Sorprendente hallazgos en los hogares de desplazados y vulnerables de la capital del Cesar han encontrado agentes del programa Familias con Bienestar del ICBF.
Innumerables son los problemas sociales que se pueden observar hoy día en Valledupar, aquellos que, al parecer, se tejen al interior de las familias y que repercuten en el bienestar de miles de niños y jóvenes que están perdidos en la droga, la prostitución, pandillas y alcoholismo.
La deserción escolar, la violencia intrafamiliar y el vandalismo hacen parte de las cientos de problemáticas que en los últimos cuatro meses han encontrado las agentes del programa Familias con Bienestar del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF y que es ejecutado por la Asociación de Programas de Promoción y Prevención para la Salud, la Educación, la Familia y la Comunidad, Apsefacom.
Según Marta Inés Guerrero Nieve, coordinadora del programa, los beneficiados de Familias con Bienestar son aquellas personas que pertenecen a la Red Unidos del Gobierno Nacional, que está dirigido a vulnerables y desplazados, a aquellos hogares que tienen algunos conflictos internos, tal vez provenientes de secuelas de la guerra, sumados a la pobreza absoluta que los ‘abraza’.
Tal vez por la falta de recursos económicos surgen ciertas actividades ilegales que han puesto a estas familias, en su mayoría residentes de los barrios periféricos de la ciudad, a violar, omitir y olvidar sus derechos como seres humanos con tal de satisfacer sus necesidades básicas.
En la primera fase de análisis de las familias, el programa de Bienestar realiza una caracterización, línea de tiempo en la que se diligencia una ficha para iniciar la identificación de las necesidades de las personas, pero es en el plan de intervención en donde se comienzan a observar las situaciones deplorables de los hogares de Valledupar, pese a que en los inicios de la misma, los padres e hijos se abstengan de entregar detalles de su vida.
Una vez se implementan las secciones informativas donde se manejan, según Guerrero Nieves, cinco módulos: vínculo de cuidado; género, generaciones y convivencia; sexualidad y derechos sexuales reproductivos; vida sana en familia y ciudadanía, se observan a detalle las experiencias de vida de las personas, las cuáles son conocidas por las agentes educativas a través de visitas domiciliarias.
El programa de acompañamiento psicosocial, al que se le ha añadido la etiqueta de difícil por el trato con que en ocasiones son recibidas las agentes y las que han resultado ser víctimas de hurto de los barrios donde realizan las visitas, se refiere a una atención de salud mental y no a la entrega de materiales como los que algunos creen permite un rechazo constante de las psicólogas que con sus estudios han logrado penetrar el pensamiento de los atendidos, aquellos que las han dejado pasmadas con ciertas confidencias.
Entre los secretos escondidos de las 7.315 familias atendidas en el Cesar y las 2.145 en Valledupar, y que por seguridad y protección no son mencionadas en este informe, se encuentran problemas de consumo de sustancias psicoactivas en gran avance, pese a que deseen salir de ese vicio que los consume, porque aparentemente, no existe apoyo suficiente por parte del Estado, ligado esto a la falta de oportunidades laborales y discriminación social.
Carolina Bonilla, psicóloga de enfoque social, quien atiende los barrios Divino Niño, San Martín, Primero de Mayo y Siete de Agosto, manifestó a EL PILÓN que relativamente dichas zonas son sanas con respecto a otros sector, sin embargo recalca que la mayor dificultad que se observa es la violencia intrafamiliar, problemas y dificultades de comportamientos que los conlleva a la drogadicción, caso específico del Divino Niño.
“No es fácil que la gente logre contar cuáles son los problemas que realmente tienen, como casos de abuso sexual, o violencia entre padres, consumo de drogas en hijos. No es fácil que una mujer diga que le pegan, que la maltratan o que logren esa confianza para manifestar las situaciones de vulneración de derechos en la que viven”, dijo Guerrero Nieves.
Sin embargo, Bonilla aseguró, “cuando empezamos el proceso es que las familias comienzan a sincerarse, sienten que la persona que llegó a apoyarlas es alguien muy importante y ahí se empiezan a destapar las dificultades”.
Tal como le sucedió a Ana Luz Martínez, psicóloga social quien atiende a la población desplazada del sector sur, la más afectada por problemas sociales: Nando Marín, Mareigua y Nuevo Milenio, a quien le revelaron sorprendentes hechos de comercialización de droga en una de los colegios de este sector, en el que se existen ollas de microtráfico, las cuales están totalmente identificadas por los habitantes, pero que lastimosamente las autoridades no han hecho nada al respecto, tal vez por falta de denuncias oficiales, por parte de los residentes.
“Tengo el caso de una familia, donde un niño de 10 años, se le salió de las manos a su madre por convivir con pandillas, le comentó a su progenitora: yo ando con unos niños que me dan una pastilla que partimos en cuatro, valen tres mil pesos y me dijeron que me hacía sentir bien. Eso fue hace un año”, mencionó la agente educativa.
Otro de los particulares e impresionantes casos de familias destruidas por diversas situaciones encontrados por la agente Martínez, fue el de un núcleo familiar conformado por 14 personas, que habitan bajo un mismo techo, en dos cuartos. Allí se encuentran jóvenes que se prostituyen, parrandas cada fin de semana, en donde se deja a un lado el bienestar de los más pequeños, que son siete, consumiendo alcohol sin cesar.
“Ahí hay peleas, maltrato físico, verbal. El marido de una de las mujeres la golpea cuando está borracho, y ella lo que dice es que tiene que dejarse morder del esposo cuando está borracho porque si no lo hace hay infidelidad. Las madres de los pequeños llevan a casa novios diferentes a cada momento. Entonces ¿Qué se puede esperar?, ha habido crisis violentas donde se han llevado a los miembros a las Comisarías de Familia, pero las personas reinciden”, explicó la mujer.
Con respecto a casos extremos, como el que actualmente trata en Mareigua Ana Luz Martínez, se busca ayuda de los especialistas en psicología clínica. No obstante, en situaciones de hambruna, en donde existen viviendas en la que los niños sólo ingieren un alimento al día casi nada pueden hacer estas agentes.
En este caso, queda en evidencia la pobreza extrema de esta población, la que en marzo del presente año se encasillaba entre las 10 ciudades de Colombia con mayor porcentaje de pobreza, ubicándose en el puesto número 8 con un 31,4%, según datos revelados por el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, DANE.
A esta serie de inconvenientes, y debido a la necesidad de los padres de buscar el sustento para sus hijos, también se le suma el abandono de los padres, quienes desde muy temprano salen de casa y dejan a sus niños y niñas en manos de otros menores, desconocidos, y en muchas ocasiones, solos.
Ana Luz Martínez, indicó “hay niños que quedan en manos de menores, como el caso de una adolescente que cuida a tres pequeños, pero ella se va a hablar con muchachos, mientras que la mamá vende tinto, el padre vende verduras y la abuela sale a lavar ropa”.
Por su parte, Lilian Castilla, atiende a una de las poblaciones más temidas en la ciudad, el sector noroccidente de Valledupar, ubicado en la Comuna Cinco: Guasimales, Futuro de Los Niños y La Nevada.
En estos barrios, según Castilla se identifican problemáticas a plena vista. “Allí se pueden ver niñas y niños consumiendo drogas, hay ollas de expendedores, hay restricciones de acceso a algunas calles, como la 7 y la 8, donde se nos ha hecho difícil visitar a las familias, porque en algunos sectores se reúnen grupos adolescentes y adultos una hora específica para consumir”, afirmó la agente que también atiende familias en el corregimiento de Patillal y Badillo, donde la mayor problemática es el consumo de alcohol.
Es así como este municipio se encuentra sumergido en un oscuro futuro, aquel que se estanca por las pocas oportunidades laborales y educativas, la irresponsabilidad de padres y el poco control de las autoridades municipales, según el diagnóstico que se ha hecho.
Por Merlin Duarte García/El Pilón
[email protected]
Sorprendente hallazgos en los hogares de desplazados y vulnerables de la capital del Cesar han encontrado agentes del programa Familias con Bienestar del ICBF.
Innumerables son los problemas sociales que se pueden observar hoy día en Valledupar, aquellos que, al parecer, se tejen al interior de las familias y que repercuten en el bienestar de miles de niños y jóvenes que están perdidos en la droga, la prostitución, pandillas y alcoholismo.
La deserción escolar, la violencia intrafamiliar y el vandalismo hacen parte de las cientos de problemáticas que en los últimos cuatro meses han encontrado las agentes del programa Familias con Bienestar del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF y que es ejecutado por la Asociación de Programas de Promoción y Prevención para la Salud, la Educación, la Familia y la Comunidad, Apsefacom.
Según Marta Inés Guerrero Nieve, coordinadora del programa, los beneficiados de Familias con Bienestar son aquellas personas que pertenecen a la Red Unidos del Gobierno Nacional, que está dirigido a vulnerables y desplazados, a aquellos hogares que tienen algunos conflictos internos, tal vez provenientes de secuelas de la guerra, sumados a la pobreza absoluta que los ‘abraza’.
Tal vez por la falta de recursos económicos surgen ciertas actividades ilegales que han puesto a estas familias, en su mayoría residentes de los barrios periféricos de la ciudad, a violar, omitir y olvidar sus derechos como seres humanos con tal de satisfacer sus necesidades básicas.
En la primera fase de análisis de las familias, el programa de Bienestar realiza una caracterización, línea de tiempo en la que se diligencia una ficha para iniciar la identificación de las necesidades de las personas, pero es en el plan de intervención en donde se comienzan a observar las situaciones deplorables de los hogares de Valledupar, pese a que en los inicios de la misma, los padres e hijos se abstengan de entregar detalles de su vida.
Una vez se implementan las secciones informativas donde se manejan, según Guerrero Nieves, cinco módulos: vínculo de cuidado; género, generaciones y convivencia; sexualidad y derechos sexuales reproductivos; vida sana en familia y ciudadanía, se observan a detalle las experiencias de vida de las personas, las cuáles son conocidas por las agentes educativas a través de visitas domiciliarias.
El programa de acompañamiento psicosocial, al que se le ha añadido la etiqueta de difícil por el trato con que en ocasiones son recibidas las agentes y las que han resultado ser víctimas de hurto de los barrios donde realizan las visitas, se refiere a una atención de salud mental y no a la entrega de materiales como los que algunos creen permite un rechazo constante de las psicólogas que con sus estudios han logrado penetrar el pensamiento de los atendidos, aquellos que las han dejado pasmadas con ciertas confidencias.
Entre los secretos escondidos de las 7.315 familias atendidas en el Cesar y las 2.145 en Valledupar, y que por seguridad y protección no son mencionadas en este informe, se encuentran problemas de consumo de sustancias psicoactivas en gran avance, pese a que deseen salir de ese vicio que los consume, porque aparentemente, no existe apoyo suficiente por parte del Estado, ligado esto a la falta de oportunidades laborales y discriminación social.
Carolina Bonilla, psicóloga de enfoque social, quien atiende los barrios Divino Niño, San Martín, Primero de Mayo y Siete de Agosto, manifestó a EL PILÓN que relativamente dichas zonas son sanas con respecto a otros sector, sin embargo recalca que la mayor dificultad que se observa es la violencia intrafamiliar, problemas y dificultades de comportamientos que los conlleva a la drogadicción, caso específico del Divino Niño.
“No es fácil que la gente logre contar cuáles son los problemas que realmente tienen, como casos de abuso sexual, o violencia entre padres, consumo de drogas en hijos. No es fácil que una mujer diga que le pegan, que la maltratan o que logren esa confianza para manifestar las situaciones de vulneración de derechos en la que viven”, dijo Guerrero Nieves.
Sin embargo, Bonilla aseguró, “cuando empezamos el proceso es que las familias comienzan a sincerarse, sienten que la persona que llegó a apoyarlas es alguien muy importante y ahí se empiezan a destapar las dificultades”.
Tal como le sucedió a Ana Luz Martínez, psicóloga social quien atiende a la población desplazada del sector sur, la más afectada por problemas sociales: Nando Marín, Mareigua y Nuevo Milenio, a quien le revelaron sorprendentes hechos de comercialización de droga en una de los colegios de este sector, en el que se existen ollas de microtráfico, las cuales están totalmente identificadas por los habitantes, pero que lastimosamente las autoridades no han hecho nada al respecto, tal vez por falta de denuncias oficiales, por parte de los residentes.
“Tengo el caso de una familia, donde un niño de 10 años, se le salió de las manos a su madre por convivir con pandillas, le comentó a su progenitora: yo ando con unos niños que me dan una pastilla que partimos en cuatro, valen tres mil pesos y me dijeron que me hacía sentir bien. Eso fue hace un año”, mencionó la agente educativa.
Otro de los particulares e impresionantes casos de familias destruidas por diversas situaciones encontrados por la agente Martínez, fue el de un núcleo familiar conformado por 14 personas, que habitan bajo un mismo techo, en dos cuartos. Allí se encuentran jóvenes que se prostituyen, parrandas cada fin de semana, en donde se deja a un lado el bienestar de los más pequeños, que son siete, consumiendo alcohol sin cesar.
“Ahí hay peleas, maltrato físico, verbal. El marido de una de las mujeres la golpea cuando está borracho, y ella lo que dice es que tiene que dejarse morder del esposo cuando está borracho porque si no lo hace hay infidelidad. Las madres de los pequeños llevan a casa novios diferentes a cada momento. Entonces ¿Qué se puede esperar?, ha habido crisis violentas donde se han llevado a los miembros a las Comisarías de Familia, pero las personas reinciden”, explicó la mujer.
Con respecto a casos extremos, como el que actualmente trata en Mareigua Ana Luz Martínez, se busca ayuda de los especialistas en psicología clínica. No obstante, en situaciones de hambruna, en donde existen viviendas en la que los niños sólo ingieren un alimento al día casi nada pueden hacer estas agentes.
En este caso, queda en evidencia la pobreza extrema de esta población, la que en marzo del presente año se encasillaba entre las 10 ciudades de Colombia con mayor porcentaje de pobreza, ubicándose en el puesto número 8 con un 31,4%, según datos revelados por el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, DANE.
A esta serie de inconvenientes, y debido a la necesidad de los padres de buscar el sustento para sus hijos, también se le suma el abandono de los padres, quienes desde muy temprano salen de casa y dejan a sus niños y niñas en manos de otros menores, desconocidos, y en muchas ocasiones, solos.
Ana Luz Martínez, indicó “hay niños que quedan en manos de menores, como el caso de una adolescente que cuida a tres pequeños, pero ella se va a hablar con muchachos, mientras que la mamá vende tinto, el padre vende verduras y la abuela sale a lavar ropa”.
Por su parte, Lilian Castilla, atiende a una de las poblaciones más temidas en la ciudad, el sector noroccidente de Valledupar, ubicado en la Comuna Cinco: Guasimales, Futuro de Los Niños y La Nevada.
En estos barrios, según Castilla se identifican problemáticas a plena vista. “Allí se pueden ver niñas y niños consumiendo drogas, hay ollas de expendedores, hay restricciones de acceso a algunas calles, como la 7 y la 8, donde se nos ha hecho difícil visitar a las familias, porque en algunos sectores se reúnen grupos adolescentes y adultos una hora específica para consumir”, afirmó la agente que también atiende familias en el corregimiento de Patillal y Badillo, donde la mayor problemática es el consumo de alcohol.
Es así como este municipio se encuentra sumergido en un oscuro futuro, aquel que se estanca por las pocas oportunidades laborales y educativas, la irresponsabilidad de padres y el poco control de las autoridades municipales, según el diagnóstico que se ha hecho.
Por Merlin Duarte García/El Pilón
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