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Informe - 18 octubre, 2016

Aguas residuales de Valledupar acabaron con la pesca en Las Pitillas

El corregimiento perteneciente a San Diego perdió su vocación pesquera por la contaminación que hace la planta de tratamiento que vierte las aguas al río Cesar. Sus habitantes ya no creen en promesas políticas.

El agua del río Cesar, a la altura de Las Pitillas, permanece con un olor a azufre y mantiene una capa verdosa sobre la superficie. EL PILÓN / Joaquín Ramírez.
El agua del río Cesar, a la altura de Las Pitillas, permanece con un olor a azufre y mantiene una capa verdosa sobre la superficie. EL PILÓN / Joaquín Ramírez.

“El encanto de Las Pitillas era el río Cesar. Debe estar escuchándonos pero ya no es el mismo. Ya no voy, ni me baño. No sé qué nos pasó porque nunca nos hicimos sentir y dejamos que acabaran con él”. Ese lamento fue de Ana Leonidas Socarrás Barrera, una matrona del corregimiento de Las Pitillas.

Sentada sobre un taburete en el quiosco de su casa, la mujer de 85 años de edad recordó la manera como la planta de tratamiento arruinó por medio de las aguas residuales que vierte en el municipio de Valledupar, las cristalinas y puras aguas del río Cesar que adornaban la ribera de esta población que es jurisdicción de San Diego, centro del Cesar, ocasionando el desplazamiento de familias que subsistían con la pesca.

“Cuando llegué a estas tierras tenía 15 años, es decir que ya son 70 de ser habitante de Las Pitillas.

Todos aquí vivían de lo que pescaban en el río, pero nos pusieron esa poza (planta de tratamiento de aguas residuales) y acabó todo”, agregó doña Ana, quien ya no puede consumir agua del río y tiene la obligación de tomar agua no tratada de pozos subterráneos.

Señaló que cuando llegan los medios de comunicación al pueblo se alegra porque se le vienen a la mente hermosos recuerdos de aquel afluente que nace en la Sierra Nevada de Santa Marta y desemboca en la ciénaga de Zapatosa. No habla de lo actual porque hace años dejó de ir porque siente miedo de que pueda percibir una infección en la piel, como le ha ocurrido a mucho de sus paisanos.

(Leer también – Con acción popular, pescadores del río Cesar buscan reparación).

“Mi esposo Rafael Becerra fue corregidor de Las Pitillas, siempre me decía que cuál era el amor mío por este pueblo y yo le decía que era el río Cesar, porque había mucho pescado y podíamos sobrevivir”.

Del hogar con su compañero sentimental quedaron 18 hijos: 12 hombres y seis mujeres, tres de ellos murieron, cinco quedaron viviendo a su lado y los otros 10 emigraron a otras zonas en busca de mejores ofertas para sobrellevar la vida.

Las Pitillas era una población que subsistía netamente de la pesca. Los hombres del pueblo se levantaban desde las 6:00 de la mañana y tres horas después llegaban a sus casas con el producido del día, que en muchas ocasiones era divido entre la familia y aprovechaban para vender al público. Bocachico, bagre, mojarra, blanquillo y otras especies eran la especialidad para sacar de las orillas. Los compradores llegaban de San Diego, La Paz y Valledupar, así como de Urumita, Villanueva y Fonseca (La Guajira).

En la actualidad las bacterias que caen al río Cesar consumieron todo. El olor incesante a azufre se mezcla entre un color de agua negra, babosa y llena de verdín, es como si el agua estuviese podrida y no hubiese remedio para su cura. Los pitilleros dejaron de bañarse en su cauce porque cuando salen la rasquiña es insoportable y el único camino es ir al Hospital El Socorro en San Diego, ubicado a unos seis kilómetros del pueblo.

La pesca se acabó hace más de 20 años. Las atarrayas son adornos para las salas de las casas y actualmente jocosamente las denominan las difuntas, como jocosamente advirtió Braulio Amaya, quien en la vista de EL PILÓN se ofreció a revivir su época de pescador. Sacó la atarraya de su casa, la abrió para confirmar que servía y emprendió camino al río. Llegó a la orilla y aseguró que el agua estaba sucia por las lluvias de los últimos días, hecho que lo hizo dudar de extraer un pescado. “Aquí no puedo sacar nada, lo único que puedo ver ahí (sobre la corriente) es un pedazo de palo. Cuando tire la atarraya se quedará represada y no quiero meterme a esa agua sucia”, narraba Amaya quien segundos después se decidió y lanzó la red al cauce. El hombre no se equivocó, en su consciencia estaba claro que no sacaría nada y su atarraya quedaría atrapada con árboles y rocas. Braulio no tuvo otro recurso que tirarse al río Cesar y rescatarla.

Sin la pesca, este corregimiento de unos 300 habitantes, quedó sin fuente de empleo, a pesar de que el 90 % sobrevivía de esa actividad. Actualmente la extracción de material de arrastre es una opción pero de pocas personas.

Cambio de nombre al departamento

Reinaldo Becerra, uno de los habitantes de Las Pitillas, lamenta la catástrofe ambiental a la que se enfrenta el río Cesar.

“Nosotros protestamos sin ayuda, nadie nos miró y quedamos desamparados. La sociedad cesarense lo permitió y por eso el departamento debe ir buscando otro nombre porque ya el río Cesar está acabado y no solamente se acabó, es un desastre que destruyó a los peces, el turismo y las playas que teníamos antes”, recordó Becerra.

“El Cesar no tiene doliente. Así seguimos hasta que le busquemos otro nombre al departamento. Nuestra catástrofe ambiental deforestó además los árboles de guamo, algarrobillo, laurel, caracolí, higuerón, es como si la tierra que produce el río estuviera podrida”, aseveró Reinaldo, quien es hijo de Ana Leonidas Socarrás Barrera.

(Leer también La crisis del medio ambiente en el Cesar).

En Las Pitillas la contaminación comenzó a sentirse y sus habitantes no se preocupaban mucho, creían que no sería tan grave la situación. Solamente lograron percatarse de la problemática cuando en los cuerpos de niños, jóvenes y adultos aparecieron hongo, también sufrían de constantes problemas gastrointestinales y los compradores devolvían el pescado porque expelían un olor desagradable, “como a petróleo”, explicaron Carlos Andrés Gómez Díaz y Milton Olivo Molina.

“Todo inició con un hongo en el cuerpo de las personas, el pescado tenía un sabor a petróleo, el agua se puso verde con una lana sobre ella, eso producía la piquiña y la única forma de pararla era irse al hospital”, advirtió Gómez Díaz.

Impactos ambientales

El estudio de caracterización e impactos ambientales por vertimientos en tramos de la cuenca media y baja del río cesar, en el municipio de Valledupar, fue presentado a la Corporación Autónoma Regional del Cesar (Corpocesar) en diciembre de 2011 por la Universidad del Atlántico.

El documento de 38 páginas indica que el punto más crítico de contaminación orgánica y de materia fecal fue detectado en el sector del puente Salguero, por la ubicación de las piscinas de aguas servidas, donde se incorporan los vertimientos del sistema de aguas residuales de la ciudad de Valledupar. Al igual es crítico y preocupante los altos valores de las poblaciones de bacterias fecales que se extiende en todas las localidades de la cuenca media y baja del río Cesar, donde se ubican Las Pitillas.

En la actualidad Corpocesar trabaja en el Plan de Ordenamiento de la Cuenca media y baja del río Cesar, y el año anterior decretó su cuenca en emergencia ambiental, sanitaria y ecológica. El hecho se dio a conocer a través de la resolución 0170 del 9 de marzo de 2015.

Proyectos

El corregimiento de Las Pitillas tiene una vía inaugurada el año anterior por el exgobernador Luis Alberto Monsalvo Gnecco, obra de infraestructura que abrió camino al desarrollo porque anteriormente tardaban hasta una hora en llegar a la cabecera municipal y actualmente tardan 10 minutos.

“El aguinaldo más grande este año es que nos digan que nos van a quitar esa poza del río Cesar. Una de las personas que conoce esa problemática es el gobernador Francisco Ovalle porque tiene varias fincas a la orilla del Cesar, esperamos que se apersone del tema y que cumpla con sus promesas de campaña”, sostuvo Janer Martínez, presidente de la junta de acción comunal de Las Pitillas.

¿Qué soluciones hay?

Al municipio de San Diego le corresponden 21.071 hectáreas del río del millón 776 mil 900 hectáreas que tiene desde su nacimiento en la Sierra Nevada de Santa Marta hasta su desembocadura en la ciénaga de Zapatosa.

“Tenemos cualquier cantidad de familias afectadas respecto al tema. Este municipio no es causante de los daños ambientales del río Cesar, nosotros somos afectados desde el inicio de la contaminación. No solo es San Diego, porque por donde pasa el río Cesar la pesca quedó nula. Somos víctimas de esa contaminación que viene desde San Juan del Cesar y lo más grave es la laguna en Valledupar”, advirtió el secretario de Gobierno de San Diego, Luis Napoleón Murgas Oñate.

El funcionario sostiene que la participación de los líderes ambientales no simplemente del departamento, es nula.

Una solución para los habitantes de Las Pitillas es la puesta en marcha de un proyecto piscícola con la siembra de pescados en estanques, así lo confirmó el coordinador agropecuario de San Diego, Carlos Mejía.
“El proyecto consiste en una unidad productiva que se hizo a través del Sena, que consta de un capital semilla y la capacitación teórico-práctico. Esa es una de las soluciones porque ya hay un proyecto radicado en el Ministerio de Agricultura para hacer unos estanques piscícolas por un valor por 1.500 millones de pesos. Creo que con eso se suple una necesidad en Las Pitillas como era la vocación de la pesca, que se volvió nula por la contaminación”, declaró Mejía, quien señala que serán más de 20 familias las beneficiadas entre Las Pitillas y Los Tupes, otro corregimiento de San Diego.

El coordinador ambiental de esta población, Rodolfo Villero, le pidió a Corpocesar intervenir en la recuperación del río Cesar para devolverle la vocación al corregimiento de Las Pitillas.

Tramo del río Cesar

280 kilómetros entre la Sierra Nevada de Santa Marta y la ciénaga de Zapatosa.

Municipio de San Diego
Le corresponden 21.071 hectáreas entre Las Pitillas y Los Tupes.

Las Pitillas
Aproximadamente 300 habitantes.

Fuentes de empleo
Ninguna. La pesca era la única y se acabó por la contaminación de las aguas residuales a la altura de Valledupar.

Ana Leonidas Socarrás Barrera aseguró que el fundador del pueblo fue Pedro López y el nombre de Las Pitillas deriva de una planta que tiene forma de sábila.

El río Cesar tiene un porcentaje del 21 % de su cuenca sobre el municipio de San Diego, que al suroccidente ubica su paso por el corregimiento de Las Pitillas.

En Las Pitillas, niños, jóvenes y adultos se bañaban en el río Cesar y comenzaron a sufrir de hongos sobre el cuerpo, además si consumían pescado terminaban con problemas gastrointestinales.

Ana Leonidas Socarrás Barrera sueña con que el río Cesar regrese a lo que ella conoció hace 70 años en el corregimiento de Las Pitillas; puro, cristalino, lleno de pescado y sin contaminación. EL PILÓN / Joaquín Ramírez.

Ana Leonidas Socarrás Barrera sueña con que el río Cesar regrese a lo que ella conoció hace 70 años en el corregimiento de Las Pitillas; puro, cristalino, lleno de pescado y sin contaminación. EL PILÓN / Joaquín Ramírez.

“Es tan fuerte el químico que le echan al río Cesar que cuando llueve las aguas suben hasta la tierra y queda esterilizada. Cuando perdimos la pesca quedamos sin generación de ingresos”: Janer Martínez, presidente de la junta de acción comunal de Las Pitillas.

Por Carlos Mario Jiménez / EL PILÓN
 [email protected]

 

 

Informe
18 octubre, 2016

Aguas residuales de Valledupar acabaron con la pesca en Las Pitillas

El corregimiento perteneciente a San Diego perdió su vocación pesquera por la contaminación que hace la planta de tratamiento que vierte las aguas al río Cesar. Sus habitantes ya no creen en promesas políticas.


El agua del río Cesar, a la altura de Las Pitillas, permanece con un olor a azufre y mantiene una capa verdosa sobre la superficie. EL PILÓN / Joaquín Ramírez.
El agua del río Cesar, a la altura de Las Pitillas, permanece con un olor a azufre y mantiene una capa verdosa sobre la superficie. EL PILÓN / Joaquín Ramírez.

“El encanto de Las Pitillas era el río Cesar. Debe estar escuchándonos pero ya no es el mismo. Ya no voy, ni me baño. No sé qué nos pasó porque nunca nos hicimos sentir y dejamos que acabaran con él”. Ese lamento fue de Ana Leonidas Socarrás Barrera, una matrona del corregimiento de Las Pitillas.

Sentada sobre un taburete en el quiosco de su casa, la mujer de 85 años de edad recordó la manera como la planta de tratamiento arruinó por medio de las aguas residuales que vierte en el municipio de Valledupar, las cristalinas y puras aguas del río Cesar que adornaban la ribera de esta población que es jurisdicción de San Diego, centro del Cesar, ocasionando el desplazamiento de familias que subsistían con la pesca.

“Cuando llegué a estas tierras tenía 15 años, es decir que ya son 70 de ser habitante de Las Pitillas.

Todos aquí vivían de lo que pescaban en el río, pero nos pusieron esa poza (planta de tratamiento de aguas residuales) y acabó todo”, agregó doña Ana, quien ya no puede consumir agua del río y tiene la obligación de tomar agua no tratada de pozos subterráneos.

Señaló que cuando llegan los medios de comunicación al pueblo se alegra porque se le vienen a la mente hermosos recuerdos de aquel afluente que nace en la Sierra Nevada de Santa Marta y desemboca en la ciénaga de Zapatosa. No habla de lo actual porque hace años dejó de ir porque siente miedo de que pueda percibir una infección en la piel, como le ha ocurrido a mucho de sus paisanos.

(Leer también – Con acción popular, pescadores del río Cesar buscan reparación).

“Mi esposo Rafael Becerra fue corregidor de Las Pitillas, siempre me decía que cuál era el amor mío por este pueblo y yo le decía que era el río Cesar, porque había mucho pescado y podíamos sobrevivir”.

Del hogar con su compañero sentimental quedaron 18 hijos: 12 hombres y seis mujeres, tres de ellos murieron, cinco quedaron viviendo a su lado y los otros 10 emigraron a otras zonas en busca de mejores ofertas para sobrellevar la vida.

Las Pitillas era una población que subsistía netamente de la pesca. Los hombres del pueblo se levantaban desde las 6:00 de la mañana y tres horas después llegaban a sus casas con el producido del día, que en muchas ocasiones era divido entre la familia y aprovechaban para vender al público. Bocachico, bagre, mojarra, blanquillo y otras especies eran la especialidad para sacar de las orillas. Los compradores llegaban de San Diego, La Paz y Valledupar, así como de Urumita, Villanueva y Fonseca (La Guajira).

En la actualidad las bacterias que caen al río Cesar consumieron todo. El olor incesante a azufre se mezcla entre un color de agua negra, babosa y llena de verdín, es como si el agua estuviese podrida y no hubiese remedio para su cura. Los pitilleros dejaron de bañarse en su cauce porque cuando salen la rasquiña es insoportable y el único camino es ir al Hospital El Socorro en San Diego, ubicado a unos seis kilómetros del pueblo.

La pesca se acabó hace más de 20 años. Las atarrayas son adornos para las salas de las casas y actualmente jocosamente las denominan las difuntas, como jocosamente advirtió Braulio Amaya, quien en la vista de EL PILÓN se ofreció a revivir su época de pescador. Sacó la atarraya de su casa, la abrió para confirmar que servía y emprendió camino al río. Llegó a la orilla y aseguró que el agua estaba sucia por las lluvias de los últimos días, hecho que lo hizo dudar de extraer un pescado. “Aquí no puedo sacar nada, lo único que puedo ver ahí (sobre la corriente) es un pedazo de palo. Cuando tire la atarraya se quedará represada y no quiero meterme a esa agua sucia”, narraba Amaya quien segundos después se decidió y lanzó la red al cauce. El hombre no se equivocó, en su consciencia estaba claro que no sacaría nada y su atarraya quedaría atrapada con árboles y rocas. Braulio no tuvo otro recurso que tirarse al río Cesar y rescatarla.

Sin la pesca, este corregimiento de unos 300 habitantes, quedó sin fuente de empleo, a pesar de que el 90 % sobrevivía de esa actividad. Actualmente la extracción de material de arrastre es una opción pero de pocas personas.

Cambio de nombre al departamento

Reinaldo Becerra, uno de los habitantes de Las Pitillas, lamenta la catástrofe ambiental a la que se enfrenta el río Cesar.

“Nosotros protestamos sin ayuda, nadie nos miró y quedamos desamparados. La sociedad cesarense lo permitió y por eso el departamento debe ir buscando otro nombre porque ya el río Cesar está acabado y no solamente se acabó, es un desastre que destruyó a los peces, el turismo y las playas que teníamos antes”, recordó Becerra.

“El Cesar no tiene doliente. Así seguimos hasta que le busquemos otro nombre al departamento. Nuestra catástrofe ambiental deforestó además los árboles de guamo, algarrobillo, laurel, caracolí, higuerón, es como si la tierra que produce el río estuviera podrida”, aseveró Reinaldo, quien es hijo de Ana Leonidas Socarrás Barrera.

(Leer también La crisis del medio ambiente en el Cesar).

En Las Pitillas la contaminación comenzó a sentirse y sus habitantes no se preocupaban mucho, creían que no sería tan grave la situación. Solamente lograron percatarse de la problemática cuando en los cuerpos de niños, jóvenes y adultos aparecieron hongo, también sufrían de constantes problemas gastrointestinales y los compradores devolvían el pescado porque expelían un olor desagradable, “como a petróleo”, explicaron Carlos Andrés Gómez Díaz y Milton Olivo Molina.

“Todo inició con un hongo en el cuerpo de las personas, el pescado tenía un sabor a petróleo, el agua se puso verde con una lana sobre ella, eso producía la piquiña y la única forma de pararla era irse al hospital”, advirtió Gómez Díaz.

Impactos ambientales

El estudio de caracterización e impactos ambientales por vertimientos en tramos de la cuenca media y baja del río cesar, en el municipio de Valledupar, fue presentado a la Corporación Autónoma Regional del Cesar (Corpocesar) en diciembre de 2011 por la Universidad del Atlántico.

El documento de 38 páginas indica que el punto más crítico de contaminación orgánica y de materia fecal fue detectado en el sector del puente Salguero, por la ubicación de las piscinas de aguas servidas, donde se incorporan los vertimientos del sistema de aguas residuales de la ciudad de Valledupar. Al igual es crítico y preocupante los altos valores de las poblaciones de bacterias fecales que se extiende en todas las localidades de la cuenca media y baja del río Cesar, donde se ubican Las Pitillas.

En la actualidad Corpocesar trabaja en el Plan de Ordenamiento de la Cuenca media y baja del río Cesar, y el año anterior decretó su cuenca en emergencia ambiental, sanitaria y ecológica. El hecho se dio a conocer a través de la resolución 0170 del 9 de marzo de 2015.

Proyectos

El corregimiento de Las Pitillas tiene una vía inaugurada el año anterior por el exgobernador Luis Alberto Monsalvo Gnecco, obra de infraestructura que abrió camino al desarrollo porque anteriormente tardaban hasta una hora en llegar a la cabecera municipal y actualmente tardan 10 minutos.

“El aguinaldo más grande este año es que nos digan que nos van a quitar esa poza del río Cesar. Una de las personas que conoce esa problemática es el gobernador Francisco Ovalle porque tiene varias fincas a la orilla del Cesar, esperamos que se apersone del tema y que cumpla con sus promesas de campaña”, sostuvo Janer Martínez, presidente de la junta de acción comunal de Las Pitillas.

¿Qué soluciones hay?

Al municipio de San Diego le corresponden 21.071 hectáreas del río del millón 776 mil 900 hectáreas que tiene desde su nacimiento en la Sierra Nevada de Santa Marta hasta su desembocadura en la ciénaga de Zapatosa.

“Tenemos cualquier cantidad de familias afectadas respecto al tema. Este municipio no es causante de los daños ambientales del río Cesar, nosotros somos afectados desde el inicio de la contaminación. No solo es San Diego, porque por donde pasa el río Cesar la pesca quedó nula. Somos víctimas de esa contaminación que viene desde San Juan del Cesar y lo más grave es la laguna en Valledupar”, advirtió el secretario de Gobierno de San Diego, Luis Napoleón Murgas Oñate.

El funcionario sostiene que la participación de los líderes ambientales no simplemente del departamento, es nula.

Una solución para los habitantes de Las Pitillas es la puesta en marcha de un proyecto piscícola con la siembra de pescados en estanques, así lo confirmó el coordinador agropecuario de San Diego, Carlos Mejía.
“El proyecto consiste en una unidad productiva que se hizo a través del Sena, que consta de un capital semilla y la capacitación teórico-práctico. Esa es una de las soluciones porque ya hay un proyecto radicado en el Ministerio de Agricultura para hacer unos estanques piscícolas por un valor por 1.500 millones de pesos. Creo que con eso se suple una necesidad en Las Pitillas como era la vocación de la pesca, que se volvió nula por la contaminación”, declaró Mejía, quien señala que serán más de 20 familias las beneficiadas entre Las Pitillas y Los Tupes, otro corregimiento de San Diego.

El coordinador ambiental de esta población, Rodolfo Villero, le pidió a Corpocesar intervenir en la recuperación del río Cesar para devolverle la vocación al corregimiento de Las Pitillas.

Tramo del río Cesar

280 kilómetros entre la Sierra Nevada de Santa Marta y la ciénaga de Zapatosa.

Municipio de San Diego
Le corresponden 21.071 hectáreas entre Las Pitillas y Los Tupes.

Las Pitillas
Aproximadamente 300 habitantes.

Fuentes de empleo
Ninguna. La pesca era la única y se acabó por la contaminación de las aguas residuales a la altura de Valledupar.

Ana Leonidas Socarrás Barrera aseguró que el fundador del pueblo fue Pedro López y el nombre de Las Pitillas deriva de una planta que tiene forma de sábila.

El río Cesar tiene un porcentaje del 21 % de su cuenca sobre el municipio de San Diego, que al suroccidente ubica su paso por el corregimiento de Las Pitillas.

En Las Pitillas, niños, jóvenes y adultos se bañaban en el río Cesar y comenzaron a sufrir de hongos sobre el cuerpo, además si consumían pescado terminaban con problemas gastrointestinales.

Ana Leonidas Socarrás Barrera sueña con que el río Cesar regrese a lo que ella conoció hace 70 años en el corregimiento de Las Pitillas; puro, cristalino, lleno de pescado y sin contaminación. EL PILÓN / Joaquín Ramírez.

Ana Leonidas Socarrás Barrera sueña con que el río Cesar regrese a lo que ella conoció hace 70 años en el corregimiento de Las Pitillas; puro, cristalino, lleno de pescado y sin contaminación. EL PILÓN / Joaquín Ramírez.

“Es tan fuerte el químico que le echan al río Cesar que cuando llueve las aguas suben hasta la tierra y queda esterilizada. Cuando perdimos la pesca quedamos sin generación de ingresos”: Janer Martínez, presidente de la junta de acción comunal de Las Pitillas.

Por Carlos Mario Jiménez / EL PILÓN
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