El consultor en desarrollo humano Fernando Herrera Araujo responde algunas inquietudes sobre los retos del Cesar en el posconflicto, las estrategias para disminuir la pobreza y la necesidad de activar la “acción colectiva” que conlleve a la unión de los dolientes, a los ciudadanos, para que reclamen y exijan sus derechos, las autoridades rindan cuenta y sean efectivamente servidores públicos.
¿Con un escenario de posconflicto como el que ahora vive el país, qué viene para la sociedad colombiana, especialmente para la cesarense?
Lo primero es tratar de entender qué es el postconflicto para cada uno de nosotros. No creo que haya una definición o concepto unánime de lo que es. Para mí, el postconflicto es una oportunidad enorme que tiene el país. Para muchas cosas, para perdonar y reconciliarnos. Para restituir derechos a los olvidados del campo y de las ciudades también. Para integrar económicamente al aparato productivo nacional a zonas que fueron estigmatizadas y golpeadas por el conflicto. O quedaron en sándwich, entre unos y otros guerreros. Pero también para integrar económicamente a población que antes estaba dedicada a la guerra o para permitirle a empresarios del campo o campesinos pequeños que puedan volver a producir. Yo sostengo que no hay un solo postconflicto, que hay varios, que se presentarán de manera simultánea o incompleta en los territorios: el postconflicto íntimo del perdón y la reconciliación. El postconflicto social, que es el de la inversión en salud, educación, vías, etc. El postconflicto político, que es el de la participación que tanto escozor produce en algunos. El postconflicto jurídico, que es el de la justicia transicional; el económico, al que ya me referí y hasta el postconflicto ambiental, que es el descubrimiento y uso de nuestra naturaleza recóndita.
¿Ahora, el Cesar cómo juega en cada uno de esos postconflictos?
Dependerá de la capacidad de las autoridades para meterse en ellos y de la ciudadanía para asimilarlos. Pero se necesita una guía, que agite la bandera del postconflicto, que atienda y entienda esa problemática. Ya está estudiado en el mundo: si no se notan cambios reales en lo económico, en lo social y en seguridad en los 12 meses siguientes a la firma de un acuerdo de paz, y si lo que brilla es la corrupción, la confianza de la ciudadanía en el proceso de paz, se verá menguada y pueden volver nuevas formas de violencia. Depende que los gobiernos, nacional, departamental y municipal entiendan eso y actúen, pero ya, con obras y con transparencia, para que se consolide la paz.
¿Cuál debe ser el foco de atención ahora, cuando ya no habrá una guerrilla armada, en qué debemos concentrar los esfuerzos?
Hay que hacer lo que no se ha hecho y corregir fallas. Por favor, hay que invertir bien la plata, las regalías, el Sistema General de Participaciones, los recursos propios. En regalías sólo la Drummond, cancela más de 500.000 millones de pesos anuales, de los cuáles una buena parte va para el Departamento y sus Municipios. El SGP duplica esa cuantía, etc. Piense esos recursos en términos de alumnos, de placa huella, de laboratorios para estudiantes, de capacitación para profesores, de puentes y vías. Seguramente se imaginará todo lo que puede hacer. Que es mucho.
Pero el Cesar entre 2014-2015 en vez de disminuir su nivel de pobreza, cómo casi todo el país, la aumentó. De 40.9 a 42,3%. Ese 1.4% que parece poco, son nada más y nada menos que 15.000 personas. Es como si una población cómo Manaure o Gamarra se hubiese vuelto toda pobre. Así que corregir la ruta, es lo que hay que hacer. No sé si 2016, fue positivo en esa tarea o no, porque aún no tenemos el dato de pobreza departamental para ese año.
Usted se refirió en una exposición en el Banco de la República de Valledupar a elementos para disminuir la pobreza ¿Cuáles son?
Atacar la pobreza depende creo yo de dos elementos, uno, la decisión política, el coraje, las ganas del gobernante y lo otro, la capacidad técnica que tenga, me refiero a personal idóneo, estudios, análisis, etc. Yo creo en lo que se llama pre-inversión, no en ir a la topa tolondra, de gastar por gastar.
Así que efectivamente, en esa exposición me referí entre otras a tres estrategias para disminuir la pobreza: una, hacer obras dónde se necesitan. Hay un puente cerca de Valledupar, sobre el río Cesar, que no tiene carretera. No haga obras faraónicas, ni las deje inconclusas. ¿Hace cuánto se está construyendo la vía a Pueblo Bello? ¿Hace cuánto la sede de la Universidad Nacional?
En segundo término, hay un tema de paz y transparencia. Se necesita seguridad jurídica y personal para poder trabajar, pero con unas instituciones que no sean corruptas. Lo peor para la sociedad y no sólo para los pobres es que la plata se pierda, que no llegue a las obras, que se vaya en coimas y robos.
Finalmente, hay que activar algo que se llama académicamente la “acción colectiva”, es decir unir a los dolientes, a los ciudadanos, para que reclamen y exijan sus derechos, para que las autoridades rindan cuenta y sean efectivamente servidores públicos, para que estén al servicio del público, cómo dice su nombre. Que la prensa, los gremios, la comunidad organizada pueda reclamar. En esto me gusta lo de la carretera a Pueblo Bello, que la gente se organizó a instancias de la Contraloría Nacional y está haciendo seguimiento a la obra junto a la Gobernación.
Llama la atención la propuesta de obras pro pobres. ¿Exactamente puede dar ejemplos que ya hoy se hayan hecho?
El año pasado fui jurado del DNP para seleccionar las mejores obras construida con plata de regalías. En la categoría de pequeñas obras ganó una placa-huella, hecha en una montaña de Nariño, en dónde en invierno, no podía subir nadie. La vereda se quedaba sin profesores, los productos sin poder venderse, el enfermo sin poder bajar al pueblo, etc. No sabe usted, cómo cambió la vida con una sencilla placa-huella. Pero hubo un proceso de priorización de la inversión, de análisis de necesidades, de familias a beneficiar, etc. La placa huella se hizo dónde se debía hacer, no dónde la necesitaba el gamonal del pueblo, o en la vereda dónde estaban los votos del Alcalde. Ese es el punto.
Aquí cerca, a 30 minutos de Valledupar, en La Mesa, conocí un paso sobre un arroyo, que no eran sino unos palos atravesados, sobre el cual niños y niñas hacían peligroso equilibrio para poder llegar a la escuela al otro lado, con el riesgo que resbalaran y se cayeran. En invierno, una caída de uno de los estudiantes podría ser mortal. Se construyó un puente, con el apoyo de la cooperación internacional, que no sólo puso a resguardo a los niños, sino que dinamizó la economía de la región. Esas son inversiones pro-pobres.
¿Con los recursos con los que hoy cuentan los gobernadores y alcaldes, los dineros del Sistema General de Regalías, se puede disminuir un poco la pobreza?
Por supuesto. Arriba di ejemplos de lo que hay que hacer, pero sobre todo se necesita planeación, dirección, liderazgo. Las autoridades deben convocar, deben generar un norte. Adicional hay nuevos recursos y nuevos instrumentos, pero hay que tener capacidad de diálogo y de negociación. Si no tenemos buenos proyectos, si no diseñamos y montamos proyectos, no nos van a dar nada. Este es el país de la “proyectitis”. Proyecto para todo y si usted no sabe jugar en ese medio, perdió la plata. Se habla de millonadas para el Postconflicto, de cooperación internacional para el Postconflicto y allí es dónde se debe fortalecer la institucionalidad cesarense, Departamento y Municipios para negociar en Bogotá. Está la creencia que el postconflicto es el sur del país, no, el postconflicto es dónde están las víctimas, y en el Cesar hay más de 315.000, así que tenemos que pelear por esos recursos.
Hay nuevos instrumentos para acceder a recursos, el Fondo Paz, los Cooperantes y por ejemplo la opción de obras por impuesto. Esto último, se incluyó en la reciente reforma tributaria, -para que vea que no todo fue malo-, y sé que está en trámite su reglamentación. Las empresas, en vez de pagar la totalidad de sus impuestos a la tesorería llegan a un acuerdo con el gobierno regional y local para invertir parte de su pago en las zonas afectadas por la guerra. Es construir escuelas, puestos de salud, caminos veredales, etc. Hace unos meses estuve en el Perú conociendo una experiencia similar y es una gran oportunidad, que les ha ayudado mucho allá. Aquí se debe empezar ya a conversar con las empresas cesarenses que pueden apoyar esta opción y pedirle al gobierno nacional una rápida reglamentación.
Por Ana María Ferrer
direcció[email protected]
Un puente tan sencillo como este construido en la vereda La Cuba-Putumayo, en el corregimiento de La Mesa, en el norte de Valledupar, es un ejemplo de lo que se puede hacer para disminuir brechas.
El consultor en desarrollo humano Fernando Herrera Araujo responde algunas inquietudes sobre los retos del Cesar en el posconflicto, las estrategias para disminuir la pobreza y la necesidad de activar la “acción colectiva” que conlleve a la unión de los dolientes, a los ciudadanos, para que reclamen y exijan sus derechos, las autoridades rindan cuenta y sean efectivamente servidores públicos.
¿Con un escenario de posconflicto como el que ahora vive el país, qué viene para la sociedad colombiana, especialmente para la cesarense?
Lo primero es tratar de entender qué es el postconflicto para cada uno de nosotros. No creo que haya una definición o concepto unánime de lo que es. Para mí, el postconflicto es una oportunidad enorme que tiene el país. Para muchas cosas, para perdonar y reconciliarnos. Para restituir derechos a los olvidados del campo y de las ciudades también. Para integrar económicamente al aparato productivo nacional a zonas que fueron estigmatizadas y golpeadas por el conflicto. O quedaron en sándwich, entre unos y otros guerreros. Pero también para integrar económicamente a población que antes estaba dedicada a la guerra o para permitirle a empresarios del campo o campesinos pequeños que puedan volver a producir. Yo sostengo que no hay un solo postconflicto, que hay varios, que se presentarán de manera simultánea o incompleta en los territorios: el postconflicto íntimo del perdón y la reconciliación. El postconflicto social, que es el de la inversión en salud, educación, vías, etc. El postconflicto político, que es el de la participación que tanto escozor produce en algunos. El postconflicto jurídico, que es el de la justicia transicional; el económico, al que ya me referí y hasta el postconflicto ambiental, que es el descubrimiento y uso de nuestra naturaleza recóndita.
¿Ahora, el Cesar cómo juega en cada uno de esos postconflictos?
Dependerá de la capacidad de las autoridades para meterse en ellos y de la ciudadanía para asimilarlos. Pero se necesita una guía, que agite la bandera del postconflicto, que atienda y entienda esa problemática. Ya está estudiado en el mundo: si no se notan cambios reales en lo económico, en lo social y en seguridad en los 12 meses siguientes a la firma de un acuerdo de paz, y si lo que brilla es la corrupción, la confianza de la ciudadanía en el proceso de paz, se verá menguada y pueden volver nuevas formas de violencia. Depende que los gobiernos, nacional, departamental y municipal entiendan eso y actúen, pero ya, con obras y con transparencia, para que se consolide la paz.
¿Cuál debe ser el foco de atención ahora, cuando ya no habrá una guerrilla armada, en qué debemos concentrar los esfuerzos?
Hay que hacer lo que no se ha hecho y corregir fallas. Por favor, hay que invertir bien la plata, las regalías, el Sistema General de Participaciones, los recursos propios. En regalías sólo la Drummond, cancela más de 500.000 millones de pesos anuales, de los cuáles una buena parte va para el Departamento y sus Municipios. El SGP duplica esa cuantía, etc. Piense esos recursos en términos de alumnos, de placa huella, de laboratorios para estudiantes, de capacitación para profesores, de puentes y vías. Seguramente se imaginará todo lo que puede hacer. Que es mucho.
Pero el Cesar entre 2014-2015 en vez de disminuir su nivel de pobreza, cómo casi todo el país, la aumentó. De 40.9 a 42,3%. Ese 1.4% que parece poco, son nada más y nada menos que 15.000 personas. Es como si una población cómo Manaure o Gamarra se hubiese vuelto toda pobre. Así que corregir la ruta, es lo que hay que hacer. No sé si 2016, fue positivo en esa tarea o no, porque aún no tenemos el dato de pobreza departamental para ese año.
Usted se refirió en una exposición en el Banco de la República de Valledupar a elementos para disminuir la pobreza ¿Cuáles son?
Atacar la pobreza depende creo yo de dos elementos, uno, la decisión política, el coraje, las ganas del gobernante y lo otro, la capacidad técnica que tenga, me refiero a personal idóneo, estudios, análisis, etc. Yo creo en lo que se llama pre-inversión, no en ir a la topa tolondra, de gastar por gastar.
Así que efectivamente, en esa exposición me referí entre otras a tres estrategias para disminuir la pobreza: una, hacer obras dónde se necesitan. Hay un puente cerca de Valledupar, sobre el río Cesar, que no tiene carretera. No haga obras faraónicas, ni las deje inconclusas. ¿Hace cuánto se está construyendo la vía a Pueblo Bello? ¿Hace cuánto la sede de la Universidad Nacional?
En segundo término, hay un tema de paz y transparencia. Se necesita seguridad jurídica y personal para poder trabajar, pero con unas instituciones que no sean corruptas. Lo peor para la sociedad y no sólo para los pobres es que la plata se pierda, que no llegue a las obras, que se vaya en coimas y robos.
Finalmente, hay que activar algo que se llama académicamente la “acción colectiva”, es decir unir a los dolientes, a los ciudadanos, para que reclamen y exijan sus derechos, para que las autoridades rindan cuenta y sean efectivamente servidores públicos, para que estén al servicio del público, cómo dice su nombre. Que la prensa, los gremios, la comunidad organizada pueda reclamar. En esto me gusta lo de la carretera a Pueblo Bello, que la gente se organizó a instancias de la Contraloría Nacional y está haciendo seguimiento a la obra junto a la Gobernación.
Llama la atención la propuesta de obras pro pobres. ¿Exactamente puede dar ejemplos que ya hoy se hayan hecho?
El año pasado fui jurado del DNP para seleccionar las mejores obras construida con plata de regalías. En la categoría de pequeñas obras ganó una placa-huella, hecha en una montaña de Nariño, en dónde en invierno, no podía subir nadie. La vereda se quedaba sin profesores, los productos sin poder venderse, el enfermo sin poder bajar al pueblo, etc. No sabe usted, cómo cambió la vida con una sencilla placa-huella. Pero hubo un proceso de priorización de la inversión, de análisis de necesidades, de familias a beneficiar, etc. La placa huella se hizo dónde se debía hacer, no dónde la necesitaba el gamonal del pueblo, o en la vereda dónde estaban los votos del Alcalde. Ese es el punto.
Aquí cerca, a 30 minutos de Valledupar, en La Mesa, conocí un paso sobre un arroyo, que no eran sino unos palos atravesados, sobre el cual niños y niñas hacían peligroso equilibrio para poder llegar a la escuela al otro lado, con el riesgo que resbalaran y se cayeran. En invierno, una caída de uno de los estudiantes podría ser mortal. Se construyó un puente, con el apoyo de la cooperación internacional, que no sólo puso a resguardo a los niños, sino que dinamizó la economía de la región. Esas son inversiones pro-pobres.
¿Con los recursos con los que hoy cuentan los gobernadores y alcaldes, los dineros del Sistema General de Regalías, se puede disminuir un poco la pobreza?
Por supuesto. Arriba di ejemplos de lo que hay que hacer, pero sobre todo se necesita planeación, dirección, liderazgo. Las autoridades deben convocar, deben generar un norte. Adicional hay nuevos recursos y nuevos instrumentos, pero hay que tener capacidad de diálogo y de negociación. Si no tenemos buenos proyectos, si no diseñamos y montamos proyectos, no nos van a dar nada. Este es el país de la “proyectitis”. Proyecto para todo y si usted no sabe jugar en ese medio, perdió la plata. Se habla de millonadas para el Postconflicto, de cooperación internacional para el Postconflicto y allí es dónde se debe fortalecer la institucionalidad cesarense, Departamento y Municipios para negociar en Bogotá. Está la creencia que el postconflicto es el sur del país, no, el postconflicto es dónde están las víctimas, y en el Cesar hay más de 315.000, así que tenemos que pelear por esos recursos.
Hay nuevos instrumentos para acceder a recursos, el Fondo Paz, los Cooperantes y por ejemplo la opción de obras por impuesto. Esto último, se incluyó en la reciente reforma tributaria, -para que vea que no todo fue malo-, y sé que está en trámite su reglamentación. Las empresas, en vez de pagar la totalidad de sus impuestos a la tesorería llegan a un acuerdo con el gobierno regional y local para invertir parte de su pago en las zonas afectadas por la guerra. Es construir escuelas, puestos de salud, caminos veredales, etc. Hace unos meses estuve en el Perú conociendo una experiencia similar y es una gran oportunidad, que les ha ayudado mucho allá. Aquí se debe empezar ya a conversar con las empresas cesarenses que pueden apoyar esta opción y pedirle al gobierno nacional una rápida reglamentación.
Por Ana María Ferrer
direcció[email protected]
Un puente tan sencillo como este construido en la vereda La Cuba-Putumayo, en el corregimiento de La Mesa, en el norte de Valledupar, es un ejemplo de lo que se puede hacer para disminuir brechas.