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Cultura - 5 enero, 2014

El arte de las mochilas Kankuamas

Como un legado generacional es la creación de mochilas Kankuamas para la población ubicada al norte de Valledupar.

Elizabeth Redondo Arias, es una de las tejedoras de las mochilas kankuamas. EL PILÓN / Eduardo Coronado.
Elizabeth Redondo Arias, es una de las tejedoras de las mochilas kankuamas. EL PILÓN / Eduardo Coronado.
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Desde los 8 años, Elizabeth Redondo Arias, sus abuelas, tías y mamá, le enseñaron a tejer mochilas como parte de una tradición de la etnia Kankuama que se conserva a pesar del paso del tiempo.

Ella cuenta que al principio lo hacía como pasatiempo; hilando y descubriendo dibujos mientras caminaba, charlaba, después de sus jornadas escolares, veía televisión o visitaba. A los 13 años empezó a realizar de forma individual este arte que hoy le permite sobrevivir; así como ella existen cientos de habitantes de Atánquez, Guatapurí, Chemesquemena, La Mina y El Hatico, entre otras poblaciones del norte de Valledupar, que continúan un legado que hace parte de su acervo cultural.

¿Cómo se hacen las mochilas?

Las manos son la única herramienta de la que se valen los Kankuamos para realizar sus mochilas; hasta el momento no existen máquinas para esta tarea, lo cual las torna únicas e invaluables. “El primer paso es coger la bellota o fajo de lana, lavarlo y ponerlo a secar. Se junta y se trenza en la carruncha (instrumento de madera); al mismo tiempo otra persona a la que se le llama empatadora la estira para hacer el cordón para tejer, luego se dobla en dos y se acolcha. De allí en adelante se teje desde el chipurí o inicio”, explica la mujer al tiempo que vende sus artesanías y las de su familia en un local de Calle Grande, aclarando que en la actualidad se realizan en fibras de fique (extraída de la penca del maguey), de ovejo y sintética.

Aunque anteriormente este era un oficio exclusivo de las mujeres, a raíz de la violencia y el desempleo, los hombres también se pusieron a tejer esas figuras geométricas que expresan su visión del mundo en relación con la naturaleza, gestando diversos diseños que hacen alusión a los picos de la Sierra Nevada, sus dioses, animales, entre otras inspiraciones.

Las limitantes

Para Elizabeth existen varios factores que amenazan con la fabricación de mochilas como la escasez de los ovejos en la región, por lo que se ven obligados a comprar lana sintética o lana de ovejo en otras regiones; y la subestimación de este arte al que le entregan horas, semanas y meses. “Mucha veces no quieren pagar lo que vale. Piensan que hacer mochilas es soplar y hacer botella, y no es así”, subrayó.

La elaboración de las mochilas más sencillas puede tardar tres días y la más compleja hasta dos meses.

Tejiendo mochilas de fique y lana, mujeres y hombres Kankuamos conservan una de las tradiciones que los identifica en el país y el mundo.

Los estudiosos de la cultura Kankuama aseguran que la creación de mochilas reúne a esta comunidad en torno a un objetivo y les brinda lazos de solidaridad, mientras que en cada una de estas piezas se va el pensamiento kankuamo para algún turista o comprador.

Su estatus

-En el 2010, las mochilas del pueblo Kankuamo se ganaron una de las dos marcas colectivas de Colombia por parte de la Superintendencia de Industria y Comercio, lo cual representa un reconocimiento y compromiso del Estado Colombiano para su protección como una artesanía emblemática de la nación.

-En el 2012 Artesanías de Colombia y la Fundación Carboandes  adelantaron un plan de asesorías y apoyo técnico con las mujeres de Asoarka, Asociación de Artesanas Kankumas, titulares de la marca colectiva “Kankui” para sus mochilas.

Por Annelise Barriga Ramírez

[email protected]

Cultura
5 enero, 2014

El arte de las mochilas Kankuamas

Como un legado generacional es la creación de mochilas Kankuamas para la población ubicada al norte de Valledupar.


Elizabeth Redondo Arias, es una de las tejedoras de las mochilas kankuamas. EL PILÓN / Eduardo Coronado.
Elizabeth Redondo Arias, es una de las tejedoras de las mochilas kankuamas. EL PILÓN / Eduardo Coronado.
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Desde los 8 años, Elizabeth Redondo Arias, sus abuelas, tías y mamá, le enseñaron a tejer mochilas como parte de una tradición de la etnia Kankuama que se conserva a pesar del paso del tiempo.

Ella cuenta que al principio lo hacía como pasatiempo; hilando y descubriendo dibujos mientras caminaba, charlaba, después de sus jornadas escolares, veía televisión o visitaba. A los 13 años empezó a realizar de forma individual este arte que hoy le permite sobrevivir; así como ella existen cientos de habitantes de Atánquez, Guatapurí, Chemesquemena, La Mina y El Hatico, entre otras poblaciones del norte de Valledupar, que continúan un legado que hace parte de su acervo cultural.

¿Cómo se hacen las mochilas?

Las manos son la única herramienta de la que se valen los Kankuamos para realizar sus mochilas; hasta el momento no existen máquinas para esta tarea, lo cual las torna únicas e invaluables. “El primer paso es coger la bellota o fajo de lana, lavarlo y ponerlo a secar. Se junta y se trenza en la carruncha (instrumento de madera); al mismo tiempo otra persona a la que se le llama empatadora la estira para hacer el cordón para tejer, luego se dobla en dos y se acolcha. De allí en adelante se teje desde el chipurí o inicio”, explica la mujer al tiempo que vende sus artesanías y las de su familia en un local de Calle Grande, aclarando que en la actualidad se realizan en fibras de fique (extraída de la penca del maguey), de ovejo y sintética.

Aunque anteriormente este era un oficio exclusivo de las mujeres, a raíz de la violencia y el desempleo, los hombres también se pusieron a tejer esas figuras geométricas que expresan su visión del mundo en relación con la naturaleza, gestando diversos diseños que hacen alusión a los picos de la Sierra Nevada, sus dioses, animales, entre otras inspiraciones.

Las limitantes

Para Elizabeth existen varios factores que amenazan con la fabricación de mochilas como la escasez de los ovejos en la región, por lo que se ven obligados a comprar lana sintética o lana de ovejo en otras regiones; y la subestimación de este arte al que le entregan horas, semanas y meses. “Mucha veces no quieren pagar lo que vale. Piensan que hacer mochilas es soplar y hacer botella, y no es así”, subrayó.

La elaboración de las mochilas más sencillas puede tardar tres días y la más compleja hasta dos meses.

Tejiendo mochilas de fique y lana, mujeres y hombres Kankuamos conservan una de las tradiciones que los identifica en el país y el mundo.

Los estudiosos de la cultura Kankuama aseguran que la creación de mochilas reúne a esta comunidad en torno a un objetivo y les brinda lazos de solidaridad, mientras que en cada una de estas piezas se va el pensamiento kankuamo para algún turista o comprador.

Su estatus

-En el 2010, las mochilas del pueblo Kankuamo se ganaron una de las dos marcas colectivas de Colombia por parte de la Superintendencia de Industria y Comercio, lo cual representa un reconocimiento y compromiso del Estado Colombiano para su protección como una artesanía emblemática de la nación.

-En el 2012 Artesanías de Colombia y la Fundación Carboandes  adelantaron un plan de asesorías y apoyo técnico con las mujeres de Asoarka, Asociación de Artesanas Kankumas, titulares de la marca colectiva “Kankui” para sus mochilas.

Por Annelise Barriga Ramírez

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