Desde los más profundo de mí ser, agradezco a las personas que estuvieron pendientes de mis quebrantos de salud, estas personas con su solidaridad me ayudaron a regresarla, a los jinetes del aire de Radio Guatapurí, que siempre han estado en sintonía de esta poderosa y siempre presente emisora de la región y Colombia, ellos […]
Desde los más profundo de mí ser, agradezco a las personas que estuvieron pendientes de mis quebrantos de salud, estas personas con su solidaridad me ayudaron a regresarla, a los jinetes del aire de Radio Guatapurí, que siempre han estado en sintonía de esta poderosa y siempre presente emisora de la región y Colombia, ellos fueron determinantes con sus fuerzas positivas en estos esfuerzos.
Agradezco la abnegación y conocimiento, de todo el cuerpo médico y paramédico de la Clínica del Cesar en cabeza del prestigioso médico Rubén Sierra Deluque, del acucioso y siempre alegre Pedro Rodríguez y la prontitud y sedosas manos del joven sandiegano, Ernesto Guerra. Ellos con su mística muestran a Colombia que en Valledupar y la región, los científicos de la medicina siguen el apostolado de galeno, medicina al servicio del enfermo.
Mi infinita gratitud por el buen trato que recibí en mi proceso de cateterismo, antes, durante y postoperatorio de parte de la cardióloga María Patricia Gutiérrez Noguera de la clínica del Instituto Cardiovascular del Cesar, ellos trabajan vigilantes las 24 horas, por la salud del corazón del Valle.
A mis compañeros les presento mis excusas por el momento de intranquilidad que soportaron por mi crisis de salud, pero la a vez les agradezco su permanente interés en la recuperación de la misma.
Reconocer a Andrés Molina su preocupación durante este proceso de dificultad; durante mi estado de convalecencia siempre estuve enterado, por diferentes voces que llegaban, de su interés por mi pronta recuperación.
A mi compañera Judith, mis hijos, Camilo, Alfonso que estuvieron en ese instante cerca de mí cuando apenas se insinuaba el alba de ese fatídico día y se presentó la emergencia al sentir la carencia del oxígeno por culpa de acumulación de líquido en los pulmones. Mis hijos prendieron las alarmas y salieron en búsqueda de ayuda vehicular para mi transporte a la clínica y tratar de salvar mi vida.
Durante la espera del taxi, fueron instantes eternos, de mucha angustia, sentía que mi tiempo en la tierra se estaba agotando, me ahogaba en la región a la cual sus compositores han cantado al esplendor de la aurora en una mañana primaveral, otros han desahogado sus penas, en mañanitas de invierno.
Ante la eminencia de caerme la gota fría, puse pies en polvorosa al subirme en el taxi “zapatico” salvador, había llegado fustigado por mi hijo Camilo como salvavidas del náufrago que claudicaba ante el embate y acecho de la muerte agazapada.
Raudo partimos a la Clínica del Cesar, en búsqueda de auxilio de la ciencia médica, como lo hizo Calixto Ochoa cincuenta años atrás, cuando vivió un trance parecido por los caminos de Colombia y lo dejó plasmado para la posteridad en una canción que título “La Ciencia Médica”.
A nuestra llegada hubo reacción inmediata del cuerpo médico de turno en urgencias de la clínica, lo que nos salvó la vida, por ello le aplicamos el viejo aforismo del campesino cantor filosofo de oriundo de La Junta, Diomedes Díaz “… tendrá que esperar”.
Desde los más profundo de mí ser, agradezco a las personas que estuvieron pendientes de mis quebrantos de salud, estas personas con su solidaridad me ayudaron a regresarla, a los jinetes del aire de Radio Guatapurí, que siempre han estado en sintonía de esta poderosa y siempre presente emisora de la región y Colombia, ellos […]
Desde los más profundo de mí ser, agradezco a las personas que estuvieron pendientes de mis quebrantos de salud, estas personas con su solidaridad me ayudaron a regresarla, a los jinetes del aire de Radio Guatapurí, que siempre han estado en sintonía de esta poderosa y siempre presente emisora de la región y Colombia, ellos fueron determinantes con sus fuerzas positivas en estos esfuerzos.
Agradezco la abnegación y conocimiento, de todo el cuerpo médico y paramédico de la Clínica del Cesar en cabeza del prestigioso médico Rubén Sierra Deluque, del acucioso y siempre alegre Pedro Rodríguez y la prontitud y sedosas manos del joven sandiegano, Ernesto Guerra. Ellos con su mística muestran a Colombia que en Valledupar y la región, los científicos de la medicina siguen el apostolado de galeno, medicina al servicio del enfermo.
Mi infinita gratitud por el buen trato que recibí en mi proceso de cateterismo, antes, durante y postoperatorio de parte de la cardióloga María Patricia Gutiérrez Noguera de la clínica del Instituto Cardiovascular del Cesar, ellos trabajan vigilantes las 24 horas, por la salud del corazón del Valle.
A mis compañeros les presento mis excusas por el momento de intranquilidad que soportaron por mi crisis de salud, pero la a vez les agradezco su permanente interés en la recuperación de la misma.
Reconocer a Andrés Molina su preocupación durante este proceso de dificultad; durante mi estado de convalecencia siempre estuve enterado, por diferentes voces que llegaban, de su interés por mi pronta recuperación.
A mi compañera Judith, mis hijos, Camilo, Alfonso que estuvieron en ese instante cerca de mí cuando apenas se insinuaba el alba de ese fatídico día y se presentó la emergencia al sentir la carencia del oxígeno por culpa de acumulación de líquido en los pulmones. Mis hijos prendieron las alarmas y salieron en búsqueda de ayuda vehicular para mi transporte a la clínica y tratar de salvar mi vida.
Durante la espera del taxi, fueron instantes eternos, de mucha angustia, sentía que mi tiempo en la tierra se estaba agotando, me ahogaba en la región a la cual sus compositores han cantado al esplendor de la aurora en una mañana primaveral, otros han desahogado sus penas, en mañanitas de invierno.
Ante la eminencia de caerme la gota fría, puse pies en polvorosa al subirme en el taxi “zapatico” salvador, había llegado fustigado por mi hijo Camilo como salvavidas del náufrago que claudicaba ante el embate y acecho de la muerte agazapada.
Raudo partimos a la Clínica del Cesar, en búsqueda de auxilio de la ciencia médica, como lo hizo Calixto Ochoa cincuenta años atrás, cuando vivió un trance parecido por los caminos de Colombia y lo dejó plasmado para la posteridad en una canción que título “La Ciencia Médica”.
A nuestra llegada hubo reacción inmediata del cuerpo médico de turno en urgencias de la clínica, lo que nos salvó la vida, por ello le aplicamos el viejo aforismo del campesino cantor filosofo de oriundo de La Junta, Diomedes Díaz “… tendrá que esperar”.