En la extrema pobreza, sin contar con la mayoría de los servicios básicos, sin parque, ni calles pavimentadas, y mucho menos viviendas dignas o de colegios, viven en el barrio Amaneceres del Valle.
En la extrema pobreza, sin contar con la mayoría de los servicios básicos, sin parque, ni calles pavimentadas, y mucho menos viviendas dignas o de colegios, como tampoco centros de salud, rutas de servicio colectivo, con olores nauseabundos por la cercanía de la laguna que les provoca enfermedades e infecciones de piel y la dificultad del terreno para llegar, son las condiciones infrahumanas en que viven los habitantes del barrio ‘Amaneceres del Valle’, ubicado en el sur oriente de Valledupar.
El presidente de la Junta de Acción Comunal del sector, Álvaro Molina denunció el abandono en que se encuentran las 480 familias que residen allí desde hace 14 años, fecha en que fue fundado el barrio, que se encuentra localizado en medio de varias fincas y rodeado de varios lotes enmontados que sirven de basurero público y para colmo de males acosados por la delincuencia que ejerce su fechoría a cualquier hora del día o de la noche.
Los niños y jóvenes, no tienen el privilegio de jugar en una cancha de fútbol, sino en las calles polvorientas y con el peligro de ser atropellados por una motocicleta o un carro, por donde son pocos los conductores que llegan hacia ese sector. Las calles servidas pululan por las polvorientas calles del sector, generando malos olores.
Denunciaron sus habitantes, la presencia de personas extrañas que con armas de fuego y corto punzante, reducen a la impotencia a las personas tanto en la calle, como al interior de sus propias casas, para llevarse lo poco que ellos tiene en sus humildes casuchas, construidas con cartón, tablas, barro, plástico y otros elementos reciclables.
No obstante que la misma Policía realiza operativos rutinarios en el apartado sector de la ciudad, que con el único servicio público que cuenta, es con el fluido eléctrico, hasta donde la empresa prestadora tendió sus cables, pero la mayoría de las conexiones fueron hechas por sus mismos habitantes de manera rudimentaria.
Este no es un barrio de invasión, sus primeros moradores como Justina Castillo Villareal, adquirió el terreno en compra a su propietaria Aida de Gebagüer por valor de un millón 650 mil pesos y hasta ese apartado sector, no ha llegado la mano del gobierno local, pese a que cuando llegan las campañas políticas, quienes aspiran a cualquier Corporación Pública, son los primeros que llegan a prometer y sus habitantes, aún siguen esperando esas promesas para mejorar sus condiciones de vida.
Puntos de vista
Carmen Tovar Castillo, Tesorera de la Junta de Acción Comunal: “Aquí nosotros tenemos todas las necesidades que usted menos piensa, porque no contamos con los mínimos servicios públicos para vivir dignamente. Además, estamos sufriendo con los olores de la laguna de oxidación, que nos tienen enfermos a todos”.
Justina Castillo Villareal, habitante. “Yo prácticamente fui una de las fundadoras. En el año 1999, aquí solo había cuatro casas de barro y pasamos trabajo, porque por este sector no pasaba casi nadie, porque todo estaba lleno de monte”.
En la extrema pobreza, sin contar con la mayoría de los servicios básicos, sin parque, ni calles pavimentadas, y mucho menos viviendas dignas o de colegios, viven en el barrio Amaneceres del Valle.
En la extrema pobreza, sin contar con la mayoría de los servicios básicos, sin parque, ni calles pavimentadas, y mucho menos viviendas dignas o de colegios, como tampoco centros de salud, rutas de servicio colectivo, con olores nauseabundos por la cercanía de la laguna que les provoca enfermedades e infecciones de piel y la dificultad del terreno para llegar, son las condiciones infrahumanas en que viven los habitantes del barrio ‘Amaneceres del Valle’, ubicado en el sur oriente de Valledupar.
El presidente de la Junta de Acción Comunal del sector, Álvaro Molina denunció el abandono en que se encuentran las 480 familias que residen allí desde hace 14 años, fecha en que fue fundado el barrio, que se encuentra localizado en medio de varias fincas y rodeado de varios lotes enmontados que sirven de basurero público y para colmo de males acosados por la delincuencia que ejerce su fechoría a cualquier hora del día o de la noche.
Los niños y jóvenes, no tienen el privilegio de jugar en una cancha de fútbol, sino en las calles polvorientas y con el peligro de ser atropellados por una motocicleta o un carro, por donde son pocos los conductores que llegan hacia ese sector. Las calles servidas pululan por las polvorientas calles del sector, generando malos olores.
Denunciaron sus habitantes, la presencia de personas extrañas que con armas de fuego y corto punzante, reducen a la impotencia a las personas tanto en la calle, como al interior de sus propias casas, para llevarse lo poco que ellos tiene en sus humildes casuchas, construidas con cartón, tablas, barro, plástico y otros elementos reciclables.
No obstante que la misma Policía realiza operativos rutinarios en el apartado sector de la ciudad, que con el único servicio público que cuenta, es con el fluido eléctrico, hasta donde la empresa prestadora tendió sus cables, pero la mayoría de las conexiones fueron hechas por sus mismos habitantes de manera rudimentaria.
Este no es un barrio de invasión, sus primeros moradores como Justina Castillo Villareal, adquirió el terreno en compra a su propietaria Aida de Gebagüer por valor de un millón 650 mil pesos y hasta ese apartado sector, no ha llegado la mano del gobierno local, pese a que cuando llegan las campañas políticas, quienes aspiran a cualquier Corporación Pública, son los primeros que llegan a prometer y sus habitantes, aún siguen esperando esas promesas para mejorar sus condiciones de vida.
Puntos de vista
Carmen Tovar Castillo, Tesorera de la Junta de Acción Comunal: “Aquí nosotros tenemos todas las necesidades que usted menos piensa, porque no contamos con los mínimos servicios públicos para vivir dignamente. Además, estamos sufriendo con los olores de la laguna de oxidación, que nos tienen enfermos a todos”.
Justina Castillo Villareal, habitante. “Yo prácticamente fui una de las fundadoras. En el año 1999, aquí solo había cuatro casas de barro y pasamos trabajo, porque por este sector no pasaba casi nadie, porque todo estaba lleno de monte”.