Por estos días de campaña electoral se ha venido hablando de “visión de ciudad”. No hace mucho, el columnista Roberto C. Núñez esbozó este concepto preguntándose por qué los candidatos no explican con claridad este constructo en sus programas de gobierno. La verdad es que hay cosas de las que todo el mundo habla pero […]
Por estos días de campaña electoral se ha venido hablando de “visión de ciudad”. No hace mucho, el columnista Roberto C. Núñez esbozó este concepto preguntándose por qué los candidatos no explican con claridad este constructo en sus programas de gobierno. La verdad es que hay cosas de las que todo el mundo habla pero nadie tiene claro, son la moda, una de ellas es eso de POT. Tratemos de desagregar el tema de nuestra columna.
Todo emprendimiento tiene una misión y una visión; la primera es el ser, su naturaleza; la segunda es el deber ser.
La misión de un municipio y de su capital, es mantener la sostenibilidad de su territorio y de su gente, en forma integral y de competitividad, con la prestación institucional de servicios. Todos los entes tienen esta misión.
Lo que cambia es la visión que está en función de su ubicación geográfica y de su entorno socio económico y cultural. ¿Cuál podría ser, entonces, la visión de Valledupar como ciudad? Equivale a decir, ¿hacia dónde orientar sus fuerzas para garantizar esa sostenibilidad? ¿Qué podemos hacer con lo que tenemos? Basta mirar el entorno.
Una ciudad se puede pensar en términos de industria o agroindustria, como nicho turístico y cultural, como centro comercial, tecnológico o financiero, proveedor agropecuario, enclave minero o como una combinación de varias de estas categorías de crecimiento. La visión debe ser de largo plazo, por lo menos 30 años.
Por descarte podemos asegurar que en ese parámetro de tiempo no tenemos muchas posibilidades de ser un centro de ciencia y tecnología, ni ser una ciudad industrial, ni ser un emporio financiero. Eso es de sentido común, no necesitamos ser expertos para afirmarlo. Pero tenemos cómo convertirnos en agroindustriales, en zona turística y cultural y ser el epicentro del comercio en un radio de 100 kilómetros que cubra territorios del Magdalena y de La Guajira. Según Confenalco, Fonseca hace el 12% de las compras que vende Valledupar.
Lo que si no debe ser una visión de ciudad es convertir a Valledupar en atractivo para las invasiones de tierras de gentes provenientes de todo el país; esta es la propuesta demagógica de muchos candidatos a la alcaldía del municipio, mayor número de votos negociables, sin importarles que en la ciudad la prestación de los servicios públicos crezca a la zaga de la demografía.
Tampoco es visión de ciudad regresar al desorden del tránsito automotor, ni llenarla de puentes elevados desviando la orientación de los vientos, tapando el panorama urbanístico con los íconos que ya viven en nosotros, sin atacar las causas que generan los efectos de movilidad; las vías son, ante todo, para el peatón, no para los vehículos.
Hay que mirar las causas, los elevados son lo último en hacerse; tampoco, se tendrán los recursos propios para hacerlos. ¿Cuántos elevados necesitamos? Más fácil y barato es llevar la institucionalidad a la periferia convirtiéndola en varias ciudades dentro de la ciudad.
No es visión de ciudad entregar en concesión la prestación de los servicios propios del municipio sin justificación financiera y operativa, encareciendo los costos al usuario con servicios cada vez más degradados. Nada más hay que ver los grandes arrumes de basuras derramados en muchos barrios marginales con las consecuencias ambientales que esto implica. Con una ciudad y su gente no se debe jugar.
Por estos días de campaña electoral se ha venido hablando de “visión de ciudad”. No hace mucho, el columnista Roberto C. Núñez esbozó este concepto preguntándose por qué los candidatos no explican con claridad este constructo en sus programas de gobierno. La verdad es que hay cosas de las que todo el mundo habla pero […]
Por estos días de campaña electoral se ha venido hablando de “visión de ciudad”. No hace mucho, el columnista Roberto C. Núñez esbozó este concepto preguntándose por qué los candidatos no explican con claridad este constructo en sus programas de gobierno. La verdad es que hay cosas de las que todo el mundo habla pero nadie tiene claro, son la moda, una de ellas es eso de POT. Tratemos de desagregar el tema de nuestra columna.
Todo emprendimiento tiene una misión y una visión; la primera es el ser, su naturaleza; la segunda es el deber ser.
La misión de un municipio y de su capital, es mantener la sostenibilidad de su territorio y de su gente, en forma integral y de competitividad, con la prestación institucional de servicios. Todos los entes tienen esta misión.
Lo que cambia es la visión que está en función de su ubicación geográfica y de su entorno socio económico y cultural. ¿Cuál podría ser, entonces, la visión de Valledupar como ciudad? Equivale a decir, ¿hacia dónde orientar sus fuerzas para garantizar esa sostenibilidad? ¿Qué podemos hacer con lo que tenemos? Basta mirar el entorno.
Una ciudad se puede pensar en términos de industria o agroindustria, como nicho turístico y cultural, como centro comercial, tecnológico o financiero, proveedor agropecuario, enclave minero o como una combinación de varias de estas categorías de crecimiento. La visión debe ser de largo plazo, por lo menos 30 años.
Por descarte podemos asegurar que en ese parámetro de tiempo no tenemos muchas posibilidades de ser un centro de ciencia y tecnología, ni ser una ciudad industrial, ni ser un emporio financiero. Eso es de sentido común, no necesitamos ser expertos para afirmarlo. Pero tenemos cómo convertirnos en agroindustriales, en zona turística y cultural y ser el epicentro del comercio en un radio de 100 kilómetros que cubra territorios del Magdalena y de La Guajira. Según Confenalco, Fonseca hace el 12% de las compras que vende Valledupar.
Lo que si no debe ser una visión de ciudad es convertir a Valledupar en atractivo para las invasiones de tierras de gentes provenientes de todo el país; esta es la propuesta demagógica de muchos candidatos a la alcaldía del municipio, mayor número de votos negociables, sin importarles que en la ciudad la prestación de los servicios públicos crezca a la zaga de la demografía.
Tampoco es visión de ciudad regresar al desorden del tránsito automotor, ni llenarla de puentes elevados desviando la orientación de los vientos, tapando el panorama urbanístico con los íconos que ya viven en nosotros, sin atacar las causas que generan los efectos de movilidad; las vías son, ante todo, para el peatón, no para los vehículos.
Hay que mirar las causas, los elevados son lo último en hacerse; tampoco, se tendrán los recursos propios para hacerlos. ¿Cuántos elevados necesitamos? Más fácil y barato es llevar la institucionalidad a la periferia convirtiéndola en varias ciudades dentro de la ciudad.
No es visión de ciudad entregar en concesión la prestación de los servicios propios del municipio sin justificación financiera y operativa, encareciendo los costos al usuario con servicios cada vez más degradados. Nada más hay que ver los grandes arrumes de basuras derramados en muchos barrios marginales con las consecuencias ambientales que esto implica. Con una ciudad y su gente no se debe jugar.