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Apartes de una investigación relacionada con los fenómenos migratorios o desplazamientos que han configurado el sujeto campesino de la serranía de Perijá en los corregimientos de Media Luna, San José de Oriente y el Municipio de Manaure a partir de la época conocida como La Violencia.
A partir del fenómeno conocido como La Violencia ha ocurrido una corriente migratoria o desplazamientos de poblaciones a otros lugares de Colombia. El Caribe por la cercanía geográfica a los Santanderes ha sido uno de los lugares que más ha experimentado la inmigración de esta población, siendo, hipotéticamente, el departamento del Cesar el lugar en Colombia con la mayor presencia de la diáspora santandereana. Un fenómeno que amerita ser estudiado y cotejado con datos y cifras.
Este artículo propone una reflexión en torno a la migración o desplazamiento de la población santandereana hacia el departamento del Cesar durante la época conocida como La Violencia. Para desarrollar dicha investigación se realizaron diferentes entrevistas con sujetos campesinos del territorio, entre agosto y diciembre de 2022, con quienes se conversó acerca del relacionamiento social y la configuración del sujeto campesino de la serranía de Perijá: ‘el güicho’.
Los azares de la guerra partidista
En el apogeo de la violencia fratricida entre liberales y conservadores a mediados del siglo XX en Colombia, los abuelos de Libernel García tuvieron el arrojo de unirse en matrimonio, pese a ser de afinidades políticas contrarias. Pedro Vergel –liberal de cuna, cuyo deseo en vida fue que colocaran una bandera roja en su ataúd– desafió los estigmas de la época, desposándose con Elida Ortiz, conservadora instruida quien, una vez consumadas las nupcias, decidió nunca más ejercer el derecho al voto.
Este vínculo, según la tradición oral de la familia, libró de la muerte a Pedro Vergel, cuando era llevado en un camión de la represión oficial para ser ejecutado y su suegro –líder conservador– dio la orden de que lo bajaran del vehículo. De lo anterior, se infiere, siguiendo el orden de los acontecimientos, el hecho de que Libernel esté hoy contando esta historia.
Pedro Vergel y Elida Ortiz llegaron a tierras cesarenses a mediados de la década de 1960. Habían salido de Ábrego, Norte de Santander, en un momento de la represión conservadora caracterizado por los asesinatos cometidos a liberales o a quien tuviera apariencia de serlo, sin distinción de edad o sexo. “Hubo una persecución fuerte. La gente huía a los montes, porque si los encontraban en las casas, los mataban: a niños, mujeres y ancianos. La Policía se prestó para que se dieran todas esas masacres”, relata García.
Libernel nace en 1965, en una parcela adquirida por su familia en la salida de lo que hoy es el corregimiento de Media Luna, jurisdicción de San Diego, Cesar. Sus padres, Pablo García –ya fallecido, oriundo de El Carmen, Norte de Santander– y Ana Esther Vergel –oriunda de Ábrego– se separaron al año de haber tenido su primer y único hijo. Con ayuda de sus tíos, cultivadores y comerciantes de oficio, Libernel pudo construir su perfil académico y profesional. Es licenciado en Ciencias Sociales. Fue docente en veredas y en la institución pública de Media Luna.
Aunque la esposa de Libernel, Yaneth Bayona, es originaria de Norte de Santander, en épocas recientes dos de sus primas han emparentado con cesarenses. Laura Amaya, se casó con Juan Socarrás, nativo del vecino municipio de San Diego y Yoleima Lozano, con un natural de Valledupar. De los episodios de discriminación en contra de los ‘norteños’ asentados en Media Luna, Libernel recuerda que “hace 30 o 40 años, por ejemplo, si estaba lloviendo y un nortesantandereano entraba a la casa de un habitante de San Diego, lo trataban de sacar. “Hey, cachaco”, “hey, güicho, sal de aquí”, decían con repelencia.
Una víctima en la tierra del exilio
Laudith Pacheco es hija de migrantes por la violencia partidista que recrudeció a partir del asesinato del líder Jorge Eliécer Gaitán, a mediados del pasado siglo en Colombia. Llegó a San José de Oriente, Cesar, proveniente de Ábrego, Norte de Santander, en 1970 –siendo presidente el conservador Misael Pastrana Borrero– en un período de ‘aparente y relativa paz política y social’, con la puesta en marcha del Frente Nacional.
–Mis padres, Ceferino Pacheco y Mercedes Jaimes, se vinieron por la violencia en Norte de Santander, la pelea de liberales y conservadores. Llegaron primero a Manaure y luego arribaron a San José –asegura.
Lo que Laudith no advirtió, como muchos otros nortesantandereanos que llegaron a tierras cesarenses por esa época, fue que la guerra habría de tomar otras formas con la aparición de la guerrilla de las FARC- EP y las Autodefensas Unidas de Colombia, de las cuales, infortunadamente, sería víctima. Pacheco perdió a su primer esposo y padre de sus dos primeros hijos, asesinado por paramilitares a principios de la década del 90. A raíz de esto, vivió un exilio de 10 años en Fundación, Magdalena.
A su regreso, despuntaba el siglo XXI con más sombras que luces. De momento, la esperanza resurgía al establecer vínculos sentimentales con tal, de origen nortesantandereano, con quien tuvo a su tercer hijo, Uriel Guerrero. Hoy, la vida de Laudith sigue su curso en San José, en medio de labores agrícolas. Varios de sus familiares han emparentado con nativos de La Paz, Cesar.
De las primeras décadas como residente en dicho corregimiento, recuerda que ella y su familia fueron objeto de discriminación en un sinnúmero de ocasiones, misma que revestía las formas de vocablos, con intención peyorativa, como ‘güichos’ o ‘cachacos’. No obstante, en su opinión, el panorama actual es distinto.
–Creo que la gente se ha concientizado, que como humanos todos somos iguales. En el mundo cabemos todos, si sabemos vivir –concluye.
Manaure y La Violencia
La extensa sabana que hoy es el pueblo de Manaure, en el nororiente del Cesar, ha tenido dos momentos clave en la historia de su poblamiento (Gutiérrez, 2022). En un primer período –desde finales del siglo XIX– arribaron migrantes de territorios aledaños al municipio, como el departamento de La Guajira. En lo posterior, se establecieron grupos humanos provenientes de los Santanderes, dado el recrudecimiento de la violencia partidista a partir de 1948. La voz de este relato es de Ángel Facundo Martínez, natural de Manaure y de padres guajiros.
–Recuerdo bien cómo los nortesantandereanos vinieron y fueron acogidos acá –narra Martínez. Consiguieron tierras, el pueblo les colaboró. Hicieron sus cebollales. Empezaron a obtener muy buenos dividendos, inclusive, más que algunos que vivíamos aquí, pero entre ellos se mató mucha gente. Amanecían dos y tres cuerpos por ahí.
Independiente de la filiación política –conservadora o liberal–, Martínez refiere que muchas familias de origen guajiro asentadas en Manaure, incluida la suya, estrecharon relaciones pacifistas con los nortesantandereanos sin discriminación de colores de partidos. Los conflictos más obstinados, según relata, se producían “entre liberales y conservadores que venían huyendo desde sus pueblos y en Manaure se encontraban dando origen a unas muertes y enfrentamientos, no de la magnitud de Norte de Santander, pero que dejó muchos muertos”.
–Si en algún momento hubo trato discriminatorio, ya pasó. Ellos viven con nosotros acá. Estamos de tú a tú y compartimos la amistad. Tengo compadres cachacos, amigos que me han servido y yo les he servido a ellos. Para nosotros, el significado de güicho tiene que ver con la amistad y el cariño –dice Martínez al cierre–.
Ángel Facundo Martínez falleció a los pocos días de esta entrevista.
Por: Hamilton Fuentes.
Esta investigación contó con la participación de Walter Sierra Montero, Alexander Gutiérrez Navarro y Martha Mercedes Fuentes Martínez.
Apartes de una investigación relacionada con los fenómenos migratorios o desplazamientos que han configurado el sujeto campesino de la serranía de Perijá en los corregimientos de Media Luna, San José de Oriente y el Municipio de Manaure a partir de la época conocida como La Violencia.
A partir del fenómeno conocido como La Violencia ha ocurrido una corriente migratoria o desplazamientos de poblaciones a otros lugares de Colombia. El Caribe por la cercanía geográfica a los Santanderes ha sido uno de los lugares que más ha experimentado la inmigración de esta población, siendo, hipotéticamente, el departamento del Cesar el lugar en Colombia con la mayor presencia de la diáspora santandereana. Un fenómeno que amerita ser estudiado y cotejado con datos y cifras.
Este artículo propone una reflexión en torno a la migración o desplazamiento de la población santandereana hacia el departamento del Cesar durante la época conocida como La Violencia. Para desarrollar dicha investigación se realizaron diferentes entrevistas con sujetos campesinos del territorio, entre agosto y diciembre de 2022, con quienes se conversó acerca del relacionamiento social y la configuración del sujeto campesino de la serranía de Perijá: ‘el güicho’.
Los azares de la guerra partidista
En el apogeo de la violencia fratricida entre liberales y conservadores a mediados del siglo XX en Colombia, los abuelos de Libernel García tuvieron el arrojo de unirse en matrimonio, pese a ser de afinidades políticas contrarias. Pedro Vergel –liberal de cuna, cuyo deseo en vida fue que colocaran una bandera roja en su ataúd– desafió los estigmas de la época, desposándose con Elida Ortiz, conservadora instruida quien, una vez consumadas las nupcias, decidió nunca más ejercer el derecho al voto.
Este vínculo, según la tradición oral de la familia, libró de la muerte a Pedro Vergel, cuando era llevado en un camión de la represión oficial para ser ejecutado y su suegro –líder conservador– dio la orden de que lo bajaran del vehículo. De lo anterior, se infiere, siguiendo el orden de los acontecimientos, el hecho de que Libernel esté hoy contando esta historia.
Pedro Vergel y Elida Ortiz llegaron a tierras cesarenses a mediados de la década de 1960. Habían salido de Ábrego, Norte de Santander, en un momento de la represión conservadora caracterizado por los asesinatos cometidos a liberales o a quien tuviera apariencia de serlo, sin distinción de edad o sexo. “Hubo una persecución fuerte. La gente huía a los montes, porque si los encontraban en las casas, los mataban: a niños, mujeres y ancianos. La Policía se prestó para que se dieran todas esas masacres”, relata García.
Libernel nace en 1965, en una parcela adquirida por su familia en la salida de lo que hoy es el corregimiento de Media Luna, jurisdicción de San Diego, Cesar. Sus padres, Pablo García –ya fallecido, oriundo de El Carmen, Norte de Santander– y Ana Esther Vergel –oriunda de Ábrego– se separaron al año de haber tenido su primer y único hijo. Con ayuda de sus tíos, cultivadores y comerciantes de oficio, Libernel pudo construir su perfil académico y profesional. Es licenciado en Ciencias Sociales. Fue docente en veredas y en la institución pública de Media Luna.
Aunque la esposa de Libernel, Yaneth Bayona, es originaria de Norte de Santander, en épocas recientes dos de sus primas han emparentado con cesarenses. Laura Amaya, se casó con Juan Socarrás, nativo del vecino municipio de San Diego y Yoleima Lozano, con un natural de Valledupar. De los episodios de discriminación en contra de los ‘norteños’ asentados en Media Luna, Libernel recuerda que “hace 30 o 40 años, por ejemplo, si estaba lloviendo y un nortesantandereano entraba a la casa de un habitante de San Diego, lo trataban de sacar. “Hey, cachaco”, “hey, güicho, sal de aquí”, decían con repelencia.
Una víctima en la tierra del exilio
Laudith Pacheco es hija de migrantes por la violencia partidista que recrudeció a partir del asesinato del líder Jorge Eliécer Gaitán, a mediados del pasado siglo en Colombia. Llegó a San José de Oriente, Cesar, proveniente de Ábrego, Norte de Santander, en 1970 –siendo presidente el conservador Misael Pastrana Borrero– en un período de ‘aparente y relativa paz política y social’, con la puesta en marcha del Frente Nacional.
–Mis padres, Ceferino Pacheco y Mercedes Jaimes, se vinieron por la violencia en Norte de Santander, la pelea de liberales y conservadores. Llegaron primero a Manaure y luego arribaron a San José –asegura.
Lo que Laudith no advirtió, como muchos otros nortesantandereanos que llegaron a tierras cesarenses por esa época, fue que la guerra habría de tomar otras formas con la aparición de la guerrilla de las FARC- EP y las Autodefensas Unidas de Colombia, de las cuales, infortunadamente, sería víctima. Pacheco perdió a su primer esposo y padre de sus dos primeros hijos, asesinado por paramilitares a principios de la década del 90. A raíz de esto, vivió un exilio de 10 años en Fundación, Magdalena.
A su regreso, despuntaba el siglo XXI con más sombras que luces. De momento, la esperanza resurgía al establecer vínculos sentimentales con tal, de origen nortesantandereano, con quien tuvo a su tercer hijo, Uriel Guerrero. Hoy, la vida de Laudith sigue su curso en San José, en medio de labores agrícolas. Varios de sus familiares han emparentado con nativos de La Paz, Cesar.
De las primeras décadas como residente en dicho corregimiento, recuerda que ella y su familia fueron objeto de discriminación en un sinnúmero de ocasiones, misma que revestía las formas de vocablos, con intención peyorativa, como ‘güichos’ o ‘cachacos’. No obstante, en su opinión, el panorama actual es distinto.
–Creo que la gente se ha concientizado, que como humanos todos somos iguales. En el mundo cabemos todos, si sabemos vivir –concluye.
Manaure y La Violencia
La extensa sabana que hoy es el pueblo de Manaure, en el nororiente del Cesar, ha tenido dos momentos clave en la historia de su poblamiento (Gutiérrez, 2022). En un primer período –desde finales del siglo XIX– arribaron migrantes de territorios aledaños al municipio, como el departamento de La Guajira. En lo posterior, se establecieron grupos humanos provenientes de los Santanderes, dado el recrudecimiento de la violencia partidista a partir de 1948. La voz de este relato es de Ángel Facundo Martínez, natural de Manaure y de padres guajiros.
–Recuerdo bien cómo los nortesantandereanos vinieron y fueron acogidos acá –narra Martínez. Consiguieron tierras, el pueblo les colaboró. Hicieron sus cebollales. Empezaron a obtener muy buenos dividendos, inclusive, más que algunos que vivíamos aquí, pero entre ellos se mató mucha gente. Amanecían dos y tres cuerpos por ahí.
Independiente de la filiación política –conservadora o liberal–, Martínez refiere que muchas familias de origen guajiro asentadas en Manaure, incluida la suya, estrecharon relaciones pacifistas con los nortesantandereanos sin discriminación de colores de partidos. Los conflictos más obstinados, según relata, se producían “entre liberales y conservadores que venían huyendo desde sus pueblos y en Manaure se encontraban dando origen a unas muertes y enfrentamientos, no de la magnitud de Norte de Santander, pero que dejó muchos muertos”.
–Si en algún momento hubo trato discriminatorio, ya pasó. Ellos viven con nosotros acá. Estamos de tú a tú y compartimos la amistad. Tengo compadres cachacos, amigos que me han servido y yo les he servido a ellos. Para nosotros, el significado de güicho tiene que ver con la amistad y el cariño –dice Martínez al cierre–.
Ángel Facundo Martínez falleció a los pocos días de esta entrevista.
Por: Hamilton Fuentes.
Esta investigación contó con la participación de Walter Sierra Montero, Alexander Gutiérrez Navarro y Martha Mercedes Fuentes Martínez.