El gestor cultural Carlos Ramón Guevara Tamara deja un vacío entre los que lo conocían, que lo recuerdan como un amante a la literatura, los juegos tradicionales y la música.
Como un personaje amante a la literatura y deseosa que niños, jóvenes y adultos se sumergieran en la fascinante experiencia de los libros, así recuerdan familiares y amigos a Carlos Ramón Guevara Tamara, el gestor del bibliobús en el Cesar, que falleció hace diez días por complicaciones de hipertensión y diabetes.
Él llevo a cada rincón del Cesar, por cerca de diez años, libros de distintas colecciones y el disfrute de expresiones artísticas y culturales como teatro de títeres, exposiciones plásticas, proyección de películas infantiles, entre otras actividades, a través de un bus convertido en biblioteca ambulante, patrocinado por lo que fue Colcultura -hoy Ministerio de Cultura- cuando existía el Instituto de Cultura y Turismo del Cesar, que en la actualidad es la Casa de la Cultura de Valledupar.
“El modelo del trabajo cultural que hizo Carlos sirvió como modelo para muchos otros departamentos. Lastimosamente él nunca me hizo caso en la recomendación que le hacía de sistematizar su experiencia. Él permaneció en el Instituto de Cultura y Turismo del Cesar hasta que cerraron la entidad”, manifestó Simón Martínez Ubarnez, licenciado en filosofía, quien fuera el primer director del Instituto de Cultura.
Agregó que lo delegó como promotor cultural al percibir su vocación de servicio, liderazgo, carisma y humor fino, luego que le fuera presentando por el cantautor Santander Durán, convirtiéndose con el paso del tiempo en un personaje reconocido y solicitado en los pueblos del Cesar.
La estrategia de lectura del bibliobús en la región terminó cuando el gobierno central dejó de girar recursos para la gasolina y mantenimiento del vehículo. Sin embargo, esto no impidió que Guevara Tamara siguiera en labores culturales, continuó en su vivienda, donde trabajó con grupos de teatro de los municipios de San Diego, Tamalameque, Río de Oro y La Gloria. También realizó servicio social con estudiantes de once grado en recreación y juegos tradicionales, fue asesor en recuperación de la tradición oral, gastronomía y costumbres de estudiantes en arte y folclor.
Aunque era oriundo de Sincelejo, vivió más de 30 años en Valledupar. Una de sus pasiones era incentivar los juegos tradicionales como: el trompo, el boliche y la cucurubá.
“Realizó un destacado trabajo social para sacar a los jóvenes de la droga y de la delincuencia, incentivando juegos tradicionales, organizando campeonatos de fútbol y otros deportes. Tenía la colección más grande de trompos que se podía conseguir en el país, de todas partes. Su sueño era hacer el museo del trompo. Ojalá que exista alguien interesado en convertir por ejemplo la Sala Infantil de la biblioteca departamental para hacer un museo de trompo con la colección de Carlos”, acotó Martínez Ubarnez.
Su llegada a la capital del Cesar, según relató su hijo Edgard Guevara Gómez, se dio por perseguir el amor que sentía por ‘su negra’ María Armenta, conocida como ‘Mayo’, que se convirtió en su compañera por 47 años.
“Él era radiotécnico de profesión, salió a trabajar a Maicao, donde conoció a Mayo, una mujer vallenata, por la que se vino a vivir a Valledupar. En sus inicios en el Valle montó un taller en la calle 13 A con carrera sexta”, rememoró.
Solo cursó hasta cuarto grado de bachillerato y recibió el diploma de honoris y causa en el liceo García Márquez, que lideraba Simón Martínez Ubarnez, pero desde muy joven fue un lector asiduo y un amante a la cultura, pasión que perfeccionó con los cursos que le ofreció el Instituto de Cultura y Turismo del Cesar. En su biblioteca personal figura una colección de escritores como: Orlando Fals Borda, David Sánchez Juliao, José Luis Garcés, entre otros.
Otra de sus pasiones, según cuentan sus hijos, fue la música, prueba de ello son los cuantiosos discos que hay en su hogar de boleros, rancheras, porros y vallenatos tradicionales. Sus familiares recuerdan cómo cada 4 de noviembre, fecha de su cumpleaños, colocaba una especie de alborada de porros que era colocado a un volumen bajo, pero por petición de sus vecinos aumentaba.
Todos los diciembres en su hogar eran infaltables las novenas navideñas. A cada integrante de su familia le asignaba una labor, dando como resultado un pesebre llamativo y visitado por niños y adultos. Los 7 de diciembre, como es normal en la sabana, prendía velitas en la noche para que la virgen cuando pasara bendijera el hogar. Otra de sus costumbres era recibir a sus amistades con un suculento desayuno sabanero, compuesto por ñame, yuca, ahuyama, queso, ajonjolí, suero y pava de ají. Así lo aseguró su hijo Edgard.
Guevara Tamara dejó ocho hijos: Carlos Rafael, Edgar Eduardo, Marta Ligia, José Germán, Pedro David, Elkin Rafael, Doris Cristina y Claudia Patricia.
Edgard Guevara Gómez: “Lo que más recuerdo de mi padre era esa chispa y ese humor que lo caracterizaban, así como el optimismo y espontaneidad que lo hacían sobresalir. Él era entregado por sus amigos, se desvivía por ayudar, era una excelente persona”.
Carlos Rafael Guevara Gómez: “Mi papá era un tipo brillante y feliz con lo que hacía y con lo que tenía. Era supremamente inteligente y nos enseñó que el amor familiar está por encima de todo. Tenía una jerarquía en la casa, donde él era el rey, Mayo la reina y sus hijos los príncipes”.
María Armenta: “Era una persona amable y buena. Siempre tenía una sonrisa en su rostro aunque tuviera dificultades. Era mamador de gallo y cariñoso con los suyos”.
Claudia Patricia Guevara: “Mi papá era alegre, buen amigo, celoso con sus hijos. Era un buen hombre, un buen papá, un buen amigo. Era colaborador y solidario”.
Por José Atuesta Mindiola I Carlos Guevara el amigo de la sonrisa infantil como la aurora de abril en las espigas de trigo. Valledupar es testigo de su amorosa aventura de promover la lectura con los talleres viajeros, siempre será el pregonero conductor de la cultura. II Los juegos, cantos y rondas tradición de los abuelos, el la retoma del suelo para volver a la fonda. La diversión nadie esconda en el cuarto del olvido, porque de los tiempos idos hay cosas que son del alma como el viento de la palma que se mece sonreído. III Risa de mazorca biche preparaba en la cocina, mote de ñame de espina con un plato de seviche. También jugaba boliche, trompos y cucurubá en la noche Libertad, los cuentos y adivinanzas, a los niños su enseñanza brindarle felicidad. IV Hoy la tierra vallenata toma tu cuerpo dormido y el espíritu se ha ido en acuarelas de plata. Ya la luna lo delata por su ternura inocente y la palabra esplendente de sus cuentos y poesía; Carlos Guevara tenía muchos juegos en la mente.
Annelise Barriga Ramírez/EL PILÓN
El gestor cultural Carlos Ramón Guevara Tamara deja un vacío entre los que lo conocían, que lo recuerdan como un amante a la literatura, los juegos tradicionales y la música.
Como un personaje amante a la literatura y deseosa que niños, jóvenes y adultos se sumergieran en la fascinante experiencia de los libros, así recuerdan familiares y amigos a Carlos Ramón Guevara Tamara, el gestor del bibliobús en el Cesar, que falleció hace diez días por complicaciones de hipertensión y diabetes.
Él llevo a cada rincón del Cesar, por cerca de diez años, libros de distintas colecciones y el disfrute de expresiones artísticas y culturales como teatro de títeres, exposiciones plásticas, proyección de películas infantiles, entre otras actividades, a través de un bus convertido en biblioteca ambulante, patrocinado por lo que fue Colcultura -hoy Ministerio de Cultura- cuando existía el Instituto de Cultura y Turismo del Cesar, que en la actualidad es la Casa de la Cultura de Valledupar.
“El modelo del trabajo cultural que hizo Carlos sirvió como modelo para muchos otros departamentos. Lastimosamente él nunca me hizo caso en la recomendación que le hacía de sistematizar su experiencia. Él permaneció en el Instituto de Cultura y Turismo del Cesar hasta que cerraron la entidad”, manifestó Simón Martínez Ubarnez, licenciado en filosofía, quien fuera el primer director del Instituto de Cultura.
Agregó que lo delegó como promotor cultural al percibir su vocación de servicio, liderazgo, carisma y humor fino, luego que le fuera presentando por el cantautor Santander Durán, convirtiéndose con el paso del tiempo en un personaje reconocido y solicitado en los pueblos del Cesar.
La estrategia de lectura del bibliobús en la región terminó cuando el gobierno central dejó de girar recursos para la gasolina y mantenimiento del vehículo. Sin embargo, esto no impidió que Guevara Tamara siguiera en labores culturales, continuó en su vivienda, donde trabajó con grupos de teatro de los municipios de San Diego, Tamalameque, Río de Oro y La Gloria. También realizó servicio social con estudiantes de once grado en recreación y juegos tradicionales, fue asesor en recuperación de la tradición oral, gastronomía y costumbres de estudiantes en arte y folclor.
Aunque era oriundo de Sincelejo, vivió más de 30 años en Valledupar. Una de sus pasiones era incentivar los juegos tradicionales como: el trompo, el boliche y la cucurubá.
“Realizó un destacado trabajo social para sacar a los jóvenes de la droga y de la delincuencia, incentivando juegos tradicionales, organizando campeonatos de fútbol y otros deportes. Tenía la colección más grande de trompos que se podía conseguir en el país, de todas partes. Su sueño era hacer el museo del trompo. Ojalá que exista alguien interesado en convertir por ejemplo la Sala Infantil de la biblioteca departamental para hacer un museo de trompo con la colección de Carlos”, acotó Martínez Ubarnez.
Su llegada a la capital del Cesar, según relató su hijo Edgard Guevara Gómez, se dio por perseguir el amor que sentía por ‘su negra’ María Armenta, conocida como ‘Mayo’, que se convirtió en su compañera por 47 años.
“Él era radiotécnico de profesión, salió a trabajar a Maicao, donde conoció a Mayo, una mujer vallenata, por la que se vino a vivir a Valledupar. En sus inicios en el Valle montó un taller en la calle 13 A con carrera sexta”, rememoró.
Solo cursó hasta cuarto grado de bachillerato y recibió el diploma de honoris y causa en el liceo García Márquez, que lideraba Simón Martínez Ubarnez, pero desde muy joven fue un lector asiduo y un amante a la cultura, pasión que perfeccionó con los cursos que le ofreció el Instituto de Cultura y Turismo del Cesar. En su biblioteca personal figura una colección de escritores como: Orlando Fals Borda, David Sánchez Juliao, José Luis Garcés, entre otros.
Otra de sus pasiones, según cuentan sus hijos, fue la música, prueba de ello son los cuantiosos discos que hay en su hogar de boleros, rancheras, porros y vallenatos tradicionales. Sus familiares recuerdan cómo cada 4 de noviembre, fecha de su cumpleaños, colocaba una especie de alborada de porros que era colocado a un volumen bajo, pero por petición de sus vecinos aumentaba.
Todos los diciembres en su hogar eran infaltables las novenas navideñas. A cada integrante de su familia le asignaba una labor, dando como resultado un pesebre llamativo y visitado por niños y adultos. Los 7 de diciembre, como es normal en la sabana, prendía velitas en la noche para que la virgen cuando pasara bendijera el hogar. Otra de sus costumbres era recibir a sus amistades con un suculento desayuno sabanero, compuesto por ñame, yuca, ahuyama, queso, ajonjolí, suero y pava de ají. Así lo aseguró su hijo Edgard.
Guevara Tamara dejó ocho hijos: Carlos Rafael, Edgar Eduardo, Marta Ligia, José Germán, Pedro David, Elkin Rafael, Doris Cristina y Claudia Patricia.
Edgard Guevara Gómez: “Lo que más recuerdo de mi padre era esa chispa y ese humor que lo caracterizaban, así como el optimismo y espontaneidad que lo hacían sobresalir. Él era entregado por sus amigos, se desvivía por ayudar, era una excelente persona”.
Carlos Rafael Guevara Gómez: “Mi papá era un tipo brillante y feliz con lo que hacía y con lo que tenía. Era supremamente inteligente y nos enseñó que el amor familiar está por encima de todo. Tenía una jerarquía en la casa, donde él era el rey, Mayo la reina y sus hijos los príncipes”.
María Armenta: “Era una persona amable y buena. Siempre tenía una sonrisa en su rostro aunque tuviera dificultades. Era mamador de gallo y cariñoso con los suyos”.
Claudia Patricia Guevara: “Mi papá era alegre, buen amigo, celoso con sus hijos. Era un buen hombre, un buen papá, un buen amigo. Era colaborador y solidario”.
Por José Atuesta Mindiola I Carlos Guevara el amigo de la sonrisa infantil como la aurora de abril en las espigas de trigo. Valledupar es testigo de su amorosa aventura de promover la lectura con los talleres viajeros, siempre será el pregonero conductor de la cultura. II Los juegos, cantos y rondas tradición de los abuelos, el la retoma del suelo para volver a la fonda. La diversión nadie esconda en el cuarto del olvido, porque de los tiempos idos hay cosas que son del alma como el viento de la palma que se mece sonreído. III Risa de mazorca biche preparaba en la cocina, mote de ñame de espina con un plato de seviche. También jugaba boliche, trompos y cucurubá en la noche Libertad, los cuentos y adivinanzas, a los niños su enseñanza brindarle felicidad. IV Hoy la tierra vallenata toma tu cuerpo dormido y el espíritu se ha ido en acuarelas de plata. Ya la luna lo delata por su ternura inocente y la palabra esplendente de sus cuentos y poesía; Carlos Guevara tenía muchos juegos en la mente.
Annelise Barriga Ramírez/EL PILÓN