Tras perder su cédula, descubrió que había sido declarado como fallecido, y desde entonces ha tenido que lidiar con diferentes entidades para que se revierta la situación y así poder acceder a los servicios de salud.
Ramón Acosta Marín recuerda que durante la época que vivió en el barrio El Carmen, ubicado en el centro de Valledupar, empezó el drama que desde el 2012 lo llevó a estar muerto en vida. En uno de esos días que transcurría con total normalidad para él, decidió hacer un ‘chance’ en su carro a una señora, de la cual no recuerda mucho, pero en ese recorrido, en un momento de descuido, su nieta pequeña iba a pasar la calle y él en una reacción inmediata salió tras la menor, se bajó abruptamente del vehículo, pero al momento de volver no encontró la billetera que había dejado en la guantera y que contenía todos sus documentos y dinero. Nadie le dio razón al respecto.
La situación podría haber quedado en una simple anécdota con la duda del paradero de su cartera, de no ser porque terminó convirtiéndose en un verdadero calvario para él y su familia. Como es habitual en estos casos, Acosta interpuso los respectivos denuncios e inició los trámites para obtener nuevamente sus papeles, entre los que la cédula de ciudadanía figura como el más preciado.
Sin embargo, al acercarse a la Registraduría para solicitar su documento de identidad se enteró de algo que nunca pensó escuchar, que estaba muerto. “Me dijeron que la cédula había sido dada de baja como fallecido y de ahí vino la brega todos los días yendo a una parte, yendo a otra y del Sisbén me mandaron la notificación de que aparece fallecido con caso uno, que es el de homicidio, como que mataron a alguien y encuentran mi cédula. Eso fue lo que yo entendí y en lugar de cotejar las huellas de la cédula mía con quien encuentran muerto dieron por hecho que esa era la persona”, explicó Acosta.
Este hombre, oriundo de Santa Marta, Magdalena, y quien reside ahora en el barrio San Jorge de Valledupar, llegó hace 28 años a la capital del Cesar, donde se dedicó al oficio de vendedor ambulante. Una fuerte labor que ha hecho mella en su estado físico, el cual ya luce agotado por el paso del tiempo y el desgaste que conlleva trabajar diariamente caminando por las calles de una ciudad como Valledupar, donde arrecian el sol y el clima cálido.
Tuvo que abandonar su trabajo definitivamente hace un mes porque ya las piernas no le permitían aguantar más. “Hace como tres año empezó a padecer esos dolores, yo pensaba que era producto del trabajo porque caminaba pero hace tres meses cayó en cama; sin embargo, tomaba alguna pastilla y se iba a trabajar un rato, pero hace un mes ya no pudo más”, explicó María Marchena, su esposa.
Acosta fue diagnosticado en el mes de abril con dos tumores; uno en cada tibia. Aparte de eso tiene un desgaste articular que le produce dolor y le impide caminar bien, sobre lo cual el médico le explicó que es una enfermedad metastásica que no se sabe hasta donde esté afectando otras partes del cuerpo.
Todo esto lo ha descubierto tras la necesidad de requerir atención médica y por consiguiente, llevando consigo una lucha con el sistema de salud, el cual lo ha desamparado en todo el tiempo que su documento de identidad ha aparecido como el de una persona que ya falleció. Y de eso ya son cinco años.
En vista de que estaba bastante enfermo estaba haciendo las diligencias para sacarlos nuevamente y llegaron hasta el Sisbén esperando que le dieran una solución y fue entonces cuando descubrió que la cédula le fue cancelada.
Hasta el momento no ha recibido ninguna atención, solo un médico de manera voluntaria le realizó la consulta médica, pero los tratamientos son muy costosos. Uno de sus dos hijos esperaba afiliarlo a la EPS Salud Vida, pero dado que sigue figurando en el sistema de registro como alguien fallecido todavía no han realizado el proceso. Incluso, cuando ya existen varios recursos legales como derechos de petición y tutelas con los que se esperaría la entidad actuara en consecuencia.
“En la última tutela solicitaron al Fosyga, a varias instituciones y se manifestaron algunas, pero Salud Vida todavía no”, aseguró Acosta, quien además hace pocos días recibió nuevamente su cédula, pero no ha cambiado aún el estado que lo declara como si estuviera muerto.
Lo curioso de este caso es que comparando las fechas en que Acosta fue declarado como muerto y en la que interpuso el denuncio por la pérdida de su cédula hay un año de diferencia. De acuerdo con la Registraduría Nacional del Estado Civil, el documento de Ramón Acosta Marín fue cancelado por muerte el 18 de agosto del año 2012, mientras que la denuncia fue realizada el 14 de agosto de 2013, año en que perdió la billetera.
“Cuando se me pierde esa cédula, yo ignoraba que ya me habían declarado muerto, tenía documento pero sin saber que estaba muerto”, manifestó Acosta, quien cree que no se había percatado de este hecho porque hasta el momento no lo había necesitado.
Sumado a esto y como si se tratara de la novela de García Márquez ‘El coronel no tiene quien le escriba’, las lentas respuestas de las entidades estatales que deberían dar solución a este impase durante estos años han rozado en el descaro. En la Registraduría por ejemplo, mostraron una lista para explicar que como Acosta son muchas más las personas que se encuentran en su misma situación con relación al estado del documento de identidad y agregaron además que en la Fiscalía; que recibe el reclamo de dar por muerta a una persona en el levantamiento que se cumple con el cuerpo de otro sujeto, se pueden confundir con tantos procesos que cumplen.
“Tenían que cotejar la huella del muerto con la que aparece en mi cédula, además de prono el físico y la edad. En una caso tal a mí no me pueden comparar con un muchacho porque la cara lo dice, cómo puede ser la misma persona y no lo tuvieron en cuenta”, aseguró el samario.
Entre tanto, Ramón y su familia esperan que una vez agotados los recursos legales para revertir este caso, se pueda dar una atención eficaz al requerimiento que necesita para finalmente normalizar su situación y poder iniciar un tratamiento que contrarreste el efecto de su enfermedad, la cual ha progresado en todo este tiempo por la falta de atención en salud.
“Estoy segura que si tuviese su cédula no se hubiese agravado porque a los primeros síntomas habría tenido atención y no se encontrara en estas condiciones”, sentenció la esposa del protagonista de esta historia.
Tras perder su cédula, descubrió que había sido declarado como fallecido, y desde entonces ha tenido que lidiar con diferentes entidades para que se revierta la situación y así poder acceder a los servicios de salud.
Ramón Acosta Marín recuerda que durante la época que vivió en el barrio El Carmen, ubicado en el centro de Valledupar, empezó el drama que desde el 2012 lo llevó a estar muerto en vida. En uno de esos días que transcurría con total normalidad para él, decidió hacer un ‘chance’ en su carro a una señora, de la cual no recuerda mucho, pero en ese recorrido, en un momento de descuido, su nieta pequeña iba a pasar la calle y él en una reacción inmediata salió tras la menor, se bajó abruptamente del vehículo, pero al momento de volver no encontró la billetera que había dejado en la guantera y que contenía todos sus documentos y dinero. Nadie le dio razón al respecto.
La situación podría haber quedado en una simple anécdota con la duda del paradero de su cartera, de no ser porque terminó convirtiéndose en un verdadero calvario para él y su familia. Como es habitual en estos casos, Acosta interpuso los respectivos denuncios e inició los trámites para obtener nuevamente sus papeles, entre los que la cédula de ciudadanía figura como el más preciado.
Sin embargo, al acercarse a la Registraduría para solicitar su documento de identidad se enteró de algo que nunca pensó escuchar, que estaba muerto. “Me dijeron que la cédula había sido dada de baja como fallecido y de ahí vino la brega todos los días yendo a una parte, yendo a otra y del Sisbén me mandaron la notificación de que aparece fallecido con caso uno, que es el de homicidio, como que mataron a alguien y encuentran mi cédula. Eso fue lo que yo entendí y en lugar de cotejar las huellas de la cédula mía con quien encuentran muerto dieron por hecho que esa era la persona”, explicó Acosta.
Este hombre, oriundo de Santa Marta, Magdalena, y quien reside ahora en el barrio San Jorge de Valledupar, llegó hace 28 años a la capital del Cesar, donde se dedicó al oficio de vendedor ambulante. Una fuerte labor que ha hecho mella en su estado físico, el cual ya luce agotado por el paso del tiempo y el desgaste que conlleva trabajar diariamente caminando por las calles de una ciudad como Valledupar, donde arrecian el sol y el clima cálido.
Tuvo que abandonar su trabajo definitivamente hace un mes porque ya las piernas no le permitían aguantar más. “Hace como tres año empezó a padecer esos dolores, yo pensaba que era producto del trabajo porque caminaba pero hace tres meses cayó en cama; sin embargo, tomaba alguna pastilla y se iba a trabajar un rato, pero hace un mes ya no pudo más”, explicó María Marchena, su esposa.
Acosta fue diagnosticado en el mes de abril con dos tumores; uno en cada tibia. Aparte de eso tiene un desgaste articular que le produce dolor y le impide caminar bien, sobre lo cual el médico le explicó que es una enfermedad metastásica que no se sabe hasta donde esté afectando otras partes del cuerpo.
Todo esto lo ha descubierto tras la necesidad de requerir atención médica y por consiguiente, llevando consigo una lucha con el sistema de salud, el cual lo ha desamparado en todo el tiempo que su documento de identidad ha aparecido como el de una persona que ya falleció. Y de eso ya son cinco años.
En vista de que estaba bastante enfermo estaba haciendo las diligencias para sacarlos nuevamente y llegaron hasta el Sisbén esperando que le dieran una solución y fue entonces cuando descubrió que la cédula le fue cancelada.
Hasta el momento no ha recibido ninguna atención, solo un médico de manera voluntaria le realizó la consulta médica, pero los tratamientos son muy costosos. Uno de sus dos hijos esperaba afiliarlo a la EPS Salud Vida, pero dado que sigue figurando en el sistema de registro como alguien fallecido todavía no han realizado el proceso. Incluso, cuando ya existen varios recursos legales como derechos de petición y tutelas con los que se esperaría la entidad actuara en consecuencia.
“En la última tutela solicitaron al Fosyga, a varias instituciones y se manifestaron algunas, pero Salud Vida todavía no”, aseguró Acosta, quien además hace pocos días recibió nuevamente su cédula, pero no ha cambiado aún el estado que lo declara como si estuviera muerto.
Lo curioso de este caso es que comparando las fechas en que Acosta fue declarado como muerto y en la que interpuso el denuncio por la pérdida de su cédula hay un año de diferencia. De acuerdo con la Registraduría Nacional del Estado Civil, el documento de Ramón Acosta Marín fue cancelado por muerte el 18 de agosto del año 2012, mientras que la denuncia fue realizada el 14 de agosto de 2013, año en que perdió la billetera.
“Cuando se me pierde esa cédula, yo ignoraba que ya me habían declarado muerto, tenía documento pero sin saber que estaba muerto”, manifestó Acosta, quien cree que no se había percatado de este hecho porque hasta el momento no lo había necesitado.
Sumado a esto y como si se tratara de la novela de García Márquez ‘El coronel no tiene quien le escriba’, las lentas respuestas de las entidades estatales que deberían dar solución a este impase durante estos años han rozado en el descaro. En la Registraduría por ejemplo, mostraron una lista para explicar que como Acosta son muchas más las personas que se encuentran en su misma situación con relación al estado del documento de identidad y agregaron además que en la Fiscalía; que recibe el reclamo de dar por muerta a una persona en el levantamiento que se cumple con el cuerpo de otro sujeto, se pueden confundir con tantos procesos que cumplen.
“Tenían que cotejar la huella del muerto con la que aparece en mi cédula, además de prono el físico y la edad. En una caso tal a mí no me pueden comparar con un muchacho porque la cara lo dice, cómo puede ser la misma persona y no lo tuvieron en cuenta”, aseguró el samario.
Entre tanto, Ramón y su familia esperan que una vez agotados los recursos legales para revertir este caso, se pueda dar una atención eficaz al requerimiento que necesita para finalmente normalizar su situación y poder iniciar un tratamiento que contrarreste el efecto de su enfermedad, la cual ha progresado en todo este tiempo por la falta de atención en salud.
“Estoy segura que si tuviese su cédula no se hubiese agravado porque a los primeros síntomas habría tenido atención y no se encontrara en estas condiciones”, sentenció la esposa del protagonista de esta historia.