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Cultura - 19 abril, 2015

Tobías Enrique Pumarejo a los veinte años de su fallecimiento

El compositor vallenato conocido falleció el 8 de abril de 1995 en Barranquilla a los 82 años.

Don Toba cantando “CallateCorazón, Callate” en el matrimonio de su hija menor Lety con José Lapeira en Barranquilla
Don Toba cantando “CallateCorazón, Callate” en el matrimonio de su hija menor Lety con José Lapeira en Barranquilla
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Veinte años que se han pasado volando, ya que parece que hubiese sido ayer que el maestro de maestros del vallenato, Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, Don Toba, hubiese fallecido en la ciudad de Barranquilla el 8 de abril de 1995 a la edad de 82 años.

De Don Toba, el maestro de Escalona, tal como siempre lo reconoció el mismo Rafael, y del precursor, sin proponérselo, del vallenato lírico romántico, al que le siguieron, entre otros compositores, Gustavo Gutiérrez, Fredy Molina, Santander Durán, Octavio Daza, Rosendo Romero y Hernando Marín, lo que vale, lo que verdaderamente vale, es su invaluable legado en lo musical, legado que se cristaliza en composiciones perdurables, podríamos decir, sin lugar a equívocos, que eternas como lo son “La Víspera de Año Nuevo”, “Callate Corazón, Callate”, “Mírame fijamente”, “El Alazanito”, “La Cita”, “La Carta”, “Las Sabanas del Diluvio”, “Alma de Valledupar” y muchas más que aún permanecen inéditas, y otras tantas que se han perdido, y quizás para siempre, ya sea en otras manos o en la memoria del olvido.

Don Toba, nació en Valledupar el 8 de agosto de 1908, pero la mayor parte de su vida la vivió en el Copey (Cesar) donde fue propietario, desde comienzo de los años 40, de la hacienda ganadera “El Otoño”, lugar que le sirvió de inspiración para componer la mayoría de sus más afamadas canciones.

A destacar, entre otros, que Don Toba hizo parte del jurado del Primer Festival Vallenato, fue el primer compositor vallenato desligado de los instrumentos, el primer miembro de la sociedad vallenata que cantó y compuso este ritmo, y quien además, le cupo el honor de abrirle las puertas en el Club Social de Valledupar a este nuevo aire musical.

Sus estudios de bachillerato, hasta el quinto, los hizo en Medellín a comienzos de los años veinte en el Liceo de la Universidad de Antioquia, institución en la que recibió su mayor influencia académica, poética y musical. En Medellín, al lado de sus amigos del Valle de Upar fundan la Orquesta Magdalenense integrada por José María y Pedro Castro Monsalvo, Pedro y Celso Domingo Castro Trespalacios y Ovidio Palmera. Cabe destacar que en esta orquesta no se conjugaba el acordeón, ni la caja ni la guacharaca, sino el piano, el violín la guitarra, el saxo y la flauta, que eran los instrumentos musicales más relevantes de esa época.

En este periodo de Medellín, Don Toba compone su primera canción, un pasillo del que solo lograba recordar su nombre, “Mi cabaña”. A “Mi Cabaña” le siguieron “La Mariposa”, llevada al acetato, “Cariñito Virtuoso”, un vals, “Despedida”, “Desolación”, “La Trampa Armada”, inéditas, “La Carta”, “El Alazanito”…..Y es que Don Toba compuso prácticamente de todo, pasillos, valses, rancheras, paseos, sones, puyas, y esa gran especialidad suya, como fueron los merengues. En sus composiciones tampoco se olvidó de su familia, de sus amigos, de sus compadres y de sus allegados políticos. Su versatilidad en todos estos géneros fue prodigiosa.

Más que nada, Don Toba fue un enamorado de la vida, de la naturaleza, de los animales y en especial de las mujeres a las que amo con devoción y sin distinto de clases y color de piel, incluso, hasta en los últimos momentos de su vida lograba estremecerse ante la presencia de una mujer hermosa de ojos grandes y radiantes.

Y es que el genio Don Toba surgió del amor, tal como en una oportunidad me lo comentó el maestro Leandro Díaz. Pero, era sin lugar a dudas, ese amor que emanaba ingenuamente de una piel tersa, de unos ojos soñadores y hasta criminales, de esas morenas o rubias tiernas y de cuerpos contorneados que en plena flor de su vida tanto lo emocionaban. El resto era esa poesía pura que brotaba a raudales de lo más profundo de su ser y que lo llevó a componer las canciones más bellas y auténticas del vallenato clásico.

En la famosa correría que Guillermo Buitrago hiciera por la provincia en el año 48, después de conocerse a la salida del Teatro Cesar de Valledupar donde Buitrago cumplía con una de sus presentaciones, tuvo la oportunidad de parrandear con Don Toba en “El Rey de los Bares” e inmediatamente después en La Paz.

Fue una parranda, dos en una, memorable, y en esa oportunidad Don Toba le cantó lo mejor de su repertorio: “La Víspera de Año Nuevo”, “Las Sabanas del Diluvio”, “Muchacha Patillalera”, “La Carta”, “El Alazanito” y “Mala Suerte”, entre otras, que posteriormente grabó en su mayoría. De las únicas que no han quedado registros fueron de las dos últimas, “El Alazanito” y “Mala Suerte”, que según me comentó el guitarrista Efraín Torres, que con el guacharaquero Carlos “El Mocho” Rubio acompañaron a Buitrago en esta correría, fueron grabadas en Barranquilla en casas discos, y de momento no han aparecido copias de estos dos temas. Las otras fueron grabadas en Discos Fuentes en Cartagena y sus registros siguen vigentes.

Su composición más trascendental ha sido, sin lugar a dudas, “La Víspera de Año Nuevo” que se escucha en todas las navidades desde hace setenta años, los cumple el próximo diciembre. Sin embargo, la más sentida de todas y la que más le llegaba al alma era “Callate Corazón, Callate” o “No Llores Corazón”, tal como apareció titulada en la primera grabación que hiciera en el Sello Popular, 78 RPM, Luis Enrique Martínez y posteriormente, en el mismo sello, por Orlando “Nola” Maestre.

Parrandero de largo metraje y mujeriego de primer orden, Don Toba era también un apasionado de los caballos a los cuales les dedicó varias de sus composiciones, siendo la más famosa de todas “El Alazanito”. Sin embargo, figuran otras que permanecen aún inéditas como lo son “La Muerte de El Curioso”, “Los tres Caballos” y algunas más, en las que incluye a otros caballos de su predilección como lo fueron “El Chupaflor”, “Rosillo”, “La Novia”, “La Mariposa” y “Doble Cero”.

Como me refería al comienzo de este escrito, los veinte años que han transcurrido desde el fallecimiento de Don Toba se han pasado volando, en otras palabras, veinte años no han sido nada, y no lo serán nunca jamás, ya que cualquier cifra que se nos ocurra, cincuenta, cien, mil o más años, serán despreciables cuando la comparemos con la eternidad, ya que sin lugar a dudas, la producción musical de Don Toba es y seguirá siendo eterna.
DESTACADO: Don Toba, nació en Valledupar el 8 de agosto de 1908, pero la mayor parte de su vida la vivió en el Copey (Cesar) donde fue propietario, desde comienzo de los años 40, de la hacienda ganadera “El Otoño”, lugar que le sirvió de inspiración para componer la mayoría de sus más afamadas canciones.

Por Ricardo López Solano

Cultura
19 abril, 2015

Tobías Enrique Pumarejo a los veinte años de su fallecimiento

El compositor vallenato conocido falleció el 8 de abril de 1995 en Barranquilla a los 82 años.


Don Toba cantando “CallateCorazón, Callate” en el matrimonio de su hija menor Lety con José Lapeira en Barranquilla
Don Toba cantando “CallateCorazón, Callate” en el matrimonio de su hija menor Lety con José Lapeira en Barranquilla
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Veinte años que se han pasado volando, ya que parece que hubiese sido ayer que el maestro de maestros del vallenato, Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, Don Toba, hubiese fallecido en la ciudad de Barranquilla el 8 de abril de 1995 a la edad de 82 años.

De Don Toba, el maestro de Escalona, tal como siempre lo reconoció el mismo Rafael, y del precursor, sin proponérselo, del vallenato lírico romántico, al que le siguieron, entre otros compositores, Gustavo Gutiérrez, Fredy Molina, Santander Durán, Octavio Daza, Rosendo Romero y Hernando Marín, lo que vale, lo que verdaderamente vale, es su invaluable legado en lo musical, legado que se cristaliza en composiciones perdurables, podríamos decir, sin lugar a equívocos, que eternas como lo son “La Víspera de Año Nuevo”, “Callate Corazón, Callate”, “Mírame fijamente”, “El Alazanito”, “La Cita”, “La Carta”, “Las Sabanas del Diluvio”, “Alma de Valledupar” y muchas más que aún permanecen inéditas, y otras tantas que se han perdido, y quizás para siempre, ya sea en otras manos o en la memoria del olvido.

Don Toba, nació en Valledupar el 8 de agosto de 1908, pero la mayor parte de su vida la vivió en el Copey (Cesar) donde fue propietario, desde comienzo de los años 40, de la hacienda ganadera “El Otoño”, lugar que le sirvió de inspiración para componer la mayoría de sus más afamadas canciones.

A destacar, entre otros, que Don Toba hizo parte del jurado del Primer Festival Vallenato, fue el primer compositor vallenato desligado de los instrumentos, el primer miembro de la sociedad vallenata que cantó y compuso este ritmo, y quien además, le cupo el honor de abrirle las puertas en el Club Social de Valledupar a este nuevo aire musical.

Sus estudios de bachillerato, hasta el quinto, los hizo en Medellín a comienzos de los años veinte en el Liceo de la Universidad de Antioquia, institución en la que recibió su mayor influencia académica, poética y musical. En Medellín, al lado de sus amigos del Valle de Upar fundan la Orquesta Magdalenense integrada por José María y Pedro Castro Monsalvo, Pedro y Celso Domingo Castro Trespalacios y Ovidio Palmera. Cabe destacar que en esta orquesta no se conjugaba el acordeón, ni la caja ni la guacharaca, sino el piano, el violín la guitarra, el saxo y la flauta, que eran los instrumentos musicales más relevantes de esa época.

En este periodo de Medellín, Don Toba compone su primera canción, un pasillo del que solo lograba recordar su nombre, “Mi cabaña”. A “Mi Cabaña” le siguieron “La Mariposa”, llevada al acetato, “Cariñito Virtuoso”, un vals, “Despedida”, “Desolación”, “La Trampa Armada”, inéditas, “La Carta”, “El Alazanito”…..Y es que Don Toba compuso prácticamente de todo, pasillos, valses, rancheras, paseos, sones, puyas, y esa gran especialidad suya, como fueron los merengues. En sus composiciones tampoco se olvidó de su familia, de sus amigos, de sus compadres y de sus allegados políticos. Su versatilidad en todos estos géneros fue prodigiosa.

Más que nada, Don Toba fue un enamorado de la vida, de la naturaleza, de los animales y en especial de las mujeres a las que amo con devoción y sin distinto de clases y color de piel, incluso, hasta en los últimos momentos de su vida lograba estremecerse ante la presencia de una mujer hermosa de ojos grandes y radiantes.

Y es que el genio Don Toba surgió del amor, tal como en una oportunidad me lo comentó el maestro Leandro Díaz. Pero, era sin lugar a dudas, ese amor que emanaba ingenuamente de una piel tersa, de unos ojos soñadores y hasta criminales, de esas morenas o rubias tiernas y de cuerpos contorneados que en plena flor de su vida tanto lo emocionaban. El resto era esa poesía pura que brotaba a raudales de lo más profundo de su ser y que lo llevó a componer las canciones más bellas y auténticas del vallenato clásico.

En la famosa correría que Guillermo Buitrago hiciera por la provincia en el año 48, después de conocerse a la salida del Teatro Cesar de Valledupar donde Buitrago cumplía con una de sus presentaciones, tuvo la oportunidad de parrandear con Don Toba en “El Rey de los Bares” e inmediatamente después en La Paz.

Fue una parranda, dos en una, memorable, y en esa oportunidad Don Toba le cantó lo mejor de su repertorio: “La Víspera de Año Nuevo”, “Las Sabanas del Diluvio”, “Muchacha Patillalera”, “La Carta”, “El Alazanito” y “Mala Suerte”, entre otras, que posteriormente grabó en su mayoría. De las únicas que no han quedado registros fueron de las dos últimas, “El Alazanito” y “Mala Suerte”, que según me comentó el guitarrista Efraín Torres, que con el guacharaquero Carlos “El Mocho” Rubio acompañaron a Buitrago en esta correría, fueron grabadas en Barranquilla en casas discos, y de momento no han aparecido copias de estos dos temas. Las otras fueron grabadas en Discos Fuentes en Cartagena y sus registros siguen vigentes.

Su composición más trascendental ha sido, sin lugar a dudas, “La Víspera de Año Nuevo” que se escucha en todas las navidades desde hace setenta años, los cumple el próximo diciembre. Sin embargo, la más sentida de todas y la que más le llegaba al alma era “Callate Corazón, Callate” o “No Llores Corazón”, tal como apareció titulada en la primera grabación que hiciera en el Sello Popular, 78 RPM, Luis Enrique Martínez y posteriormente, en el mismo sello, por Orlando “Nola” Maestre.

Parrandero de largo metraje y mujeriego de primer orden, Don Toba era también un apasionado de los caballos a los cuales les dedicó varias de sus composiciones, siendo la más famosa de todas “El Alazanito”. Sin embargo, figuran otras que permanecen aún inéditas como lo son “La Muerte de El Curioso”, “Los tres Caballos” y algunas más, en las que incluye a otros caballos de su predilección como lo fueron “El Chupaflor”, “Rosillo”, “La Novia”, “La Mariposa” y “Doble Cero”.

Como me refería al comienzo de este escrito, los veinte años que han transcurrido desde el fallecimiento de Don Toba se han pasado volando, en otras palabras, veinte años no han sido nada, y no lo serán nunca jamás, ya que cualquier cifra que se nos ocurra, cincuenta, cien, mil o más años, serán despreciables cuando la comparemos con la eternidad, ya que sin lugar a dudas, la producción musical de Don Toba es y seguirá siendo eterna.
DESTACADO: Don Toba, nació en Valledupar el 8 de agosto de 1908, pero la mayor parte de su vida la vivió en el Copey (Cesar) donde fue propietario, desde comienzo de los años 40, de la hacienda ganadera “El Otoño”, lugar que le sirvió de inspiración para componer la mayoría de sus más afamadas canciones.

Por Ricardo López Solano