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Columnista - 20 enero, 2023

Ya estoy satisfecho

Hubo dos acontecimientos en mis largas vacaciones que me dolieron no haber ido, la primera mi ausencia al reconocimiento que el día 18 de Diciembre me hizo el pueblo de Guacoche a través de su Festival Folclórico y Cultural de La Tinaja por “mi invaluable aporte al desarrollo de las actividades folclóricas y culturales de la comunidad de Guacoche y el Festival de La Tinaja”. 

Hubo dos acontecimientos en mis largas vacaciones que me dolieron no haber ido, la primera mi ausencia al reconocimiento que el día 18 de Diciembre me hizo el pueblo de Guacoche a través de su Festival Folclórico y Cultural de La Tinaja por “mi invaluable aporte al desarrollo de las actividades folclóricas y culturales de la comunidad de Guacoche y el Festival de La Tinaja”. 

La familia Romero Churio, la descendencia de Víctor Romero y Margarita, representada por su nieto Damián, me brindaron un suculento y rico almuerzo en la casa de Jofre y Fina, él, hijo de Lourdes, un hermano de mis hijos y ella, hija de Gutiérrez y Fide. Fui con toda la familia, ‘Meche’ vino de Bogotá y ‘Che’ de Barranquilla, José Manuel y Maryuris con su mascota Lupita, ‘Mercy’, María Luisa y mis nietos ‘Nando’ y Jose. ¡Qué les digo! Si ya lo saben, que el sancocho trifásico (res, gallina y chivo) estaba delicioso, pues tenía la sazón de las manos guacocheras, es inigualable y por ello pienso que el Mello, de quien los guacocheros están muy agradecidos debe de hacer el esfuerzo para continuar la pavimentación o empalme de la calle que conduce a Guacochito, que tiene una buena arborización y boulevard que sería un sitio ideal para ir los días de fiesta o fines de semana a gozar del placer de comerse uno de esos sancochos o guisos con arroz blanco, un peto o una carne asada y unos deliciosos buñuelos y ricas empanadas, en fin, cualquier vaina de la variada y sabrosa cocina guacochera.

En todo caso, gracias, Jofre y Fina, Lourdes con la Niña y Fidia, Gutiérrez y Fide, Eduvilia, Emilia por las atenciones y por el rato inolvidable que nos hicieron pasar. Me hicieron falta mi compadre Bautista y Arístides y lógicamente “La Culebra Verde”, Nelly con sus oportunos apuntes y jocosidades. Espero que estos ágapes se repitan y que los árboles que le llevé a Lourdes estén sembrados y en un futuro nos den buena sombra y ricas frutas.

La segunda: no haber asistido al sepelio de mi entrañable amigo Gonzalo Lacouture Lacouture. Él era un hombre que llevaba en la sangre la vocación de servicio, eso lo heredó de Luis Carlos, su papá, quien con Rafael Lucas Martínez y mi papá fueron unos quijotes que dedicaron su vida a servirle a los villanueveros. Ayer fui a hacerle una visita al cementerio y derramé unas lágrimas sobre su tumba y oí cuando me dijo: no llores Jose, aquí estoy feliz, me reencontré con Yiya, con mis padres y mis hermanos y por ahí vi al señor ‘Chema’ y a la señora Lucinda, más bien hablemos de Villanueva, ¿cómo le ha ido a Beto Barros? Y le contesté: no sé, él dice que está haciendo muchas cosas y es verdad, pero la gente opina lo contrario y cuando lo defiendo me echan en cara el hecho gravísimo de no tener agua, lo que es inadmisible, vamos a ver cómo termina, pues la historia es implacable y así lo registrara.

Recorrí el cementerio que está un poco abandonado y sucio, especialmente la capilla que construyó el Padre Guare, que se está cayendo y gracias a un aporte del distinguido villanuevero Jorge Juan Bendeck se le pudo echar una manito de cal, pero hace falta la colaboración de una o varias manos generosas de los descendientes de mi abuelo Rafael, José Manuel y Enrique Martínez Daza, de mi compadre César Quintero, Bolívar Olivella, Enriquito Orozco, Julio Habib y Rafaelita, Rosa de Lacouture, Gumito Peñaloza mi hermano, Emigdio y Chica Añez, Jesús Aponte, Fabio Dangon, Juan Manuel Martínez y otro poco de tumbas que visité para que arreglemos esa capilla donde reposan cientos de nuestros seres queridos. Definitivamente Villanueva, que está muy bella, no solo necesita agua sino un nuevo cementerio, pues al que tenemos ya no le cabe un alma más. Por eso estoy satisfecho.

Por José Manuel Aponte Martínez

Columnista
20 enero, 2023

Ya estoy satisfecho

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Hubo dos acontecimientos en mis largas vacaciones que me dolieron no haber ido, la primera mi ausencia al reconocimiento que el día 18 de Diciembre me hizo el pueblo de Guacoche a través de su Festival Folclórico y Cultural de La Tinaja por “mi invaluable aporte al desarrollo de las actividades folclóricas y culturales de la comunidad de Guacoche y el Festival de La Tinaja”. 


Hubo dos acontecimientos en mis largas vacaciones que me dolieron no haber ido, la primera mi ausencia al reconocimiento que el día 18 de Diciembre me hizo el pueblo de Guacoche a través de su Festival Folclórico y Cultural de La Tinaja por “mi invaluable aporte al desarrollo de las actividades folclóricas y culturales de la comunidad de Guacoche y el Festival de La Tinaja”. 

La familia Romero Churio, la descendencia de Víctor Romero y Margarita, representada por su nieto Damián, me brindaron un suculento y rico almuerzo en la casa de Jofre y Fina, él, hijo de Lourdes, un hermano de mis hijos y ella, hija de Gutiérrez y Fide. Fui con toda la familia, ‘Meche’ vino de Bogotá y ‘Che’ de Barranquilla, José Manuel y Maryuris con su mascota Lupita, ‘Mercy’, María Luisa y mis nietos ‘Nando’ y Jose. ¡Qué les digo! Si ya lo saben, que el sancocho trifásico (res, gallina y chivo) estaba delicioso, pues tenía la sazón de las manos guacocheras, es inigualable y por ello pienso que el Mello, de quien los guacocheros están muy agradecidos debe de hacer el esfuerzo para continuar la pavimentación o empalme de la calle que conduce a Guacochito, que tiene una buena arborización y boulevard que sería un sitio ideal para ir los días de fiesta o fines de semana a gozar del placer de comerse uno de esos sancochos o guisos con arroz blanco, un peto o una carne asada y unos deliciosos buñuelos y ricas empanadas, en fin, cualquier vaina de la variada y sabrosa cocina guacochera.

En todo caso, gracias, Jofre y Fina, Lourdes con la Niña y Fidia, Gutiérrez y Fide, Eduvilia, Emilia por las atenciones y por el rato inolvidable que nos hicieron pasar. Me hicieron falta mi compadre Bautista y Arístides y lógicamente “La Culebra Verde”, Nelly con sus oportunos apuntes y jocosidades. Espero que estos ágapes se repitan y que los árboles que le llevé a Lourdes estén sembrados y en un futuro nos den buena sombra y ricas frutas.

La segunda: no haber asistido al sepelio de mi entrañable amigo Gonzalo Lacouture Lacouture. Él era un hombre que llevaba en la sangre la vocación de servicio, eso lo heredó de Luis Carlos, su papá, quien con Rafael Lucas Martínez y mi papá fueron unos quijotes que dedicaron su vida a servirle a los villanueveros. Ayer fui a hacerle una visita al cementerio y derramé unas lágrimas sobre su tumba y oí cuando me dijo: no llores Jose, aquí estoy feliz, me reencontré con Yiya, con mis padres y mis hermanos y por ahí vi al señor ‘Chema’ y a la señora Lucinda, más bien hablemos de Villanueva, ¿cómo le ha ido a Beto Barros? Y le contesté: no sé, él dice que está haciendo muchas cosas y es verdad, pero la gente opina lo contrario y cuando lo defiendo me echan en cara el hecho gravísimo de no tener agua, lo que es inadmisible, vamos a ver cómo termina, pues la historia es implacable y así lo registrara.

Recorrí el cementerio que está un poco abandonado y sucio, especialmente la capilla que construyó el Padre Guare, que se está cayendo y gracias a un aporte del distinguido villanuevero Jorge Juan Bendeck se le pudo echar una manito de cal, pero hace falta la colaboración de una o varias manos generosas de los descendientes de mi abuelo Rafael, José Manuel y Enrique Martínez Daza, de mi compadre César Quintero, Bolívar Olivella, Enriquito Orozco, Julio Habib y Rafaelita, Rosa de Lacouture, Gumito Peñaloza mi hermano, Emigdio y Chica Añez, Jesús Aponte, Fabio Dangon, Juan Manuel Martínez y otro poco de tumbas que visité para que arreglemos esa capilla donde reposan cientos de nuestros seres queridos. Definitivamente Villanueva, que está muy bella, no solo necesita agua sino un nuevo cementerio, pues al que tenemos ya no le cabe un alma más. Por eso estoy satisfecho.

Por José Manuel Aponte Martínez