Está en su humildad, en un corazón generoso, en la capacidad de dar sin pretender recibir, sin esperar nada a cambio.
El prodigio de un ser humano no se encuentra en su dinero, ni en su capital, ni en las vacas que tenga en su corral, ni en la ropa de marca, ni en los zapatos lujosos, refiriéndonos al prodigio como algo suntuoso. Desde luego que no.
El prodigio del ser humano está en su capacidad intelectual, en sus condiciones extraordinarias, en su forma de distinguirse ante lo ordinario.
Está en su humildad, en un corazón generoso, en la capacidad de dar sin pretender recibir, sin esperar nada a cambio.
Hace unos días, me encontraba ante la disyuntiva de un trabajo de investigación que estoy adelantando, un libro que escribo y que requiere de fechas de nacimiento e información de actores de nuestro folclor vallenato, protagonistas de nuestra música vernácula y que infortunadamente no se encuentran de manera expedita.
Me ha tocado recurrir para ello, a algunos amigos, unos sí, otros no; pero de todos he recibido apoyo de alguna manera. Y recordé que entre mis contactos tengo a ese gran hombre, un sabio del vallenato: Wilfredo de Jesús Rosales Ortega, y le escribí indagándole sobre unas biografías y fechas; de inmediato me respondió, con su sapiencia y humildad.
Sentí su afecto ante todo, me dio la información pero además reforzó su respuesta con su intelecto, con esa forma tan genuina de brindarse como ser humano brillante en su cariño.
“Gracias Eduardo Santos Ortega, de ahora en adelante te voy a llamar primo, para que haya más afecto, más cariño, más respeto y más consideración, que es lo que nos hace falta hoy en día a los seres humanos… aquí te mando el link manito para que los amigos se suscriban al canal de este hombre que trabaja como guarda de seguridad, que es vigilante en la ciudad de Medellín y que habla de vallenato de una manera distinta a como lo hacen los otros aquí en la región, con fechas sin papelitos, sin computador, es estadístico; yo pienso que vale la pena el apoyo, lo digo con mucha humildad y con mucha nobleza, muchas gracias por todo”
Mi respuesta está aquí y te la doy primo hermano, a través de esta nota. Claro que vale la pena el apoyo a un gran hombre, al que muchos escuchan con su elocuencia a través Juglares de Maravilla Estéreo en ese programa de vallenato emitido todas las tardes, al lado de Julio Oñate Martínez; que le ha dado la oportunidad para que promueva siempre un mensaje de conocimiento y de exaltación a la amistad.
Lo escuchamos con cariño, y es costumbre sentirlo desbordarse en elogios sin pudor alguno, y esto habla muy bien de este ser humano, de lo que es un sabanero de albarca y sombrero, nacido en Sincé Sucre, un 26 de junio de 1968 de padres humildes, trabajadores y de buenas costumbres y llenos de valores como es la gente sabanera; campesinos de ‘racamandaca’: Alfonso Rosales y Enelba Ortega, con dificultades pero con mucho amor, convirtieron a su hijo en un hombre de bien, que hoy pregona su nombre con apellido: Wilfredo Rosales, “La Biblia del Vallenato”
De él se ha escrito y dicho mucho, nada nuevo en mi nota, pero como dijera Leandro Díaz, ‘el homero del vallenato’ en la canción ‘Dios no me deja’ “Es para mí una jornada/ algo divino señor/ eso que nace del alma/ ¡arte, respeto y amor!”
En el Valle te queremos y te apoyamos, primo hermano, te espero en mi tierra para darnos un abrazo. Sólo Eso.
Está en su humildad, en un corazón generoso, en la capacidad de dar sin pretender recibir, sin esperar nada a cambio.
El prodigio de un ser humano no se encuentra en su dinero, ni en su capital, ni en las vacas que tenga en su corral, ni en la ropa de marca, ni en los zapatos lujosos, refiriéndonos al prodigio como algo suntuoso. Desde luego que no.
El prodigio del ser humano está en su capacidad intelectual, en sus condiciones extraordinarias, en su forma de distinguirse ante lo ordinario.
Está en su humildad, en un corazón generoso, en la capacidad de dar sin pretender recibir, sin esperar nada a cambio.
Hace unos días, me encontraba ante la disyuntiva de un trabajo de investigación que estoy adelantando, un libro que escribo y que requiere de fechas de nacimiento e información de actores de nuestro folclor vallenato, protagonistas de nuestra música vernácula y que infortunadamente no se encuentran de manera expedita.
Me ha tocado recurrir para ello, a algunos amigos, unos sí, otros no; pero de todos he recibido apoyo de alguna manera. Y recordé que entre mis contactos tengo a ese gran hombre, un sabio del vallenato: Wilfredo de Jesús Rosales Ortega, y le escribí indagándole sobre unas biografías y fechas; de inmediato me respondió, con su sapiencia y humildad.
Sentí su afecto ante todo, me dio la información pero además reforzó su respuesta con su intelecto, con esa forma tan genuina de brindarse como ser humano brillante en su cariño.
“Gracias Eduardo Santos Ortega, de ahora en adelante te voy a llamar primo, para que haya más afecto, más cariño, más respeto y más consideración, que es lo que nos hace falta hoy en día a los seres humanos… aquí te mando el link manito para que los amigos se suscriban al canal de este hombre que trabaja como guarda de seguridad, que es vigilante en la ciudad de Medellín y que habla de vallenato de una manera distinta a como lo hacen los otros aquí en la región, con fechas sin papelitos, sin computador, es estadístico; yo pienso que vale la pena el apoyo, lo digo con mucha humildad y con mucha nobleza, muchas gracias por todo”
Mi respuesta está aquí y te la doy primo hermano, a través de esta nota. Claro que vale la pena el apoyo a un gran hombre, al que muchos escuchan con su elocuencia a través Juglares de Maravilla Estéreo en ese programa de vallenato emitido todas las tardes, al lado de Julio Oñate Martínez; que le ha dado la oportunidad para que promueva siempre un mensaje de conocimiento y de exaltación a la amistad.
Lo escuchamos con cariño, y es costumbre sentirlo desbordarse en elogios sin pudor alguno, y esto habla muy bien de este ser humano, de lo que es un sabanero de albarca y sombrero, nacido en Sincé Sucre, un 26 de junio de 1968 de padres humildes, trabajadores y de buenas costumbres y llenos de valores como es la gente sabanera; campesinos de ‘racamandaca’: Alfonso Rosales y Enelba Ortega, con dificultades pero con mucho amor, convirtieron a su hijo en un hombre de bien, que hoy pregona su nombre con apellido: Wilfredo Rosales, “La Biblia del Vallenato”
De él se ha escrito y dicho mucho, nada nuevo en mi nota, pero como dijera Leandro Díaz, ‘el homero del vallenato’ en la canción ‘Dios no me deja’ “Es para mí una jornada/ algo divino señor/ eso que nace del alma/ ¡arte, respeto y amor!”
En el Valle te queremos y te apoyamos, primo hermano, te espero en mi tierra para darnos un abrazo. Sólo Eso.