Después de un año largo volví a mi querido Valledupar, son diferentes las razones que motivan mi ausencia, pero no hay nada que logre desprenderme de mi origen natal, ser vallenato es mi orgullo imperecedero, es un sentimiento irrenunciable que mantiene los ojos abiertos, para avistar lo que allá sucede, aunque me encuentre lejos.
Después de un año largo volví a mi querido Valledupar, son diferentes las razones que motivan mi ausencia, pero no hay nada que logre desprenderme de mi origen natal, ser vallenato es mi orgullo imperecedero, es un sentimiento irrenunciable que mantiene los ojos abiertos, para avistar lo que allá sucede, aunque me encuentre lejos.
El tráfico en esta ocasión se confabuló para cambiar la ruta, no fue la avenida Simón Bolívar o carrera 19, el recorrido habitual para llegar a mi destino. Recorrí la calle 44 hasta llegar a la glorieta del obelisco, para tomar la avenida de los militares. Antes de llegar a la glorieta de la chicha maya, pensé que esos sectores seguían iguales, que no habían cambiado, pero cuando vi el centro de alto rendimiento La Gota Fría, la impresión cambió, emocionado me sentí en otro lugar. El exterior de esos escenarios deportivos eleva el estatus de ciudad y pone a Valledupar en lugares de privilegio para organizar eventos deportivos nacionales e internacionales.
Mis buenas impresiones con los escenarios deportivos se conjugan con la tristeza de la partida del Valledupar Fútbol Club, para Soacha, municipio cercano a Bogotá y más poblado del departamento de Cundinamarca. El desenlace deportivo tiene relación con la debilidad empresarial que tenemos en Valledupar. El fútbol es un negocio de connotación empresarial, después de 20 años los vallenatos no pudimos mantener al equipo en la ciudad, según los accionistas debido a los problemas económicos y falta de apoyo a nivel público y privado. Que esto suceda nos debe llamar la atención a todos, en aras de resolver un interrogante preocupante e insoportable como las altas temperaturas de esos días: ¿Por qué Valledupar no es atractiva para el inversionista?
Terminando la tarde de mi arribo a Valledupar, estuve en el centro de eventos Paisaje de Sol. Fui a presenciar la depreciación de un mecanismo de participación ciudadana. El cabildo abierto denominado, “Insuficiencia en el Desarrollo Social del Municipio de Valledupar”, terminó siendo un comité de aplausos de la tribuna conexa al gobierno municipal, apalancada con las ponencias y por la venia del presidente del Concejo Municipal. Faltó mejor preparación y acompañamiento al laborioso y valiente promotor José Enrique Gutiérrez Londoño. Es probable que mucha gente en la ciudad comprenda en qué consiste un cabildo abierto y cuál es su propósito.
Debido al tiempo largo sin ir a mi ciudad, estaba decidido a observar lo que en la distancia carece de detalle. Volví a pasar por la emblemática plaza Alfonso López, la creo majestuosa, pero desaprovechada como escenario apto para el turismo. Ese desaprovechamiento es inherente al centro histórico de la ciudad, pese a su rediseño la soledad es su principal visitante. Dirán que fue mi impresión, también habrá voces con mucha razón culpando a la inseguridad. Este flagelo sin duda está acorralando a las ciudades del país y poniendo freno al progreso.
Los parques de los algarrobillos y la provincia tienen encanto inhóspito, la oscuridad de la noche es resguardada por las estrellas que osan aparecer para esclarecer los caminos, pero son insuficientes para generar la sensación de seguridad que brinda la luz artificial del alumbrado público. Los escenarios deportivos y los parques de esparcimiento favorecen la industria turística, pero su posicionamiento es lento en la medida que acechan los delincuentes y se demora la implementación del alumbrado público.
Regresar a Valledupar, es, encontrarme con el brillo de las nieves perpetuas de la Sierra Nevada de Santa Marta, el susurro de las aguas cristalinas del río Guatapurí, la espesura vegetal que lo bordea, para tener elementos inspiradores que me permiten creer en una mejor y moderna ciudad, libre del lazo del atraso, para enfrentar los cambios y tendencias con la misma característica bravía que describe su transitar histórico. Lo que vi en esos días me gustó, me permite creer que somos capaces de revertir los precarios indicadores socioeconómicos, partiendo de una visión holística que relegue la ambición electoral y con enfoque de largo plazo.
Por Luis Elquis Díaz.
Después de un año largo volví a mi querido Valledupar, son diferentes las razones que motivan mi ausencia, pero no hay nada que logre desprenderme de mi origen natal, ser vallenato es mi orgullo imperecedero, es un sentimiento irrenunciable que mantiene los ojos abiertos, para avistar lo que allá sucede, aunque me encuentre lejos.
Después de un año largo volví a mi querido Valledupar, son diferentes las razones que motivan mi ausencia, pero no hay nada que logre desprenderme de mi origen natal, ser vallenato es mi orgullo imperecedero, es un sentimiento irrenunciable que mantiene los ojos abiertos, para avistar lo que allá sucede, aunque me encuentre lejos.
El tráfico en esta ocasión se confabuló para cambiar la ruta, no fue la avenida Simón Bolívar o carrera 19, el recorrido habitual para llegar a mi destino. Recorrí la calle 44 hasta llegar a la glorieta del obelisco, para tomar la avenida de los militares. Antes de llegar a la glorieta de la chicha maya, pensé que esos sectores seguían iguales, que no habían cambiado, pero cuando vi el centro de alto rendimiento La Gota Fría, la impresión cambió, emocionado me sentí en otro lugar. El exterior de esos escenarios deportivos eleva el estatus de ciudad y pone a Valledupar en lugares de privilegio para organizar eventos deportivos nacionales e internacionales.
Mis buenas impresiones con los escenarios deportivos se conjugan con la tristeza de la partida del Valledupar Fútbol Club, para Soacha, municipio cercano a Bogotá y más poblado del departamento de Cundinamarca. El desenlace deportivo tiene relación con la debilidad empresarial que tenemos en Valledupar. El fútbol es un negocio de connotación empresarial, después de 20 años los vallenatos no pudimos mantener al equipo en la ciudad, según los accionistas debido a los problemas económicos y falta de apoyo a nivel público y privado. Que esto suceda nos debe llamar la atención a todos, en aras de resolver un interrogante preocupante e insoportable como las altas temperaturas de esos días: ¿Por qué Valledupar no es atractiva para el inversionista?
Terminando la tarde de mi arribo a Valledupar, estuve en el centro de eventos Paisaje de Sol. Fui a presenciar la depreciación de un mecanismo de participación ciudadana. El cabildo abierto denominado, “Insuficiencia en el Desarrollo Social del Municipio de Valledupar”, terminó siendo un comité de aplausos de la tribuna conexa al gobierno municipal, apalancada con las ponencias y por la venia del presidente del Concejo Municipal. Faltó mejor preparación y acompañamiento al laborioso y valiente promotor José Enrique Gutiérrez Londoño. Es probable que mucha gente en la ciudad comprenda en qué consiste un cabildo abierto y cuál es su propósito.
Debido al tiempo largo sin ir a mi ciudad, estaba decidido a observar lo que en la distancia carece de detalle. Volví a pasar por la emblemática plaza Alfonso López, la creo majestuosa, pero desaprovechada como escenario apto para el turismo. Ese desaprovechamiento es inherente al centro histórico de la ciudad, pese a su rediseño la soledad es su principal visitante. Dirán que fue mi impresión, también habrá voces con mucha razón culpando a la inseguridad. Este flagelo sin duda está acorralando a las ciudades del país y poniendo freno al progreso.
Los parques de los algarrobillos y la provincia tienen encanto inhóspito, la oscuridad de la noche es resguardada por las estrellas que osan aparecer para esclarecer los caminos, pero son insuficientes para generar la sensación de seguridad que brinda la luz artificial del alumbrado público. Los escenarios deportivos y los parques de esparcimiento favorecen la industria turística, pero su posicionamiento es lento en la medida que acechan los delincuentes y se demora la implementación del alumbrado público.
Regresar a Valledupar, es, encontrarme con el brillo de las nieves perpetuas de la Sierra Nevada de Santa Marta, el susurro de las aguas cristalinas del río Guatapurí, la espesura vegetal que lo bordea, para tener elementos inspiradores que me permiten creer en una mejor y moderna ciudad, libre del lazo del atraso, para enfrentar los cambios y tendencias con la misma característica bravía que describe su transitar histórico. Lo que vi en esos días me gustó, me permite creer que somos capaces de revertir los precarios indicadores socioeconómicos, partiendo de una visión holística que relegue la ambición electoral y con enfoque de largo plazo.
Por Luis Elquis Díaz.