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Columnista - 19 septiembre, 2014

Yuye

Después de tres lustros, dicen los ilustrados ó 30 años a secas digo yo, hace ya 10 meses se fue Lourdes, una de los hijos del patriarca guacochero Víctor Romero con la matrona Margarita Churio, quien fue nuestra compañera y amiga prestándonos sus servicios laborales hasta adquirir su pensión, que le asegura estabilidad y tranquilidad […]

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Después de tres lustros, dicen los ilustrados ó 30 años a secas digo yo, hace ya 10 meses se fue Lourdes, una de los hijos del patriarca guacochero Víctor Romero con la matrona Margarita Churio, quien fue nuestra compañera y amiga prestándonos sus servicios laborales hasta adquirir su pensión, que le asegura estabilidad y tranquilidad en lo que le queda de vida, que Mercy, José Manuel, Meche, Carlos José y María Luisa, le pedimos a Dios que sea bastante.

Se fue “Yuye” a su natal Guacoche, al pueblo que tanto quiero, a estrenar casa, a gozar de Jesús David y María Lourdes, sus pequeños nietos y a estar más tiempo con Yofre o Yofra, Ruth Danys y Fidia sus hijos; la extrañamos, nos hace falta su presencia y compañía, porque la quisimos mucho y nuestras relaciones fueron óptimas, la seguimos queriendo y este apartamento es y será siempre la casa de ella y de ellos sus hijos.

Así como extrañamos su presencia y grata compañía, también añoramos el arroz blanco brillante con cucayo crocante y delgadito que solo ella sabe hacer y que es tan sabroso que se come solo, sus guisos de punta gorda, últimamente con poco gordo, de gallina criolla de costilla o de cerdo, el pecho precocido en la olla de presión y luego dorado en el horno, es excepcional, sus sancochos de espinazo de cerdo, costilla o gallina con condimentos guacocheros, el pollo con arroz y no arroz con pollo, porque es más pollo que arroz, los guineos maduros en miel cubiertos de queso al horno, el mondongo guacochero, el pescado guisado mejor que frito, que le quedaba muy tostao y sus inigualables arepuelas y buñuelos en el desayuno, que cuando las estaba haciendo no se podía hacer bulla, porque no le levantaban y eso le daba indignación, también preparaba un delicioso ajiaco con porción especial para mí con yuca, exquisitos espaguetis que mis nietos devoraban en un santiamén y ricas cremas, especialmente de las ahuyamas que con frecuencia me sustraigo en el Patacón Pisao y ni que hablar del peto que con deleite le hacia a mi hija Meche y su esposo Juan Pablo y a mis nietas Sofía y Sara cuando venían de vacaciones, no quedaba ni un grano de maíz y el mío, como a mí me gustaba, lo metía a la nevera para que se pusiera helado.

Era obsesiva en el aseo y ni para que hablar de su honradez, que hacia honor a su estirpe y a su pueblo, era a toda prueba, en el tiempo en que vivimos con ella no se nos perdió nada y si algo se extraviaba, sabíamos con certeza que estaba excluida de todo señalamiento o duda.

Nos dolió su partida, pero la aceptamos con resignación y estamos en la etapa más dura de conseguir otra “Yuye”, eso no es fácil, pero quizás, no es imposible.

Me parece una mamadera de gallo, por no decir que un irrespeto, la propuesta del Doctor HUGO MENDOZA, de cambiarle el nombre al Estadio de Fútbol ARMANDO MAESTRE PAVAJEAU, por el de una canción chimichaguera llamada CANDELA VIVA. Hay que informarse más y ser un poco más respetuoso con la memoria de los muertos y en especial la de Armando que fue un apóstol del deporte en el Cesar.

Columnista
19 septiembre, 2014

Yuye

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Después de tres lustros, dicen los ilustrados ó 30 años a secas digo yo, hace ya 10 meses se fue Lourdes, una de los hijos del patriarca guacochero Víctor Romero con la matrona Margarita Churio, quien fue nuestra compañera y amiga prestándonos sus servicios laborales hasta adquirir su pensión, que le asegura estabilidad y tranquilidad […]


Después de tres lustros, dicen los ilustrados ó 30 años a secas digo yo, hace ya 10 meses se fue Lourdes, una de los hijos del patriarca guacochero Víctor Romero con la matrona Margarita Churio, quien fue nuestra compañera y amiga prestándonos sus servicios laborales hasta adquirir su pensión, que le asegura estabilidad y tranquilidad en lo que le queda de vida, que Mercy, José Manuel, Meche, Carlos José y María Luisa, le pedimos a Dios que sea bastante.

Se fue “Yuye” a su natal Guacoche, al pueblo que tanto quiero, a estrenar casa, a gozar de Jesús David y María Lourdes, sus pequeños nietos y a estar más tiempo con Yofre o Yofra, Ruth Danys y Fidia sus hijos; la extrañamos, nos hace falta su presencia y compañía, porque la quisimos mucho y nuestras relaciones fueron óptimas, la seguimos queriendo y este apartamento es y será siempre la casa de ella y de ellos sus hijos.

Así como extrañamos su presencia y grata compañía, también añoramos el arroz blanco brillante con cucayo crocante y delgadito que solo ella sabe hacer y que es tan sabroso que se come solo, sus guisos de punta gorda, últimamente con poco gordo, de gallina criolla de costilla o de cerdo, el pecho precocido en la olla de presión y luego dorado en el horno, es excepcional, sus sancochos de espinazo de cerdo, costilla o gallina con condimentos guacocheros, el pollo con arroz y no arroz con pollo, porque es más pollo que arroz, los guineos maduros en miel cubiertos de queso al horno, el mondongo guacochero, el pescado guisado mejor que frito, que le quedaba muy tostao y sus inigualables arepuelas y buñuelos en el desayuno, que cuando las estaba haciendo no se podía hacer bulla, porque no le levantaban y eso le daba indignación, también preparaba un delicioso ajiaco con porción especial para mí con yuca, exquisitos espaguetis que mis nietos devoraban en un santiamén y ricas cremas, especialmente de las ahuyamas que con frecuencia me sustraigo en el Patacón Pisao y ni que hablar del peto que con deleite le hacia a mi hija Meche y su esposo Juan Pablo y a mis nietas Sofía y Sara cuando venían de vacaciones, no quedaba ni un grano de maíz y el mío, como a mí me gustaba, lo metía a la nevera para que se pusiera helado.

Era obsesiva en el aseo y ni para que hablar de su honradez, que hacia honor a su estirpe y a su pueblo, era a toda prueba, en el tiempo en que vivimos con ella no se nos perdió nada y si algo se extraviaba, sabíamos con certeza que estaba excluida de todo señalamiento o duda.

Nos dolió su partida, pero la aceptamos con resignación y estamos en la etapa más dura de conseguir otra “Yuye”, eso no es fácil, pero quizás, no es imposible.

Me parece una mamadera de gallo, por no decir que un irrespeto, la propuesta del Doctor HUGO MENDOZA, de cambiarle el nombre al Estadio de Fútbol ARMANDO MAESTRE PAVAJEAU, por el de una canción chimichaguera llamada CANDELA VIVA. Hay que informarse más y ser un poco más respetuoso con la memoria de los muertos y en especial la de Armando que fue un apóstol del deporte en el Cesar.