Quise comentar el delicioso asombro que me produjo el libro con una persona que ha leído y releído la novela, Joaquín Rúa Coll, quien no se limitó a hablar solo de ‘Las Killer Gringo’, sino más de su obra.
Cuando leí las primeras líneas supe que era un libro que no iba a poder dejar hasta llegar al final. Obliga, con una narración fluida, a conocer ¿o a hacer parte de?, ese mundo en el que “…unas niñitas nativas, todas silvestres, que iban a la escuelita y de repente empezaban a crecer…”. Hablo de ‘Las Killer Gringo’, la primera novela publicada del escritor y artista visual, nacido en Villanueva, La Guajira, Jarol Ferreira Acosta.
De él conozco sus columnas de opinión, que siempre me dejan pensando; de su poesía, tanto que me serví de unos de sus versos (“…Para que me leas uso vidas / pesadillas que recuerdan cosas que viví…”) como epígrafe de una de mis novelas; una noche pasé varias horas sentada en el piso de ‘La Construcción’, su casa, observando sus acuarelitas que había regado por el suelo; ahora en este poderoso libro, en el que no hay eufemismos, ni recursos ocultos, solo una claridad no invocada, puramente espontánea, nos lleva a blindarnos con un poco de fantasía para que podamos soportar la realidad.
Quise comentar el delicioso asombro que me produjo el libro con una persona que ha conocido, leído y releído la novela desde cuando Ferreira Acosta comenzó a escribirla, el magister en Lingüística aplicada a la enseñanza del español como lengua extranjera, Joaquín Rúa Coll, quien no se limitó a hablar solo de ‘Las Killer Gringo’, sino más de su obra: “Cuando leemos la obra literaria de Jarol Ferreira, su poesía y su narrativa, no debemos desconocer algo interesante, y es su capacidad de mirar un horizonte amplio, porque participa también como creador dentro de las artes visuales, la pintura, la escultura y los diseños publicitarios”.
La obra de Jarol Ferreira podríamos inscribirla dentro de lo más fresco que se ha producido en los últimos tiempos, por lo menos en La Guajira. Es un toque de escritura que marca una diferencia sentida en el manejo del lenguaje, en la estructura del diseño narrativo y en la forma como sus personajes representan casi de manera etnográfica a la población objeto de su obra.
Como lo señala Juan Ramos Ochoa: es un lenguaje sencillo, fresco que corresponde a voces de actualidad, esta polifonía nos sumerge en el mundo de los jóvenes que corresponde a un sector poblacional bien importante para los cuales el único interés es la supervivencia dentro de los lindes del placer. Para ellos alcanzar el máximo placer les permite realizarse como trabajadores. Esto podría representar para una sociedad conservadora: delincuencia, vandalismo o todo lo grosero que la sociedad siempre ha querido esconder, pero sale a flote en esta obra ‘Las Killer Gringo’.
Jarol Ferreira me contó que no recuerda cuándo le comenzó su interés por las artes, pero sí que siempre le ha llamado la atención la historia, las formas de las cosas y a medida que fue creciendo poco a poco fue encontrando más elementos de ese mismo gusto.
Creo que es cuestión más de circunstancias. Al principio el lenguaje gráfico va a ser como más abstracto y el código es menos intelectual, es más instintivo; creo que por eso, al principio, lo que más me llamaba la atención tenía que ver con lo gráfico. Yo creo que lo literario requiere de un poco más de elaboración, de técnica, requiere como un conocimiento menos instintivo, a pesar que también contiene elementos de instinto y de emotividad, pero creo que en términos generales lo que primero me llamó la atención fue lo visual, porque no entendía mucho de qué se trataba la literatura cuando era niño.
Antes de que me gustara la poesía o la narrativa, incluso que considerara que no sería capaz de elaborar un texto narrativo, porque me parecía complejo, antes me gustaban los grafitis. Por eso creo que la literatura corta fue lo primero que me gustó, me sugería algo muy juvenil. Luego cuando me engomé bastante con la literatura fue a través de leer poesía y fue cuando entendí que había un vínculo entre la poesía y la narrativa, es como cuando no encuentro mucha diferencia entre pintar y escribir, son diferentes pero uno los puede asumir como de la misma lógica, que se pueden hacer ambas actividades perfectamente bien.
Me parece chévere escribir narrativa. Antes solo hacía poesía, pero eso es relativo, a veces es más agradable una cosa o por cualquier circunstancia el texto como que amerita que sea breve, por eso se queda así. También hay otros temas que son medianos, otros largos y son los que yo considero que sean presentados como novelas.
Fue muy raro porque el proceso de elaboración duró tanto tiempo, fue como tantos años emocionado, de manera crónica, de manera que al llegar el libro las emociones estaban cansadas, pero obviamente me encuentro súper feliz, contento, como que no lo creo, pero es lo típico de cuando uno tiene mucha ilusión con algo y finalmente pasa. Andy Warhol decía: “Lo más excitante es no hacerlo”, es como algo así, el proceso previo resulta más emocionante que su conclusión.
Conozco a Jarol Ferreira como poeta desde sus haiku hasta su premiado poemario ‘Las piedras’ y uno inédito: Long Play; como pintor, ya lo dije, desde pasarme horas viendo acuarelitas, hasta el despliegue de sus cuadros instalados en las paredes de La Construcción, o en una colectiva en la Luis Ángel Arango, o en exposiciones en Valledupar, Riohacha y Cartagena; lo conozco también como amante de la buena música, escogida, esa que le dice algo; precisamente este diálogo lo tuvimos con la música de fondo de Cactus, la voz de Gustavo Cerati: “ …Y tiene un veneno más amargo que la hiel. Con solo invocarte voy a convertirme en miel…”. ¡Bonita letra!, dice.
Hablar de toda la obra de Jarol Ferreira se nos haría extenso, no nos alcanzaría el espacio. Ha hecho tanto, ha leído tanto, ha ideado tanto, tanto y tanto sin alharacas, con ese valor que le da al silencio, al silencio sabio, al silencio que da respuestas, silencio que es creador de caminos que concluyen en un libro o en un lienzo, en un papel, en cualquier material que encuentre en el entorno y que se convierte en hervor de belleza.
Concluyo con otra apreciación del Maestro Joaquín Rúa Coll sobre ‘Las Killer Gringo’, el libro que nos movió a decir lo que representa Jarol Ferreira Acosta para el arte no solo en La Guajira sino en el país:
“Ese sentido que hay en la obra de Jarol Ferreira, que es un cosmos que tiene que ver con lo subterráneo, una forma de vida que tiene como punto esencial, como centro el ágora que es el bar, donde los personajes desfilan o en sus habitaciones, recurriendo a las formas de vida más simples elementales, pero perdidos en su elucubraciones sobre cómo sobrevivir o cómo inventarse personajes en sí, como personajes que se reinventan todos los días, cada noche, cada atardecer cuando salen a mostrarse, cuando salen a disfrutar. En síntesis podemos decir que esta obra de Jarol Ferreira es como el primer toque de lo que vendría siendo una saga sobre los jóvenes, en este caso comenzó por la parte más fascinante de la juventud y que tiene que ver con el placer”.
Por Mary Daza Orozco
Quise comentar el delicioso asombro que me produjo el libro con una persona que ha leído y releído la novela, Joaquín Rúa Coll, quien no se limitó a hablar solo de ‘Las Killer Gringo’, sino más de su obra.
Cuando leí las primeras líneas supe que era un libro que no iba a poder dejar hasta llegar al final. Obliga, con una narración fluida, a conocer ¿o a hacer parte de?, ese mundo en el que “…unas niñitas nativas, todas silvestres, que iban a la escuelita y de repente empezaban a crecer…”. Hablo de ‘Las Killer Gringo’, la primera novela publicada del escritor y artista visual, nacido en Villanueva, La Guajira, Jarol Ferreira Acosta.
De él conozco sus columnas de opinión, que siempre me dejan pensando; de su poesía, tanto que me serví de unos de sus versos (“…Para que me leas uso vidas / pesadillas que recuerdan cosas que viví…”) como epígrafe de una de mis novelas; una noche pasé varias horas sentada en el piso de ‘La Construcción’, su casa, observando sus acuarelitas que había regado por el suelo; ahora en este poderoso libro, en el que no hay eufemismos, ni recursos ocultos, solo una claridad no invocada, puramente espontánea, nos lleva a blindarnos con un poco de fantasía para que podamos soportar la realidad.
Quise comentar el delicioso asombro que me produjo el libro con una persona que ha conocido, leído y releído la novela desde cuando Ferreira Acosta comenzó a escribirla, el magister en Lingüística aplicada a la enseñanza del español como lengua extranjera, Joaquín Rúa Coll, quien no se limitó a hablar solo de ‘Las Killer Gringo’, sino más de su obra: “Cuando leemos la obra literaria de Jarol Ferreira, su poesía y su narrativa, no debemos desconocer algo interesante, y es su capacidad de mirar un horizonte amplio, porque participa también como creador dentro de las artes visuales, la pintura, la escultura y los diseños publicitarios”.
La obra de Jarol Ferreira podríamos inscribirla dentro de lo más fresco que se ha producido en los últimos tiempos, por lo menos en La Guajira. Es un toque de escritura que marca una diferencia sentida en el manejo del lenguaje, en la estructura del diseño narrativo y en la forma como sus personajes representan casi de manera etnográfica a la población objeto de su obra.
Como lo señala Juan Ramos Ochoa: es un lenguaje sencillo, fresco que corresponde a voces de actualidad, esta polifonía nos sumerge en el mundo de los jóvenes que corresponde a un sector poblacional bien importante para los cuales el único interés es la supervivencia dentro de los lindes del placer. Para ellos alcanzar el máximo placer les permite realizarse como trabajadores. Esto podría representar para una sociedad conservadora: delincuencia, vandalismo o todo lo grosero que la sociedad siempre ha querido esconder, pero sale a flote en esta obra ‘Las Killer Gringo’.
Jarol Ferreira me contó que no recuerda cuándo le comenzó su interés por las artes, pero sí que siempre le ha llamado la atención la historia, las formas de las cosas y a medida que fue creciendo poco a poco fue encontrando más elementos de ese mismo gusto.
Creo que es cuestión más de circunstancias. Al principio el lenguaje gráfico va a ser como más abstracto y el código es menos intelectual, es más instintivo; creo que por eso, al principio, lo que más me llamaba la atención tenía que ver con lo gráfico. Yo creo que lo literario requiere de un poco más de elaboración, de técnica, requiere como un conocimiento menos instintivo, a pesar que también contiene elementos de instinto y de emotividad, pero creo que en términos generales lo que primero me llamó la atención fue lo visual, porque no entendía mucho de qué se trataba la literatura cuando era niño.
Antes de que me gustara la poesía o la narrativa, incluso que considerara que no sería capaz de elaborar un texto narrativo, porque me parecía complejo, antes me gustaban los grafitis. Por eso creo que la literatura corta fue lo primero que me gustó, me sugería algo muy juvenil. Luego cuando me engomé bastante con la literatura fue a través de leer poesía y fue cuando entendí que había un vínculo entre la poesía y la narrativa, es como cuando no encuentro mucha diferencia entre pintar y escribir, son diferentes pero uno los puede asumir como de la misma lógica, que se pueden hacer ambas actividades perfectamente bien.
Me parece chévere escribir narrativa. Antes solo hacía poesía, pero eso es relativo, a veces es más agradable una cosa o por cualquier circunstancia el texto como que amerita que sea breve, por eso se queda así. También hay otros temas que son medianos, otros largos y son los que yo considero que sean presentados como novelas.
Fue muy raro porque el proceso de elaboración duró tanto tiempo, fue como tantos años emocionado, de manera crónica, de manera que al llegar el libro las emociones estaban cansadas, pero obviamente me encuentro súper feliz, contento, como que no lo creo, pero es lo típico de cuando uno tiene mucha ilusión con algo y finalmente pasa. Andy Warhol decía: “Lo más excitante es no hacerlo”, es como algo así, el proceso previo resulta más emocionante que su conclusión.
Conozco a Jarol Ferreira como poeta desde sus haiku hasta su premiado poemario ‘Las piedras’ y uno inédito: Long Play; como pintor, ya lo dije, desde pasarme horas viendo acuarelitas, hasta el despliegue de sus cuadros instalados en las paredes de La Construcción, o en una colectiva en la Luis Ángel Arango, o en exposiciones en Valledupar, Riohacha y Cartagena; lo conozco también como amante de la buena música, escogida, esa que le dice algo; precisamente este diálogo lo tuvimos con la música de fondo de Cactus, la voz de Gustavo Cerati: “ …Y tiene un veneno más amargo que la hiel. Con solo invocarte voy a convertirme en miel…”. ¡Bonita letra!, dice.
Hablar de toda la obra de Jarol Ferreira se nos haría extenso, no nos alcanzaría el espacio. Ha hecho tanto, ha leído tanto, ha ideado tanto, tanto y tanto sin alharacas, con ese valor que le da al silencio, al silencio sabio, al silencio que da respuestas, silencio que es creador de caminos que concluyen en un libro o en un lienzo, en un papel, en cualquier material que encuentre en el entorno y que se convierte en hervor de belleza.
Concluyo con otra apreciación del Maestro Joaquín Rúa Coll sobre ‘Las Killer Gringo’, el libro que nos movió a decir lo que representa Jarol Ferreira Acosta para el arte no solo en La Guajira sino en el país:
“Ese sentido que hay en la obra de Jarol Ferreira, que es un cosmos que tiene que ver con lo subterráneo, una forma de vida que tiene como punto esencial, como centro el ágora que es el bar, donde los personajes desfilan o en sus habitaciones, recurriendo a las formas de vida más simples elementales, pero perdidos en su elucubraciones sobre cómo sobrevivir o cómo inventarse personajes en sí, como personajes que se reinventan todos los días, cada noche, cada atardecer cuando salen a mostrarse, cuando salen a disfrutar. En síntesis podemos decir que esta obra de Jarol Ferreira es como el primer toque de lo que vendría siendo una saga sobre los jóvenes, en este caso comenzó por la parte más fascinante de la juventud y que tiene que ver con el placer”.
Por Mary Daza Orozco