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Leer es nuestro cuento - 25 julio, 2019

El corazón del sol

Iniciaré esta historia con algo diferente les hablaré sobre Sekankua uno de los ladrones más famosos de los reinos, su sueño era robar el corazón del kokonbunyo (sol). Siendo custodiado por el reino de Donarwa, el reino más lejano donde se decía que se ocultaba el sol.

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Leonardo Gonzalez

Iniciaré esta historia con algo diferente les hablaré sobre Sekankua uno de los ladrones más famosos de los reinos, su sueño era robar el corazón del kokonbunyo (sol). Siendo custodiado por el reino de Donarwa, el reino más lejano donde se decía que se ocultaba el sol.

Perseguido por todos se dirigió al reino de donde cae el sol. El único lugar en el cielo donde se puede robar el corazón.

Llegó donde nadie conocía su nombre hasta llegar a Donarwa, una ciudad pacífica, tenían las torres más altas que podían existir. Esperó el atardecer cuando el kokonbunyo bajara de las nubes a descansar y sin pensarlo escaló, al encontrarse en el último piso entró a la habitación donde una hermosa amia (mujer) cepillando su brillante cabello tan brillante como el oro, digna de llamarse la diosa del kokonbunyo.

Con vos de confianza dijo:

Mi hermosa doncella dadme el corazón del kokobunyo.
Ella sonrió y dijo: vienes por mi corazón siendo yo el sol no tengo joyas ni oro.

Como puede robar el sol, pero hay algo en ti que me hace desear estar contigo vine a robar tu corazón y has sido tu quien robó el mío- exclamó el ladrón.

No puedes robarme por más de una noche- dijo la doncella.

Pasaron las horas riendo conversando conociéndose casi se acercaba la hora del amanecer ella dijo sin mí no habrá mañana, él no prestó atención, ella susurró sin mí no habrá amanecer desplomándose su piel pálida, su cabello se tornó gris estaba muriéndose.

La tomó entre sus brazos montó su caballo y se dirigió al castillo sabiendo que si llegaba lo asesinarían, pero no le importó era más importante salvarla, subió la torre y la levantó sobre las nubes elevándose al cielo dando luz a un nuevo día.

Lo aprisionaron y lo sentenciaron a muerte, miró al cielo y dijo mi corazón es tuyo bella princesa uno de los guardias atravesó su corazón, el cielo se oscureció la doncella bajó del cielo llorando tomó el cuerpo de su valiente guerrero subió al cielo y jamás bajó. Ese fue el fin de Sekankua y fue la última vez que se vio a la diosa del Donarwa…

Por: Leonardo Gonzalez – I.E. Agrícola La Mina

Leer es nuestro cuento
25 julio, 2019

El corazón del sol

Iniciaré esta historia con algo diferente les hablaré sobre Sekankua uno de los ladrones más famosos de los reinos, su sueño era robar el corazón del kokonbunyo (sol). Siendo custodiado por el reino de Donarwa, el reino más lejano donde se decía que se ocultaba el sol.


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Leonardo Gonzalez

Iniciaré esta historia con algo diferente les hablaré sobre Sekankua uno de los ladrones más famosos de los reinos, su sueño era robar el corazón del kokonbunyo (sol). Siendo custodiado por el reino de Donarwa, el reino más lejano donde se decía que se ocultaba el sol.

Perseguido por todos se dirigió al reino de donde cae el sol. El único lugar en el cielo donde se puede robar el corazón.

Llegó donde nadie conocía su nombre hasta llegar a Donarwa, una ciudad pacífica, tenían las torres más altas que podían existir. Esperó el atardecer cuando el kokonbunyo bajara de las nubes a descansar y sin pensarlo escaló, al encontrarse en el último piso entró a la habitación donde una hermosa amia (mujer) cepillando su brillante cabello tan brillante como el oro, digna de llamarse la diosa del kokonbunyo.

Con vos de confianza dijo:

Mi hermosa doncella dadme el corazón del kokobunyo.
Ella sonrió y dijo: vienes por mi corazón siendo yo el sol no tengo joyas ni oro.

Como puede robar el sol, pero hay algo en ti que me hace desear estar contigo vine a robar tu corazón y has sido tu quien robó el mío- exclamó el ladrón.

No puedes robarme por más de una noche- dijo la doncella.

Pasaron las horas riendo conversando conociéndose casi se acercaba la hora del amanecer ella dijo sin mí no habrá mañana, él no prestó atención, ella susurró sin mí no habrá amanecer desplomándose su piel pálida, su cabello se tornó gris estaba muriéndose.

La tomó entre sus brazos montó su caballo y se dirigió al castillo sabiendo que si llegaba lo asesinarían, pero no le importó era más importante salvarla, subió la torre y la levantó sobre las nubes elevándose al cielo dando luz a un nuevo día.

Lo aprisionaron y lo sentenciaron a muerte, miró al cielo y dijo mi corazón es tuyo bella princesa uno de los guardias atravesó su corazón, el cielo se oscureció la doncella bajó del cielo llorando tomó el cuerpo de su valiente guerrero subió al cielo y jamás bajó. Ese fue el fin de Sekankua y fue la última vez que se vio a la diosa del Donarwa…

Por: Leonardo Gonzalez – I.E. Agrícola La Mina