Adriano creyó que lo que vivía era un sueño, así lo dijo en la canción ‘Sueño español’, en la que menciona haber viajado en avión hacia las Islas Canarias, que, junto a Hamburgo, Alemania, fueron los puertos en los que el barco atracó en Europa.
Nada de lo que sucedía en el barco alertó a Adriano Salas, que cantaba y tocaba la guitarra, ni a su compañero, un argentino miembro de la tripulación, que interpretaba un bandoneón. Tomaban whisky e interpretaban música cubana, colombiana y tango argentino, lo hacían desde las primeras horas del día cuando se conocieron en el bar Panamá, ubicado en las cercanías al muelle de Cartagena.
Juerga que, una vez el bar cerró sus puertas, siguió en una de las bodegas del barco en el que viajaba el marino. La que duró hasta cuando Adriano tomó la determinación de irse para su casa en Cartagena. Entonces supo que la embarcación había zarpado, se lo dijo el argentino, quien, entre risas, le dio como solución esperar a que el barco cumpliera su itinerario por el mar Caribe y el océano Atlántico, lo que duró mes y medio.
Adriano creyó que lo que vivía era un sueño, así lo dijo en la canción ‘Sueño Español’, en la que menciona haber viajado en avión hacia las Islas Canarias, que, junto a Hamburgo, Alemania, fueron los puertos en los que el barco atracó en Europa. De ese lugar aseguró que se trajo una guitarra nacarada, instrumento que en el siglo XX fue de los más usados en el mundo, pese a no poder descender del barco debido a que no pertenecía a la tripulación.
Cómo no incluir en el sueño y en la canción a su compañera, la guitarra, la que tuvo en sus manos mientras miraba el barco alejarse irremediablemente. Mientras veía nacer y morir el sol en un horizonte al que solo las nubes vestían de un color distinto al azul. La que utilizaba para acompañar a la sirena que cantaba y a la ninfa que tocaba un instrumento igual al suyo, solo que las cuerdas eran los rayos del sol.
Y mientras permaneció en este lugar, extasiado miraba los paisajes que el mar y el sol dibujaban, quizá las nieves del volcán Teide; sin embargo, había circunstancias que lo despertaban: su familia con la que no podía comunicarse para enterarlos de lo que sucedía. Pero su verdadero despertar sucedió cuando descendió del barco en Cartagena, momento en que, además, tuvo la certeza de que la sirena que escuchaba cantar se había quedado en España, porque la voz que lo acompañó en el viaje de regreso, que incluyó atracar en el puerto de Mariel en Cuba, no era más que un recuerdo de ese inusual viaje.
El regreso a su casa fue lleno de sorpresas, de llanto y de felicidad. Encontró la noticia de su muerte, a su madre vestida de negro, al resto de la familia de luto. Supo que lo declararon desaparecido y muerto después de buscarlo por los sitios donde frecuentaba, de indagar con los amigos, de ir al hospital, al cementerio, a la Policía, de llamar por teléfono a los lugares del país donde lo conocían.
Lo inusual de lo acontecido debió concitar la atención de quienes supieron de su regreso, por lo que, además de contar con detalles lo que vivió, le compuso un merengue que fue incluido en trabajos discográficos de Luis Enrique Martínez en 1966, 1997, 2006; Los Hermanos López, cantando Freddy Peralta, en 1975, dándole el nombre de ‘Islas Canarias’ y la autoría a Luis Enrique Martínez; Felipe Paternina y Manuel Bustillo y de Totó la Momposina.
Adriano nunca le cantó a su presunta muerte, prefirió hacerle versos al archipiélago lindo que sus sueños forjó.
POR: Álvaro Rojano Osorio
Adriano creyó que lo que vivía era un sueño, así lo dijo en la canción ‘Sueño español’, en la que menciona haber viajado en avión hacia las Islas Canarias, que, junto a Hamburgo, Alemania, fueron los puertos en los que el barco atracó en Europa.
Nada de lo que sucedía en el barco alertó a Adriano Salas, que cantaba y tocaba la guitarra, ni a su compañero, un argentino miembro de la tripulación, que interpretaba un bandoneón. Tomaban whisky e interpretaban música cubana, colombiana y tango argentino, lo hacían desde las primeras horas del día cuando se conocieron en el bar Panamá, ubicado en las cercanías al muelle de Cartagena.
Juerga que, una vez el bar cerró sus puertas, siguió en una de las bodegas del barco en el que viajaba el marino. La que duró hasta cuando Adriano tomó la determinación de irse para su casa en Cartagena. Entonces supo que la embarcación había zarpado, se lo dijo el argentino, quien, entre risas, le dio como solución esperar a que el barco cumpliera su itinerario por el mar Caribe y el océano Atlántico, lo que duró mes y medio.
Adriano creyó que lo que vivía era un sueño, así lo dijo en la canción ‘Sueño Español’, en la que menciona haber viajado en avión hacia las Islas Canarias, que, junto a Hamburgo, Alemania, fueron los puertos en los que el barco atracó en Europa. De ese lugar aseguró que se trajo una guitarra nacarada, instrumento que en el siglo XX fue de los más usados en el mundo, pese a no poder descender del barco debido a que no pertenecía a la tripulación.
Cómo no incluir en el sueño y en la canción a su compañera, la guitarra, la que tuvo en sus manos mientras miraba el barco alejarse irremediablemente. Mientras veía nacer y morir el sol en un horizonte al que solo las nubes vestían de un color distinto al azul. La que utilizaba para acompañar a la sirena que cantaba y a la ninfa que tocaba un instrumento igual al suyo, solo que las cuerdas eran los rayos del sol.
Y mientras permaneció en este lugar, extasiado miraba los paisajes que el mar y el sol dibujaban, quizá las nieves del volcán Teide; sin embargo, había circunstancias que lo despertaban: su familia con la que no podía comunicarse para enterarlos de lo que sucedía. Pero su verdadero despertar sucedió cuando descendió del barco en Cartagena, momento en que, además, tuvo la certeza de que la sirena que escuchaba cantar se había quedado en España, porque la voz que lo acompañó en el viaje de regreso, que incluyó atracar en el puerto de Mariel en Cuba, no era más que un recuerdo de ese inusual viaje.
El regreso a su casa fue lleno de sorpresas, de llanto y de felicidad. Encontró la noticia de su muerte, a su madre vestida de negro, al resto de la familia de luto. Supo que lo declararon desaparecido y muerto después de buscarlo por los sitios donde frecuentaba, de indagar con los amigos, de ir al hospital, al cementerio, a la Policía, de llamar por teléfono a los lugares del país donde lo conocían.
Lo inusual de lo acontecido debió concitar la atención de quienes supieron de su regreso, por lo que, además de contar con detalles lo que vivió, le compuso un merengue que fue incluido en trabajos discográficos de Luis Enrique Martínez en 1966, 1997, 2006; Los Hermanos López, cantando Freddy Peralta, en 1975, dándole el nombre de ‘Islas Canarias’ y la autoría a Luis Enrique Martínez; Felipe Paternina y Manuel Bustillo y de Totó la Momposina.
Adriano nunca le cantó a su presunta muerte, prefirió hacerle versos al archipiélago lindo que sus sueños forjó.
POR: Álvaro Rojano Osorio