El Pilón en su existencia que suma 20 años, por primera vez, obtuvo un premio de periodismo donde participó todo el equipo periodístico.
El equipo periodístico de EL PILON recibió el premio Sirena Vallenata que promueve el Círculo de Periodistas de Valledupar en el 2002 con el trabajo ‘Eternamente Consuelo’.
En la separata especial de 36 páginas publicada 29 de abril de 2002 con motivo del 35 Festival de la Leyenda Vallenata en homenaje a Consuelo Araujonoguera, participaron Dickson Quiroz Torres, director; los periodistas Ana María Ferrer Arroyo, Ana Patricia González Cabeza, Oscar Martínez Ortiz, Leonardo Armenta Alonso, Richard Leguízamo Peñate y Juan Rincón Vanegas; los reporteros gráficos, Edgar de la Hoz Anaya y Neftalí Castellar Mangones. Además, de los diagramadores y diseñadores gráficos, Jhon Rodríguez, Alexander Cristancho e Iván Campero.
La notas periodísticas se repartieron de la siguiente manera: Consuelo, niña y adolescente intrépida, De Auxiliar bancaria a ministra y Un vistazo a Consuelo líder (Ana Patricia González); Consuelo respiraba folclor, Fiel a Dios, hasta el último momento y Siempre política (Oscar Martínez); Consuelo, la madre que crió a sus hijos con valores y ejemplos y Fidelia Vásquez sigue llorando a Consuelo (Richard Leguízamo); Una periodista de armas tomar y La mejor amiga (Ana María Ferrer); Festival sin Consuelo, Parque de la Leyenda Vallenata, el último sueño de ‘La Cacica’ y Los libros que no terminó Consuelo (Leonardo Armenta); En Patillal la vieron por última vez y El epitafio de Consuelo (Juan Rincón Vanegas).
Durante más de dos meses se trabajó en este triunfal proyecto que tuvo la aceptación general y además del premio quedó para la historia porque se conoció en detalle la vida y obra de ‘La Cacica’ quien dejó una nota con su propio perfil, donde se pinta en toda su dimensión.
“Católica y profundamente creyente. Amo a Dios por encima de todas las cosas. Devota sin límite de Jesús sacramentado y de la Santísima Virgen María.
Mi mejor cualidad es la lealtad; leal a lo que amo: mi pueblo, mis orígenes, mi familia, mis amigos, mi historia y mis principios. Ordenada, disciplinada y exigente con lo que hago, y con lo que los demás hacen para mí. Me gustan y amo a los niños. Es con la única clase de personas con las que nunca me impaciento, ni me pongo de mal genio.
Quiero a mis nietos mucho más que a mis propios hijos y no me da pena decirlo.
Mi peor defecto: la impaciencia y la intransigencia con las cosas mal hechas. Detesto la mediocridad y los pusilánimes. Odio la picardía y la deshonestidad, a los picaros y deshonestos de cualquier género, número y tamaño.
Odio los perezosos y a los desordenados (en el orden moral, se entiende).
Soy tierna, sentimental, sencilla y no me dejo deslumbrar por los arreos santorales, ni por la moda.
Me fascina la gente inteligente y la que hace cosas por los demás, y solo le rindo pleitesía al talento”.
A lo largo de la vida periodística de El Pilón se han seguido obteniendo nuevos premios a nivel local, regional y nacional, y eso indica el rigor y entrega con que se maneja la información en este importante medio de Valledupar.
La vuelta a Colombia
En los cinco años de trabajo en El Pilón, aunque nunca me he ido, tuve el honor de ganarme un nuevo premio de periodismo Sirena Vallenata, año 2003, con la serie: Vuelta a Colombia en carro de mula, que es la historia de Luis Alberto Falla Rivera, un campesino natural de La Plata, Huila, a quien hicieron salir de su finquita con su numerosa familia.
Su calvario comenzó unido a su mujer, 10 hijos y un nieto, al llegar a Pitalito donde ninguna puerta se le abrió y para solventar la situación optó por llamar a un familiar a Cartagena, quien le dijo que podía trasladarse a la capital del Bolívar. No lo pensó dos veces y como tenía un carro de mula emprendió el recorrido de cientos de kilómetros.
A lo largo de varios meses y con todos los trabajos del mundo llegó a Cartagena, pero su familiar al ver el numeroso cuadro familiar, no lo ayudó y lo dejó a la deriva. Estando en esas y durmiendo en las murallas una de sus hijas, de 14 años, se enamoró de un joven que prometió ayudarles, y cuando supo que estaba embarazada emprendió la huida.
Buscando más y más salidas optó por viajar de Cartagena a Bogotá, para exponerle su caso al Presidente de la República, haciendo escalas en distintas ciudades. Varias veces cambió de caballo porque no aguantaban el trajín y en esas llegó a Valledupar.
Acá recibió apoyo de la comunidad, y en una de esas las autoridades amenazaron con quitarle los hijos, pero en un descuido tomó nuevamente camino para continuar con su drama rodante.
Estuve en la despedida y siempre acompañé a esa familia hasta verlos alejarse, pero desde ese día, dos de febrero de 2003, no supe más de ellos hasta que en la ceremonia del Premio Sirena Vallenata dijeron que había ganado con la historia de Luis Alberto Falla y su familia.
Mientras aplaudían por mi mente desfilaban los episodios tristes de esos colombianos desplazados por la violencia y cuyo destino se tornaba gris montados en un carro de mula.
Por Juan Rincón Vanegas
El Pilón en su existencia que suma 20 años, por primera vez, obtuvo un premio de periodismo donde participó todo el equipo periodístico.
El equipo periodístico de EL PILON recibió el premio Sirena Vallenata que promueve el Círculo de Periodistas de Valledupar en el 2002 con el trabajo ‘Eternamente Consuelo’.
En la separata especial de 36 páginas publicada 29 de abril de 2002 con motivo del 35 Festival de la Leyenda Vallenata en homenaje a Consuelo Araujonoguera, participaron Dickson Quiroz Torres, director; los periodistas Ana María Ferrer Arroyo, Ana Patricia González Cabeza, Oscar Martínez Ortiz, Leonardo Armenta Alonso, Richard Leguízamo Peñate y Juan Rincón Vanegas; los reporteros gráficos, Edgar de la Hoz Anaya y Neftalí Castellar Mangones. Además, de los diagramadores y diseñadores gráficos, Jhon Rodríguez, Alexander Cristancho e Iván Campero.
La notas periodísticas se repartieron de la siguiente manera: Consuelo, niña y adolescente intrépida, De Auxiliar bancaria a ministra y Un vistazo a Consuelo líder (Ana Patricia González); Consuelo respiraba folclor, Fiel a Dios, hasta el último momento y Siempre política (Oscar Martínez); Consuelo, la madre que crió a sus hijos con valores y ejemplos y Fidelia Vásquez sigue llorando a Consuelo (Richard Leguízamo); Una periodista de armas tomar y La mejor amiga (Ana María Ferrer); Festival sin Consuelo, Parque de la Leyenda Vallenata, el último sueño de ‘La Cacica’ y Los libros que no terminó Consuelo (Leonardo Armenta); En Patillal la vieron por última vez y El epitafio de Consuelo (Juan Rincón Vanegas).
Durante más de dos meses se trabajó en este triunfal proyecto que tuvo la aceptación general y además del premio quedó para la historia porque se conoció en detalle la vida y obra de ‘La Cacica’ quien dejó una nota con su propio perfil, donde se pinta en toda su dimensión.
“Católica y profundamente creyente. Amo a Dios por encima de todas las cosas. Devota sin límite de Jesús sacramentado y de la Santísima Virgen María.
Mi mejor cualidad es la lealtad; leal a lo que amo: mi pueblo, mis orígenes, mi familia, mis amigos, mi historia y mis principios. Ordenada, disciplinada y exigente con lo que hago, y con lo que los demás hacen para mí. Me gustan y amo a los niños. Es con la única clase de personas con las que nunca me impaciento, ni me pongo de mal genio.
Quiero a mis nietos mucho más que a mis propios hijos y no me da pena decirlo.
Mi peor defecto: la impaciencia y la intransigencia con las cosas mal hechas. Detesto la mediocridad y los pusilánimes. Odio la picardía y la deshonestidad, a los picaros y deshonestos de cualquier género, número y tamaño.
Odio los perezosos y a los desordenados (en el orden moral, se entiende).
Soy tierna, sentimental, sencilla y no me dejo deslumbrar por los arreos santorales, ni por la moda.
Me fascina la gente inteligente y la que hace cosas por los demás, y solo le rindo pleitesía al talento”.
A lo largo de la vida periodística de El Pilón se han seguido obteniendo nuevos premios a nivel local, regional y nacional, y eso indica el rigor y entrega con que se maneja la información en este importante medio de Valledupar.
La vuelta a Colombia
En los cinco años de trabajo en El Pilón, aunque nunca me he ido, tuve el honor de ganarme un nuevo premio de periodismo Sirena Vallenata, año 2003, con la serie: Vuelta a Colombia en carro de mula, que es la historia de Luis Alberto Falla Rivera, un campesino natural de La Plata, Huila, a quien hicieron salir de su finquita con su numerosa familia.
Su calvario comenzó unido a su mujer, 10 hijos y un nieto, al llegar a Pitalito donde ninguna puerta se le abrió y para solventar la situación optó por llamar a un familiar a Cartagena, quien le dijo que podía trasladarse a la capital del Bolívar. No lo pensó dos veces y como tenía un carro de mula emprendió el recorrido de cientos de kilómetros.
A lo largo de varios meses y con todos los trabajos del mundo llegó a Cartagena, pero su familiar al ver el numeroso cuadro familiar, no lo ayudó y lo dejó a la deriva. Estando en esas y durmiendo en las murallas una de sus hijas, de 14 años, se enamoró de un joven que prometió ayudarles, y cuando supo que estaba embarazada emprendió la huida.
Buscando más y más salidas optó por viajar de Cartagena a Bogotá, para exponerle su caso al Presidente de la República, haciendo escalas en distintas ciudades. Varias veces cambió de caballo porque no aguantaban el trajín y en esas llegó a Valledupar.
Acá recibió apoyo de la comunidad, y en una de esas las autoridades amenazaron con quitarle los hijos, pero en un descuido tomó nuevamente camino para continuar con su drama rodante.
Estuve en la despedida y siempre acompañé a esa familia hasta verlos alejarse, pero desde ese día, dos de febrero de 2003, no supe más de ellos hasta que en la ceremonia del Premio Sirena Vallenata dijeron que había ganado con la historia de Luis Alberto Falla y su familia.
Mientras aplaudían por mi mente desfilaban los episodios tristes de esos colombianos desplazados por la violencia y cuyo destino se tornaba gris montados en un carro de mula.
Por Juan Rincón Vanegas