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Columnista - 11 noviembre, 2011

Viviendo en paz

Por: Valerio Mejía Araújo “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.”  San Juan 14:27 Sin importar el papel que nos ha correspondido desempeñar en la vida: seamos agricultores, ganaderos, profesionales o personas de negocios encarando presiones […]

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Por: Valerio Mejía Araújo

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.”  San Juan 14:27

Sin importar el papel que nos ha correspondido desempeñar en la vida: seamos agricultores, ganaderos, profesionales o personas de negocios encarando presiones propias de los límites y problemas. Sea un ama de casa lidiando con las situaciones de los hijos y el hogar. Sea un estudiante tratando de pasar el semestre o el colegio; todos queremos tener paz mental.
Sin embargo, la mayoría de nosotros, experimentamos más tensión que paz. La tensión es un factor desafortunado en la vida moderna. Nuestra generación consume las más grandes dosis de tranquilizantes de todos los tiempos. Salomón escribió: “El corazón apacible es vida para el cuerpo”.
Creo que necesitamos tres clases de paz: primero, paz espiritual. La paz con Dios debe ser el fundamento de nuestra vida. La paz espiritual nace de la comunión y amistad con Dios a través de Jesucristo. Segundo, necesitamos paz emocional. Que es un sentido interno de bienestar y orden. Es esa grata sensación de estar bien consigo mismo. Tercero, paz relacional. Que es estar en paz con otras personas. Esa decisión de estar en paz con los semejantes, reduce el conflicto y nos predispone para estar bien con otros.
Las relaciones son la mayor fuente de tensión, los problemas más grandes tiene que ver con la gente. El manejo de los conflictos, la competencia y las críticas son ladrones que nos roban la paz.
Con mucha desesperación necesitamos paz espiritual, emocional y relacional. Pero, ¿Podremos encontrar esa paz tan anhelada?  Si comprendemos bien la promesa del epígrafe, allí dice que la paz de Jesús es un regalo, un don. Que no podemos trabajar por ella ni podemos ganarla con nuestros meritos, ni programarnos para ella, sino que es un regalo que debemos aceptar como un hecho cumplido a favor de nosotros. También dice que su paz es diferente de la que el mundo nos da. Y además, dice que su paz no está relacionada con las circunstancias, sino que nos permite estar tranquilos en medio de los problemas.
Querido amigo lector, dos consejos específicos tengo para que aprendamos a disfrutar la paz de Dios, esa que sobrepasa todo entendimiento y nos permite estar apacibles en medio de la adversidad. El primero es: concentrémonos en la presencia de Dios. Debemos reconocer que Dios está siempre con nosotros y debemos aprender a sentir y experimentar su presencia, fijando nuestra mirada en Dios y quitándola de nuestros problemas.
La autora del libro “Refugio Secreto” escribió: “Mientras más oscura sea la noche que nos rodea, más brillante arderán las promesas de Dios”. En aquello que nos concentremos será lo que determine el nivel de paz personal. Concentrémonos en la presencia de Dios que siempre estará con nosotros y nunca nos defraudará.
Mi segundo consejo es: confiemos en los propósitos de Dios. Aun cuando parezca que las cosas no tienen sentido. ¿No sé si habrás notado que muchas cosas en la vida no tienen sentido? ¿Que muchas cosas en la vida están fuera de nuestro control? ¿Qué podemos hacer de cara a esas situaciones? Simplemente ¡confiar!
Sin tratar de descifrar la vida por nuestra cuenta, Dios nos exhorta a solo confiar en él. Todo lo que pasa en nuestra vida encaja en el plan de Dios para nosotros. Él usa cada situación, hasta los problemas, angustias y dificultades que nosotros mismos nos buscamos, para lograr cumplir su propósito en nuestras vidas. Él acomoda todo perfectamente dentro de ese plan, lo único que Dios espera de nosotros  es que confiemos en él sin tratar de descifrarlo todo.
Muchos de nosotros, cuando tratamos de dirigir nuestras vidas, seguimos caminos fortuitos llenos de indecisión. Pero si confiamos en el Señor, él dirige nuestras sendas y las hace rectas, ausente de  tensiones.
¿Quieres declarar tu confianza en Dios? “Querido Señor:   Gracias porque siempre estás conmigo y puedo confiar en tus propósitos de amor para mí. Lléname de ti y ayúdame a descubrirte en cada dificultad. Amén”
Recuerda… “Mi paz os dejo, mi paz os doy…” ¡Su paz nos pertenece por el derecho de la cruz!
Te mando un abrazo y la paz de Dios para todo lo que emprendas.

[email protected]

Columnista
11 noviembre, 2011

Viviendo en paz

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

Por: Valerio Mejía Araújo “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.”  San Juan 14:27 Sin importar el papel que nos ha correspondido desempeñar en la vida: seamos agricultores, ganaderos, profesionales o personas de negocios encarando presiones […]


Por: Valerio Mejía Araújo

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.”  San Juan 14:27

Sin importar el papel que nos ha correspondido desempeñar en la vida: seamos agricultores, ganaderos, profesionales o personas de negocios encarando presiones propias de los límites y problemas. Sea un ama de casa lidiando con las situaciones de los hijos y el hogar. Sea un estudiante tratando de pasar el semestre o el colegio; todos queremos tener paz mental.
Sin embargo, la mayoría de nosotros, experimentamos más tensión que paz. La tensión es un factor desafortunado en la vida moderna. Nuestra generación consume las más grandes dosis de tranquilizantes de todos los tiempos. Salomón escribió: “El corazón apacible es vida para el cuerpo”.
Creo que necesitamos tres clases de paz: primero, paz espiritual. La paz con Dios debe ser el fundamento de nuestra vida. La paz espiritual nace de la comunión y amistad con Dios a través de Jesucristo. Segundo, necesitamos paz emocional. Que es un sentido interno de bienestar y orden. Es esa grata sensación de estar bien consigo mismo. Tercero, paz relacional. Que es estar en paz con otras personas. Esa decisión de estar en paz con los semejantes, reduce el conflicto y nos predispone para estar bien con otros.
Las relaciones son la mayor fuente de tensión, los problemas más grandes tiene que ver con la gente. El manejo de los conflictos, la competencia y las críticas son ladrones que nos roban la paz.
Con mucha desesperación necesitamos paz espiritual, emocional y relacional. Pero, ¿Podremos encontrar esa paz tan anhelada?  Si comprendemos bien la promesa del epígrafe, allí dice que la paz de Jesús es un regalo, un don. Que no podemos trabajar por ella ni podemos ganarla con nuestros meritos, ni programarnos para ella, sino que es un regalo que debemos aceptar como un hecho cumplido a favor de nosotros. También dice que su paz es diferente de la que el mundo nos da. Y además, dice que su paz no está relacionada con las circunstancias, sino que nos permite estar tranquilos en medio de los problemas.
Querido amigo lector, dos consejos específicos tengo para que aprendamos a disfrutar la paz de Dios, esa que sobrepasa todo entendimiento y nos permite estar apacibles en medio de la adversidad. El primero es: concentrémonos en la presencia de Dios. Debemos reconocer que Dios está siempre con nosotros y debemos aprender a sentir y experimentar su presencia, fijando nuestra mirada en Dios y quitándola de nuestros problemas.
La autora del libro “Refugio Secreto” escribió: “Mientras más oscura sea la noche que nos rodea, más brillante arderán las promesas de Dios”. En aquello que nos concentremos será lo que determine el nivel de paz personal. Concentrémonos en la presencia de Dios que siempre estará con nosotros y nunca nos defraudará.
Mi segundo consejo es: confiemos en los propósitos de Dios. Aun cuando parezca que las cosas no tienen sentido. ¿No sé si habrás notado que muchas cosas en la vida no tienen sentido? ¿Que muchas cosas en la vida están fuera de nuestro control? ¿Qué podemos hacer de cara a esas situaciones? Simplemente ¡confiar!
Sin tratar de descifrar la vida por nuestra cuenta, Dios nos exhorta a solo confiar en él. Todo lo que pasa en nuestra vida encaja en el plan de Dios para nosotros. Él usa cada situación, hasta los problemas, angustias y dificultades que nosotros mismos nos buscamos, para lograr cumplir su propósito en nuestras vidas. Él acomoda todo perfectamente dentro de ese plan, lo único que Dios espera de nosotros  es que confiemos en él sin tratar de descifrarlo todo.
Muchos de nosotros, cuando tratamos de dirigir nuestras vidas, seguimos caminos fortuitos llenos de indecisión. Pero si confiamos en el Señor, él dirige nuestras sendas y las hace rectas, ausente de  tensiones.
¿Quieres declarar tu confianza en Dios? “Querido Señor:   Gracias porque siempre estás conmigo y puedo confiar en tus propósitos de amor para mí. Lléname de ti y ayúdame a descubrirte en cada dificultad. Amén”
Recuerda… “Mi paz os dejo, mi paz os doy…” ¡Su paz nos pertenece por el derecho de la cruz!
Te mando un abrazo y la paz de Dios para todo lo que emprendas.

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