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Columnista - 30 agosto, 2014

Victimistas

“Ese no es víctima de nadie…”. Así se refirió Jesús Santrich al General Mendieta en una entrevista, en la que se atrevió a advertir que lo importante es “…que no se nos cuelen los victimistas, aquellos que se disfrazan de víctimas –como Mendieta– y colocan responsabilidades en quienes no las tienen”. Para las Farc, Luis […]

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“Ese no es víctima de nadie…”. Así se refirió Jesús Santrich al General Mendieta en una entrevista, en la que se atrevió a advertir que lo importante es “…que no se nos cuelen los victimistas, aquellos que se disfrazan de víctimas –como Mendieta– y colocan responsabilidades en quienes no las tienen”.
Para las Farc, Luis Mendieta, rescatado en 2010 después de 12 años de secuestro; el mismo que tuvo que arrastrarse en el barro para hacer sus necesidades fisiológicas, con cadena y candado atados al cuello; que sufrió paludismo y múltiples enfermedades; resulta que no ha sido víctima de nadie, sino que se disfraza y le asigna a las Farc una responsabilidad que no tienen.
Santrich añade que, simplemente, “hace parte de la confrontación y es prisionero de guerra”, como los guerrilleros que están en las cárceles en condiciones de hacinamiento, aclarando con cinismo que “en los sitios nuestros no hay hacinamiento”. Mejor dicho, el general les salió a deber por sus cómodas condiciones de reclusión, como si no hubiéramos visto las jaulas que nos recordaron los campos de concentración y contribuyeron a motivar masivas manifestaciones de rechazo a las Farc en 2008.
Que para las Farc los secuestrados de la Fuerza Pública sean prisioneros de guerra, vaya y venga, pero que lo sean para el Gobierno está en la base de la ilegitimidad de esas negociaciones. La Universidad Nacional vetó al general Mendieta como víctima y el presidente dijo expresamente que “estamos en guerra, pero la guerra es entre combatientes”.
Las palabras traicionan. Si hablamos de “guerra” contra el sobrepeso, todo el mundo sabe de qué se trata, pero si nos referimos a la primera acepción del diccionario, a lucha armada entre dos bandos, a guerra y a combatientes, ya no cabe el sentido figurado. Estamos hablando de un bando legítimo y otro que aspira a serlo; de imponer uno u otro modelo de sociedad.
Por ello, quienes niegan la existencia del conflicto no lo hacen porque sean ciegos a la situación de violencia, sino porque tienen claridad sobre su naturaleza y no aceptan a las Farc como beligerantes y, menos aún, como altos deliberantes en unas negociaciones que deberían limitarse a las condiciones de verdad, justicia y reparación para su reinserción. ¿Hay violencia narcotraficante?: SÍ. ¿El gobierno está en guerra declarada contra las Farc?: NO. Si así fuera, el general y los secuestrados de la Fuerza Pública sí serían prisioneros de guerra. Y lo más grave, los guerrilleros en la cárcel también lo serían.
Nota bene. El soldado Johan Burbano murió el pasado lunes en un enfrentamiento con las Farc. Al día siguiente murió su hermano, el cabo Albín Burbano, al pisar una mina. Una humilde familia perdió dos hijos, pero sus padres no son víctimas, sino victimistas, es decir, disfrazados.

Columnista
30 agosto, 2014

Victimistas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Félix Lafaurie Rivera

“Ese no es víctima de nadie…”. Así se refirió Jesús Santrich al General Mendieta en una entrevista, en la que se atrevió a advertir que lo importante es “…que no se nos cuelen los victimistas, aquellos que se disfrazan de víctimas –como Mendieta– y colocan responsabilidades en quienes no las tienen”. Para las Farc, Luis […]


“Ese no es víctima de nadie…”. Así se refirió Jesús Santrich al General Mendieta en una entrevista, en la que se atrevió a advertir que lo importante es “…que no se nos cuelen los victimistas, aquellos que se disfrazan de víctimas –como Mendieta– y colocan responsabilidades en quienes no las tienen”.
Para las Farc, Luis Mendieta, rescatado en 2010 después de 12 años de secuestro; el mismo que tuvo que arrastrarse en el barro para hacer sus necesidades fisiológicas, con cadena y candado atados al cuello; que sufrió paludismo y múltiples enfermedades; resulta que no ha sido víctima de nadie, sino que se disfraza y le asigna a las Farc una responsabilidad que no tienen.
Santrich añade que, simplemente, “hace parte de la confrontación y es prisionero de guerra”, como los guerrilleros que están en las cárceles en condiciones de hacinamiento, aclarando con cinismo que “en los sitios nuestros no hay hacinamiento”. Mejor dicho, el general les salió a deber por sus cómodas condiciones de reclusión, como si no hubiéramos visto las jaulas que nos recordaron los campos de concentración y contribuyeron a motivar masivas manifestaciones de rechazo a las Farc en 2008.
Que para las Farc los secuestrados de la Fuerza Pública sean prisioneros de guerra, vaya y venga, pero que lo sean para el Gobierno está en la base de la ilegitimidad de esas negociaciones. La Universidad Nacional vetó al general Mendieta como víctima y el presidente dijo expresamente que “estamos en guerra, pero la guerra es entre combatientes”.
Las palabras traicionan. Si hablamos de “guerra” contra el sobrepeso, todo el mundo sabe de qué se trata, pero si nos referimos a la primera acepción del diccionario, a lucha armada entre dos bandos, a guerra y a combatientes, ya no cabe el sentido figurado. Estamos hablando de un bando legítimo y otro que aspira a serlo; de imponer uno u otro modelo de sociedad.
Por ello, quienes niegan la existencia del conflicto no lo hacen porque sean ciegos a la situación de violencia, sino porque tienen claridad sobre su naturaleza y no aceptan a las Farc como beligerantes y, menos aún, como altos deliberantes en unas negociaciones que deberían limitarse a las condiciones de verdad, justicia y reparación para su reinserción. ¿Hay violencia narcotraficante?: SÍ. ¿El gobierno está en guerra declarada contra las Farc?: NO. Si así fuera, el general y los secuestrados de la Fuerza Pública sí serían prisioneros de guerra. Y lo más grave, los guerrilleros en la cárcel también lo serían.
Nota bene. El soldado Johan Burbano murió el pasado lunes en un enfrentamiento con las Farc. Al día siguiente murió su hermano, el cabo Albín Burbano, al pisar una mina. Una humilde familia perdió dos hijos, pero sus padres no son víctimas, sino victimistas, es decir, disfrazados.