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Comunidad - 1 octubre, 2018

Verdad y no repetición esperan las víctimas de Estados Unidos

En este corregimiento del municipio de Becerril ha quedado una profunda huella producto de la violencia que vivieron por parte de diferentes grupos alzados en armas y ahora empiezan a vivir un tiempo de cambio que les ha permitido retornar a sus tierras.

Uno de los actos realizados fue una caminata al pueblo viejo, una zona arrasada tiempo atrás por una avalancha.
Uno de los actos realizados fue una caminata al pueblo viejo, una zona arrasada tiempo atrás por una avalancha.
Boton Wpp

Ayer se conmemoró una vez más en el corregimiento de Estados Unidos, perteneciente al municipio de Becerril, ubicado en el centro del departamento del Cesar, el Día de las Víctimas. Una jornada promovida por el Programa de Desarrollo y Paz del Cesar, PDP, que contó con el acompañamiento de otras entidades públicas y privadas que han brindado su apoyo en el proceso de recuperación de esta zona tan profundamente afectada por varios grupos armados en la década del 90 y principios del nuevo milenio.

En medio de este espacio, que contó con una programación especial, se dio el escenario para que los pobladores de este corregimiento homónimo del país norteamericano ratificaran su deseo de perdón, verdad y no repetición del conflicto. Pero sobre todo el ambiente recordaba especialmente la memoria de cada una de las víctimas que dejó la violencia en su paso por esta despensa agrícola de la región, que ha basado su sustento en los cultivos de pan coger.

Entre los testimonios de los pobladores de este corregimiento las palabras de cada uno hicieron sentir en los asistentes cómo ha sido el proceso de retornar a este lugar del que muchos salieron como desplazados y las situaciones que debieron sortear con el fin de proteger sus vidas.

Víctor Julio Esteban Quiroz, de 70 años y oriundo de Cúcuta, en el Norte de Santander, fue uno de los que recordó en medio de los actos de ayer todo lo que él y su familia tuvieron que vivir así como toda la comunidad de los Estados Unidos.

Describió dichos tiempos como una época de guerra en la que todos empezaron a sentir la persecución que ejercían los distintos grupos al margen de la ley sobre la población. La ejecución de varias masacres en las que veían morir a sus vecinos generaba una desconfianza profunda en ellos.

Dentro de estos episodios recordó especialmente el de matanza de siete de los miembros de la comunidad que fueron asesinados al borde de un árbol de caucho que era símbolo de la plaza del pueblo en la cual corrió sangre casi hasta el centro del lugar, que hoy luce adecuado tras una intervención entregada por la administración departamental pasada.
“Ese día bajé con siete mulas con café y no había nada ni nadie en la calle, estaba solo.

Cuando llegué cerca de la una de la tarde y sabiendo lo que había pasado, pensé en que debía despedirme de esos muertos. Fue duro, era gente trabajadora de aquí mismo”, relató Esteban.

En una esquina de la plaza, donde fueron asesinados siete habitantes de esta comunidad, se pusieron flores de manera simbólica.

Sobre los que murieron ese día, recordó que uno de ellos se encontraba arreando mulas con maíz y vio que llevaban a su hermano amarrado, entonces fue a pedir la explicación de porqué lo iban a matar y uno de los líderes paramilitares, que fue el grupo que llevó a cabo dicha matanza, ordenó que lo amarraran a él también y del mismo modo lo asesinaron.

Pero indudablemente lo que más marcó para él este tiempo fue el asesinato de uno de sus ocho hijos.

“A mí me desaparecieron un hijo por la Sierra de Codazzi, uno nunca pierde la esperanza, porque el amor a los hijos no hay con qué compararlo hasta llegar ahora sí a comprobarse que es una víctima”, aseguró.

La resignación con la que ha tenido que afrontar este duro momento llegó ahora al conocer por parte de un amigo, que acompañaba a su hijo en ese momento, que el joven de 18 años había sido asesinado.

Entonces llegó el difícil momento en el que llenos de miedo decidieron irse del pueblo. Para ellos como para Víctor representó un gran sacrificio; dejaron todo y en un costal se llevaron lo que podían para pasar durante 15 días hasta salir a Machiques de Perijá.

Así fue como llegó a Venezuela y luego salió a Cúcuta para trabajar. “No dábamos sino para la comida, no daba para más”, expresó.

La esperanza entonces renació, cuando pasado mucho tiempo, recibieron la noticia de que ya la gente estaba regresando a su lugar de origen y empezaban otra vez a trabajar. Fue así como quienes habían dejado sus parcelas retornaron a trabajar sus tierras y en conjunto con el arranque del plan retorno, recibieron también una ayuda para reactivar sus cultivos después de haber perdido sus animales, lo que habían sembrado y hasta las casas tuvieron que tumbarlas porque estaban deterioradas. “Volvimos como se dice a prender la llama”, acotó.

Ahora están viviendo el proceso de comenzar de nuevo en vista de la transformación que se está dando en la zona donde todo paulatinamente ha cambiado.

De acuerdo con Víctor, esta es una tarea de todos ellos quienes como campesinos pueden utilizar su experiencia de guerra para lograr un cambio de gran impacto.

“Ahora mismo nos sentimos bien porque antes hubo un tiempo que ni para dormir, empezaba a escuchar uno los quemonazos de los tiros. Ahora sí hubo un cambio y estamos pidiendo que valoremos a Colombia y que vivamos en una verdadera paz”, agregó.

En este sentido las diferentes actividades y proyectos que se han focalizado en este corregimiento han ayudado a que los habitantes que como Víctor, quien volvió en el año 2014, vayan tomando nuevamente la vida que dejaron en el pasado han tenido un gran protagonismo.

Una de las actividades que se ha hecho como parte del proceso de recuperación de este terrirorio es el de embellecimiento de las fachadas.

EL ACTO CONMEMORATIVO

La jornada de ayer inició desde las nueve de la mañana en la plaza de Estados Unidos. Para dicha actividad el pueblo se engalanó con sus mejores atuendos y en la plaza se dispuso un espacio para que tanto los nativos como visitantes apreciaran cada uno de los actos programados.

Los encargados de abrir el día fueron el sacerdote Luis Carlos Mendoza y el pastor Luis Albarracín, quienes han estado estrechamente vinculados con esta población. Además de sus oraciones, ambos llevaron un mensaje de unidad en el que recalcaron la importancia de que la religión sirva para dicho propósito y no genere como erróneamente ha sucedido en muchos casos más conflictos.

Luego de ellos varios miembros de esta comunidad narraron parte de su experiencia, marcada por el sufrimiento, e hicieron el llamado para seguir trabajando en salir adelante como comunidad.

Adriana Quintero, una joven líder de esta población, pidió entre sollozos el reconocimiento a las víctimas y que se les diga la verdad, así como que haya justicia y garantías de no repetición. A la par que propuso un ejercicio de memoria que les permita reconstruir la historia del conflicto de su pueblo a fin de que los hechos que enlutaron el territorio no se vuelvan a repetir.

También se llevó a cabo un acto simbólico por la verdad, la justicia y la no repetición, para lo cual se liberaron dos palomas por parte de pequeños de la población.

Igualmente varios invitados como Juan Rojas Hinojosa, alcalde de Becerril, Álvaro Villarraga, Hector Pineda Salazar, Antonio María Calvo, Jose Arquimedes Higuita realizaron intervenciones en medio del acto; entre ellos, una de las más significativas fue la del padre jesuita Francisco de Roux, quien preside la Comisión de la Verdad.

También Marck McManus, presidente de Prodeco, tomó parte en la actividad en la que enfatizo en el apoyo que como empresa operante en esta zona han dado a la población.

Precisamente en medio de las intervenciones se trajo a colación el impacto de las compañías que exploran y explotan los recursos de esta región y se hizo referencia a la necesidad de crear un diálogo en el que se involucren todo los sector con el propósito de trazar la ruta para continuar la tranformación de comunidades como la de Estados Unidos.
Hector Pineda, por ejemplo, pidió “un ciclo de reconciliación entre las mineras y las comunidades para que las barreras del desarrollo se tramiten sin conflictos”.

Antes de finalizar también se realizó la entrega del espacio comunitario La Planta con una presentación de la Fundación Batuta que es apoyada por la antes mencionada compañía minera y que en este corregimiento capacita desde hace tres meses a 70 niños del corregimiento.

Comunidad
1 octubre, 2018

Verdad y no repetición esperan las víctimas de Estados Unidos

En este corregimiento del municipio de Becerril ha quedado una profunda huella producto de la violencia que vivieron por parte de diferentes grupos alzados en armas y ahora empiezan a vivir un tiempo de cambio que les ha permitido retornar a sus tierras.


Uno de los actos realizados fue una caminata al pueblo viejo, una zona arrasada tiempo atrás por una avalancha.
Uno de los actos realizados fue una caminata al pueblo viejo, una zona arrasada tiempo atrás por una avalancha.
Boton Wpp

Ayer se conmemoró una vez más en el corregimiento de Estados Unidos, perteneciente al municipio de Becerril, ubicado en el centro del departamento del Cesar, el Día de las Víctimas. Una jornada promovida por el Programa de Desarrollo y Paz del Cesar, PDP, que contó con el acompañamiento de otras entidades públicas y privadas que han brindado su apoyo en el proceso de recuperación de esta zona tan profundamente afectada por varios grupos armados en la década del 90 y principios del nuevo milenio.

En medio de este espacio, que contó con una programación especial, se dio el escenario para que los pobladores de este corregimiento homónimo del país norteamericano ratificaran su deseo de perdón, verdad y no repetición del conflicto. Pero sobre todo el ambiente recordaba especialmente la memoria de cada una de las víctimas que dejó la violencia en su paso por esta despensa agrícola de la región, que ha basado su sustento en los cultivos de pan coger.

Entre los testimonios de los pobladores de este corregimiento las palabras de cada uno hicieron sentir en los asistentes cómo ha sido el proceso de retornar a este lugar del que muchos salieron como desplazados y las situaciones que debieron sortear con el fin de proteger sus vidas.

Víctor Julio Esteban Quiroz, de 70 años y oriundo de Cúcuta, en el Norte de Santander, fue uno de los que recordó en medio de los actos de ayer todo lo que él y su familia tuvieron que vivir así como toda la comunidad de los Estados Unidos.

Describió dichos tiempos como una época de guerra en la que todos empezaron a sentir la persecución que ejercían los distintos grupos al margen de la ley sobre la población. La ejecución de varias masacres en las que veían morir a sus vecinos generaba una desconfianza profunda en ellos.

Dentro de estos episodios recordó especialmente el de matanza de siete de los miembros de la comunidad que fueron asesinados al borde de un árbol de caucho que era símbolo de la plaza del pueblo en la cual corrió sangre casi hasta el centro del lugar, que hoy luce adecuado tras una intervención entregada por la administración departamental pasada.
“Ese día bajé con siete mulas con café y no había nada ni nadie en la calle, estaba solo.

Cuando llegué cerca de la una de la tarde y sabiendo lo que había pasado, pensé en que debía despedirme de esos muertos. Fue duro, era gente trabajadora de aquí mismo”, relató Esteban.

En una esquina de la plaza, donde fueron asesinados siete habitantes de esta comunidad, se pusieron flores de manera simbólica.

Sobre los que murieron ese día, recordó que uno de ellos se encontraba arreando mulas con maíz y vio que llevaban a su hermano amarrado, entonces fue a pedir la explicación de porqué lo iban a matar y uno de los líderes paramilitares, que fue el grupo que llevó a cabo dicha matanza, ordenó que lo amarraran a él también y del mismo modo lo asesinaron.

Pero indudablemente lo que más marcó para él este tiempo fue el asesinato de uno de sus ocho hijos.

“A mí me desaparecieron un hijo por la Sierra de Codazzi, uno nunca pierde la esperanza, porque el amor a los hijos no hay con qué compararlo hasta llegar ahora sí a comprobarse que es una víctima”, aseguró.

La resignación con la que ha tenido que afrontar este duro momento llegó ahora al conocer por parte de un amigo, que acompañaba a su hijo en ese momento, que el joven de 18 años había sido asesinado.

Entonces llegó el difícil momento en el que llenos de miedo decidieron irse del pueblo. Para ellos como para Víctor representó un gran sacrificio; dejaron todo y en un costal se llevaron lo que podían para pasar durante 15 días hasta salir a Machiques de Perijá.

Así fue como llegó a Venezuela y luego salió a Cúcuta para trabajar. “No dábamos sino para la comida, no daba para más”, expresó.

La esperanza entonces renació, cuando pasado mucho tiempo, recibieron la noticia de que ya la gente estaba regresando a su lugar de origen y empezaban otra vez a trabajar. Fue así como quienes habían dejado sus parcelas retornaron a trabajar sus tierras y en conjunto con el arranque del plan retorno, recibieron también una ayuda para reactivar sus cultivos después de haber perdido sus animales, lo que habían sembrado y hasta las casas tuvieron que tumbarlas porque estaban deterioradas. “Volvimos como se dice a prender la llama”, acotó.

Ahora están viviendo el proceso de comenzar de nuevo en vista de la transformación que se está dando en la zona donde todo paulatinamente ha cambiado.

De acuerdo con Víctor, esta es una tarea de todos ellos quienes como campesinos pueden utilizar su experiencia de guerra para lograr un cambio de gran impacto.

“Ahora mismo nos sentimos bien porque antes hubo un tiempo que ni para dormir, empezaba a escuchar uno los quemonazos de los tiros. Ahora sí hubo un cambio y estamos pidiendo que valoremos a Colombia y que vivamos en una verdadera paz”, agregó.

En este sentido las diferentes actividades y proyectos que se han focalizado en este corregimiento han ayudado a que los habitantes que como Víctor, quien volvió en el año 2014, vayan tomando nuevamente la vida que dejaron en el pasado han tenido un gran protagonismo.

Una de las actividades que se ha hecho como parte del proceso de recuperación de este terrirorio es el de embellecimiento de las fachadas.

EL ACTO CONMEMORATIVO

La jornada de ayer inició desde las nueve de la mañana en la plaza de Estados Unidos. Para dicha actividad el pueblo se engalanó con sus mejores atuendos y en la plaza se dispuso un espacio para que tanto los nativos como visitantes apreciaran cada uno de los actos programados.

Los encargados de abrir el día fueron el sacerdote Luis Carlos Mendoza y el pastor Luis Albarracín, quienes han estado estrechamente vinculados con esta población. Además de sus oraciones, ambos llevaron un mensaje de unidad en el que recalcaron la importancia de que la religión sirva para dicho propósito y no genere como erróneamente ha sucedido en muchos casos más conflictos.

Luego de ellos varios miembros de esta comunidad narraron parte de su experiencia, marcada por el sufrimiento, e hicieron el llamado para seguir trabajando en salir adelante como comunidad.

Adriana Quintero, una joven líder de esta población, pidió entre sollozos el reconocimiento a las víctimas y que se les diga la verdad, así como que haya justicia y garantías de no repetición. A la par que propuso un ejercicio de memoria que les permita reconstruir la historia del conflicto de su pueblo a fin de que los hechos que enlutaron el territorio no se vuelvan a repetir.

También se llevó a cabo un acto simbólico por la verdad, la justicia y la no repetición, para lo cual se liberaron dos palomas por parte de pequeños de la población.

Igualmente varios invitados como Juan Rojas Hinojosa, alcalde de Becerril, Álvaro Villarraga, Hector Pineda Salazar, Antonio María Calvo, Jose Arquimedes Higuita realizaron intervenciones en medio del acto; entre ellos, una de las más significativas fue la del padre jesuita Francisco de Roux, quien preside la Comisión de la Verdad.

También Marck McManus, presidente de Prodeco, tomó parte en la actividad en la que enfatizo en el apoyo que como empresa operante en esta zona han dado a la población.

Precisamente en medio de las intervenciones se trajo a colación el impacto de las compañías que exploran y explotan los recursos de esta región y se hizo referencia a la necesidad de crear un diálogo en el que se involucren todo los sector con el propósito de trazar la ruta para continuar la tranformación de comunidades como la de Estados Unidos.
Hector Pineda, por ejemplo, pidió “un ciclo de reconciliación entre las mineras y las comunidades para que las barreras del desarrollo se tramiten sin conflictos”.

Antes de finalizar también se realizó la entrega del espacio comunitario La Planta con una presentación de la Fundación Batuta que es apoyada por la antes mencionada compañía minera y que en este corregimiento capacita desde hace tres meses a 70 niños del corregimiento.