Un día, se despertó sin ninguna inspiración; sentía el alma vacía, el corazón aletargado, todo aquello que antes le ilusionaba escribir, invertir, pensar, se volvió indiferente para él.
Un día, se despertó sin ninguna inspiración; sentía el alma vacía, el corazón aletargado, todo aquello que antes le ilusionaba escribir, invertir, pensar, se volvió indiferente para él.
Pensaba en que tenía muchos compromisos aún, cientos de cuentos por entregar y nada que le diera una razón para escribir, después de intentarlo muchas veces, con el piso lleno de hojas llenas de letras pero con ningún sentido.
Sumido en sus pensamientos, escuchó una voz, que suavemente le dijo:— No te preocupes, aquí estoy. Volteaba alrededor buscando la fuente, pero sin poder ver nada, el cuentista estaba un poco asustado y creyó que se estaba volviendo loco, pero como aun cargaba una gran depresión encima, miro hacia la ventana de su habitación que estaba cerrada pero nada lo inspiraba, volvió a agachar la cabeza y sintió entonces un escalofrío en la espina cuando una mano le tocó la espalda subiendo hacia la nuca. Se puso de pie en un segundo, esperando que se revelara ante él la causa de tal espanto por el que tenía el corazón casi en la boca. Pero de nuevo ¡NADA!
Sintió que su pena se hizo más grande hasta derramarle las lágrimas y se dejó caer en la cama, en un momento el cuerpo le pesaba tanto que no podía siquiera voltear, mirando fijamente hacia el techo un ligero humo negro empezaba a formar una figura encima de él, justo frente a sus ojos se creó una túnica negra de entre la cual apenas se alcanzaba a ver un rostro cadavérico, abrazando su cuerpo con firmeza la le dijo:- Soy la muerte y estoy contigo- el cuentista rompió el llanto profundo y sin poder parar por más que quisiera. Podrían pensar algunos que le había llegado la hora de su final, pero él por el contrario sentía paz, tranquilidad y una nueva alegría, y transformó su llanto en risa, entonces de nuevo la muerte le dijo:- Tu inspiración a mi servicio se encuentra, escribe mis hazañas para que la gente recuerde que aun existo. El cuentista aceptó sin vacilar. En ese momento ya había creado una historia para aquel hecho tan extraordinario.
Abrazado de la muerte, convertidos en polvo en medio de un remolino, viajaron toda la noche a cada rincón de la tierra, en donde la muerte levantó su cosecha. Tomaba cada alma de diferente manera, haciendo que la mente del cuentista volara, creando miles de historias, pero cuando ya estaba comenzando a amanecer la muerte estaba a punto de irse, el cuentista no quería que lo hiciera pero aunque él sabía que ella no podía quedarse le pregunto:- ¿Cuándo se juntaran nuestros caminos de nuevo?-, la muerte le tocó la barbilla y se fue.
Autor: Zharick Pérez – I.E. CASD
Un día, se despertó sin ninguna inspiración; sentía el alma vacía, el corazón aletargado, todo aquello que antes le ilusionaba escribir, invertir, pensar, se volvió indiferente para él.
Un día, se despertó sin ninguna inspiración; sentía el alma vacía, el corazón aletargado, todo aquello que antes le ilusionaba escribir, invertir, pensar, se volvió indiferente para él.
Pensaba en que tenía muchos compromisos aún, cientos de cuentos por entregar y nada que le diera una razón para escribir, después de intentarlo muchas veces, con el piso lleno de hojas llenas de letras pero con ningún sentido.
Sumido en sus pensamientos, escuchó una voz, que suavemente le dijo:— No te preocupes, aquí estoy. Volteaba alrededor buscando la fuente, pero sin poder ver nada, el cuentista estaba un poco asustado y creyó que se estaba volviendo loco, pero como aun cargaba una gran depresión encima, miro hacia la ventana de su habitación que estaba cerrada pero nada lo inspiraba, volvió a agachar la cabeza y sintió entonces un escalofrío en la espina cuando una mano le tocó la espalda subiendo hacia la nuca. Se puso de pie en un segundo, esperando que se revelara ante él la causa de tal espanto por el que tenía el corazón casi en la boca. Pero de nuevo ¡NADA!
Sintió que su pena se hizo más grande hasta derramarle las lágrimas y se dejó caer en la cama, en un momento el cuerpo le pesaba tanto que no podía siquiera voltear, mirando fijamente hacia el techo un ligero humo negro empezaba a formar una figura encima de él, justo frente a sus ojos se creó una túnica negra de entre la cual apenas se alcanzaba a ver un rostro cadavérico, abrazando su cuerpo con firmeza la le dijo:- Soy la muerte y estoy contigo- el cuentista rompió el llanto profundo y sin poder parar por más que quisiera. Podrían pensar algunos que le había llegado la hora de su final, pero él por el contrario sentía paz, tranquilidad y una nueva alegría, y transformó su llanto en risa, entonces de nuevo la muerte le dijo:- Tu inspiración a mi servicio se encuentra, escribe mis hazañas para que la gente recuerde que aun existo. El cuentista aceptó sin vacilar. En ese momento ya había creado una historia para aquel hecho tan extraordinario.
Abrazado de la muerte, convertidos en polvo en medio de un remolino, viajaron toda la noche a cada rincón de la tierra, en donde la muerte levantó su cosecha. Tomaba cada alma de diferente manera, haciendo que la mente del cuentista volara, creando miles de historias, pero cuando ya estaba comenzando a amanecer la muerte estaba a punto de irse, el cuentista no quería que lo hiciera pero aunque él sabía que ella no podía quedarse le pregunto:- ¿Cuándo se juntaran nuestros caminos de nuevo?-, la muerte le tocó la barbilla y se fue.
Autor: Zharick Pérez – I.E. CASD