Al momento de escribir esta columna todavía no ha tomado posesión de su segundo período el señor Presidente y aun así, ya se siente el dejo de frustración en las letras de quienes construyen opinión desde los medios de comunicación nacional. Dicen que van a ser los mismos con las mismas; se asombran de que […]
Al momento de escribir esta columna todavía no ha tomado posesión de su segundo período el señor Presidente y aun así, ya se siente el dejo de frustración en las letras de quienes construyen opinión desde los medios de comunicación nacional. Dicen que van a ser los mismos con las mismas; se asombran de que los ministros y por ende sus aciertos y equivocaciones frente a sus cargos sean los que acompañaron la decepción del primer mandato, como si realmente se hubieran creído el cuento de que con sus escritos propiciaban la consolidación de un liderazgo histórico, capaz de llevar a buen término la firma de la Paz.
La guerrilla igual, una vez más nos puso a soñar, en la primera quincena de junio le impusieron una dinámica inusitada a las conversaciones de La Habana, cohonestando la derrota a la mayoritaria reprobación que el pueblo colombiano le dio al gobierno en la primera vuelta presidencial. La mayoría creyó que faltando dos puntos por negociar, la Paz estaba cerca y ésta solo se firmaría con el presidente Santos, desafortunadamente tuvimos razón los que desconfiamos del sofisma pacifista de Timochenko y su corte, y preferimos desaprobar en las urnas los nefastos cuatro años de Santos apoyando al otro candidato.
Hoy los columnistas y la guerrilla pasan su cuenta de cobro, a los primeros no los entiendo porque aunque dijeran en sus cuartillas lo contrario, debían saber que nos esperaban cuatro años de fortalecimiento de los ‘Ñoños’, ‘Musas’ y demás especies locales, debido a que realmente estaban ayudando a elegir a un ‘rolo’ en toda su connotación, centralista, burgués, clientelista, aristócrata y vanidoso, al que tal vez solo le interesa el proceso de Paz para cazar incautos en su propósito reeleccionista y en el remoto caso de lograr un acuerdo inicial, inmortalizarse y ganar algún premio internacional que aderece su fingida sonrisa. La guerrilla es más coherente, no hay que ser brujo para saber que utilizan los solariegos diálogos en Cuba solo para robustecerse militar y financieramente, porque en su concepción política consideran traición a la revolución el silencio de las armas. Entonces el error es del gobierno, al premiar con concesiones militares el ‘espaldarazo’ electoral, de una insurgencia inconsecuente que aniquila al pueblo en su propio nombre.
De todas formas, lo mejor será aplazar las críticas y esperar que la ejecución del segundo mandato comience. Aunque sea cierto que el país requiere cambios, así solo sean de los colaboradores del presidente y peor con la ratificación de un ministro de Defensa guerrerista en medio de la quimera de Pazo el nombramiento de un ignorante del sector en una cartera tan sensible a nuestra vocación productiva como lo es la de Agricultura, sí debemos tener en cuenta que el pueblo mayoritariamente lo quiso así y este no es el momento de pretender un resultado diferente al que propiciaron con su voto. Eso debieron pensarlo antes, ‘a lo hecho pecho’. Un abrazo.
Por ANTONIO MARÍA ARAÙJO CALDERÓN
[email protected]
Al momento de escribir esta columna todavía no ha tomado posesión de su segundo período el señor Presidente y aun así, ya se siente el dejo de frustración en las letras de quienes construyen opinión desde los medios de comunicación nacional. Dicen que van a ser los mismos con las mismas; se asombran de que […]
Al momento de escribir esta columna todavía no ha tomado posesión de su segundo período el señor Presidente y aun así, ya se siente el dejo de frustración en las letras de quienes construyen opinión desde los medios de comunicación nacional. Dicen que van a ser los mismos con las mismas; se asombran de que los ministros y por ende sus aciertos y equivocaciones frente a sus cargos sean los que acompañaron la decepción del primer mandato, como si realmente se hubieran creído el cuento de que con sus escritos propiciaban la consolidación de un liderazgo histórico, capaz de llevar a buen término la firma de la Paz.
La guerrilla igual, una vez más nos puso a soñar, en la primera quincena de junio le impusieron una dinámica inusitada a las conversaciones de La Habana, cohonestando la derrota a la mayoritaria reprobación que el pueblo colombiano le dio al gobierno en la primera vuelta presidencial. La mayoría creyó que faltando dos puntos por negociar, la Paz estaba cerca y ésta solo se firmaría con el presidente Santos, desafortunadamente tuvimos razón los que desconfiamos del sofisma pacifista de Timochenko y su corte, y preferimos desaprobar en las urnas los nefastos cuatro años de Santos apoyando al otro candidato.
Hoy los columnistas y la guerrilla pasan su cuenta de cobro, a los primeros no los entiendo porque aunque dijeran en sus cuartillas lo contrario, debían saber que nos esperaban cuatro años de fortalecimiento de los ‘Ñoños’, ‘Musas’ y demás especies locales, debido a que realmente estaban ayudando a elegir a un ‘rolo’ en toda su connotación, centralista, burgués, clientelista, aristócrata y vanidoso, al que tal vez solo le interesa el proceso de Paz para cazar incautos en su propósito reeleccionista y en el remoto caso de lograr un acuerdo inicial, inmortalizarse y ganar algún premio internacional que aderece su fingida sonrisa. La guerrilla es más coherente, no hay que ser brujo para saber que utilizan los solariegos diálogos en Cuba solo para robustecerse militar y financieramente, porque en su concepción política consideran traición a la revolución el silencio de las armas. Entonces el error es del gobierno, al premiar con concesiones militares el ‘espaldarazo’ electoral, de una insurgencia inconsecuente que aniquila al pueblo en su propio nombre.
De todas formas, lo mejor será aplazar las críticas y esperar que la ejecución del segundo mandato comience. Aunque sea cierto que el país requiere cambios, así solo sean de los colaboradores del presidente y peor con la ratificación de un ministro de Defensa guerrerista en medio de la quimera de Pazo el nombramiento de un ignorante del sector en una cartera tan sensible a nuestra vocación productiva como lo es la de Agricultura, sí debemos tener en cuenta que el pueblo mayoritariamente lo quiso así y este no es el momento de pretender un resultado diferente al que propiciaron con su voto. Eso debieron pensarlo antes, ‘a lo hecho pecho’. Un abrazo.
Por ANTONIO MARÍA ARAÙJO CALDERÓN
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