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Cultura - 22 febrero, 2015

Venezuela, la crucifixión de una democracia

Este colombiano de origen vallenato, que vive hace 40 años en Venezuela, hace una réplica a la columna de Eduardo de la Rosa, titulada ‘La crucifixión de una democracia’, publicada el pasado cuatro de febrero y advierte que no todo es como lo pintan en el vecino país.

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Recientemente leí un artículo en la página web de EL PILÓN (Valledupar – Colombia), titulado ‘La crucifixión de una democracia’, periódico que leo casi todos los días por mis orígenes vallenatos. Quisiera realizar una réplica, en nombre de los cinco millones de colombianos que vivimos en esta hermosa tierra de Venezuela y que nos da verdadera vergüenza que, opinadores de oficio, se den a la tarea de atacar nuestra democracia. Y cuando digo nuestra, es la venezolana.

De La Rosa comienza con una pregunta, refiriéndose al acto mediante el cual decidieron la crucifixión de Jesucristo y el cual él califica como “democrático”, yo iniciaré con la misma: ¿Será su conducta una decisión democrática? La respuesta es No. Según el concepto de democracia participativa no. Ahora bien, según la “democracia representativa”, que esquilma el derecho de la mayoría verdadera, es posible. Ese acto no fue democrático, ya que solo se le preguntó a un grupo de personas que estaban en ese momento, no se le preguntó al resto del pueblo cristiano. Esta práctica fue muy utilizada en la cuarta república en Venezuela, y se utiliza todavía en algunos piases como Colombia, EEUU, otros. Esto no es democrático, utiliza un grupo “representativo”, generalmente escogidos por intereses, para que decidan en nombre de todos. Esto se llama fascismo.

La frase “peligro permanente de una democracia es reducirla a la voluntad de la mayoría”, muestra una contradicción enorme. No se reduce a la voluntad de la mayoría, se amplia. Y, si, en la democracia verdadera es la mayoría quien decide. En el caso de Venezuela, aún más, cuando esta mayoría sigue siéndolo, a pesar de manipulaciones, amenazas, triquiñuelas, montajes, se vuelve a contradecir al afirmar que “no todo se deja a la decisión de la mayoría”, por supuesto que no. En el caso que ilustra, se le dejó a la decisión de la “mayoría” la vida de una persona, precisamente quien venía a salvarnos. Para el caso de decidir quién gobernara los destinos del pueblo todo, necesariamente debe ser una decisión del pueblo todo, o por lo menos de la mayoría.

En Venezuela, desde el mismo momento que “la mayoría desesperada se convirtió en masa”, decidió salir de los pseudodemocratas que la humillaron y maltrataron por décadas, y era utilizada por las esferas del poder político”, y esa masa hoy en día sigue apoyando este proceso, porque de verdad ha sentido y recibido la solución a la mayoría de sus necesidades básicas, inclusive con la guerra sociológica y brutal a la cual ha sido sometida.
Esas minorías de las cuales usted habla, y que no ha podido convertirse en mayoría, en el juego democrático, es la misma minoría que por décadas nos dominó a su antojo. Eran y siguen siendo minoría. No han calado en las masas, porque lo único que ofrecen es lo mismo de antes. Y no utilizan “el juego político”, utilizan es la manipulación política, mediática y sociológica, por eso no calan, no convencen a la mayoría. Son tan soberbios que ni siquiera se han dado cuenta que son minoría.

El único freno que se destruyó en Venezuela es el que no permitía que mis paisanos, colombianos, pudieran visitar esta tierra. Antes de Chávez, cualquier colombiano que viniera era tratado como criminal, yo lo viví junto a mi familia. Chávez nos dignificó a los que vivimos aquí, y además permitió que los familiares nos visiten. Por cierto, esto también ha sido beneficioso para mis compatriotas, ya que ahora tienen, y utilizan mucho, la facilidad de adquirir productos que allá se les hace imposible, por sus altos costos. Y si usted, amigo De La Rosa, no ha adquirido en la última semana un producto venezolano llevado a allá de contrabando, como gasolina, arroz, azúcar, champú, máquinas de afeitar, medicinas, de limpieza, ropa, fertilizantes, educación, etc., lo felicito, así si nos está ayudando. Pero permítame dudarlo.

Si hablamos de que el poder político encarcela la oposición, una afirmación verdaderamente temeraria, viniendo desde Colombia. Aquí no existe ningún preso político. Por cierto, en Colombia no solamente los encarcelan, los matan. Si no, recuerde a la Unión Patriótica, a Galán, a Gaitán, a Pizarro, a los Sindicalistas, a Garzón, y muchos otros.

Para terminar, es precisamente lo que le criticamos a nuestro proceso, el hecho que no ha sido “radical”. Hemos convivido mucho tiempo, por lo que cada vez se hace más evidente que, dos modelos antagónicos como lo es el capitalismo y el socialismo, jamás podrán convivir.

Radicalización del socialismo es lo que necesitamos en Venezuela. Socialismo a lo venezolano. Le sugiero a De la Rosa, y otros “opinadores” de mi tierra linda y amada, que antes de criticar sobre la calidad de vida que tenemos aquí, los venezolanos y colombianos que vivimos, realicen un análisis de la calidad de vida de allá. Pero no la de su entorno, seguro de estrato cinco o seis, allí no concluirá jamás nada, váyase a los estratos uno, dos y tres. Por cierto, en Venezuela no existen estratos.

Y termino con su misma frase, pero a la inversa: “Colombia es un espejo de lo que no debe hacerse. Nuestros hermanos deben recibir nuestro respaldo para recuperar la democracia y garantizar los derechos humanos”.

Por José Zuleta
[email protected]
@josezuleta49

Cultura
22 febrero, 2015

Venezuela, la crucifixión de una democracia

Este colombiano de origen vallenato, que vive hace 40 años en Venezuela, hace una réplica a la columna de Eduardo de la Rosa, titulada ‘La crucifixión de una democracia’, publicada el pasado cuatro de febrero y advierte que no todo es como lo pintan en el vecino país.


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Recientemente leí un artículo en la página web de EL PILÓN (Valledupar – Colombia), titulado ‘La crucifixión de una democracia’, periódico que leo casi todos los días por mis orígenes vallenatos. Quisiera realizar una réplica, en nombre de los cinco millones de colombianos que vivimos en esta hermosa tierra de Venezuela y que nos da verdadera vergüenza que, opinadores de oficio, se den a la tarea de atacar nuestra democracia. Y cuando digo nuestra, es la venezolana.

De La Rosa comienza con una pregunta, refiriéndose al acto mediante el cual decidieron la crucifixión de Jesucristo y el cual él califica como “democrático”, yo iniciaré con la misma: ¿Será su conducta una decisión democrática? La respuesta es No. Según el concepto de democracia participativa no. Ahora bien, según la “democracia representativa”, que esquilma el derecho de la mayoría verdadera, es posible. Ese acto no fue democrático, ya que solo se le preguntó a un grupo de personas que estaban en ese momento, no se le preguntó al resto del pueblo cristiano. Esta práctica fue muy utilizada en la cuarta república en Venezuela, y se utiliza todavía en algunos piases como Colombia, EEUU, otros. Esto no es democrático, utiliza un grupo “representativo”, generalmente escogidos por intereses, para que decidan en nombre de todos. Esto se llama fascismo.

La frase “peligro permanente de una democracia es reducirla a la voluntad de la mayoría”, muestra una contradicción enorme. No se reduce a la voluntad de la mayoría, se amplia. Y, si, en la democracia verdadera es la mayoría quien decide. En el caso de Venezuela, aún más, cuando esta mayoría sigue siéndolo, a pesar de manipulaciones, amenazas, triquiñuelas, montajes, se vuelve a contradecir al afirmar que “no todo se deja a la decisión de la mayoría”, por supuesto que no. En el caso que ilustra, se le dejó a la decisión de la “mayoría” la vida de una persona, precisamente quien venía a salvarnos. Para el caso de decidir quién gobernara los destinos del pueblo todo, necesariamente debe ser una decisión del pueblo todo, o por lo menos de la mayoría.

En Venezuela, desde el mismo momento que “la mayoría desesperada se convirtió en masa”, decidió salir de los pseudodemocratas que la humillaron y maltrataron por décadas, y era utilizada por las esferas del poder político”, y esa masa hoy en día sigue apoyando este proceso, porque de verdad ha sentido y recibido la solución a la mayoría de sus necesidades básicas, inclusive con la guerra sociológica y brutal a la cual ha sido sometida.
Esas minorías de las cuales usted habla, y que no ha podido convertirse en mayoría, en el juego democrático, es la misma minoría que por décadas nos dominó a su antojo. Eran y siguen siendo minoría. No han calado en las masas, porque lo único que ofrecen es lo mismo de antes. Y no utilizan “el juego político”, utilizan es la manipulación política, mediática y sociológica, por eso no calan, no convencen a la mayoría. Son tan soberbios que ni siquiera se han dado cuenta que son minoría.

El único freno que se destruyó en Venezuela es el que no permitía que mis paisanos, colombianos, pudieran visitar esta tierra. Antes de Chávez, cualquier colombiano que viniera era tratado como criminal, yo lo viví junto a mi familia. Chávez nos dignificó a los que vivimos aquí, y además permitió que los familiares nos visiten. Por cierto, esto también ha sido beneficioso para mis compatriotas, ya que ahora tienen, y utilizan mucho, la facilidad de adquirir productos que allá se les hace imposible, por sus altos costos. Y si usted, amigo De La Rosa, no ha adquirido en la última semana un producto venezolano llevado a allá de contrabando, como gasolina, arroz, azúcar, champú, máquinas de afeitar, medicinas, de limpieza, ropa, fertilizantes, educación, etc., lo felicito, así si nos está ayudando. Pero permítame dudarlo.

Si hablamos de que el poder político encarcela la oposición, una afirmación verdaderamente temeraria, viniendo desde Colombia. Aquí no existe ningún preso político. Por cierto, en Colombia no solamente los encarcelan, los matan. Si no, recuerde a la Unión Patriótica, a Galán, a Gaitán, a Pizarro, a los Sindicalistas, a Garzón, y muchos otros.

Para terminar, es precisamente lo que le criticamos a nuestro proceso, el hecho que no ha sido “radical”. Hemos convivido mucho tiempo, por lo que cada vez se hace más evidente que, dos modelos antagónicos como lo es el capitalismo y el socialismo, jamás podrán convivir.

Radicalización del socialismo es lo que necesitamos en Venezuela. Socialismo a lo venezolano. Le sugiero a De la Rosa, y otros “opinadores” de mi tierra linda y amada, que antes de criticar sobre la calidad de vida que tenemos aquí, los venezolanos y colombianos que vivimos, realicen un análisis de la calidad de vida de allá. Pero no la de su entorno, seguro de estrato cinco o seis, allí no concluirá jamás nada, váyase a los estratos uno, dos y tres. Por cierto, en Venezuela no existen estratos.

Y termino con su misma frase, pero a la inversa: “Colombia es un espejo de lo que no debe hacerse. Nuestros hermanos deben recibir nuestro respaldo para recuperar la democracia y garantizar los derechos humanos”.

Por José Zuleta
[email protected]
@josezuleta49