Bogotá. Detrás se fue Simón. Terminó el bachillerato y luego estudió filosofía. No dejó de lado el vallenato; por el contrario, se encariñó más. Conoció a Carlos Melo Salazar, el pionero de la difusión del vallenato de la radio en Bogotá, quien tenía un programa llamado «Concierto vallenato» en la Radio Juventud.
─ Parrandeábamos en la casa de los Bazanta, que eran los papás de ‘Totó la Momposina’, donde se bajaban los músicos como Abel Antonio Villa, ‘Alejo’ Durán y Luis Enrique Martínez. Ellos no solo iban a la emisora, sino también a esa casa parrandear, cuenta Simón.
UN MENSAJE DE AMOR
Simón componía canciones de otros géneros, como balada. Hasta que la influencia de la música vallenata lo llevó a investigar y escribir canciones en este género. Dice que hoy tiene más de cien escritas. La primera canción se la grabó Calixto Ochoa, llamada ‘Mensaje de amor’.
No fue un mensaje que le mandó a Calixto para que se la grabara, más bien fue producto del azar. Simón estaba en su tierra, Rincón Hondo, disfrutando de un festival con sus amigos al calor de unos tragos de aguardiente. Un curioso se acercó.
─ ¿De quién es esa canción que acaban de cantar?, preguntó a los músicos.
─ Esa es mía, responde Simón.
─ ¡Nojoda! si ese es Calixto. Se sorprende un amigo.
Le brindaron un trago de aguardiente y se quedaron parrandeando un rato. Calixto pidió que le llevaran algunas canciones. Simón llevó tres y se fue a su casa a la espera. Al año siguiente fue a la disquera Discolombia en Valledupar y compró el último LP de Calixto. Cuando vio el nombre de la carátula decía “Mensaje de amor”. El álbum se llamaba igual que su canción.
EL HEDONISMO VALLENATO
El amor está presente en gran parte de la música vallenata de todas las generaciones. Simón resalta la lírica en Gustavo Gutiérrez y Santander Durán Escalona. Pero también resalta el paganismo en la canción ‘La caja negra’ grabada por Enrique Díaz.
─Cuando la canción dice “el hombre que trabaja y bebe déjenlo gozar la vida”, eso es una concepción hedonista porque ellos dicen que el placer es uno de los medios que le sirve al hombre para realizarse, afirma Simón.
Ese paganismo también está presente en la actualidad de la música vallenata.
─La letra de la canción no dice nada y cuando dice viola los cánones del vallenato clásico. Cuando agarras ‘Materialista, interesada’, ‘Mamá dónde está maría, moviendo la batea’ o ‘Yo sigo siendo el papá’ y la ubicas frente a ‘Mujer marchita’, ‘Paisaje de sol’, ‘Voces de acordeones’ o cualquier clásico, no hay nada qué hacer. Una canción de la nueva ola difícilmente pasará a la historia, asevera Simón.
Fue homenajeado en 2018 por el Festival Pedazo de Acordeón, que se realiza en El Paso, Cesar. Él propuso que se incluyeran los cuatro aires del acordeón en los concursos de Pedazo de Acordeón. Simón también dice que le han hecho reconocimientos en otros pueblos, menos en Rincón Hondo, donde él nació. En el fondo, también quiere ser “profeta en su tierra”. (*De la Fundación Color de Colombia).
POR ALBERTO GONZÁLEZ MARTÍNEZ/ESPECIAL PARA EL PILÓN
Es filósofo, docente, compositor e investigador de música vallenata. Ha escrito libros y artículos sobre este género musical.
Simón lee al filósofo Nietzche y escucha al músico vallenato ‘Juancho’ Polo Valencia. Dos autores que no tiene ninguna relación. O aparentemente no. También cita la canción ‘Alicia Adorada’ “cuando ya el alma se acaba / se retira de este mundo / y en ese sueño profundo / la vida se vuelve nada”.
Dice que el nihilismo de Nietzche está inmerso en ese verso de ‘Juancho’ Polo. Y no lo dice de la nada. Simón estudió Licenciatura en Filosofía en la Universidad San Buenaventura en Bogotá. Su trabajo de grado fue asesorado por Manuel Zapata Olivella y lo llamó «Expresiones filosóficas de la música vallenata».
Analizó la metafísica en Juancho Polo, el amor en Gustavo Gutiérrez, el hedonismo en Enrique Díaz y otros temas de la existencia inmersos en la composición vallenata. Luego hizo una maestría en Filosofía y Letras en La Salle de Bogotá y se fue a Brasil a cursar un doctorado en Filosofía.
Nació en Rincón Hondo, en 1949, un año después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Un pueblo a estribos de la Serranía del Perijá habitado por cerca de dos mil personas. Un sitio tranquilo, a pesar de la violencia política de la época en el país. Un corregimiento del municipio de Chiriguaná, que hasta ese momento no era parte del departamento del Cesar, sino del extinto Magdalena Grande.
LOS DOS MUNDOS DE SIMÓN
Su amor por la filosofía viene de una frustración. Los libros que leía en el colegio religioso en Bogotá estaban escritos en latín. Esa era la única materia que perdía porque él había estudiado en colegios laicos. Así que se enfrascó en aprender el idioma. Le gustó tanto que entró a estudiar filosofía. Así se inició en el mundo de las ideas.
El otro mundo era sensible. Ese ya lo conocía desde pequeño cuando al lado de su casa tocaban música vallenata. Ahí vivía un comerciante llamado Juan Camargo, quien trajo los primeros acordeones al pueblo y también los interpretaba. En esa casa llegaban músicos vallenato a parrandear.
─ Por unos ventanales enormes, que llegaban a casi cuarenta centímetros del piso, nosotros los pelaos nos asomábamos a las parrandas. Llegaban juglares como Náfer y Luis Felipe Durán, Abel Antonio Villa, ‘Samuelito’ Martínez (su primo), asegura Simón.
Esos encuentros musicales marcaron su niñez y su relación con el vallenato. Cuando viajó a Cartagena, a continuar su educación, le fue complicado escuchar esta música porque todavía no sonaba en la radio. Pero en Santa Marta, sí. Se hizo amigos de unos samarios y todas las tardes sintonizaban la música en vivo que sonaba en los radioteatros de las emisoras La Voz del Magdalena y en Las Ondas del Caribe.
Su hermano mayor terminó el bachillerato y se fue a estudiar a Bogotá. Detrás se fue Simón. Terminó el bachillerato y luego estudió filosofía. No dejó de lado el vallenato; por el contrario, se encariñó más. Conoció a Carlos Melo Salazar, el pionero de la difusión del vallenato de la radio en Bogotá, quien tenía un programa llamado «Concierto vallenato» en la Radio Juventud.
─ Parrandeábamos en la casa de los Bazanta, que eran los papás de ‘Totó la Momposina’, donde se bajaban los músicos como Abel Antonio Villa, ‘Alejo’ Durán y Luis Enrique Martínez. Ellos no solo iban a la emisora, sino también a esa casa parrandear, cuenta Simón.
UN MENSAJE DE AMOR
Simón componía canciones de otros géneros, como balada. Hasta que la influencia de la música vallenata lo llevó a investigar y escribir canciones en este género. Dice que hoy tiene más de cien escritas. La primera canción se la grabó Calixto Ochoa, llamada ‘Mensaje de amor’.
No fue un mensaje que le mandó a Calixto para que se la grabara, más bien fue producto del azar. Simón estaba en su tierra, Rincón Hondo, disfrutando de un festival con sus amigos al calor de unos tragos de aguardiente. Un curioso se acercó.
─ ¿De quién es esa canción que acaban de cantar?, preguntó a los músicos.
─ Esa es mía, responde Simón.
─ ¡Nojoda! si ese es Calixto. Se sorprende un amigo.
Le brindaron un trago de aguardiente y se quedaron parrandeando un rato. Calixto pidió que le llevaran algunas canciones. Simón llevó tres y se fue a su casa a la espera. Al año siguiente fue a la disquera Discolombia en Valledupar y compró el último LP de Calixto. Cuando vio el nombre de la carátula decía “Mensaje de amor”. El álbum se llamaba igual que su canción.
EL HEDONISMO VALLENATO
El amor está presente en gran parte de la música vallenata de todas las generaciones. Simón resalta la lírica en Gustavo Gutiérrez y Santander Durán Escalona. Pero también resalta el paganismo en la canción ‘La caja negra’ grabada por Enrique Díaz.
─Cuando la canción dice “el hombre que trabaja y bebe déjenlo gozar la vida”, eso es una concepción hedonista porque ellos dicen que el placer es uno de los medios que le sirve al hombre para realizarse, afirma Simón.
Ese paganismo también está presente en la actualidad de la música vallenata.
─La letra de la canción no dice nada y cuando dice viola los cánones del vallenato clásico. Cuando agarras ‘Materialista, interesada’, ‘Mamá dónde está maría, moviendo la batea’ o ‘Yo sigo siendo el papá’ y la ubicas frente a ‘Mujer marchita’, ‘Paisaje de sol’, ‘Voces de acordeones’ o cualquier clásico, no hay nada qué hacer. Una canción de la nueva ola difícilmente pasará a la historia, asevera Simón.
Fue homenajeado en 2018 por el Festival Pedazo de Acordeón, que se realiza en El Paso, Cesar. Él propuso que se incluyeran los cuatro aires del acordeón en los concursos de Pedazo de Acordeón. Simón también dice que le han hecho reconocimientos en otros pueblos, menos en Rincón Hondo, donde él nació. En el fondo, también quiere ser “profeta en su tierra”. (*De la Fundación Color de Colombia).
POR ALBERTO GONZÁLEZ MARTÍNEZ/ESPECIAL PARA EL PILÓN