MAESTRO ESCALONA No hay duda; Rafael Escalona Martínez es la principal referencia de la música vallenata, un hombre, una obra, un nombre, muchos recuerdos que deambulan en forma permanente en el inconsciente del colectivo que alguna vez ha escuchado la palabra vallenato. Por eso, él es el más grande de todos. Falleció el año pasado […]
No hay duda; Rafael Escalona Martínez es la principal referencia de la música vallenata, un hombre, una obra, un nombre, muchos recuerdos que deambulan en forma permanente en el inconsciente del colectivo que alguna vez ha escuchado la palabra vallenato. Por eso, él es el más grande de todos. Falleció el año pasado el 13 de mayo y por eso la razón del merecido homenaje.
Al encanto de sus letras y melodías no ha podido dejar de sucumbir quien escuche con atención ‘El Testamento’, ‘Honda herida’ o ‘El arco iris’, algunas de las obras que hacen parte de la larga lista de composiciones que le ha merecido el título de autor inmortal.
Sobre las múltiples facetas del maestro Escalona se ha dicho mucho: fue un exquisito compositor, excelso anfitrión, digno diplomático, relacionista público y entrañable amigo, condiciones que se conjugan, al menos para muchos, en una sola frase: fue un ser humano, sobrenatural; un genio irrepetible, con una determinación excepcional porque alcanzó a ser lo que quiso ser…y le sobró.
El perfil del Maestro
Hablar de Escalona es hablar de lo más sublime del vallenato. Es hablar del hombre que sin perder la esencia ‘criolla’ de las historias del diario vivir de la vieja provincia de Padilla, las vistió de etiqueta para que por sí solas conquistaran el más importante sitial entre las músicas del mundo, el que hoy ocupa.
Rafael Calixto Escalona Martínez nació en Patillal, el 27 de mayo de 1927; hijo del coronel Manuel Clemente Escalona Labarcés y de Margarita Martínez Celedón, figura que, según se conoce, marcó la vida del glorioso compositor, porque gracias a su vasta cultura
Escalona fue, lo que se dice, un legítimo vallenato; creo que la mejor descripción de Escalona la hizo el compositor Alonso Fernández Oñate, contemporáneo suyo, en la canción ‘Yo soy Vallenato’; ‘Rafa’ Escalona fue “parrandero, enamorado y cantador, ganadero, algodonero, gallero y agricultor, trovador algunos ratos de su pena y su dolor, y en vez de llorar, cantó a la vida y al amor”.
‘Bendito’ Jaime
En su libro, ‘Escalona: El hombre y el mito’, Consuelo Araujonoguera narra que “un informante”, le aseguró que cuando Escalona era niño, allá en Patillal en la escuela de Nicomedes Daza, su vocación era el dibujo, actividad que hacía muy bien.
“Pero un día, tanto él como nosotros descubrimos que en eso de la pintura lo aventajaba sobradamente Jaime Molina y… como a Escalona nunca le ha gustado el papel de segundón, prudentemente guardó el pincel y tomó la lira”; bendito Jaime Molina que le ‘mostró’ su verdadero camino y que – sin saberlo-, le regaló al mundo al mejor artesano de versos que entretejiendo historias e hilando versos, logró las piezas más hermosas de la música colombiana.
Quien quiera conocer lo que fue la vida y el entorno del ‘Hijo de Patillal’, sólo debe sentarse a escuchar sus canciones; el orden, no importa, ellas se van acomodando una tras otra, como si se tratara de un rompecabezas divertido y apasionante.
La mujer, su mejor inspiración
Si algo debió agradecer a la vida el maestro Escalona, fue la existencia de las mujeres, quienes por cariño, amor, decepción o rabia, le inspiraron sus mejores versos.
Desde La Maye, pasando por Carmen Gómez, Esperanza, María Tere, Dina Luz, ‘La mona del Cañagüate’ y Consuelo, a las que quiso eternamente o de manera furtiva; aunque Escalona era un hombre apasionado, que entregaba su corazón en cada verso, y al que por su condición, tuvieron que sanarle varias hondas heridas.
También tuvo amores en cada pueblo a los que llegó en su condición de aventurero: fue así como nacieron ‘La flor de La Guajira’, ‘La molinera’, ‘La plateña’, la ‘Mariposa urumitera’ y la última, la ‘Llanerita’.
Pero también lo inspiró Ada Luz y Rosa María, sus hijas, a las que tanto amó, al punto de querer aislar a la primera del ‘mundo’ para que no cualquiera pudiera acercársele; y otras como su querida amiga, la Vieja Sara y a Juana Arias, la Patillalera.
Ser amigo, su mejor faceta
Pero si las mujeres lo motivaban para escribir cantos, el cariño que les profesó a sus entrañables amigos también lo ‘obligaban’ a contar anécdotas que quedaron en la historia.
Miguel Canales, ‘El Pollo’ López, Leandro Díaz, Gabriel García Márquez, Poncho Cotes, el general Dangond, Tite Socarrás, Jaime Molina, el doctor Leonardo Maya Brugés, el compadre Tomás y el eterno ‘Colacho’, a quien le compuso un nostálgico merengue, en el que reveló su tristeza porque Fanny se lo ‘llevó’, son protagonistas de sus vivencias cantadas, obras que en una parranda de amigos no pueden faltar.
Contador de historias
Escalona fue el cronista de la provincia, el que hizo de un robo en la iglesia de Badillo, una historia que trascendió fronteras y que es recordada por los que se dejan ‘embrujar’ por el encanto del acordeón.
Así, una por una, ‘El más grande de todos’ fue contando y cantando sus vivencias, lo bueno y lo malo; sus amores y desamores; sus triunfos y desdichas, como cuando pasaba hambre en el Liceo, o cuando se metió a contrabandista y ‘arriaba’ mercancías en el chevrolito; o cuando lo demandó Sabas Torres, por haberlo comparado con un ‘jerre jerre’; y finalmente, cuando le quiso pagar a al ‘señor gerente’ con un canto, porque el gusano se comió el cultivo.
Este, es el Testamento de Escalona, quien dejó esparcidas por el mundo sus piezas musicales revestidas de maestría; ese legado, protegido desde el cielo por el ángel que lo acompañó siempre, es al que en este festival le rendimos tributo y por el que debe propenderse para que sea elevado a patrimonio cultural de la Nación.
Con sus hijas Ada Luz y Rosa María.
Junto a la brasilera.
Cantando con su eterno amigo, ‘Colacho’ Mendoza.
En su faceta de anfitrión, junto a Hernando Molina, Alfonso López Michelsen y Manuel Elkin Patarroyo.
MAESTRO ESCALONA No hay duda; Rafael Escalona Martínez es la principal referencia de la música vallenata, un hombre, una obra, un nombre, muchos recuerdos que deambulan en forma permanente en el inconsciente del colectivo que alguna vez ha escuchado la palabra vallenato. Por eso, él es el más grande de todos. Falleció el año pasado […]
No hay duda; Rafael Escalona Martínez es la principal referencia de la música vallenata, un hombre, una obra, un nombre, muchos recuerdos que deambulan en forma permanente en el inconsciente del colectivo que alguna vez ha escuchado la palabra vallenato. Por eso, él es el más grande de todos. Falleció el año pasado el 13 de mayo y por eso la razón del merecido homenaje.
Al encanto de sus letras y melodías no ha podido dejar de sucumbir quien escuche con atención ‘El Testamento’, ‘Honda herida’ o ‘El arco iris’, algunas de las obras que hacen parte de la larga lista de composiciones que le ha merecido el título de autor inmortal.
Sobre las múltiples facetas del maestro Escalona se ha dicho mucho: fue un exquisito compositor, excelso anfitrión, digno diplomático, relacionista público y entrañable amigo, condiciones que se conjugan, al menos para muchos, en una sola frase: fue un ser humano, sobrenatural; un genio irrepetible, con una determinación excepcional porque alcanzó a ser lo que quiso ser…y le sobró.
El perfil del Maestro
Hablar de Escalona es hablar de lo más sublime del vallenato. Es hablar del hombre que sin perder la esencia ‘criolla’ de las historias del diario vivir de la vieja provincia de Padilla, las vistió de etiqueta para que por sí solas conquistaran el más importante sitial entre las músicas del mundo, el que hoy ocupa.
Rafael Calixto Escalona Martínez nació en Patillal, el 27 de mayo de 1927; hijo del coronel Manuel Clemente Escalona Labarcés y de Margarita Martínez Celedón, figura que, según se conoce, marcó la vida del glorioso compositor, porque gracias a su vasta cultura
Escalona fue, lo que se dice, un legítimo vallenato; creo que la mejor descripción de Escalona la hizo el compositor Alonso Fernández Oñate, contemporáneo suyo, en la canción ‘Yo soy Vallenato’; ‘Rafa’ Escalona fue “parrandero, enamorado y cantador, ganadero, algodonero, gallero y agricultor, trovador algunos ratos de su pena y su dolor, y en vez de llorar, cantó a la vida y al amor”.
‘Bendito’ Jaime
En su libro, ‘Escalona: El hombre y el mito’, Consuelo Araujonoguera narra que “un informante”, le aseguró que cuando Escalona era niño, allá en Patillal en la escuela de Nicomedes Daza, su vocación era el dibujo, actividad que hacía muy bien.
“Pero un día, tanto él como nosotros descubrimos que en eso de la pintura lo aventajaba sobradamente Jaime Molina y… como a Escalona nunca le ha gustado el papel de segundón, prudentemente guardó el pincel y tomó la lira”; bendito Jaime Molina que le ‘mostró’ su verdadero camino y que – sin saberlo-, le regaló al mundo al mejor artesano de versos que entretejiendo historias e hilando versos, logró las piezas más hermosas de la música colombiana.
Quien quiera conocer lo que fue la vida y el entorno del ‘Hijo de Patillal’, sólo debe sentarse a escuchar sus canciones; el orden, no importa, ellas se van acomodando una tras otra, como si se tratara de un rompecabezas divertido y apasionante.
La mujer, su mejor inspiración
Si algo debió agradecer a la vida el maestro Escalona, fue la existencia de las mujeres, quienes por cariño, amor, decepción o rabia, le inspiraron sus mejores versos.
Desde La Maye, pasando por Carmen Gómez, Esperanza, María Tere, Dina Luz, ‘La mona del Cañagüate’ y Consuelo, a las que quiso eternamente o de manera furtiva; aunque Escalona era un hombre apasionado, que entregaba su corazón en cada verso, y al que por su condición, tuvieron que sanarle varias hondas heridas.
También tuvo amores en cada pueblo a los que llegó en su condición de aventurero: fue así como nacieron ‘La flor de La Guajira’, ‘La molinera’, ‘La plateña’, la ‘Mariposa urumitera’ y la última, la ‘Llanerita’.
Pero también lo inspiró Ada Luz y Rosa María, sus hijas, a las que tanto amó, al punto de querer aislar a la primera del ‘mundo’ para que no cualquiera pudiera acercársele; y otras como su querida amiga, la Vieja Sara y a Juana Arias, la Patillalera.
Ser amigo, su mejor faceta
Pero si las mujeres lo motivaban para escribir cantos, el cariño que les profesó a sus entrañables amigos también lo ‘obligaban’ a contar anécdotas que quedaron en la historia.
Miguel Canales, ‘El Pollo’ López, Leandro Díaz, Gabriel García Márquez, Poncho Cotes, el general Dangond, Tite Socarrás, Jaime Molina, el doctor Leonardo Maya Brugés, el compadre Tomás y el eterno ‘Colacho’, a quien le compuso un nostálgico merengue, en el que reveló su tristeza porque Fanny se lo ‘llevó’, son protagonistas de sus vivencias cantadas, obras que en una parranda de amigos no pueden faltar.
Contador de historias
Escalona fue el cronista de la provincia, el que hizo de un robo en la iglesia de Badillo, una historia que trascendió fronteras y que es recordada por los que se dejan ‘embrujar’ por el encanto del acordeón.
Así, una por una, ‘El más grande de todos’ fue contando y cantando sus vivencias, lo bueno y lo malo; sus amores y desamores; sus triunfos y desdichas, como cuando pasaba hambre en el Liceo, o cuando se metió a contrabandista y ‘arriaba’ mercancías en el chevrolito; o cuando lo demandó Sabas Torres, por haberlo comparado con un ‘jerre jerre’; y finalmente, cuando le quiso pagar a al ‘señor gerente’ con un canto, porque el gusano se comió el cultivo.
Este, es el Testamento de Escalona, quien dejó esparcidas por el mundo sus piezas musicales revestidas de maestría; ese legado, protegido desde el cielo por el ángel que lo acompañó siempre, es al que en este festival le rendimos tributo y por el que debe propenderse para que sea elevado a patrimonio cultural de la Nación.
Con sus hijas Ada Luz y Rosa María.
Junto a la brasilera.
Cantando con su eterno amigo, ‘Colacho’ Mendoza.
En su faceta de anfitrión, junto a Hernando Molina, Alfonso López Michelsen y Manuel Elkin Patarroyo.