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Don Pilo - 2 septiembre, 2017

Don Pilo recorrió trocha de Aguas Blancas

Hoy rompí con la rutina, salí del casco urbano de Valledupar y visité el corregimiento de Aguas Blancas, una población que queda a tan solo 30 minutos de la capital del Cesar.

Acá estoy con los niños jugando felices mientras tomamos un descanso en la escuelita María Paz. Camilo Peralta.
Acá estoy con los niños jugando felices mientras tomamos un descanso en la escuelita María Paz. Camilo Peralta.

Hoy rompí con la rutina, salí del casco urbano de Valledupar y visité el corregimiento de Aguas Blancas, una población que queda a tan solo 30 minutos de la capital del Cesar.

En mi recorrido pasé por la trocha Caroni, donde quedan unas quince fincas, propiedad de personas muy reconocidas de la ciudad. Para atravesar esta trocha se requieren de aproximadamente 30 minutos, desde Aguas Blancas. Allí residen los trabajadores de dichas fincas.

Me encontré con una vía llena de barro, basura y agua. En mi camino llegué a la finca La Macuira, que significa tierra de bendiciones, propiedad del médico ginecólogo César Calvo Correa, oriundo de Aguas Blancas, y su esposa, la psicóloga Rubiela Santana Torres, una hermosa manaurera que lleva en su corazón el don del servicio.

Don Cesar me contó que una vez estaba en su finca y vio a dos niños de 7 y 8 años de edad jugando en sus tierras, al verlos jugar un día de semana le preguntó a uno de sus trabajadores, que era el padre de los niños, que por qué no estaban en el colegio y le contó que no estudiaban porque Aguas Blancas estaba muy lejos y los más grandes si podían ir en bicicleta, pero ellos todavía no.


Junto a los esposos Calvo Santana, una niña feliz que ha cumplido el sueño de estudiar. Camilo Peralta.

“Hablé con mi esposa y me puse de acuerdo con ella porque teníamos que ubicar una escuela para que estudiaran los niños de la finca, pero al ver los otros vecinos que estaban en las mismas condiciones llegaron unos 42 alumnos donde la profesora fue Edys Jaimes, a quien le pagábamos mensualmente para que le diera clases a los niños”, me contó el médico César Calvo.

Edys Johana, como se presentó esta educadora, fue la primera docente de esta bella escuelita que lleva por nombre María Paz, en honor a la madre ya fallecida del doctor César, como lo conocen en la zona.

“La escuela nació en el 2001, en el mes de enero, habían exactamente 50 estudiantes. Yo entré además de dictar clases a hacer las vueltas para oficializar la escuela ante la Secretaría de Educación y así poder cubrir la necesidad de los hijos de los trabajadores de las fincas cercanas”, recordó Jaimes, quien añadió que fue contratada por la familia Calvo Santana solamente para darles refuerzo a los hijos de sus trabajadores.

Anteriormente la escuela María Paz funcionaba en la finca La Macuira, pero por la necesidad de ampliar, se vieron obligados a cambiarla de sede, en los mismos terrenos.

Actualmente hay 33 niños matriculados, la docente es Nancy Guerra, quien fue nombrada por el Ministerio de Educación. Nancy todos los días toma un carro de Valledupar hasta la parte más transitable de la trocha Caroni, luego toma una moto hasta llegar a la sede de la escuelita, donde da clases a los niños de 5 a 14 años.

“Aquí tengo seis grados, desde preescolar hasta quinto de primaria. Busco estrategias para que los niños de grado tercero, cuarto y quinto se unan por grupo con material mientras que estoy con los más pequeños”, me explicó la licenciada de educación preescolar.

En mi instancia en la escuelita disfruté con los niños, jugué, bailé y canté, fue algo emocionante. Hablé con un padre de familia, José Jaime Cordero, capataz de la finca Los Ángeles hace 15 años, quien tiene dos hijas, una muy pequeña y Angie Paola, de 10 años de edad; ella es estudiante de la escuelita María Paz desde que tiene cinco y el hombre asegura que si esta institución no existiera su hija no hubiera tenido la oportunidad de estudiar.
Adocinda Yépez es esposa del capataz de la hacienda el Vergel, hace 19 años, tiene cinco hijos, su hijo mayor, Alexander, terminó su primaria en este colegio y hoy trabaja en Barranquilla y es técnico en logística empresarial.
“Aquí aunque batallando con barro venimos a traer a los niños a estudiar, Aguas Blancas nos queda muy lejos y no se podían trasladar hasta allá porque eran muy pequeños”, contó esta mujer, quien además expresó que anteriormente Alexander se transportaba en una bicicleta con un muchacho que le pagan para que lo llevara hasta la institución.

“Salía a las 4:30 de la mañana de la casa y llegaba al colegio a las 7:00 (a. m.), el trayecto era muy largo porque se iba en bicicleta, apenas abrieron acá lo metí en la escuelita e hizo cuarto y quinto de primaria”, refirió.

Doña Rubiela, como la conocen en todo el pueblo, es muy querida y más por los padres de familias y niños que se han beneficiado por tan bello proyecto. La mujer confesó que esta idea que nació hace 16 años hoy es una linda realidad, “esta zona antes era de mucho conflicto y sabemos que el desarrollo de toda sociedad es la educación, por eso mi esposo se esmeró mucho en esta idea, de darle estudio a esta población porque él nació acá y ama esta región”.

A pesar de esta bella causa, los niños tienen muchas dificultades. Doña Rubiela y María Mireya Lozano, esposa del administrador de la finca La Macuira, hacen actividades para recoger fondos, el doctor Cesar saca de sus recursos y los finqueros vecinos aportan algo de dinero, pero no es suficiente para mejorar las condiciones de la escuela.

En María Paz no cuentan con buenos pupitres, la infraestructura es precaria, no hay un espacio cómodo para jugar.
“Nosotros pensamos que si las cosas se siguen dando, podemos tener una escuela con unas condiciones excelentes, que sea público-privada, que nosotros aportemos la construcción y ellos los profesores, equipos y elementos para los niños. Nos estamos acercando, estamos estructurando una beca para aquellos niños que finalicen el bachillerato y si tiene un buen puntaje la familia lo beque y el pueda acceder a una beca universitaria que tenga relación con el agro para que cuando regrese, trabaje y ayude a los demás”, contó don César.

 

 

Don Pilo
2 septiembre, 2017

Don Pilo recorrió trocha de Aguas Blancas

Hoy rompí con la rutina, salí del casco urbano de Valledupar y visité el corregimiento de Aguas Blancas, una población que queda a tan solo 30 minutos de la capital del Cesar.


Acá estoy con los niños jugando felices mientras tomamos un descanso en la escuelita María Paz. Camilo Peralta.
Acá estoy con los niños jugando felices mientras tomamos un descanso en la escuelita María Paz. Camilo Peralta.

Hoy rompí con la rutina, salí del casco urbano de Valledupar y visité el corregimiento de Aguas Blancas, una población que queda a tan solo 30 minutos de la capital del Cesar.

En mi recorrido pasé por la trocha Caroni, donde quedan unas quince fincas, propiedad de personas muy reconocidas de la ciudad. Para atravesar esta trocha se requieren de aproximadamente 30 minutos, desde Aguas Blancas. Allí residen los trabajadores de dichas fincas.

Me encontré con una vía llena de barro, basura y agua. En mi camino llegué a la finca La Macuira, que significa tierra de bendiciones, propiedad del médico ginecólogo César Calvo Correa, oriundo de Aguas Blancas, y su esposa, la psicóloga Rubiela Santana Torres, una hermosa manaurera que lleva en su corazón el don del servicio.

Don Cesar me contó que una vez estaba en su finca y vio a dos niños de 7 y 8 años de edad jugando en sus tierras, al verlos jugar un día de semana le preguntó a uno de sus trabajadores, que era el padre de los niños, que por qué no estaban en el colegio y le contó que no estudiaban porque Aguas Blancas estaba muy lejos y los más grandes si podían ir en bicicleta, pero ellos todavía no.


Junto a los esposos Calvo Santana, una niña feliz que ha cumplido el sueño de estudiar. Camilo Peralta.

“Hablé con mi esposa y me puse de acuerdo con ella porque teníamos que ubicar una escuela para que estudiaran los niños de la finca, pero al ver los otros vecinos que estaban en las mismas condiciones llegaron unos 42 alumnos donde la profesora fue Edys Jaimes, a quien le pagábamos mensualmente para que le diera clases a los niños”, me contó el médico César Calvo.

Edys Johana, como se presentó esta educadora, fue la primera docente de esta bella escuelita que lleva por nombre María Paz, en honor a la madre ya fallecida del doctor César, como lo conocen en la zona.

“La escuela nació en el 2001, en el mes de enero, habían exactamente 50 estudiantes. Yo entré además de dictar clases a hacer las vueltas para oficializar la escuela ante la Secretaría de Educación y así poder cubrir la necesidad de los hijos de los trabajadores de las fincas cercanas”, recordó Jaimes, quien añadió que fue contratada por la familia Calvo Santana solamente para darles refuerzo a los hijos de sus trabajadores.

Anteriormente la escuela María Paz funcionaba en la finca La Macuira, pero por la necesidad de ampliar, se vieron obligados a cambiarla de sede, en los mismos terrenos.

Actualmente hay 33 niños matriculados, la docente es Nancy Guerra, quien fue nombrada por el Ministerio de Educación. Nancy todos los días toma un carro de Valledupar hasta la parte más transitable de la trocha Caroni, luego toma una moto hasta llegar a la sede de la escuelita, donde da clases a los niños de 5 a 14 años.

“Aquí tengo seis grados, desde preescolar hasta quinto de primaria. Busco estrategias para que los niños de grado tercero, cuarto y quinto se unan por grupo con material mientras que estoy con los más pequeños”, me explicó la licenciada de educación preescolar.

En mi instancia en la escuelita disfruté con los niños, jugué, bailé y canté, fue algo emocionante. Hablé con un padre de familia, José Jaime Cordero, capataz de la finca Los Ángeles hace 15 años, quien tiene dos hijas, una muy pequeña y Angie Paola, de 10 años de edad; ella es estudiante de la escuelita María Paz desde que tiene cinco y el hombre asegura que si esta institución no existiera su hija no hubiera tenido la oportunidad de estudiar.
Adocinda Yépez es esposa del capataz de la hacienda el Vergel, hace 19 años, tiene cinco hijos, su hijo mayor, Alexander, terminó su primaria en este colegio y hoy trabaja en Barranquilla y es técnico en logística empresarial.
“Aquí aunque batallando con barro venimos a traer a los niños a estudiar, Aguas Blancas nos queda muy lejos y no se podían trasladar hasta allá porque eran muy pequeños”, contó esta mujer, quien además expresó que anteriormente Alexander se transportaba en una bicicleta con un muchacho que le pagan para que lo llevara hasta la institución.

“Salía a las 4:30 de la mañana de la casa y llegaba al colegio a las 7:00 (a. m.), el trayecto era muy largo porque se iba en bicicleta, apenas abrieron acá lo metí en la escuelita e hizo cuarto y quinto de primaria”, refirió.

Doña Rubiela, como la conocen en todo el pueblo, es muy querida y más por los padres de familias y niños que se han beneficiado por tan bello proyecto. La mujer confesó que esta idea que nació hace 16 años hoy es una linda realidad, “esta zona antes era de mucho conflicto y sabemos que el desarrollo de toda sociedad es la educación, por eso mi esposo se esmeró mucho en esta idea, de darle estudio a esta población porque él nació acá y ama esta región”.

A pesar de esta bella causa, los niños tienen muchas dificultades. Doña Rubiela y María Mireya Lozano, esposa del administrador de la finca La Macuira, hacen actividades para recoger fondos, el doctor Cesar saca de sus recursos y los finqueros vecinos aportan algo de dinero, pero no es suficiente para mejorar las condiciones de la escuela.

En María Paz no cuentan con buenos pupitres, la infraestructura es precaria, no hay un espacio cómodo para jugar.
“Nosotros pensamos que si las cosas se siguen dando, podemos tener una escuela con unas condiciones excelentes, que sea público-privada, que nosotros aportemos la construcción y ellos los profesores, equipos y elementos para los niños. Nos estamos acercando, estamos estructurando una beca para aquellos niños que finalicen el bachillerato y si tiene un buen puntaje la familia lo beque y el pueda acceder a una beca universitaria que tenga relación con el agro para que cuando regrese, trabaje y ayude a los demás”, contó don César.