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Columnista - 25 marzo, 2022

Voy a ser guacochero

Me sonó, votamos y salimos y entre saludos y abrazos esperé las 12:30 y como quien no quiere la cosa fui a su casa, pero llegué donde su suegra ‘Fide’, y que grato, me encontré con Gutiérrez su suegro y ex de ‘Fide’ a quien quiero mucho y tenía rato de no ver, charlamos y le pregunté por la cría de chivos y me dijo que se la habían acabado los ladrones y que ahora tenía unas vaquitas pero el verano lo tenía acosado.

Les cuento, fui con Mercy, mi adorada hembra a votar a Guacoche, directo al colegio que tiene un nombre raro para ellos, pues debería llamarse Marcelo Romero Churio, su fundador y apenas nos bajamos del carro comenzó el “ñor Jose” como está, señora Mercy que gusto verla, por todas partes, de la mano nos llevaron hasta la puerta que estaba full de gente, pero nos hicieron pasar por nuestra edad y adentro fue peor, ya con abrazos y me encontré con Joffre, un hijo de crianza, hermano de mis hijos que entre otras cosas me indicó que vivía en la parte de atrás y ‘Fina’ y su suegra estaban haciendo un buen sancocho. 

Me sonó, votamos y salimos y entre saludos y abrazos esperé las 12:30 y como quien no quiere la cosa fui a su casa, pero llegué donde su suegra ‘Fide’, y que grato, me encontré con Gutiérrez su suegro y ex de ‘Fide’ a quien quiero mucho y tenía rato de no ver, charlamos y le pregunté por la cría de chivos y me dijo que se la habían acabado los ladrones y que ahora tenía unas vaquitas pero el verano lo tenía acosado.

Me voy les dije y me levanté del asiento y fue cuando Fina exclamó, no señor, no se vayan, ya la sopa está y les están sirviendo. ¡Huy Dios mío! Que delicia, que yuca, que malanga, que mazorca y que ahuyama, para no hablar del hueso de pecho carnudo y el arroz de palitos; no hay nadie en el mundo que haga mejor un arroz y un sancocho que una guacochera, su sazón es único y la plaza los domingos debería estar llena de ventas de ellos.

Voy a solicitar a la junta comunitaria de Guacoche que se me acepte como su hijo adoptivo, pues ahí me demuestran mucho cariño y afecto y yo a ellos también. Qué honor ser paisano de Yuye (Lourdes), Fanny, Eduvilia, mi compadre Bautista y Arístides, pero especialmente de Yulina, la gran embajadora guacochera en Valledupar, de la familia Rondón, Quiroz y Romero.

No es cualquier cosa ser paisano de Justiniano Romero, que tuvo el valor y disposición de educar a toda su prole y verlos hechos abogados, médicos y otras profesiones, de Ramón Churio que dejó una gran prole de la distinguida dirigente Hilda Chinchia y Alfonso Cujia, pero especialmente de mi gran amigo y compadre Víctor Romero, de quien el inolvidable e ilustre Aníbal Martínez Zuleta decía que una de las cosas que en la política le dolía era que yo le hubiera quitado a Víctor Romero que por sus grandes virtudes era único.

Que grato es hacerme hermano y paisano de ese pocón de negros, sí, negros con orgullo, que no afro descendientes que no me gusta, negros pero de alma blanca y pelo liso, porque ya en Guacoche los pelos cuscús o 8.888 de las mujeres desaparecieron y todas los lucen lisitos y largos gracias a la keratina, como lo hace todo mundo y el caso más reciente es del agraciado Carlos Quintero que ahora le cae el pelo a la frente.

Señor alcalde Mello Castro, los guacocheros no están muy contentos con usted, pues esperaban que fuera otro Pepe Castro y desean que la iglesia vieja se arregle y adecúe para la casa de la cultura denominada “Moralito”, que se les pavimente una avenida muy arborizada que tienen para ponerle el nombre de su abuelo Pepe y que le pavimenten la vía al río y desesperadamente claman que se les resuelva el problema del agua, porque tienen sed.

De último, de propio, que orgullo ser paisano del egregio columnista y famoso bisturí José Manuel Romero Churio, hoy por hoy, el guacochero más distinguido que vive en Valledupar y él sin consultarlo me va a presentar a la junta comunitaria en unión de Bernelly López que me ha manifestado que él no es pacífico sino guacochero.

Columnista
25 marzo, 2022

Voy a ser guacochero

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Me sonó, votamos y salimos y entre saludos y abrazos esperé las 12:30 y como quien no quiere la cosa fui a su casa, pero llegué donde su suegra ‘Fide’, y que grato, me encontré con Gutiérrez su suegro y ex de ‘Fide’ a quien quiero mucho y tenía rato de no ver, charlamos y le pregunté por la cría de chivos y me dijo que se la habían acabado los ladrones y que ahora tenía unas vaquitas pero el verano lo tenía acosado.


Les cuento, fui con Mercy, mi adorada hembra a votar a Guacoche, directo al colegio que tiene un nombre raro para ellos, pues debería llamarse Marcelo Romero Churio, su fundador y apenas nos bajamos del carro comenzó el “ñor Jose” como está, señora Mercy que gusto verla, por todas partes, de la mano nos llevaron hasta la puerta que estaba full de gente, pero nos hicieron pasar por nuestra edad y adentro fue peor, ya con abrazos y me encontré con Joffre, un hijo de crianza, hermano de mis hijos que entre otras cosas me indicó que vivía en la parte de atrás y ‘Fina’ y su suegra estaban haciendo un buen sancocho. 

Me sonó, votamos y salimos y entre saludos y abrazos esperé las 12:30 y como quien no quiere la cosa fui a su casa, pero llegué donde su suegra ‘Fide’, y que grato, me encontré con Gutiérrez su suegro y ex de ‘Fide’ a quien quiero mucho y tenía rato de no ver, charlamos y le pregunté por la cría de chivos y me dijo que se la habían acabado los ladrones y que ahora tenía unas vaquitas pero el verano lo tenía acosado.

Me voy les dije y me levanté del asiento y fue cuando Fina exclamó, no señor, no se vayan, ya la sopa está y les están sirviendo. ¡Huy Dios mío! Que delicia, que yuca, que malanga, que mazorca y que ahuyama, para no hablar del hueso de pecho carnudo y el arroz de palitos; no hay nadie en el mundo que haga mejor un arroz y un sancocho que una guacochera, su sazón es único y la plaza los domingos debería estar llena de ventas de ellos.

Voy a solicitar a la junta comunitaria de Guacoche que se me acepte como su hijo adoptivo, pues ahí me demuestran mucho cariño y afecto y yo a ellos también. Qué honor ser paisano de Yuye (Lourdes), Fanny, Eduvilia, mi compadre Bautista y Arístides, pero especialmente de Yulina, la gran embajadora guacochera en Valledupar, de la familia Rondón, Quiroz y Romero.

No es cualquier cosa ser paisano de Justiniano Romero, que tuvo el valor y disposición de educar a toda su prole y verlos hechos abogados, médicos y otras profesiones, de Ramón Churio que dejó una gran prole de la distinguida dirigente Hilda Chinchia y Alfonso Cujia, pero especialmente de mi gran amigo y compadre Víctor Romero, de quien el inolvidable e ilustre Aníbal Martínez Zuleta decía que una de las cosas que en la política le dolía era que yo le hubiera quitado a Víctor Romero que por sus grandes virtudes era único.

Que grato es hacerme hermano y paisano de ese pocón de negros, sí, negros con orgullo, que no afro descendientes que no me gusta, negros pero de alma blanca y pelo liso, porque ya en Guacoche los pelos cuscús o 8.888 de las mujeres desaparecieron y todas los lucen lisitos y largos gracias a la keratina, como lo hace todo mundo y el caso más reciente es del agraciado Carlos Quintero que ahora le cae el pelo a la frente.

Señor alcalde Mello Castro, los guacocheros no están muy contentos con usted, pues esperaban que fuera otro Pepe Castro y desean que la iglesia vieja se arregle y adecúe para la casa de la cultura denominada “Moralito”, que se les pavimente una avenida muy arborizada que tienen para ponerle el nombre de su abuelo Pepe y que le pavimenten la vía al río y desesperadamente claman que se les resuelva el problema del agua, porque tienen sed.

De último, de propio, que orgullo ser paisano del egregio columnista y famoso bisturí José Manuel Romero Churio, hoy por hoy, el guacochero más distinguido que vive en Valledupar y él sin consultarlo me va a presentar a la junta comunitaria en unión de Bernelly López que me ha manifestado que él no es pacífico sino guacochero.