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Columnista - 25 abril, 2024

Ya no quiero ser jurado

Haber dedicado casi toda una vida a la música y en concreto a la música vallenata nos pone a muchos por estas épocas de festival vallenato con una encrucijada en el alma. ¿Si te dan el honor y la responsabilidad de ser jurado de alguno de los concursos en uno de los tantos festivales vallenatos […]

Haber dedicado casi toda una vida a la música y en concreto a la música vallenata nos pone a muchos por estas épocas de festival vallenato con una encrucijada en el alma. ¿Si te dan el honor y la responsabilidad de ser jurado de alguno de los concursos en uno de los tantos festivales vallenatos que se organizan en la región aceptas o dimites?

Bonito que estoy yo ahora, estudié una de las profesiones más desprestigiadas en Colombia como lo es el Derecho, por lo tanto, debo soportar los chistes sobre las trampas y triquiñuelas de los abogados mañosos, a veces me refugio en mis otras profesiones de periodista y de músico, pero los periodistas tampoco es que anden muy bien de reputación y si no pregúntenle a Vicky Dávila; por una época se me crecía el ego cuando me designaban jurado en algún festival vallenato, y ahora, ya ni eso quiero ser.

En estos días me llegó una carta de uno de los festivales vallenatos que se realizan en mi región, en la que me notifican haber sido designado jurado y por un momento me volví a sentir orgulloso; a los pocos días escuché la denuncia pública en redes sociales de algún participante y en ella se afirmaba que en una categoría de ese festival antes de iniciarse ya se sabía quiénes serían los ganadores, ¿cómo voy a querer ser jurado?

Dice el participante que él se presentó al concurso de canción inédita con una puya y que esta no pasó la primera ronda virtual, solo porque su canción era tan buena que se le podría dañar el negocio que ya tenían organizado asegurando el triunfo de otra.

Cuando veo el listado de 60 acordeoneros inscritos en la categoría profesional no quiero estar en los zapatos de los integrantes del jurado de la primera ronda de este concurso que tendrán que escuchar 240 paseos, merengues, sones y puyas, lo cual indica que pasarán más de 24 horas sentados, escuchando y calificando esta categoría, pero tampoco la tienen nada fácil los que se sentarán a escuchar las 70 canciones clasificadas a la primera ronda del Festival Vallenato.

En uno de los tantos concursos que se realizan por estos días, no sé a quién se le ocurrió designarme jurado para calificar voz infantil. ¡Qué tarea tan difícil! Un grupo de más de veinte participantes y la misión consistía en preseleccionar solo diez, los escuché a todos varias veces y quince de ellos merecían pasar a la siguiente ronda, pero solo debería escoger diez. Me dije: “Dios mío qué hago, ¿por qué me metí en esto?”. Hay tanta calidad y talento en estos chiquitines entre los 6 y 13 años que aceptar ser jurado en estas categorías es un calvario y más que placer y honor se te convierte en un tormento, saber que dejas a tantos talentosos y talentosas por fuera y que como ser humano es posible que te estés equivocando y que inclusive con tu decisión puedas estar deteniendo a un gran artista del futuro, no es nada fácil. Por todo esto que les he contado es que ya no quiero volver a ser jurado.

Colofón: qué les habrán dado a algunos congresistas que hace apenas unos días nada de lo que venía de la izquierda o de Petro les parecía positivo, pero de la noche a la mañana la reforma pensional pasó a ser la panacea. Ojalá no tengamos que conocer otros Yidis y Teodolindos, ahora con arrodillada en el baño de Petro y no de Uribe.

Por: Jorge Nain Ruiz Ditta

Columnista
25 abril, 2024

Ya no quiero ser jurado

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Nain Ruiz Ditta

Haber dedicado casi toda una vida a la música y en concreto a la música vallenata nos pone a muchos por estas épocas de festival vallenato con una encrucijada en el alma. ¿Si te dan el honor y la responsabilidad de ser jurado de alguno de los concursos en uno de los tantos festivales vallenatos […]


Haber dedicado casi toda una vida a la música y en concreto a la música vallenata nos pone a muchos por estas épocas de festival vallenato con una encrucijada en el alma. ¿Si te dan el honor y la responsabilidad de ser jurado de alguno de los concursos en uno de los tantos festivales vallenatos que se organizan en la región aceptas o dimites?

Bonito que estoy yo ahora, estudié una de las profesiones más desprestigiadas en Colombia como lo es el Derecho, por lo tanto, debo soportar los chistes sobre las trampas y triquiñuelas de los abogados mañosos, a veces me refugio en mis otras profesiones de periodista y de músico, pero los periodistas tampoco es que anden muy bien de reputación y si no pregúntenle a Vicky Dávila; por una época se me crecía el ego cuando me designaban jurado en algún festival vallenato, y ahora, ya ni eso quiero ser.

En estos días me llegó una carta de uno de los festivales vallenatos que se realizan en mi región, en la que me notifican haber sido designado jurado y por un momento me volví a sentir orgulloso; a los pocos días escuché la denuncia pública en redes sociales de algún participante y en ella se afirmaba que en una categoría de ese festival antes de iniciarse ya se sabía quiénes serían los ganadores, ¿cómo voy a querer ser jurado?

Dice el participante que él se presentó al concurso de canción inédita con una puya y que esta no pasó la primera ronda virtual, solo porque su canción era tan buena que se le podría dañar el negocio que ya tenían organizado asegurando el triunfo de otra.

Cuando veo el listado de 60 acordeoneros inscritos en la categoría profesional no quiero estar en los zapatos de los integrantes del jurado de la primera ronda de este concurso que tendrán que escuchar 240 paseos, merengues, sones y puyas, lo cual indica que pasarán más de 24 horas sentados, escuchando y calificando esta categoría, pero tampoco la tienen nada fácil los que se sentarán a escuchar las 70 canciones clasificadas a la primera ronda del Festival Vallenato.

En uno de los tantos concursos que se realizan por estos días, no sé a quién se le ocurrió designarme jurado para calificar voz infantil. ¡Qué tarea tan difícil! Un grupo de más de veinte participantes y la misión consistía en preseleccionar solo diez, los escuché a todos varias veces y quince de ellos merecían pasar a la siguiente ronda, pero solo debería escoger diez. Me dije: “Dios mío qué hago, ¿por qué me metí en esto?”. Hay tanta calidad y talento en estos chiquitines entre los 6 y 13 años que aceptar ser jurado en estas categorías es un calvario y más que placer y honor se te convierte en un tormento, saber que dejas a tantos talentosos y talentosas por fuera y que como ser humano es posible que te estés equivocando y que inclusive con tu decisión puedas estar deteniendo a un gran artista del futuro, no es nada fácil. Por todo esto que les he contado es que ya no quiero volver a ser jurado.

Colofón: qué les habrán dado a algunos congresistas que hace apenas unos días nada de lo que venía de la izquierda o de Petro les parecía positivo, pero de la noche a la mañana la reforma pensional pasó a ser la panacea. Ojalá no tengamos que conocer otros Yidis y Teodolindos, ahora con arrodillada en el baño de Petro y no de Uribe.

Por: Jorge Nain Ruiz Ditta