Este es el primer informe periodístico de la campaña ‘Miremos el río Cesar’, resultado del recorrido que nuestro equipo periodístico realizó al lugar donde nace este afluente en la Sierra Nevada de Santa Marta, que le da paso a una travesía que haremos por los 11 municipios que baña este río que ha sido musa de los compositores vallenatos y ha contribuido a la economía regional.
Una llovizna fue testigo de la travesía. El sol entoldado por nubarrones que opacaban un cielo denso y gris: el amanecer era oscuro en Valledupar.
Una mañana indescriptible en la que se cruzaba el cielo con los primeros rayos de la aurora, acompañada por una brisa fría y gotas de lluvia que mojaban el pavimento, haciendo el camino pesado y riesgoso para los vehículos.
Saliendo de la capital del Cesar, camino a los corregimientos del norte, se aprecia la Sierra Nevada de Santa Marta, la montaña costera más grande del planea. Allí, precisamente nacen los principales ríos que bañan los departamentos de La Guajira y Cesar: las cuencas del Guatapurí y el Cesar parecen lágrimas que emergen de los cerros montañosos.
Entre paisajes teñidos de verde y azul, los vehículos irrumpieron sobre enormes rocas en el territorio montañoso.
Caminos angostos, como si los hubiese hechos por encima de la naturaleza. Un carro con características diferentes a una camioneta no puede ingresar a la zona, las pendientes son riesgosas y solamente hay otras dos formas de llegar al terreno sagrado: caminando o postrado en el lomo de un caballo. Eso sí, cuando llueve la tierra se vuelve fangosa y los vehículos difícilmente transitan por las agrietadas carreteras. El olor a boñiga mezclado con plantas frescas revela que la madre naturaleza es la reina del lugar.
¿Por qué su nombre? La respuesta es un enigma; aunque aparecen conceptos como el de Luis Striffler ¿De dónde proviene el nombre del río Cesar? El autor en su investigación aduce que los primeros europeos que descubrieron esta arteria fluvial encontraron sus orillas habitadas por una raza de nativos que se distinguían de los naturales inmediatos por el nombre de “Sesares”.
(Leer: El pacto por la recuperación del río Cesar)
“Esto tiene alguna verosimilitud cuando se considera que los indígenas del lugar emplean en su lenguaje la palabra ché para decir agua, dando a la ch un sonido tan suave que los primeros españoles pudieron creer que decían cé.
Para expresar la idea de un agua que corre, dicen chéjui, y para la de un agua más calma, chétzar. Los españoles oyeron esa palabra y sin duda, escribieron Cesar”, argumentó Striffler en su publicación.
Sin imaginar lo que se esperaba, una avanzada liderada por periodistas y un productor audiovisual de EL PILÓN, además de un funcionario de la Corporación Autónoma Regional del Cesar (Corpocesar) fijó como punto de encuentro el municipio de San Juan del Cesar, La Guajira, ahí aguardaban otras dos personas para partir en búsqueda del verdadero río Cesar, que recorre 280 kilómetros entre los dos departamentos y desemboca en el complejo cenagoso de Zapatosa y también en el río Magdalena.
En sentido sur–norte, para llegar a la parte alta del Cesar se necesita pasar por San Juan del Cesar, luego aparecen los corregimientos de Zambrano, Corral de Piedras, El Totumo, Los Cardones (aquí se unen los ríos Cesar y el Barcino para formar una sola cuenca que queda como Cesar), El Placer y La Sierrita; posteriormente habrá espacio para ver a El Capuchino, El Hatico de los Indios, Sabana Grande, Potrerito y El Limón, entre otras veredas y asentamientos indígenas de la etnia Wiwa, considerados como guardianes del Cesar.
Son 11 municipios que comprende la cuenca del río Cesar. En La Guajira atraviesa los municipios de San Juan del Cesar, Villanueva, Urumita y La Jagua del Pilar; y en el Cesar ocupa parte de Valledupar, San Diego, La Paz, El Paso, Astrea, Chimichagua y Chiriguaná, según publicación de Karelys Guzmán Finol por medio de Documentos sobre Economía Regional del Banco de la República.
El rugir de los motores callaban el cantar de las aves, la brisa fría que descendía desde la parte alta de la Sierra Nevada anunciaba la presencia de un cuerpo de agua viviente, lleno de un cauce cristalino que atraviesa piedras blancas, marrones, salmones, azules, como obras prehistóricas, y cuando baja desde su nacimiento en El Limón, es arenoso; en verano su caudal es débil, pero mantiene vigor y alegría al transcurrir de su corriente.
La travesía que hicimos nos llevó a ubicarnos a unos 900 metros de altura sobre el nivel del mar, al costado derecho de la vereda Sabanagrande, ribera abajo y luchando contra obstáculos como la arena arcillosa, grandes rocas y enormes árboles, el Cesar dejó ver su esbelta figura por la que puede caminarse por estos días sin constantes lluvias.
“Este es un territorio sagrado, nosotros hacemos pagamentos a través de nuestras autoridades y luego llevamos el mensaje de cuidar el río porque es nuestra vida, nuestra fuente de abastecimiento”, dijo Víctor Julio Rodríguez Malo, el comisario de la comunidad de Rinconá de la etnia indígena Wiwa.
Es un hombre de 32 años, pero desde niño le enseñaron a cuidar los recursos naturales, especialmente el río Cesar y la Sierra Nevada, macizo declarado en emergencia en febrero de 1994 por la Fundación Pro-Sierra, ante el acelerado proceso de deforestación.
Las montañas son el refugio para esas aguas cristalinas, que no tienen contaminación en la parte alta de la Sierra Nevada. No recibe aguas residuales sin tratamiento como ocurre en Valledupar, La Paz y muchos más municipios, tampoco se ven cultivos que puedan absorber su caudal y lo más importante, la mano indiscriminada del hombre no alcanza a destruir su lecho con la extracción de sus recursos de manera ilegal.
“Aquí no tenemos contaminación, es un río limpio que corre desde Limoncito (El Limón) y las personas pueden utilizar su agua para consumirla, claro en la parte alta de la Sierra Nevada porque allá abajo (San Juan del Cesar) el río dejó de importarle a todos, a la comunidad y a las autoridades ambientales”, declaró Rodríguez Malo, quien vive con su esposa y cinco hijos en Sabanagrande.
El río Cesar presenta un caudal remanente de unos 150 metros cúbicos por segundo en la parte alta. En algunos sectores con abundante agua y en otros simplemente muestra riachuelos acompañados de peces muy pequeños. Es una corriente “perezosa e indecisa […] pequeña e insuficiente para la hoya que recorre”, describió el escritor Jorge Isaacs en un libro denominado ‘Las Tribus Indígenas del Magdalena’.
“Este es un río que muy poco lo destruyen aquí, como pueden notar tenemos aguas cristalinas, la corriente en esta época es baja pero en invierno es muy peligrosa porque se crece. El cauce es arenoso y tiene piedras, eso ayuda a oxigenar el agua que corre por el río”, describió Víctor Julio.
Pero más allá de cualquier diagnóstico, el Cesar está lleno de vida y sus aguas respiran tranquilidad en su nacimiento, finalmente los inconvenientes se presentan al llegar al corregimiento La Sierrita en el municipio de San Juan del Cesar, La Guajira, donde comienza a percibir aguas negras y la población que tiende a visitar una enorme piedra conocida como La Escalera, en la que los indígenas ofrecían pagamentos a sus autoridades ancestrales. El lugar hoy es un balneario y las personas que lo visitan no tienen la precaución de recoger la basura, de no partir vidrio y destruir el bello paisaje que refleja la naturaleza.
La deforestación causada por colonos e indígenas amenaza la vida del afluente. De la selva desapareció la fauna nativa que incluía venados, tigres, guardatinajas, maná, conejos, zainos y paujiles, entre otras especies.
Sin embargo, la principal fuente de contaminación del río Cesar son las aguas residuales sin tratamiento, especialmente en municipios como San Juan del Cesar en La Guajira, Valledupar, La Paz y Astrea en el Cesar.
Se podría creer que el cauce del río Cesar es brioso y peligroso, pero no, desde su nacimiento en la Sierra Nevada de Santa Marta es frágil. El crecimiento del afluente que pasa por San Juan del Cesar, El Molino, Villanueva, Urumita y La Jagua del Pilar en La Guajira, se da a la altura del corregimiento Los Cardones.
En ese lugar forma pareja con otro río que desciende de las montañas de la Sierra, llamado El Barcino, que incluso aporta tres veces el agua que trae el Cesar y así surten de agua el municipio de San Juan del Cesar, en cuyo recorrido se observan conexiones fraudulentas para el riego de predios privados como fincas.
Unos metros más adelante, en el puente de Corral de Piedras comienza a verse sucio y además se destaca la tubería para surtir acueductos veredales y corregimentales, así como el turismo comienza a hacer presencia en la zona.
Compositores como Hernando Marín Lacouture, Rafael Escalona, Fernando Dangond Castro, entre otros, describieron con un estilo estilizado la corriente cristalina del Cesar dejando grandes historias en la retina del público.
“Nace en la nevada el río Cesar
pasa por San Juan la tierra mía
en su cauce de agua cristalina
donde una sanjuanerita todos los días se va a bañar” (‘Sanjuanerita’ de Hernando Marín).
Y ni que hablar de Gabriel García Márquez, el Nobel que en su recorrido por esta región a la que llamó “provincia” en su libro ‘Cien años de Soledad’ narró su manera de ver el porqué de la inspiración de nuestros juglares: “No hay una sola letra en el vallenato que no corresponda a un episodio cierto de la vida real, a una experiencia del autor. Un juglar del río Cesar no canta porque sí, ni cuando se le viene en gana, sino cuando siente el apremio de hacerlo, después de haber sido estimulado por un hecho real”.
Por Carlos Mario Jiménez
[email protected]
Este es el primer informe periodístico de la campaña ‘Miremos el río Cesar’, resultado del recorrido que nuestro equipo periodístico realizó al lugar donde nace este afluente en la Sierra Nevada de Santa Marta, que le da paso a una travesía que haremos por los 11 municipios que baña este río que ha sido musa de los compositores vallenatos y ha contribuido a la economía regional.
Una llovizna fue testigo de la travesía. El sol entoldado por nubarrones que opacaban un cielo denso y gris: el amanecer era oscuro en Valledupar.
Una mañana indescriptible en la que se cruzaba el cielo con los primeros rayos de la aurora, acompañada por una brisa fría y gotas de lluvia que mojaban el pavimento, haciendo el camino pesado y riesgoso para los vehículos.
Saliendo de la capital del Cesar, camino a los corregimientos del norte, se aprecia la Sierra Nevada de Santa Marta, la montaña costera más grande del planea. Allí, precisamente nacen los principales ríos que bañan los departamentos de La Guajira y Cesar: las cuencas del Guatapurí y el Cesar parecen lágrimas que emergen de los cerros montañosos.
Entre paisajes teñidos de verde y azul, los vehículos irrumpieron sobre enormes rocas en el territorio montañoso.
Caminos angostos, como si los hubiese hechos por encima de la naturaleza. Un carro con características diferentes a una camioneta no puede ingresar a la zona, las pendientes son riesgosas y solamente hay otras dos formas de llegar al terreno sagrado: caminando o postrado en el lomo de un caballo. Eso sí, cuando llueve la tierra se vuelve fangosa y los vehículos difícilmente transitan por las agrietadas carreteras. El olor a boñiga mezclado con plantas frescas revela que la madre naturaleza es la reina del lugar.
¿Por qué su nombre? La respuesta es un enigma; aunque aparecen conceptos como el de Luis Striffler ¿De dónde proviene el nombre del río Cesar? El autor en su investigación aduce que los primeros europeos que descubrieron esta arteria fluvial encontraron sus orillas habitadas por una raza de nativos que se distinguían de los naturales inmediatos por el nombre de “Sesares”.
(Leer: El pacto por la recuperación del río Cesar)
“Esto tiene alguna verosimilitud cuando se considera que los indígenas del lugar emplean en su lenguaje la palabra ché para decir agua, dando a la ch un sonido tan suave que los primeros españoles pudieron creer que decían cé.
Para expresar la idea de un agua que corre, dicen chéjui, y para la de un agua más calma, chétzar. Los españoles oyeron esa palabra y sin duda, escribieron Cesar”, argumentó Striffler en su publicación.
Sin imaginar lo que se esperaba, una avanzada liderada por periodistas y un productor audiovisual de EL PILÓN, además de un funcionario de la Corporación Autónoma Regional del Cesar (Corpocesar) fijó como punto de encuentro el municipio de San Juan del Cesar, La Guajira, ahí aguardaban otras dos personas para partir en búsqueda del verdadero río Cesar, que recorre 280 kilómetros entre los dos departamentos y desemboca en el complejo cenagoso de Zapatosa y también en el río Magdalena.
En sentido sur–norte, para llegar a la parte alta del Cesar se necesita pasar por San Juan del Cesar, luego aparecen los corregimientos de Zambrano, Corral de Piedras, El Totumo, Los Cardones (aquí se unen los ríos Cesar y el Barcino para formar una sola cuenca que queda como Cesar), El Placer y La Sierrita; posteriormente habrá espacio para ver a El Capuchino, El Hatico de los Indios, Sabana Grande, Potrerito y El Limón, entre otras veredas y asentamientos indígenas de la etnia Wiwa, considerados como guardianes del Cesar.
Son 11 municipios que comprende la cuenca del río Cesar. En La Guajira atraviesa los municipios de San Juan del Cesar, Villanueva, Urumita y La Jagua del Pilar; y en el Cesar ocupa parte de Valledupar, San Diego, La Paz, El Paso, Astrea, Chimichagua y Chiriguaná, según publicación de Karelys Guzmán Finol por medio de Documentos sobre Economía Regional del Banco de la República.
El rugir de los motores callaban el cantar de las aves, la brisa fría que descendía desde la parte alta de la Sierra Nevada anunciaba la presencia de un cuerpo de agua viviente, lleno de un cauce cristalino que atraviesa piedras blancas, marrones, salmones, azules, como obras prehistóricas, y cuando baja desde su nacimiento en El Limón, es arenoso; en verano su caudal es débil, pero mantiene vigor y alegría al transcurrir de su corriente.
La travesía que hicimos nos llevó a ubicarnos a unos 900 metros de altura sobre el nivel del mar, al costado derecho de la vereda Sabanagrande, ribera abajo y luchando contra obstáculos como la arena arcillosa, grandes rocas y enormes árboles, el Cesar dejó ver su esbelta figura por la que puede caminarse por estos días sin constantes lluvias.
“Este es un territorio sagrado, nosotros hacemos pagamentos a través de nuestras autoridades y luego llevamos el mensaje de cuidar el río porque es nuestra vida, nuestra fuente de abastecimiento”, dijo Víctor Julio Rodríguez Malo, el comisario de la comunidad de Rinconá de la etnia indígena Wiwa.
Es un hombre de 32 años, pero desde niño le enseñaron a cuidar los recursos naturales, especialmente el río Cesar y la Sierra Nevada, macizo declarado en emergencia en febrero de 1994 por la Fundación Pro-Sierra, ante el acelerado proceso de deforestación.
Las montañas son el refugio para esas aguas cristalinas, que no tienen contaminación en la parte alta de la Sierra Nevada. No recibe aguas residuales sin tratamiento como ocurre en Valledupar, La Paz y muchos más municipios, tampoco se ven cultivos que puedan absorber su caudal y lo más importante, la mano indiscriminada del hombre no alcanza a destruir su lecho con la extracción de sus recursos de manera ilegal.
“Aquí no tenemos contaminación, es un río limpio que corre desde Limoncito (El Limón) y las personas pueden utilizar su agua para consumirla, claro en la parte alta de la Sierra Nevada porque allá abajo (San Juan del Cesar) el río dejó de importarle a todos, a la comunidad y a las autoridades ambientales”, declaró Rodríguez Malo, quien vive con su esposa y cinco hijos en Sabanagrande.
El río Cesar presenta un caudal remanente de unos 150 metros cúbicos por segundo en la parte alta. En algunos sectores con abundante agua y en otros simplemente muestra riachuelos acompañados de peces muy pequeños. Es una corriente “perezosa e indecisa […] pequeña e insuficiente para la hoya que recorre”, describió el escritor Jorge Isaacs en un libro denominado ‘Las Tribus Indígenas del Magdalena’.
“Este es un río que muy poco lo destruyen aquí, como pueden notar tenemos aguas cristalinas, la corriente en esta época es baja pero en invierno es muy peligrosa porque se crece. El cauce es arenoso y tiene piedras, eso ayuda a oxigenar el agua que corre por el río”, describió Víctor Julio.
Pero más allá de cualquier diagnóstico, el Cesar está lleno de vida y sus aguas respiran tranquilidad en su nacimiento, finalmente los inconvenientes se presentan al llegar al corregimiento La Sierrita en el municipio de San Juan del Cesar, La Guajira, donde comienza a percibir aguas negras y la población que tiende a visitar una enorme piedra conocida como La Escalera, en la que los indígenas ofrecían pagamentos a sus autoridades ancestrales. El lugar hoy es un balneario y las personas que lo visitan no tienen la precaución de recoger la basura, de no partir vidrio y destruir el bello paisaje que refleja la naturaleza.
La deforestación causada por colonos e indígenas amenaza la vida del afluente. De la selva desapareció la fauna nativa que incluía venados, tigres, guardatinajas, maná, conejos, zainos y paujiles, entre otras especies.
Sin embargo, la principal fuente de contaminación del río Cesar son las aguas residuales sin tratamiento, especialmente en municipios como San Juan del Cesar en La Guajira, Valledupar, La Paz y Astrea en el Cesar.
Se podría creer que el cauce del río Cesar es brioso y peligroso, pero no, desde su nacimiento en la Sierra Nevada de Santa Marta es frágil. El crecimiento del afluente que pasa por San Juan del Cesar, El Molino, Villanueva, Urumita y La Jagua del Pilar en La Guajira, se da a la altura del corregimiento Los Cardones.
En ese lugar forma pareja con otro río que desciende de las montañas de la Sierra, llamado El Barcino, que incluso aporta tres veces el agua que trae el Cesar y así surten de agua el municipio de San Juan del Cesar, en cuyo recorrido se observan conexiones fraudulentas para el riego de predios privados como fincas.
Unos metros más adelante, en el puente de Corral de Piedras comienza a verse sucio y además se destaca la tubería para surtir acueductos veredales y corregimentales, así como el turismo comienza a hacer presencia en la zona.
Compositores como Hernando Marín Lacouture, Rafael Escalona, Fernando Dangond Castro, entre otros, describieron con un estilo estilizado la corriente cristalina del Cesar dejando grandes historias en la retina del público.
“Nace en la nevada el río Cesar
pasa por San Juan la tierra mía
en su cauce de agua cristalina
donde una sanjuanerita todos los días se va a bañar” (‘Sanjuanerita’ de Hernando Marín).
Y ni que hablar de Gabriel García Márquez, el Nobel que en su recorrido por esta región a la que llamó “provincia” en su libro ‘Cien años de Soledad’ narró su manera de ver el porqué de la inspiración de nuestros juglares: “No hay una sola letra en el vallenato que no corresponda a un episodio cierto de la vida real, a una experiencia del autor. Un juglar del río Cesar no canta porque sí, ni cuando se le viene en gana, sino cuando siente el apremio de hacerlo, después de haber sido estimulado por un hecho real”.
Por Carlos Mario Jiménez
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