Gustavo Gutiérrez, con su amabilidad característica, aceptó hablar, no sin antes recordar que en aquellos días la tristeza era mayor que su estatura y la incertidumbre traspasaba las barreras de su cuerpo.
‘El Flaco de Oro’, el mismo que se la pasaba caminando por los caminos agreste de Patillal, ese que no le tenía miedo a la distancia, así encontrara el olvido, una tarde no aquella de sus recuerdos donde entregó el corazón, le tocó salir corriendo para una clínica. Tenía grave dificultad para respirar y una tos persistente.
Al llegar en ese estado donde la quietud era obligatoria, las nostalgias y los recuerdos con mucha más razón se detuvieron en el tiempo. Las notas lastimosas al tener el alma herida se hacían presentes y no tuvo más remedio que llorar, como lo relata en su canción: “Lloraré, cual los hombres que sinceros son”.
Después de estar 12 días recluido en el centro asistencial víctima del covid-19 con la vida dándole vueltas, se pudo recuperar lentamente y regresar a su casa. Lo primero que hizo fue darle gracias a Dios, a su familia, al cuerpo médico y a todos los que lo acompañaron con sus oraciones y voces de aliento.
Gustavo Gutiérrez, con su amabilidad característica, aceptó hablar, no sin antes recordar que en aquellos días la tristeza era mayor que su estatura y la incertidumbre traspasaba las barreras de su cuerpo.
“Tengo 82 años y Dios me dio una nueva oportunidad. Gracias a todos. Eso fue difícil estando boca abajo, que era un martirio, porque tenía dificultades para respirar y me acompañaba una máscara de no reinhalación. En ese estado me resignaba y llegaba el arrepentimiento de cantar en distintos escenarios con motivo del pasado Festival Vallenato, después de estar dos años encerrado en la casa. Esa fue mi decisión y soy el responsable”.
Continuó con su reflexión: “Fueron cuatro presentaciones que hice y al bajar de la tarima se tomaban fotos conmigo y me decían que se habían vacunado. Uno se confiaba quitándose el tapabocas y después me tocó pagar las consecuencias. Esto es terrible, pero gracias a Dios regresé feliz teniendo una buena recuperación por la atención médica oportuna”.
Entonces hace la ‘Confidencia’ que nunca esperó. “Ya no vuelvo a cantar. Me retiro. Ya cumplí mi ciclo en el canto, así como lo hice con las composiciones. Lo digo con el más grande dolor en el alma. Quiero llevar una vida hogareña y de mucha tranquilidad”.
El compositor al que la inspiración nunca engañó porque tenía la virtud de buscar la mayor estrategia del pensamiento con la finalidad de darle la mayor forma a sus sentimientos, poder armar el crucigrama de la felicidad y envolver en una melodía la sensibilidad de la vida, contó su experiencia de manera pausada.
“Todos los días me encomendaba a Dios. Puedo decir que se reverdeció el amor a mis padres Evaristo Gutiérrez Araújo y Teotiste Cabello Pimienta y de mi amada familia. En ese silencio de la habitación me acordaba de muchas cosas, principalmente de las parrandas con ‘El trío Malanga’, ‘Colacho’ Mendoza, Rafael Escalona, Hernando Molina Céspedes, Carlos Espeleta, Hugues Martínez y Darío Pavajeau, entre otros”.
Es así como los recuerdos le hacían compañía en esas soledades de los eternos días donde las horas ni los segundos se contaban porque no era necesario.
En sus nuevas reflexiones se acordaba cuando cantaba al salir el sol, o de aquellas noches donde nacían sus alegrías y en el firmamento se fijaba un verso de esperanza en cada aliento. Además, desde su lecho de manera silenciosa seguía regalando sus canciones.
Los conceptos de Gustavo Gutiérrez los entregaba con la serenidad que dan los años. “No dejen de vacunarse porque el enemigo acecha y es mortal. No hay que descuidarse ni un instante. Además, la vacuna es gratuita”.
Ahora se la pasa platicando con su señora Yenis Armenta y su hijo Enrique, hilvanando recuerdos, escuchando música y viendo partidos de fútbol, su gran afición.
Regresando a aquel momento de angustia y tristeza explicó: “No había hablado con nadie sobre lo que pasé que fue terrible. Era como no saber en qué momento dejaba de respirar. Pude salir y eso me tiene contento, sin dejar de pedirle a Dios por todos los que sufren por este mal para que se puedan recuperar”.
Las revelaciones del poeta romántico que dejó el alma en sus canciones, donde muchas veces el amor le tropezó el corazón, eran certeras y con la naturalidad a flor de piel.
El hombre acostumbrado a recorrer caminos largos haciendo posible que en un verso rimara una flor, el que supo estar en trance unido a la melancolía ahora no se cansa de agradecer al Todopoderoso por darle más vida y volver a recordar aquel canto. “Atrás de tus ojos despierta el alma mía, atrás quedó la noche que yo quería olvidar”.
El cantautor Gustavo Gutiérrez Cabello, ‘El Flaco de Oro’, ahora vive agarrando con sus manos una pesada carga de nostalgias, develando versos untados de amores escondidos en el ayer, siendo testigo de cantos llenos de sentimientos y juntando las historias de su amado Valledupar, del que nunca ha querido partir.
El diálogo sincero y con el corazón en la mano quedó como constancia de su calidad humana, de los destellos del amor que lo fueron acostumbrando a encontrarse con las penas y conocerlas de frente. De igual manera, para tener la virtud de borrarlas como hace la lluvia con las huellas.
Maestro Gustavo Gutiérrez no deje de cantar porque sus canciones tienen la virtud de ahuyentar las tristezas y darle la vitamina a esos versos donde cualquier minuto de placer será sentido en realidad y pueda hacerse el milagro de llenar el alma de eternidad.
Más sencillo en sus propias palabras: “Nunca me arrepiento de lo que viví, queda la enseñanza si me equivoqué, lo mismo que para donde voy a ir, que voy a hacer mañana al reiniciar, con el conocimiento que aprendí, caminaré derecho hasta el final”…
Por: Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
Gustavo Gutiérrez, con su amabilidad característica, aceptó hablar, no sin antes recordar que en aquellos días la tristeza era mayor que su estatura y la incertidumbre traspasaba las barreras de su cuerpo.
‘El Flaco de Oro’, el mismo que se la pasaba caminando por los caminos agreste de Patillal, ese que no le tenía miedo a la distancia, así encontrara el olvido, una tarde no aquella de sus recuerdos donde entregó el corazón, le tocó salir corriendo para una clínica. Tenía grave dificultad para respirar y una tos persistente.
Al llegar en ese estado donde la quietud era obligatoria, las nostalgias y los recuerdos con mucha más razón se detuvieron en el tiempo. Las notas lastimosas al tener el alma herida se hacían presentes y no tuvo más remedio que llorar, como lo relata en su canción: “Lloraré, cual los hombres que sinceros son”.
Después de estar 12 días recluido en el centro asistencial víctima del covid-19 con la vida dándole vueltas, se pudo recuperar lentamente y regresar a su casa. Lo primero que hizo fue darle gracias a Dios, a su familia, al cuerpo médico y a todos los que lo acompañaron con sus oraciones y voces de aliento.
Gustavo Gutiérrez, con su amabilidad característica, aceptó hablar, no sin antes recordar que en aquellos días la tristeza era mayor que su estatura y la incertidumbre traspasaba las barreras de su cuerpo.
“Tengo 82 años y Dios me dio una nueva oportunidad. Gracias a todos. Eso fue difícil estando boca abajo, que era un martirio, porque tenía dificultades para respirar y me acompañaba una máscara de no reinhalación. En ese estado me resignaba y llegaba el arrepentimiento de cantar en distintos escenarios con motivo del pasado Festival Vallenato, después de estar dos años encerrado en la casa. Esa fue mi decisión y soy el responsable”.
Continuó con su reflexión: “Fueron cuatro presentaciones que hice y al bajar de la tarima se tomaban fotos conmigo y me decían que se habían vacunado. Uno se confiaba quitándose el tapabocas y después me tocó pagar las consecuencias. Esto es terrible, pero gracias a Dios regresé feliz teniendo una buena recuperación por la atención médica oportuna”.
Entonces hace la ‘Confidencia’ que nunca esperó. “Ya no vuelvo a cantar. Me retiro. Ya cumplí mi ciclo en el canto, así como lo hice con las composiciones. Lo digo con el más grande dolor en el alma. Quiero llevar una vida hogareña y de mucha tranquilidad”.
El compositor al que la inspiración nunca engañó porque tenía la virtud de buscar la mayor estrategia del pensamiento con la finalidad de darle la mayor forma a sus sentimientos, poder armar el crucigrama de la felicidad y envolver en una melodía la sensibilidad de la vida, contó su experiencia de manera pausada.
“Todos los días me encomendaba a Dios. Puedo decir que se reverdeció el amor a mis padres Evaristo Gutiérrez Araújo y Teotiste Cabello Pimienta y de mi amada familia. En ese silencio de la habitación me acordaba de muchas cosas, principalmente de las parrandas con ‘El trío Malanga’, ‘Colacho’ Mendoza, Rafael Escalona, Hernando Molina Céspedes, Carlos Espeleta, Hugues Martínez y Darío Pavajeau, entre otros”.
Es así como los recuerdos le hacían compañía en esas soledades de los eternos días donde las horas ni los segundos se contaban porque no era necesario.
En sus nuevas reflexiones se acordaba cuando cantaba al salir el sol, o de aquellas noches donde nacían sus alegrías y en el firmamento se fijaba un verso de esperanza en cada aliento. Además, desde su lecho de manera silenciosa seguía regalando sus canciones.
Los conceptos de Gustavo Gutiérrez los entregaba con la serenidad que dan los años. “No dejen de vacunarse porque el enemigo acecha y es mortal. No hay que descuidarse ni un instante. Además, la vacuna es gratuita”.
Ahora se la pasa platicando con su señora Yenis Armenta y su hijo Enrique, hilvanando recuerdos, escuchando música y viendo partidos de fútbol, su gran afición.
Regresando a aquel momento de angustia y tristeza explicó: “No había hablado con nadie sobre lo que pasé que fue terrible. Era como no saber en qué momento dejaba de respirar. Pude salir y eso me tiene contento, sin dejar de pedirle a Dios por todos los que sufren por este mal para que se puedan recuperar”.
Las revelaciones del poeta romántico que dejó el alma en sus canciones, donde muchas veces el amor le tropezó el corazón, eran certeras y con la naturalidad a flor de piel.
El hombre acostumbrado a recorrer caminos largos haciendo posible que en un verso rimara una flor, el que supo estar en trance unido a la melancolía ahora no se cansa de agradecer al Todopoderoso por darle más vida y volver a recordar aquel canto. “Atrás de tus ojos despierta el alma mía, atrás quedó la noche que yo quería olvidar”.
El cantautor Gustavo Gutiérrez Cabello, ‘El Flaco de Oro’, ahora vive agarrando con sus manos una pesada carga de nostalgias, develando versos untados de amores escondidos en el ayer, siendo testigo de cantos llenos de sentimientos y juntando las historias de su amado Valledupar, del que nunca ha querido partir.
El diálogo sincero y con el corazón en la mano quedó como constancia de su calidad humana, de los destellos del amor que lo fueron acostumbrando a encontrarse con las penas y conocerlas de frente. De igual manera, para tener la virtud de borrarlas como hace la lluvia con las huellas.
Maestro Gustavo Gutiérrez no deje de cantar porque sus canciones tienen la virtud de ahuyentar las tristezas y darle la vitamina a esos versos donde cualquier minuto de placer será sentido en realidad y pueda hacerse el milagro de llenar el alma de eternidad.
Más sencillo en sus propias palabras: “Nunca me arrepiento de lo que viví, queda la enseñanza si me equivoqué, lo mismo que para donde voy a ir, que voy a hacer mañana al reiniciar, con el conocimiento que aprendí, caminaré derecho hasta el final”…
Por: Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv