Fuimos al sepelio de Andrés a manifestar en este escrito nuestros sentimientos, que son los de todos sus primos Morón y los de Carlos Daniel, su único tío viviente, a quienes también representé en la disertación. Concurrí con buena parte de ellos, con mi esposa, mis hijos y mis hermanos a darle un adiós definitivo, […]
Fuimos al sepelio de Andrés a manifestar en este escrito nuestros sentimientos, que son los de todos sus primos Morón y los de Carlos Daniel, su único tío viviente, a quienes también representé en la disertación. Concurrí con buena parte de ellos, con mi esposa, mis hijos y mis hermanos a darle un adiós definitivo, emotivo y conmovedor a quien fuera el mayor de los nietos varones de Carlos Morón Torres y Carlota Canales Téllez, nuestros abuelos, y el mayor de los hijos de los tíos PachoBecerray Rosa Morón. Este 21 de mayo cumpliría 93 años.
Fue un gran ciudadano: concejal y alcalde de Robles hoy La Paz, igual de Codazzi, servidor en distintas entidades públicas, coincidió con civismo y denuedo con otras personalidades en la junta que se organizó para la creación del Cesar, gran orador y conversador, folclorista, trovador de vallenatos y cantador de rancheras, miembro fundador de la Fundación del Festival Vallenato.
Le apasionó la política, siendo de padres conservadores, se perfiló y se hizo liberal con la influencia y persuasión de su tío Hernando, mi papá. Fue un hombre de carácter, sin ambiciones, preciso en sus respuestas a flor de labios.
Todo un personaje del país vallenato, era “el último parrandero” por excelencia que nos quedaba, fue continuamente el epicentro de las parrandas donde se tocaba acordeón, cantaba, verseaba, contaba chistes y anécdotas alegres con humor genial de manera espontánea, gratuita y feliz. En esos escenarios fue insuperable y no se avizora su remplazo. Cuando él actuaba en toda su grandiosidad ¡temblaba la tierra!
Parrandas de patios y en kioscos que, con lamento y desconcierto alertaba Andrés en sus postreros años de vida, se han venido diluyendo con el paso de los tiempos porque los protagonistas de acordeones y del canto vallenatos que todo se lo deben a la música y a la gente sin estratos, sucumbieron ante los encantos de las grandes pagas que entidades públicas y particulares les ofrecen por amenizar fiestas privadas organizadas en nuestro máximo Festival adonde solo concurren una elite social, económica, empresarial y estatal encumbrada, evidentemente excluyentes, dejandode lado y sin sonrojo esas épicas folclóricas auténticas y memorables, en desmedro de nuestras costumbres provincianas.
Ya no escucharemos de su voz el paseo “El Aburrío” del viejo Emiliano, que constante entonabay persistente protestaba enérgicamente porque los hermanos Zuleta nunca lo quisieron grabar. Deja inéditos tres cantos de su autoría: “La ciudad de Valledupar”, “El Pobre Rafa” y “El Mampolón”.
Queda todo un legado de leyendas que habrá de seguir contando las que faltan en próximos libros que continuarán al que inició tan acertada e inteligentemente su hijo Álvaro.
Fue un amigo incomparable. Con Poncho Cotes, El viejo Emiliano, Tite y Sabita Socarras Alfonso Murgas, Rafael Escalona, el Negro Calde, Leandro Díaz, Colacho Mendoza, Toño Salas, Hugo Araujo, Toño Brajim, Juan Calderón, Alfonso López Michelsen, Hernando Molina Céspedes, Gabriel García Márquez, Consuelo Araujonoguera, todos idos, con sus ahijados Poncho y Emilianito Zuleta, con los Cabas en la casa de Tina y con muchos otros, vivió “el mundo de los placeres” y de parrandas inolvidables.
En muchos de los cantos vallenatos fue homenajeado y sirvió de inspiración: “Tiempos Idos” de Alfonso“Poncho” Cotes Queruz, “Mi Canto Sentimental” de Poncho Zuleta, “Mi Hermano y Yo” de Emilianito Zuleta, “Las Tres Guitarras” de Leandro Diáz, “Salvadora” de Rafael Escalona, “Encuentro con el diablo” de Camilo Namén, “Almas Felices” y “Ahí viene Andrés” de Alfonso Cotes Maya, y en otros que se me dispersan.
Cuando concluí mis estudios superiores y regresé de nuevo a Valledupar nos acercamos más, fuimos frecuentes por veinte años en fiestas y parrandas de fines de semanas, coincidíamos en el ardor Zuletista. Además de primo hermano, fue mi gran amigo, mi alcahueta de muchos amores escondidos, compañero en mis perseveras políticas, lo sentí siempre cerca y solidario en invierno y verano, mi residencia fue por tiempos su habitual escampadero de jolgorios. Como dijera el maestro Poncho Cotes en el inmortal merengue “Tiempos Idos”, “…con él hice tantas cosas que la vida se hizo hermosa”.
¡De veras como me quiso y lo quise, y como enseñó a los suyos a quererme!
De varios años para acá se percibía acongojado y desconsolado porque sus amigos y Paulina, su hermana, habían muerto. Presentía su ocaso, no obstante las angustias evocaciones de tía Rosa en sus últimos días, no me equivoco en afirmar que falleció feliz y agradecido de DIOS, rodeado del gran amor de su familia, así me lo expresó varias veces.
Asistimos alborozados a su sepelio a conmemorar al familiar y amigo Andrés Francisco Becerra Morón, “El último parrandero”, con el más profundo fervor, afecto y reconocimiento.
A Rosita su esposa buena, comprensiva y formidable, a su hermano el Padre Armando Becerra, nuestro primo querido y admirado, a sus hijos Jairo, Álvaro, Leila, María Rosa, Francisco, Marlene, Jorge, Maricela, Martha, Elda Rosa, Gustavo y Jaime Luis, a su sobrina-hija Isabel Cristina, a sus nietos y bisnietos, TODOS sus primos, presentes y ausentes, les renovamos nuestra solidaridad.
¡Paz en tu sepulcro Andrés, por siempre serás el Cariño de la gente!
POR ALVARO MORON CUELLO
Fuimos al sepelio de Andrés a manifestar en este escrito nuestros sentimientos, que son los de todos sus primos Morón y los de Carlos Daniel, su único tío viviente, a quienes también representé en la disertación. Concurrí con buena parte de ellos, con mi esposa, mis hijos y mis hermanos a darle un adiós definitivo, […]
Fuimos al sepelio de Andrés a manifestar en este escrito nuestros sentimientos, que son los de todos sus primos Morón y los de Carlos Daniel, su único tío viviente, a quienes también representé en la disertación. Concurrí con buena parte de ellos, con mi esposa, mis hijos y mis hermanos a darle un adiós definitivo, emotivo y conmovedor a quien fuera el mayor de los nietos varones de Carlos Morón Torres y Carlota Canales Téllez, nuestros abuelos, y el mayor de los hijos de los tíos PachoBecerray Rosa Morón. Este 21 de mayo cumpliría 93 años.
Fue un gran ciudadano: concejal y alcalde de Robles hoy La Paz, igual de Codazzi, servidor en distintas entidades públicas, coincidió con civismo y denuedo con otras personalidades en la junta que se organizó para la creación del Cesar, gran orador y conversador, folclorista, trovador de vallenatos y cantador de rancheras, miembro fundador de la Fundación del Festival Vallenato.
Le apasionó la política, siendo de padres conservadores, se perfiló y se hizo liberal con la influencia y persuasión de su tío Hernando, mi papá. Fue un hombre de carácter, sin ambiciones, preciso en sus respuestas a flor de labios.
Todo un personaje del país vallenato, era “el último parrandero” por excelencia que nos quedaba, fue continuamente el epicentro de las parrandas donde se tocaba acordeón, cantaba, verseaba, contaba chistes y anécdotas alegres con humor genial de manera espontánea, gratuita y feliz. En esos escenarios fue insuperable y no se avizora su remplazo. Cuando él actuaba en toda su grandiosidad ¡temblaba la tierra!
Parrandas de patios y en kioscos que, con lamento y desconcierto alertaba Andrés en sus postreros años de vida, se han venido diluyendo con el paso de los tiempos porque los protagonistas de acordeones y del canto vallenatos que todo se lo deben a la música y a la gente sin estratos, sucumbieron ante los encantos de las grandes pagas que entidades públicas y particulares les ofrecen por amenizar fiestas privadas organizadas en nuestro máximo Festival adonde solo concurren una elite social, económica, empresarial y estatal encumbrada, evidentemente excluyentes, dejandode lado y sin sonrojo esas épicas folclóricas auténticas y memorables, en desmedro de nuestras costumbres provincianas.
Ya no escucharemos de su voz el paseo “El Aburrío” del viejo Emiliano, que constante entonabay persistente protestaba enérgicamente porque los hermanos Zuleta nunca lo quisieron grabar. Deja inéditos tres cantos de su autoría: “La ciudad de Valledupar”, “El Pobre Rafa” y “El Mampolón”.
Queda todo un legado de leyendas que habrá de seguir contando las que faltan en próximos libros que continuarán al que inició tan acertada e inteligentemente su hijo Álvaro.
Fue un amigo incomparable. Con Poncho Cotes, El viejo Emiliano, Tite y Sabita Socarras Alfonso Murgas, Rafael Escalona, el Negro Calde, Leandro Díaz, Colacho Mendoza, Toño Salas, Hugo Araujo, Toño Brajim, Juan Calderón, Alfonso López Michelsen, Hernando Molina Céspedes, Gabriel García Márquez, Consuelo Araujonoguera, todos idos, con sus ahijados Poncho y Emilianito Zuleta, con los Cabas en la casa de Tina y con muchos otros, vivió “el mundo de los placeres” y de parrandas inolvidables.
En muchos de los cantos vallenatos fue homenajeado y sirvió de inspiración: “Tiempos Idos” de Alfonso“Poncho” Cotes Queruz, “Mi Canto Sentimental” de Poncho Zuleta, “Mi Hermano y Yo” de Emilianito Zuleta, “Las Tres Guitarras” de Leandro Diáz, “Salvadora” de Rafael Escalona, “Encuentro con el diablo” de Camilo Namén, “Almas Felices” y “Ahí viene Andrés” de Alfonso Cotes Maya, y en otros que se me dispersan.
Cuando concluí mis estudios superiores y regresé de nuevo a Valledupar nos acercamos más, fuimos frecuentes por veinte años en fiestas y parrandas de fines de semanas, coincidíamos en el ardor Zuletista. Además de primo hermano, fue mi gran amigo, mi alcahueta de muchos amores escondidos, compañero en mis perseveras políticas, lo sentí siempre cerca y solidario en invierno y verano, mi residencia fue por tiempos su habitual escampadero de jolgorios. Como dijera el maestro Poncho Cotes en el inmortal merengue “Tiempos Idos”, “…con él hice tantas cosas que la vida se hizo hermosa”.
¡De veras como me quiso y lo quise, y como enseñó a los suyos a quererme!
De varios años para acá se percibía acongojado y desconsolado porque sus amigos y Paulina, su hermana, habían muerto. Presentía su ocaso, no obstante las angustias evocaciones de tía Rosa en sus últimos días, no me equivoco en afirmar que falleció feliz y agradecido de DIOS, rodeado del gran amor de su familia, así me lo expresó varias veces.
Asistimos alborozados a su sepelio a conmemorar al familiar y amigo Andrés Francisco Becerra Morón, “El último parrandero”, con el más profundo fervor, afecto y reconocimiento.
A Rosita su esposa buena, comprensiva y formidable, a su hermano el Padre Armando Becerra, nuestro primo querido y admirado, a sus hijos Jairo, Álvaro, Leila, María Rosa, Francisco, Marlene, Jorge, Maricela, Martha, Elda Rosa, Gustavo y Jaime Luis, a su sobrina-hija Isabel Cristina, a sus nietos y bisnietos, TODOS sus primos, presentes y ausentes, les renovamos nuestra solidaridad.
¡Paz en tu sepulcro Andrés, por siempre serás el Cariño de la gente!
POR ALVARO MORON CUELLO