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Opinión - 2 agosto, 2016

Cuando un rumor es convertido en noticia

El periodista Ramón Duarte, quien actualmente trabaja en la Empresa de Servicios Públicos de Valledupar, hace un análisis de lo ocurrido el martes 26 de julio por cuenta de un rumor que señalaba que el agua de Valledupar estaba envenenada.

Los supermercados, tiendas y puntos de distribución agotaron sus existencias de agua embotellada por el rumor de que el agua de Valledupar estaba envenedada.
Los supermercados, tiendas y puntos de distribución agotaron sus existencias de agua embotellada por el rumor de que el agua de Valledupar estaba envenedada.

 

 

Comienzo esta columna reflexiva citando el Articulo 26 de la Constitución Política de Colombia, el cual faculta al legislador exigir títulos de idoneidad para el ejercicio de las profesiones u oficios que requieren estudios académicos y de las actividades que impliquen un riesgo social.

El Ministerio de Justicia y del Derecho 2015, a propósito de la libertad de expresión, argumentó que “en el caso del periodismo es claro que es necesario exigir títulos de idoneidad, no solo por tratarse de una profesión que requiere una formación académica, sino porque su ejercicio implica una función social de gran importancia, al contribuir al desarrollo de la democracia y a la formación de opinión pública”.

Asimismo, Jaime Honorio González, reconocido periodista y abogado, afirma que “el periodismo debe ser ejercido por profesionales preparados, capaces de analizar, interpretar y adquirir el criterio suficiente para cumplir con responsabilidad la difícil misión de informar.

Mucho se ha escrito y hablado sobre la autocensura y la autorregulación, en el entendido que quienes practican la primera, callan por interés del medio para el cual trabajan o por miedo. Mientras que la autorregulación se refiere al autocontrol que un periodista debe tener sobre sus propias respuestas (pensamientos, emociones, impulsos, actuaciones) a instancias de sus metas y las normas establecidas.

El maestro y decano del periodismo Javier Darío Restrepo, plantea que “la autorregulación o autocontrol siempre serán necesarios como factor de un ejercicio profesional regido por la disciplina. Es el caso del control que el periodista ejerce sobre sus emociones, para equilibrarlas con el conocimiento o del control sobre las fuentes, para seleccionarlas en función del interés del lector, para obtener de ellas el material informativo que se necesita y nada más el control en el manejo del tiempo para distribuirlo prudentemente entre las distintas tareas diarias del periodista o el control sobre los afectos y desafectos del periodista, para impedir que contaminen la información”.

La actividad del periodista está asociada con la investigación de noticias de interés público, a través de fuentes verificables para su difusión. Si no se verifica o valida la información, se corre el riesgo de caer en lo profundo del abismo y perder la credibilidad, vergüenza y confianza ante la opinión pública.

En ese abismo cayeron varios periodistas y comunicadores sociales el pasado martes 26 de julio, cuando llevados por un rumor crearon una alarma que causó pánico en Valledupar, y estuvieron a punto de causar unos daños colaterales irreparables.

El rumor comienza a partir del momento en que más de una docena de ancianos de la Casa de los Abuelos son llevados a las diferentes clínicas tras presentar un cuadro de intoxicación. El evidente desfile de ambulancias y sus escandalosas sirenas advertían que algo grave ocurría en la ciudad, pero nadie, ni las mismas monjas, sabían lo que estaba pasando.

Ante la duda y la incertidumbre de lo que ocurría, el rumor comienza a surtir su efecto y es en la puerta de una las clínicas donde nace la especie de un posible envenenamiento, y claro, “al perro más flaco se le pegan las garrapatas”, había que buscar una causa, un culpable, y el pagano fue la Empresa de Servicios Públicos de Acueducto y Alcantarillado de Valledupar, Emdupar S.A.-E.S.P. y su frágil imagen, y todo porque a alguien se le ocurrió decir: “eso tiene que ser el agua”.

Esta es una circunstancia donde la libertad de expresión, consagrada en nuestra Constitución, es dañina si no es bien manejada. Ahí, en la puerta de la clínica comienza a circular, cual bola de nieve, el rumor por cuenta de improvisados reporteros que con sus celulares envían a sus redes sociales, la especie que causaría el terror y pánico jamás vivido en la ciudad de Valledupar.

De esa red social de individuos interconectados, se pegan los verdaderos reporteros de los tradicionales medios de comunicación, que tras enterarse del rumor y llevados por el impulso emocional de la “chiva informativa”, comienzan a validar ese rumor convirtiéndolo en una información.

Una vez convertido el rumor en noticia, este se fortalece en las redes sociales y le van saliendo unas “aristas”, cuyos ángulos y líneas apuntaban hacia una contaminación masiva: ejército, colegios, hogares infantiles. Una paranoia y un pánico colectivo se apoderó de la ciudadanía; teléfonos infartados, padres en sus vehículos a alta velocidad desesperados por llegar a las instituciones educativas, amas de casa con la psicosis desmontaron sus almuerzos, en las oficinas no querían saber nada que fuera procesado con el agua.

J. Goebbels dijo: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad” y de la mentira, algo queda. En esta oportunidad los que quedaron mal fueron aquellos que en su afán por la chiva noticiosa, hoy les toca tragarse sus ínfulas de objetividad informativa, porque ya no los oirán ni les creerán igual; porque ya no serán la voz de los que no tienen voz…

Wiston Churchill dijo que el verdadero genio del periodismo reside en la capacidad para la evaluación de la información incierta, peligrosos y en conflicto.

Ante esta debacle producida en redes sociales y recicladas, y reproducidas por algunos medios de comunicación como información veraz, es oportuno y pertinente que el gremio periodístico, congregado en el Círculo de Periodistas de Valledupar-CPV, directores y gerentes de medios, trabajen en la capacitación y formación de sus afiliados y en la famosa Agenda Setting.

Al señor alcalde, crear canales oficiales donde se produzca una información unificada y que no se entregue de manera fragmentaria por funcionarios sin categoría que no tienen discernimiento ni manejo frente a un fenómeno social.

Y para los colegas que se sientan aludidos frente a estas reflexiones, tomar  la experiencia del #MARTES26, como una oportunidad para enderezar el camino y trabajar en mejorar el discurso.

 

Por falta de un manejo responsable de la información, un rumor convertido en noticia, estuvo a punto de causar daños colaterales irreparables.

Por Ramón Elías Duarte Quintero

Comunicador social-Investigador social y de medios

 

Opinión
2 agosto, 2016

Cuando un rumor es convertido en noticia

El periodista Ramón Duarte, quien actualmente trabaja en la Empresa de Servicios Públicos de Valledupar, hace un análisis de lo ocurrido el martes 26 de julio por cuenta de un rumor que señalaba que el agua de Valledupar estaba envenenada.


Los supermercados, tiendas y puntos de distribución agotaron sus existencias de agua embotellada por el rumor de que el agua de Valledupar estaba envenedada.
Los supermercados, tiendas y puntos de distribución agotaron sus existencias de agua embotellada por el rumor de que el agua de Valledupar estaba envenedada.

 

 

Comienzo esta columna reflexiva citando el Articulo 26 de la Constitución Política de Colombia, el cual faculta al legislador exigir títulos de idoneidad para el ejercicio de las profesiones u oficios que requieren estudios académicos y de las actividades que impliquen un riesgo social.

El Ministerio de Justicia y del Derecho 2015, a propósito de la libertad de expresión, argumentó que “en el caso del periodismo es claro que es necesario exigir títulos de idoneidad, no solo por tratarse de una profesión que requiere una formación académica, sino porque su ejercicio implica una función social de gran importancia, al contribuir al desarrollo de la democracia y a la formación de opinión pública”.

Asimismo, Jaime Honorio González, reconocido periodista y abogado, afirma que “el periodismo debe ser ejercido por profesionales preparados, capaces de analizar, interpretar y adquirir el criterio suficiente para cumplir con responsabilidad la difícil misión de informar.

Mucho se ha escrito y hablado sobre la autocensura y la autorregulación, en el entendido que quienes practican la primera, callan por interés del medio para el cual trabajan o por miedo. Mientras que la autorregulación se refiere al autocontrol que un periodista debe tener sobre sus propias respuestas (pensamientos, emociones, impulsos, actuaciones) a instancias de sus metas y las normas establecidas.

El maestro y decano del periodismo Javier Darío Restrepo, plantea que “la autorregulación o autocontrol siempre serán necesarios como factor de un ejercicio profesional regido por la disciplina. Es el caso del control que el periodista ejerce sobre sus emociones, para equilibrarlas con el conocimiento o del control sobre las fuentes, para seleccionarlas en función del interés del lector, para obtener de ellas el material informativo que se necesita y nada más el control en el manejo del tiempo para distribuirlo prudentemente entre las distintas tareas diarias del periodista o el control sobre los afectos y desafectos del periodista, para impedir que contaminen la información”.

La actividad del periodista está asociada con la investigación de noticias de interés público, a través de fuentes verificables para su difusión. Si no se verifica o valida la información, se corre el riesgo de caer en lo profundo del abismo y perder la credibilidad, vergüenza y confianza ante la opinión pública.

En ese abismo cayeron varios periodistas y comunicadores sociales el pasado martes 26 de julio, cuando llevados por un rumor crearon una alarma que causó pánico en Valledupar, y estuvieron a punto de causar unos daños colaterales irreparables.

El rumor comienza a partir del momento en que más de una docena de ancianos de la Casa de los Abuelos son llevados a las diferentes clínicas tras presentar un cuadro de intoxicación. El evidente desfile de ambulancias y sus escandalosas sirenas advertían que algo grave ocurría en la ciudad, pero nadie, ni las mismas monjas, sabían lo que estaba pasando.

Ante la duda y la incertidumbre de lo que ocurría, el rumor comienza a surtir su efecto y es en la puerta de una las clínicas donde nace la especie de un posible envenenamiento, y claro, “al perro más flaco se le pegan las garrapatas”, había que buscar una causa, un culpable, y el pagano fue la Empresa de Servicios Públicos de Acueducto y Alcantarillado de Valledupar, Emdupar S.A.-E.S.P. y su frágil imagen, y todo porque a alguien se le ocurrió decir: “eso tiene que ser el agua”.

Esta es una circunstancia donde la libertad de expresión, consagrada en nuestra Constitución, es dañina si no es bien manejada. Ahí, en la puerta de la clínica comienza a circular, cual bola de nieve, el rumor por cuenta de improvisados reporteros que con sus celulares envían a sus redes sociales, la especie que causaría el terror y pánico jamás vivido en la ciudad de Valledupar.

De esa red social de individuos interconectados, se pegan los verdaderos reporteros de los tradicionales medios de comunicación, que tras enterarse del rumor y llevados por el impulso emocional de la “chiva informativa”, comienzan a validar ese rumor convirtiéndolo en una información.

Una vez convertido el rumor en noticia, este se fortalece en las redes sociales y le van saliendo unas “aristas”, cuyos ángulos y líneas apuntaban hacia una contaminación masiva: ejército, colegios, hogares infantiles. Una paranoia y un pánico colectivo se apoderó de la ciudadanía; teléfonos infartados, padres en sus vehículos a alta velocidad desesperados por llegar a las instituciones educativas, amas de casa con la psicosis desmontaron sus almuerzos, en las oficinas no querían saber nada que fuera procesado con el agua.

J. Goebbels dijo: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad” y de la mentira, algo queda. En esta oportunidad los que quedaron mal fueron aquellos que en su afán por la chiva noticiosa, hoy les toca tragarse sus ínfulas de objetividad informativa, porque ya no los oirán ni les creerán igual; porque ya no serán la voz de los que no tienen voz…

Wiston Churchill dijo que el verdadero genio del periodismo reside en la capacidad para la evaluación de la información incierta, peligrosos y en conflicto.

Ante esta debacle producida en redes sociales y recicladas, y reproducidas por algunos medios de comunicación como información veraz, es oportuno y pertinente que el gremio periodístico, congregado en el Círculo de Periodistas de Valledupar-CPV, directores y gerentes de medios, trabajen en la capacitación y formación de sus afiliados y en la famosa Agenda Setting.

Al señor alcalde, crear canales oficiales donde se produzca una información unificada y que no se entregue de manera fragmentaria por funcionarios sin categoría que no tienen discernimiento ni manejo frente a un fenómeno social.

Y para los colegas que se sientan aludidos frente a estas reflexiones, tomar  la experiencia del #MARTES26, como una oportunidad para enderezar el camino y trabajar en mejorar el discurso.

 

Por falta de un manejo responsable de la información, un rumor convertido en noticia, estuvo a punto de causar daños colaterales irreparables.

Por Ramón Elías Duarte Quintero

Comunicador social-Investigador social y de medios