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Opinión - 10 julio, 2014

Desarrollo sostenible

En Iberoamérica se percibe que existe un debate avanzado en materia de la crisis ambiental. Se da una discusión, se diría desde una situación de diversidad muy notoria, que tiene visos de innovación respecto a la existente en Europa, más intelectualizada y retoricista. Una breve muestra de ello es la publicación Terramerica escenario de debate […]

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En Iberoamérica se percibe que existe un debate avanzado en materia de la crisis ambiental. Se da una discusión, se diría desde una situación de diversidad muy notoria, que tiene visos de innovación respecto a la existente en Europa, más intelectualizada y retoricista.

Una breve muestra de ello es la publicación Terramerica escenario de debate con un objetivo central: la defensa de la vida, que se pregunta si es posible dotar a la economía de un rostro ambiental y a su vez si es posible reducir los valores ambientales a la medida de los designios del mercado. A ello Enrique Leff responde que el neoliberalismo está transformando la percepción del desarrollo sostenible en esta dirección: si en 1970 se creía que la causa principal del deterioro ambiental era el crecimiento económico, actualmente se considera que éste es más bien el resultado de una insuficiente liberalización del mercado y de no haber asignado formas de propiedad y precios a los bienes comunes de la naturaleza. Así, se invoca que los mecanismos ciegos del mercado se ocuparan de ajustar los desequilibrios ecológicos y las desigualdades sociales.

Por otra parte, para el estadounidense Herman Daly, los economistas dedican tanta atención al crecimiento del PIB (producto interno bruto) que lo confunden con crecimiento económico, sin advertir la posibilidad de que éste pudiera ser ineconómico, puesto que sus costes marginales derivados de los sacrificios ambientales y sociales pudieran ser mayores que su valor en términos de los beneficios de la producción.

Este supuesto nos haría más pobres y no más ricos por lo que debería denominarse crecimiento “antieconómico”; en este sentido, según Max Neef, existen pruebas empíricas de que algunos países del Norte entraron ya en una etapa de crecimiento antieconómico. Para Daly, la humanidad debería olvidar la manía por el crecimiento y orientar el progreso económico, cambiando el crecimiento cuantitativo por el cualitativo, dirigiéndose hacia un desarrollo sostenible, lo que en términos de recursos significa explotar siempre los excedentes, nunca el capital.

El subsistema económico, a medida que crece físicamente, también debe desarrollarse teniendo en cuenta la capacidad de carga del ecosistema que lo sostiene. Es decir, las actividades económicas no deben utilizar los recursos naturales con un derecho de pernada (derecho que tenía el señor feudal medieval de pasar con la esposa de un siervo la noche de boda), devolviendo sólo desechos a los sistemas que lo soportan.

Existen muchos más planteamientos económicos como por ejemplo, el del principio de precaución: “Si no sabes que ocurrirá, no lo hagas”.

Hay quienes plantean desde una posición de compromiso una sociedad posible, donde domine el “ser” y no “el tener”, entienden que no se puede reducir el valor de la naturaleza y del ambiente a un indicador económico mensurable.
Finalmente como conclusión digamos que el desarrollo o es sostenible o no es desarrollo.

Opinión
10 julio, 2014

Desarrollo sostenible

En Iberoamérica se percibe que existe un debate avanzado en materia de la crisis ambiental. Se da una discusión, se diría desde una situación de diversidad muy notoria, que tiene visos de innovación respecto a la existente en Europa, más intelectualizada y retoricista. Una breve muestra de ello es la publicación Terramerica escenario de debate […]


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En Iberoamérica se percibe que existe un debate avanzado en materia de la crisis ambiental. Se da una discusión, se diría desde una situación de diversidad muy notoria, que tiene visos de innovación respecto a la existente en Europa, más intelectualizada y retoricista.

Una breve muestra de ello es la publicación Terramerica escenario de debate con un objetivo central: la defensa de la vida, que se pregunta si es posible dotar a la economía de un rostro ambiental y a su vez si es posible reducir los valores ambientales a la medida de los designios del mercado. A ello Enrique Leff responde que el neoliberalismo está transformando la percepción del desarrollo sostenible en esta dirección: si en 1970 se creía que la causa principal del deterioro ambiental era el crecimiento económico, actualmente se considera que éste es más bien el resultado de una insuficiente liberalización del mercado y de no haber asignado formas de propiedad y precios a los bienes comunes de la naturaleza. Así, se invoca que los mecanismos ciegos del mercado se ocuparan de ajustar los desequilibrios ecológicos y las desigualdades sociales.

Por otra parte, para el estadounidense Herman Daly, los economistas dedican tanta atención al crecimiento del PIB (producto interno bruto) que lo confunden con crecimiento económico, sin advertir la posibilidad de que éste pudiera ser ineconómico, puesto que sus costes marginales derivados de los sacrificios ambientales y sociales pudieran ser mayores que su valor en términos de los beneficios de la producción.

Este supuesto nos haría más pobres y no más ricos por lo que debería denominarse crecimiento “antieconómico”; en este sentido, según Max Neef, existen pruebas empíricas de que algunos países del Norte entraron ya en una etapa de crecimiento antieconómico. Para Daly, la humanidad debería olvidar la manía por el crecimiento y orientar el progreso económico, cambiando el crecimiento cuantitativo por el cualitativo, dirigiéndose hacia un desarrollo sostenible, lo que en términos de recursos significa explotar siempre los excedentes, nunca el capital.

El subsistema económico, a medida que crece físicamente, también debe desarrollarse teniendo en cuenta la capacidad de carga del ecosistema que lo sostiene. Es decir, las actividades económicas no deben utilizar los recursos naturales con un derecho de pernada (derecho que tenía el señor feudal medieval de pasar con la esposa de un siervo la noche de boda), devolviendo sólo desechos a los sistemas que lo soportan.

Existen muchos más planteamientos económicos como por ejemplo, el del principio de precaución: “Si no sabes que ocurrirá, no lo hagas”.

Hay quienes plantean desde una posición de compromiso una sociedad posible, donde domine el “ser” y no “el tener”, entienden que no se puede reducir el valor de la naturaleza y del ambiente a un indicador económico mensurable.
Finalmente como conclusión digamos que el desarrollo o es sostenible o no es desarrollo.